¿Cómo fue el maestro Filo nombrado concejal del Concejo Indígena de Gobierno para México del Congreso Nacional Indígena?
Entrevista realizada al maestro Filo durante el encuentro Tlakahuapahualiztli, “¿Será posible otra educación?”, en el Caracol que canta al Universo, en el municipio de Huitziltepec, en la Mixteca poblana.
Es casi la media noche del sábado 12 de agosto de 2017. Pronto será domingo 13.
Se está llevando a cabo el encuentro Tlakahuapahualiztli, palabra náhuatl que significa “el arte de criar y educar a la gente”.
Desde que llegaron los primeros asistentes al encuentro, como al medio día, y durante toda la tarde y noche ahí, en el verde pizarrón de la Escuela Autónoma Emiliano Zapata, sigue escrita una pregunta:
¿Y tú qué?
Pregunta a la que los asistentes han estado intentando responder en sus respectivas presentaciones.
Llegaron de Chiapas, Puebla, estado de México, ciudad de México y un par de Estados Unidos. Hay varios compas del CNI y de la Sexta.
No muy lejos, en el centro del pueblo, en Santa Clara Huitziltepec, se escucha la música, el baile y los cuetes con motivo de la fiesta patronal.
Frente a la Pirámide guadalupana, algunos asistentes, entre risas y en voz alta, van contando las estrellas fugaces que atraviesan el mixteco cielo; con leña medio húmeda, otros están apurados en su propósito de mantener encendida la tímida fogata. En la cocina todavía hay algunos platicando. Varios ya se fueron a dormir a sus casas de campaña en el área de acampar del Caracol que canta al Universo.
Después de hacer un recorrido por el Caracol, para checar que todo esté en orden, el maestro Filo se apresta a irse a dormir cuando, repentinamente, una joven compa de la Sexta, apresurada y sonriente, lo alcanza, y, sin rodeos, le pide una entrevista.
Sólo serán algunas preguntas – le asegura la compa en un intento por convencer al maestro cuyo rostro lleva ya 2 años cubierto con un paliacate guadalupano, a raíz de una parálisis facial.
El maestro mira la mirada de su interlocutora; y escucha diáfanamente en ella la palabra: honestidad.
El maestro suspira profundamente, y le responde:
“Sí. Es necesario contar nuestra propia versión de la historia”.
Invita a la compa de la Sexta a pasar al Zentro de Estudios Guadalupanos Amoxkali, esa habitación que tanto llama la atención de los visitantes.
Prende una vela sobre la mesa pentagonal de vidrio que se encuentra en el centro de la pentagonal construcción. Es un “cuarto” de 5 paredes, con su peculiar techo de ladrillo en forma de flor invertida. Sobre las paredes, cual mudos testigos, varias coloridas pinturas parecen querer contar sus historias, son palabras pintadas, es decir, pertenecen al antiguo sistema de escritura náhuatl. En varias maderas y cajas reposan palabras escritas, en el alfabeto latino, atrapadas en decenas de libros que tratan sobre la cultura náhuatl.
El maestro Filo se aproxima al fondo del cuarto donde, sobre una vieja máquina de coser, que hace las veces de mesa, se encuentra un caracol marino y un teponaztle, acompañado cada uno de una veladora; las prende. Ya con más luz se deja ver claramente el carrizo que sostiene un hermoso estandarte guadalupano.
Pareciera que ella, la Guadalupe, sonríe, atenta a lo que está a punto de ocurrir.
En eso, un compañero llega a ofrecer café. Después de servirlo, se retira inmediatamente.
El maestro se acomoda en su lugar, su asiento. A sus espaldas queda el estandarte guadalupano.
Con la grabadora de su teléfono encendida, y encendiendo nerviosa un cigarro artesanal, la compa entrevistadora, empieza el ritual de entrever al otro; después de dar un pequeño sorbo a su café, lanza su primera pregunta.
CS: Maestro,
el 28 de mayo del 2017, en el auditorio del Cideci Unitierra Chiapas,
ante los ojos del mundo, con su sombrero en pecho, usted levantó su
brazo izquierdo al frente para tomar protesta como concejal del CIG
para México del CNI.
Fue un acto solemne, histórico.
Muchas personas en México y en otros países seguimos en vivo la toma de protesta del CIG.
Poco más
tarde, ahí mismo, se llevó a cabo la primera rueda de prensa del CIG
como tal, con su respectiva vocera: María de Jesús Patricio.
Y usted, ya
como concejal, respondió a algunas de las preguntas que hicieron al CIG
los medios nacionales e internacionales ahí presentes.
¿Cómo fue que llegó hasta ahí? Es decir, ¿Cuál es la historia detrás?
El maestro Filo permanece callado, mirando fijamente hacia la mesa de vidrio que, por momentos, parece un hermoso espejo negro, o más bien un espejo humeante. La vela y las veladoras provocan una especie de rítmica danza de luces y sombras.
Después de guardar un largo silencio, el maestro Filo abre un poco el “cofre, la petaca”, y sus palabras se empiezan a confundir con la digna fragancia del café zapatista y del perfumado olor a tabaco mezclado con pétalos de diversas flores.
MF: Todo esto empezó con el paso de la Marcha del Color de la Tierra por la ciudad de Puebla en 2001.
Yo nunca había asistido a una marcha.
Bueno, había estado en varias marchas gay en diferentes ciudades del mundo, pero éstas son más bien como carnavales y fiestas.
No. Nunca
había estado en un acto político en serio. Con decirte que no me sabía
ni una consigna. Para mí todo era nuevo e impresionante.
Llevábamos una pancarta que a la letra decía:
“A lo largo de 500 años a los indígenas nos han impuesto:
· La historia de los judíos: la Biblia.
· La religión de los romanos: la Iglesia católica.
· Las costumbres de los griegos: la democracia.
· Un idioma europeo: el español.
Los pueblos
indígenas poseemos el inalienable derecho de conservar la historia, la
religión, las costumbres, los idiomas y las tierras que heredamos de
nuestros antepasados: los olmecas, los toltecas, los mayas…”
CS: ¿En
principio, por qué decidió usted asistir a aquella marcha de la
Dignidad indígena, con la comandancia del EZLN al frente?
MF: Mira, cuando sale la marcha zapatista de Chiapas, yo tenía poco de haber llegado a vivir a este pueblo.
Yo vine a
este pueblo a tratar de entender quién era, quién soy. Y lo primero que
encontré es que mi pueblo, Huitziltepec, era, es, de raigambre náhuatl.
Mis padres,
abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, todos fueron originarios de aquí. O
sea que para ese entonces, al menos, ya sabía que yo era un indígena
nahua; y al enterarme de la Marcha del Color de La Tierra, simple y
sencillamente me sentí convocado.
Hablé y hablé con mi corazón, y finalmente decidí asistir.
En ese
entonces un cuate de aquí del pueblo me preguntó que a dónde iba, le
platiqué lo que sabía de la caravana indígena. “Voy contigo”, me dijo. Y
nos lanzamos a la capital poblana a encontrar la marcha. Allá nos
encontramos con un amigo que igualmente quería asistir. No sabíamos
exactamente a qué íbamos, sólo sabíamos que teníamos que estar ahí.
CS: ¿Eso
quiere decir que hasta antes de aquella marcha por los derechos y la
cultura indígena, usted no se asumía como indígena?
MF:
Simón. Porque hasta poco antes, a mí no me interesaban cosas como la
historia, la cultura, la identidad, la dignidad, la rebeldía, la
resistencia; la lucha, pues.
Para mí lo único importante en la vida era la diversión y el placer. Era yo bien individualista y consumista, y bien chichifo.
CS: ¡Chichífo! ¿Qué es eso? ¿Qué significa?
MF: Ah, pues
un chichifo es un hombre que anda con otro por interés, económico y/o
material. Es diferente a un trabajador sexual, pues no cobra
directamente por tener relaciones sexuales, sino que mantiene una
relación como de novios en la que el otro paga las cuentas.
CS: ¿Usted es homosexual, cierto?
MF: Muy cierto, y a toda honra. No me avergüenzo de ello.
De hecho, hace un mes convocamos al Kuilonyotl, el Primer Encuentro de la Diversidad Sexual Anticapitalista.
Fue muy
sonado. A la rueda de prensa, en la ciudad de Puebla, llegaron un
chingo de medios de comunicación: Televisa y Tv Azteca, radio, prensa y
portales de Internet.
Ahí
claramente dije que a mí no me correspondía hablar del CIG pues para
eso estaba nuestra vocera: María de Jesús Patricio. Yo estaba para, al
lado del representante de la asociación civil No Dejarse es Incluirse,
dar a conocer aquel encuentro.
El cual fue
muy emotivo. Hubo risas, pero también lágrimas. Llegaron heterosexuales,
lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros… de Chile, Brasil e Italia, y
de los estados de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala, Oaxaca, Michoacán,
Ciudad de México y Veracruz.
Fue un
trabajo político en el que mi tarea fue sentarme durante horas a
escuchar, con atención y respeto, el dolor, la rabia y la indignación
ante un sistema que nos odia, nos discrimina, nos violenta, nos mata,
tan sólo por ser diferentes.
Estuvimos de
acuerdo en que el responsable de todos nuestros dolores es el sistema
capitalista, el cual no es posible entender sin el concepto de guerra.
Aprendimos
que hay muchas formas y colores de ser anticapitalista, desde nuestras
realidades como diversidad sexual. Rompimos el molde impuesto de que,
para serlo, es necesario ser un nostálgico amante de la Unión
Soviética.
En nuestro
caso, somos anticapitalistas desde nuestra realidad indígena nahua. No
somos marxistas, aunque hayamos leído a Karl Marx.
CS: ¿Qué es entonces lo que lo hace involucrarse en el por movimiento indígena?
MF: Antes de
conocer la lucha de los pueblos indígenas, mi vida toda giraba en
torno al “ligue”, es decir, a conocer hombres y pasármela bien con
ellos.
Me gustaba
estar a la moda con la ropa y la música, ir a restaurantes, bares,
discotecas, etc. Y viajar por diferentes países, para conocer más
hombres.
Pero, sin duda alguna, lo que cambió mi forma de entender la vida fue haber conocido Palestina.
CS: ¡Palestina! ¿Y qué tiene que ver Palestina con todo este asunto?
MF: Mucho.
Verás, en alguna ocasión me compré una guía turística gay mundial; o sea
que venía país por país del mundo con una descripción de cómo era el
ambiente homosexual allá, además de una lista con todos los lugares de
ambiente y de ligue.
Fui a varios
países y conocí cómo era el ambiente gay ahí. En una de esas, leí
acerca de Israel, en particular sobre Tel Aviv, una ciudad moderna y
completamente abierta y amigable con los gays, tenían su marcha,
festival y muchos lugares para pasársela bien.
Entonces ahí
tienes que un día de otoño del año 2000 que tomó un vuelo de Berlín a
Múnich, y de ahí a Tel Aviv. De Tel Aviv tomé un autobús para Jerusalén y
ahí permanecí durante varios días. Todo iba bien, me la estaba pasando
súper chingón pero pasó lo que pasó.
CS: ¿Y qué fue lo que pasó?
MF: Pues que
después de recorrer de cabo a rabo la ciudad de Jerusalén, me dio por
ir al Mar Muerto. Llegué en la mañana y ahí me la pasé chapoteando. Un
par de horas después llegaron 2 individuos que se me quedaban viendo
mucho; después de un rato uno de ellos se me acercó y hablando en inglés
me dijo que él y su primo se preguntaban de dónde yo era. Yo le
respondí que de México, a lo que él preguntó que qué andaba haciendo un
mexicano tan lejos de su país.
Y lo que
pasó es que a mí se me ocurrió responder que estaba ahí para conocer el
suyo. Y pa´qué, que ahí empezó una gran aventura con aquel par de
palestinos.
Ellos 2 eran
primos, uno era maestro y otro se había casado con una europea de habla
alemana, así que con uno hablaba yo en inglés y con el otro en alemán.
En pocas
palabras, me mostraron su país, o sea la ocupación israelí, el horror de
la guerra, la brutalidad de la ocupación, la colonización de un
territorio llevado su máxima expresión.
Mucho
platicamos, en el desierto, en la playa, en pueblos y ciudades. Me
mostraron no sólo paisajes sino personas, me llevaron a sus pueblos, a
sus casas, conocí a sus familias y amigos; me mostraron su cultura, me
alimentaron, me cuidaron.
Pero llegó
el día de partir. Ellos insistían en que me quedara un par de semanas
más pues una su hermana se iba a casar y querían que viera cómo es una
boda musulmana.
MQ: ¿Y se quedó usted a la boda palestina?
MF: No. Me
regresé a Alemania. A los pocos días ya en Berlín, una noche, viendo la
televisión, observé las primeras imágenes de lo que sería la Segunda
Intifada.
Al ver esas imágenes recordé todo lo que había vivido y aprendido en la Palestina ocupada, en las personas que había conocido.
Y sentí como algo dentro de mí se prendió, y que no se ha apagado.
CS: Pero, regresando al asunto indígena…
MF: Pues
bien, resulta que poco antes de regresar a Alemania, y para no
desperdiciar la noche que ya había pagado en un Youth Hostess, pasé una
noche en Jerusalén.
No. Ya no era yo el mismo. Algo había pasado, algo estaba cambiando.
Ante toda la
violencia y la injustica que había visto y conocido en esas palestinas
tierras, sólo atiné a ponerme a llorar, de rabia e impotencia. Y a
repetirme una y mil veces: Yo no soy judío, yo no soy judío, yo no soy
judío….
Ahí, en el
parque del Rey David, en la ciudad considerada sagrada por las 3 grandes
religiones monoteístas del mundo (el Islam, el judaísmo y el
cristianismo), cuando me tranquilicé, una pregunta surgió de lo más
profundo de mi miserable persona:
¿Entonces, quién soy?
Y no hallé repuesta. Me sentí vacío, solo y desamparado.
Había
entrado a Israel, pero había salido de Palestina. Algo había pasado
dentro de mí y pensé que el único lugar del mundo en dónde podía
encontrar respuesta a mi pregunta era el lugar donde había yo nacido, o
sea mi pueblo, Huitziltepec, este pueblo.
El 12 de
enero del 2001 tomé un vuelo Berlín-Frankfurt-Ciudad de México. Llegué a
vivir aquí como un completo extraño hace más de 16 años.
CS: ¿Usted no nació aquí en este pueblo?
MF: Claro
que sí. Pero siendo muy pequeño mi padre nos llevó a vivir a la ciudad
de Puebla, con la idea de darnos una vida mejor. De niño solía venir al
pueblo con mi padre, pero llegábamos a su casa y no conocí a mucha
gente del pueblo.
Al
principio, ya viviendo aquí, las personas me veían con suspicacia y
desconfianza. Pero cuando me preguntaban quién yo era y les respondía
que el hijo de Aniceto Crisanto, todo cambiaba. Porque entonces,
sonrientes, un señor decía, “ah, es mi amigo”; una señora decía, “ah, es
mi primo”; un chavo decía, "ah es mi tío”. Y deje de ser un extraño para
volverme parte de este pueblo.
CS: ¿Su padre hablaba la lengua náhuatl?
MF: Seguro
que sí. Recuerdo que en la ciudad de Puebla tenía un compadre originario
de Atoyatempan, un pueblo de por aquí cerca, y cuando se emborrachaban
se ponían a hablar en náhuatl; “en mexicano”, decían.
CS: ¿Es por eso que usted se asume como indígena náhua?
MF: No sólo
por eso. La cultura náhuatl está presente y viva hoy, de muchas formas,
en este pueblo: en los nombres de cerros, parajes y barrancas; en las
costumbres y celebraciones; en los utensilios de cocina y en la comida…
en nuestros rostros morenos de ojos rasgados y pómulos altos.
Cuando me
dije a mí mismo, allá en Jerusalén, que judío no soy, entonces se
derrumbó esa gran mentira que levantaron sobre nuestros pueblos desde la
Conquista española.
Fue entonces
que la Biblia, Jehová, Adán y Eva, Abraham, Moisés, David, Jesús,
María, etc.; dejaron de tener sentido y verdad en mi vida.
La pregunta: ¿Quién soy?
Ahora tiene respuesta: soy un mazehual, es decir, la matriz cultural que me parió es la náhuatl.
Hace algunos
meses, en marzo pasado, organizamos aquí un encuentro por la
reconstitución integral de la cultura náhuatl, al que llamamos
Mazehualtin.
Llegaron un
padre y una madre nahua hablantes de Ayotzinapa; también nahuas de la
región del volcán, de la Sierra Norte y la Sierra Negra de Puebla;Hasta
llegaron un par de mixteco hablantes de aquí de la mixteca poblana; al
igual que muchos danzantes de la ciudad de Puebla, de la ciudad de
México y del estado de México.
Al final del
evento, quedó la sensación de que la chispa que dio origen a la cultura
náhuatl hace 2 milenios está viva, y se hizo presente aquí entre
teponaztles y caracoles, danzas y músicas, palabras e historias, humo
de copal, flores y cantos.
CS: Y es como indígena nahua que ha participado usted en el CNI, supongo…
MF: Exacto.
Como te platico, 2 personas de aquí del pueblo conocimos el Congreso
Nacional Indígena en 2001, en aquella marcha del Color de la Tierra.
Nos unimos a
ella. Llegamos con ella al palacio legislativo de San Lázaro, cuando la
comandancia del EZLN y representantes del CNI, después de enfrentar el
racismo por parte de quienes dicen representar al pueblo de México,
entraron para intentar convencer, con razones y argumentos, a los
legisladores de aprobar los Acuerdos de San Andrés.
A cambio el
EZLN y el CNI recibieron desprecio y traición por parte del Estado
mexicano. De los 3 poderes de la nación: el ejecutivo, el legislativo y
el judicial.
Los
legisladores elaboraron una contrareforma indígena contraria al espíritu
de los Acuerdos de San Andrés. Vicente Fox, el ejecutivo, la aplaudió y
promulgó; y salieron más de 300 controversias constitucionales de
municipios indígenas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la
cual al final las desechó.
Por cierto,
la primera controversia constitucional contra la contrareforma indígena
salió de aquí del pueblo vecino de Santa Cruz Huitziltepec, municipio de
Molcaxac.
De mi parte,
como individuo, pensé en qué podía, y debía, hacer como respuesta
contra la injusticia más grande en la historia de México.
Simplemente no podía quedarme cruzado de brazos y pretender que nada había pasado.
Después de
mucho darle vueltas al asunto decidí romper mi relación con el Estado
mexicano; o sea que decidí dejar de ser ciudadano mexicano.
Para tal
efecto envié una carta al entonces presidente municipal de Huitziltepec
informando y explicando lo que, al día siguiente, el 16 de junio del
2001, iba a realizar.
Y lo que
hice fue incinerar todos los documentos que me acreditaban como tal:
acta de nacimiento, credencial para votar, cartilla militar, pasaporte,
registro ante la SHCP.
Desde entonces soy un indocumentado, y así he participado en el CNI.
No hemos ido a todas la reuniones, asambleas, foros, talleres del CNI; la mayoría de las veces por falta de fondos.
Pero ahí andamos. Estuvimos en el cuarto y quinto congresos del CNI.
CS: Mucho cambió su vida por haber asistido a la caravana zapatista…
MF: Muchas
cosas vi y escuché en el trayecto, terribles y maravillosas. Cuando los
comandantes zapatistas y delegados del CNI entraron a la cámara de
diputados, por el EZLN habló una mujer indígena, la comandante Esther.
Recuerdo que hasta la piel se enchinaba al escucharla decir: “por mi
voz, habla la voz del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional…”.
Pero lo más
sorprendente es que los zapatistas, las zapatistas, no nos estaban
llamando a que nos volviéramos como ellos o a que nos fuéramos a luchar
con ellos; nos estaban llamando a luchar en nuestros lugares, desde
nuestras realidades; y la mía resultó ser ésta.
Por eso fue
que me vine a vivir a este terreno, donde vivieron y murieron mis
tatarabuelos. Con la intención de levantar otra cosa, es decir, otro
mundo, creando otras opciones para un pueblo.
Y a eso dedico cada año, cada día, cada segundo de mi pequeña vida. No es un hobby ni una moda, es una forma de vivir, y morir.
Desde
entonces doy clases públicas, gratuitas y científicas. Los sábados ayudo
en una pollería; cuando me invitan voy a las fiestas y mayordomías a
pelar y cortar pollos (que es el oficio que heredé de mi padre); le
hago algo a la albañilería; pinto y escribo; bordo paliacates,
estandartes, historias y sueños…
Soy pobre,
así lo decidí. No soy el fracasado al que no le quedó otra que dedicarse
a la lucha; por el contrario, conscientemente dejé todo para dedicarme a
esto. No tengo patrón ni recibo salario alguno, soy un jodido que a
veces ni para comer tiene
Me rebelé y estoy en resistencia.
La decisión fue individual, pero la lucha se fue haciendo colectiva.
Poco a poco y
con la participación de muchas manos y corazones, niños, jóvenes y
adultos, hombres y mujeres, se fueron construyendo y levantando la
Pirámide guadalupana, el aula de la Escuela Autónoma Emiliano Zapata, el
Zentro de Estudios Guadalupanos Amoxkali, el Centro de Atención
Integral a la Mujer Zihuapillé, la Clínica Autónoma Tomikiztekiu, el
horno de pan y ahora el comedor que está en proceso.
Y todo esto en conjunto es lo que llamamos el Caracol que canta al Universo.
Durante
estos años, muchas personas de aquí del pueblo y de otros lugares han
llegado, y se han decepcionado, y se van; no vuelven y nos dejan de
hablar, o lo que es peor, se ponen a hablar mal de nosotros.
No
encuentran lo que buscan; no somos lo que esperan que seamos; no
hacemos lo que sabiamente nos “aconsejan” que hagamos; no cumplimos sus
planes, metas y expectativas.
Pero nosotros aquí estamos; nosotros y nuestros principios.
CS: ¿Entonces como concejal del CIG usted representa a este Caracol que canta al Universo?
MF: No. De nuestra parte, como integrantes del CNI, decidimos dar un paso más en nuestro nivel organizativo.
CS: ¿Cómo fueron entonces nombrados los concejales del CIG?
MF: Cada
comunidad, pueblo, tribu y organización del CNI decidió cómo elegir a
sus concejales de acuerdo a sus propios usos y costumbres. En algunos
casos fue la asamblea comunitaria, en otros la asamblea del comisariado
ejidal, cada quien según su modo.
CS: ¿Y así fue nombrado usted?
MF: No. Aquí en el pueblo ya no hay comisariado ejidal; y tampoco hay asamblea comunitaria.
Mira, hace
algunos años el párroco y el presidente municipal convocaron a una
asamblea comunitaria en el centro del pueblo. De un pueblo de más de
2500 habitantes solo llegarían unos 50 o 70; por mucho 100, los
asistentes se encontraban esparcidos por el parque.
El motivo de
la asamblea era que querían reunir una fuerte cantidad de dinero para
remodelar la parroquia local, un millón y medio de pesos; dijeron que el
asunto no tenía que ver con la religión sino con la responsabilidad
ciudadana, por lo que todos, independientemente de sus creencias,
estaban obligados a cooperar.
Impusieron
una cuota de mil pesos para los hombres y las mujeres 500 y formaron
las respectivas comisiones para pasar a cobrar a los diferentes barrios.
Cuando
alguien del pueblo manifestaba su inconformidad, le contestaban que era
su culpa por no haber asistido a la asamblea, que en la asamblea “el
pueblo” había decidido y que por lo tanto la cooperación tenía el
carácter de obligatoria.
De
nuestra parte, de haberlo querido, pudimos haber hecho la misma farsa
para nombrar concejal. Con que hubieran llegado 10, 20, 50, 100 o más
personas (que entre familiares y amigos juntaríamos sin ningún
problema) y ya podíamos decir que “el pueblo” ha elegido; pero hubiera
sido una mentira, un engaño.
Y no queríamos, no queremos, empezar esto así.
Desafortunadamente,
nuestro municipio y nuestra región están completamente divididos entre
priistas y panistas, con algunos grupos “de izquierda” como el PT, PRD y
Morena.
En años recientes en Huitziltepec ha habido violentos enfrentamientos entre las diferentes facciones partidistas.
Con decirte
que, por ejemplo, en las elecciones municipales pasadas, los panistas
tomaron la casa electoral y llevaban botellas de gasolina, las cuales
usaron para amenazar con quemar viva a la presidenta consejera si ésta
no desconocía e invalidaba el triunfo del PRI.
En el 99 de
plano los perredistas secuestraron y violentaron al líder príista,
tomaron la presidencia y se enfrentaron violentamente contra las juntas
auxiliares, luego se volvieron panistas.
MQ:
¿Entonces cómo fue que lo nombraron a usted concejal, leí que ésta, la
Mixteca poblana, es, de acuerdo al CNI, la región 65?
MF: Lo que hicimos nosotros fue reflexionar y analizar nuestra situación y realidad.
Vimos que aquí no hay formas de organización política fuera de los partidos políticos.
Por si fuera
poco, hace un par de semanas con el cuento de dar una conferencia, se
presentó aquí en el pueblo una diputada federal, ni más ni menos que la
hermana de Aquiles Córdoba Moran, el líder y fundador de Antorcha
Campesina. Ese es el legado que deja el actual presidente municipal
priísta, la influencia y presencia de la Antorcha Campesina en este
municipio.
Así que nos
dimos cuenta de que la última unidad organizativa legítima que nos queda
es la figura de la mayordomía, y que ésta se enmarca dentro de los usos
y costumbres del pueblo.
Es cierto
que aquí en el pueblo algunas mayordomías están controladas directamente
por el párroco, pero hay otras, como las peregrinaciones, que, al no
tener sus imágenes en la parroquia, mantienen un alto grado de
autonomía; sólo pagan la misa de su celebración, pero ellos deciden lo
que hacen.
CS: ¿Eso quiere decir que usted como concejal fue nombrado por una mayordomía?
MF: Sí, y por la más pequeña de todas.
CS: ¿Cómo es eso, por qué la más pequeña?
MF: Aquí en el pueblo hay muchas mayordomías.
La más
grande de todas era la de la Santa Clara, que se celebra por estos días.
Ya no hay mayordomo, desde hace algunos años que el cura pasó a tomar
el control de esa fiesta. Lo que hay ahora son comisiones directamente
controladas por él, lo cual le resulta un jugoso negocio.
Pero quedan
otras, como la de la Santa Cruz (3 de mayo), la de los músicos (22 de
noviembre, veneran a Santa Cecilia) y la del Cerrito (es la fiesta
guadalupana del pueblo y se celebra el 12 de diciembre). Y hay otras más
pero más pequeñas: la del Carmen, la Rositas, las de las
peregrinaciones a Tejalpa, las peregrinaciones a la Basílica de
Guadalupe, la de san Juditas, la de la Dolorosa, la del corazón de
Jesús, etc., etc., etc.
La nuestra es, acaso, la más pequeña. Empezó apenas el año pasado.
Tiene por nombre Peregrinación mazehual.
El 18 de
diciembre pasado desde nuestra Pirámide guadalupana, aquí en el Caracol
que canta al Universo, salimos caminando unas 20 personas.
Durante 5
días atravesamos veredas, calles, carreteras, pueblos, barrancas,
cerros, ríos, ciudades… y pasamos entre los volcanes, entre el
Popocatepetl y la Iztacihuatl.
Finalmente, la mañana del 22 de diciembre llegamos a la cima del Tepeyac.
Una vez en
la cima de aquel sagrado cerro, cansados y adoloridos, ofrecimos a
Tonantzin, nuestra venerada Madre, la Tierra, nuestras flores y nuestros
cantos.
CS: Parece ser que su Peregrinación mazehual es una tanto diferente a las demás peregrinaciones guadalupanas de este pueblo…
MF: Es
cierto. La nuestra no tiene como destino la Basílica de Guadalupe por la
sencilla razón de que nosotros no somos católicos, nosotros somos
mazehuales.
Nuestra
pequeña mayordomía no tiene vínculo alguno con el párroco local ni con
la Iglesia católica. No les debemos obediencia alguna.
La nuestra es una mayordomía completamente autónoma.
Pero el asunto es más complejo.
Una
mayordomía tiene objetivos y tareas precisos; a veces es cuidar un
templo con su respectivo territorio, otras es organizar una celebración
religiosa y alimentar cientos de personas.
Nuestra
Peregrinación mazehual tiene como objetivo y tarea la destrucción del
sistema capitalista y la reconstrucción del mundo náhuatl.
De la misma forma toda mayordomía tiene un acto ritual que le da sentido y legitimidad.
El nuestro
es caminar durante 5 días para llegar al sagrado cerro del Tepeyac. Lo
cual no es un juego. Es un enorme esfuerzo que implica disciplina,
fuerza de voluntad, sacrificio y responsabilidad, por lo que merece
respeto.
Toma en cuenta que para un indígena un compromiso con lo sagrado es un asunto de vida o muerte.
En nuestro caso, como mazehuales, nuestro compromiso es con la madre Tierra, a la que en náhuatl llamamos Tonantzin.
CS: ¿Por cierto, qué significa la palabra mazehual?
MF: Mucho.
Pero si buscas en un diccionario náhuatl- castellano sólo encontrarás
que significa campesino, vasallo, gente del pueblo.
Pero ya que
lo preguntas te puedo decir que significa que somos “los merecidos”, los
herederos de los más antiguos habitantes de estas tierras.
Significa que somos originarios de esta región del planeta Tierra..
Significa que miramos y entendemos el mundo desde la cultura náhuatl.
Significa que no somos judíos y que nuestra historia está aquí en esta tierra y no en el Medio Oriente.
Significa
que a mediados del siglo XVI uno de nosotros, un tlacuilo, es decir un
pintor nahua, alumno de la escuela de fray pedro de Gante, pintó una
imagen de la virgen María pero lo hizo a la manera de los códices por lo
que le colocó símbolos y metáforas que sólo tienen sentido para el
mundo náhuatl.
Significa
que desde tiempos milenarios, mucho antes de la Conquista española, el
cerro del Tepeyac ya era el lugar de culto consagrado a Tonantzin, la
madre Tierra de la antigua religión náhuatl.
Significa que a pesar de 500 años de guerra de exterminio no han logrado terminar con nosotros.
CS: Ya. ¿Es entonces esta Peregrinación mazehual la que lo nombra como concejal?
MF: Nos nombra.
CS: Perdón. ¿A usted y a quién más?
MF: A mí y a ella, a Totlaltikpaknantzin (dice señalando a sus espaldas)
MQ: ¿Quién es Totlaltikpaknantzin, ese estandarte?
MF: Totlaltikpaknantzin es Nuestra venerada Madre, “todo lo que está sobre la superficie terrestre”.
Así llamaba
el Ejercito Libertador del Sur a la madre Tierra. Recuerda que los
zapatistas de hace un siglo entraron con un estandarte guadalupano a la
Ciudad de México.
Este estandarte es un símbolo. Nosotros, como caminantes mazehuales, lo llevamos hasta el frente en nuestra peregrinación.
La imagen de
nuestro estandarte lleva el glifo del CNI: dos serpientes de cascabel
cuyas cabezas se encuentran y miran de perfil, dando forma al rostro de
la Madre Tierra. De estas cabezas surge la preciosa figura de una mujer
indígena, una zihuapilé.
Es como un códice por todo los símbolos que guarda. Está bordado con estambre de muchos colores. Es una obra de arte náhuatl.
Es para nosotros algo sagrado, es el símbolo de lo que fuimos, de lo que somos, pero sobre todo, de lo que seremos.
En la
convocatoria del CNI se pide que se nombren de preferencia un hombre y
una mujer como concejales. Pues aquí estamos ella y yo, yo y ella. Y a
donde quiera que vamos, vamos juntos. Ahí nos andamos acompañando.
Muchas
interesantes y emotivas situaciones hemos vivido este estandarte y yo,
con oficiales de migración, militares, marinos, granaderos policías,
marchas y mítines, en el metro, en las calles, en las centrales de
autobuses, en escuelas y universidades, en pueblos y ciudades…
Claro que también hay quien, sin preguntar, nos rechaza, desprecia, acusa, juzga y sentencia.
CS: ¿Y la Peregrinación mazehual los nombró a ambos?
MF:
Efectivamente. Redactamos una carta dirigida a la Asamblea Constitutiva
del Concejo Indígena de Gobierno para México del CNI en la que contamos,
explicamos y argumentamos nuestros motivos y razones.
Esa carta está firmada por los 5 primeros.
Pasa que
aquí en el pueblo en una mayordomía son a veces los 3, otras los 4, y
alguotras los 5 primeros quienes están al frente, es decir, quienes
toman las decisiones urgentes e importantes.
CS: ¿Cuántas personas conforman la Peregrinación mazehual?
MF: No sé.
No hay un número definido. Hace un año éramos unas 20, pero había
varios que querían ir y por alguna situación no pudieron.
Lo que sí sé es que vamos a ir creciendo, aunque a veces parece que tarda un poco. Veremos cuántos somos este año.
Hay muchos,
muchos mazehuales que todavía no saben que lo son; aún duermen, pero ya
irán despertando. Otros todavía están muy chicos, y otros todavía no
nacen.
CS: Creo
entender. Si lo nombrara esta escuela autónoma o este Caracol, el asunto
quedaría a nivel interno de una organización; pero al hacerlo una
mayordomía, por pequeña que ésta sea, se están ustedes abriendo y
extendiendo al pueblo. ¿No es así?
MF: Más o menos. Porque entonces pueden participar en esta mayordomía personas que no se relacionan con la EAEZ, por ejemplo.
Te doy otro
ejemplo. El pasado 24 de junio, un compañero del CNI organizó en
Acatzingo un ritual al solsticio de verano en los antiguos teteles
(pirámide) que están en uno de los barrios.
Cuando
estábamos por salir de su casa llegaron unas señoras invitadas, de
Acozac, un pueblo cercano. Una de ellas se dirigió sonriente a mí y me
preguntó si me podía dar un abrazo para felicitarme.
¿De qué?- le respondí un tanto extrañado.
¿Cómo que de qué?- respondió como si yo no me diera cuenta de lo más obvio del mundo – ¡pues por ser nuestro concejal!
Sorprendido, sólo atine a preguntar: ¿Ustedes me reconocen como tal?
¡Pues
claro!- respondieron al unísono. Y una a una pasó a abrazarme, a
felicitarme. Como yo tenía el estandarte en mano, cada una tuvo que
sostenerlo para que yo pudiera abrazar a la otra.
¿Comprendes?
Pero sobre todo, no olvides que lo más, más grande empieza por lo más, más pequeño.
Si unos cuantos en este pueblo hacemos lo que hacemos, imagínate cuando seamos cientos, o miles.
CS: Bien maestro, por último: ¿Qué es para usted el CNI?
MF: En el
CNI decimos que es la casa de los pueblos indígenas de México a la que
somos siempre bienvenidos; que es el espacio donde nuestra voz es
escuchada y respetada, sin importar el tamaño de nuestra organización. O
sea que decimos que en el CNI vale lo mismo la palabra de quien
representa una organización de decenas de miles de personas, o la de
quienes pertenecen a una pequeña organización como la nuestra. Decimos
que en el CNI no hay líderes ni dirigentes, que tomamos todas las
decisiones de manera colectiva y en consenso.
Para mí el
CNI es, también, una escuela. La más grande escuela que me tocó
conocer, en la que he aprendido a escuchar la mirada del otro, y a mirar
su palabra.
CS: Muchas gracias maestro Filo por esta interesante entrevista.
MF: Muchos “de nada”.
Somos compas ¿No?
Gracias a ti por preguntar.
Oye, y si no es indiscreción: ¿Para qué quieres esta entrevista?
CS: Ah, es
para regalársela, para entregársela a usted. Nomás la transcribo y se la
mando por correo. ¿Va? Seguro ya ustedes sabrán qué hacer con ella.
Cual si estuvieran cerrando un pacto, el maestro Filo y la compa de la Sexta se dan un fuerte apretón de manos y un abrazo.
El estandarte sólo observa, callado, mudo; pero lo femenino inunda el ambiente.
La compa
Sexta sale de la pentagonal habitación y se pierde en la vereda y en la
noche. El maestro Filo apaga la vela y veladoras; el ZEGA queda
completamente a oscuras, se quita entonces el paliacate.
Afuera se
escuchan cada vez menos voces. La mayoría de asistentes ya se han ido a
dormir. Tal vez ya están soñando con las muchas respuestas a la
pregunta:
¿Y tú qué?
¿Qué estás haciendo por la educación?
Mientras, las luciérnagas y las estrellas fugaces siguen surcando el cielo.
Las estrellas fijas del firmamento ríen, ríen al mirar y escuchar que un pequeño caracol en la Mixteca poblana, les canta.
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