Nadie dijo que iba a ser fácil. Plantea un
inmenso reto, capaz de desalentar al más osado.
Ante todo, tenemos que
hacerlo en tiempos de guerra. No es poca cosa encabezar con Siria la lista de
los países en que se registra mayor violencia. En nuestro caso, debe agregarse
a la cantidad la calidad: la degradación humana manifiesta en crímenes que se
cometen todos los días. La lucha de hoy, la que tenemos que librar en cada uno
de nuestros espacios, necesita adoptar ese horizonte y avivar la conciencia de
que está ahí, evitando el acostumbramiento provocado por la contabilidad
cotidiana de cuerpos muertos o desaparecidos o el mecanismo habitual de
defensa: no me toca a mí.
Un obstáculo grave, de
efecto perverso, es lo que Deleuze y Guattari llaman el microfascismo, lo
que Foucault llama el fascista que todos llevamos dentro. Uno de los efectos
más perversos de la construcción capitalista es la formación del deseo de ser
gobernado, de que alguien, persona o estructura, conduzca pensamientos y
comportamientos. Se ha convertido en una actitud general, ampliamente
compartida. Personas de todo el espectro ideológico comparten la convicción de
que la vida social no puede existir sin alguna forma
de dirigencia que se instale arriba. Se constituye así como
principal empeño de la lucha política la determinación de cuáles personas o
partidos estarán arriba, conforme a la premisa de que la construcción de
un arriba y un abajo son enteramente naturales y
aceptables. Las masas no buscan su propia subordinación y finalmente
su propia represión; quienes las forman, en mítines y protestas, acuden con
motivaciones moldeadas por esa actitud primaria de sometimiento.
Constituye un reto inmenso
enfrentar esa manera dominante de pensar y actuar, que intenta reducir la
iniciativa del Congreso Nacional Indígena (CNI) al marco electoral. La reacción
común se centra en la candidata y en
el análisis de su posible impacto en las votaciones. No importa cuántas veces
el CNI aclare el sentido de la propuesta. Desde el principio lo señaló sin
reservas Carlos González, de la comisión coordinadora del CNI:
Lo primero que hay que entender es que
no es una propuesta electoral. Las elecciones y ganar la Presidencia de la
República nos valen una chingada, no es algo que nos interese.
Los propósitos son muy claros,
aunque se insista en negarlos o marginarlos: reinstalar en la agenda política
nacional las luchas y exigencias de los pueblos indígenas; fortalecer al CNI
como espacio de encuentro y articulación de esos pueblos y otras
organizaciones, y abrir diálogos con todos los sectores para reflexionar con
ellos sobre la gravedad de la situación, la forma en que el país se cae a
pedazos, y las iniciativas a tomar para gobernarnos de otro modo.
El principal reto no está
ahí, en lo que por momentos parece un debate estéril. Buscaremos caminar con quien nos escuche, dice el CNI; no se llega
muy lejos con oídos sordos. El reto está en la construcción desde abajo que la
iniciativa exige, en el esfuerzo organizativo.
El reto está en el seno de
los propios pueblos indígenas, expuestos como todos a la fragmentación
individualista, a la división generada por partidos, instituciones e iglesias,
a las exigencias inmediatas de la lucha por la supervivencia y la defensa del
territorio… En el medio rural, indígenas y no indígenas padecen toda suerte de
agresiones, desde la violencia criminal y el hostigamiento policiaco o militar
hasta herramientas de contrainsurgencia vestidos de programas sociales y
organismos civiles que con la mejor de las intenciones imponen agendas ajenas a
los pueblos. Además de recomponer el tejido social desgarrado, hay que
atreverse con innovaciones que permitan salir de la escala de comunidades y
municipios para abarcar a pueblos enteros.
El reto parece aún más agudo
en las ciudades. No se opera en el vacío. En todas partes, hasta en los grandes
asentamientos humanos en que parece prevalecer la disgregación individualista,
existen colectivos y organizaciones de base que pueden reactivarse. Pero es
cierto que las presiones de la vida urbana y el individualismo acentuado son
obstáculo eficaz al empeño organizativo. Muchas personas, particularmente
jóvenes domesticados en la escuela, no saben qué es tomar en las propias manos
el gobierno, la capacidad autónoma de conducir pensamientos y
comportamientos; nunca lo han hecho. Llaman autónomas a decisiones individuales
de consumo o de uso del tiempo enteramente condicionadas.
Aún más agudo es el reto de
dar al esfuerzo organizativo desde abajo un sentido claramente anticapitalista.
La palabra es tabú para toda la clase política, por la convicción de que
ahuyenta votos o carece de sentido. Y quienes la usan no siempre son capaces de
expresar en términos prácticos lo que significa, la medida en que implica
modificar comportamientos cotidianos y dar un nuevo carácter a las relaciones
sociales que se entablan todos los días, como se dijo una y otra vez en San
Cristóbal. Enfrentar al capital, como enfrentar al fascismo no es solamente
luchar contra el capitalismo global, la gobernanza corporativa y el
militarismo. Exige luchar desde el corazón y la cabeza de cada quien, para
expulsar de ahí los virus de la forma de ser, pensar y actuar que definen la
sociedad capitalista y están ya en todos nosotros. Y eso es inmensamente
difícil.
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