La pequeña
fisura por donde se colaron los pueblos indígenas organizados es la primera
jugada de una derrota anunciada para la clase dominante
Carlos Hernández López
América Latina en Movimiento
13 junio, 2017
La belleza de un movimiento en
el ajedrez no se refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás
de él.
Siegbert
Tarrasch
I
El 26, 27 y 28
de mayo pasados se realizó la Asamblea Constitutiva del Concejo Indígena de
Gobierno (CIG) en las instalaciones de la Universidad de la Tierra, CIDECI,
Chiapas. Se contó con la participación 230 delegados zapatistas, mil 252
representantes de pueblos y comunidades indígenas de todo el país, así como
participantes de pueblos indígenas de Estados Unidos y Guatemala. También se
contó con asistentes de la sociedad civil nacional e internacional. Sin duda,
estos días habrán de quedar registrados en la historia política de México como
parte de un proceso organizativo que habrá de sacudir a la nación entera. La
formación de un Concejo Indígena de Gobierno no es un hecho menor para la
historia de este fracturado país. Son contados los momentos de la historia de
México en la que se formula, construye y formaliza una organización nacional
popular, independiente y democrática. Este es uno de ellos y quizás uno de los
más importantes.
Afuera del
auditorio principal del CIDECI, cobijando las reuniones del Congreso Nacional
Indígena (CNI), había una obra de arte hecha por zapatistas. Se trataba de un
colorido ajedrez labrado en madera, con piezas de diferentes tamaños. En esta
obra de arte se representaba una partida de dos contrincantes. Por un lado
Enrique Peña Nieto y Donald Trump que controlaban un ejército de piezas
pintadas en color verde olivo. Del otro lado estaba un enorme pueblo de bases
zapatistas, mujeres y hombres, cobijando un ejército de insurgentes zapatista.
Estéticamente resultaba impactante el contraste que relucía de este trabajo.
Por un lado la opacidad, monotonía y homogeneidad, por el otro un espacio
bañado en diferentes colores y tamaños. Detrás del ajedrez un cartel que decía
“Elige de qué lado estas, del
lado de la razón o del lado de la fuerza”
II
En México se está cometiendo una barbarie
bajo el amparo de una fachada democrática. La barbarie con coro electoral.
El poder económico se encuentra concentrado como nunca en pocos apellidos. El
despojo, la explotación, el desprecio y la represión avanzan a máxima
velocidad. El ejército se ha convertido una guardia de ocupación nacional
controlado por el Departamento de Estado. Una barbarie abalada por
absolutamente todos los partidos políticos que ocupan curules en el parlamento
(PRI, PAN, PR, Partido Verde Ecologista de México, Morena, Movimiento
Ciudadano, Nueva Alianza, Encuentro Social y los llamados “independientes”). Las elecciones se han convertido en el medio de
legitimación de un estado violento y autoritario. No sólo son un negocio y un
botín de lavado de dinero. Las elecciones hoy sirven para silenciar el horror
que ha generado el capitalismo en este país.
En un contexto
donde el capitalismo exige destrucción para seguir sobreviviendo, la clase
política, convertida en office boy del
gran capital, no cuenta con ningún grado de legitimidad para gobernar. Como
resultado, México se halla en un estado de crisis política agitado por la rabia
popular que sacude todos los rincones del país. Donde quiera que volteemos
encontramos rabia, enojo y dolor, tan grandes como aquella que se visibilizaba
en el periodo pre-revolucionario de principios de siglo XX. A decir por Lenin,
la clase dominante se encuentra imposibilitada para “mantener su dominio en forma inmutable”, no sólo porque la crisis
capitalista les impide tomar acuerdos, sino porque “los de abajo no quieren” seguir viviendo como lo hacen.
En este
escenario convulso, las candidaturas independientes se impulsaron por la clase
política como una reforma constitucional para abrir espacios de legitimidad. En
un contexto de crisis política en la que el descontento desborda cada rincón
del país, la clase dominante hizo esta modificación constitucional que
permitiera la participación de candidatos independientes a cargos municipales,
estatales y federales. El objetivo anunciado de esta reforma es incluir a la
sociedad civil en las decisiones de la política, pero el objetivo oculto es
desmovilizarla. Así ocurrió en 1977-1978 cuando se dio registro legal al
Partido Comunista Mexicano, Partido Demócrata Mexicano y Partido Socialista de
los Trabajadores. Estos y otros, se incorporaron a la nueva idea del
pluripartidismo con resultados pobres. La mayoría de los partidos nacionales y
locales que obtuvieron registro no lograron consolidar su presencia entre la
ciudadanía y terminaron por perder el registro legal. Por tanto, la llamada
transición democrática sirvió para fracturar y desmovilizar a las
organizaciones de masas en México.
La clase
dominante, optimista por el antecedente de 1977, aceptó la reforma
constitucional que incorpora candidaturas independientes con la idea de
desorganizar y fracturar el enojo social que brota en todas las calles de este
país. Sin embargo, nunca les pasó por la cabeza que esta reforma constitucional
se iba a convertir en su propio problema. Tranquilos con la idea de que el EZLN
y el CNI no “luchaban por ocupar el
gobierno”, pensaron que todo lo iban a tener bajo control. Pensaban que,
por medio de candidaturas independientes, podrían canalizar el descontento
hacia el territorio electorero y así desinflar la gran rabia que existe en este
país. Pero nunca se esperaron lo que habría de venir. Con una sabiduría
impecable, el EZLN y el CNI detectaron esta pequeña fractura que la clase
política quiere cerrar con candidaturas independientes, para colarse y
convertirla en una grieta irreparable. El CNI, como dijo Carlos González, se
coló en la fiesta de los de arriba, no para acomodarse, no para subsumirse,
sino para “echárselas a perder”. Ese
festín politiquero de las elecciones que silencia el despojo, la explotación,
la represión y el desprecio, ahora va a tener a los despojados, explotados,
reprimidos y despreciados adentro para arruinarles la diversión. No para ocupar
los palacios y bailar con su música escalofriante, sino para apagarles la luz.
III
Entonces toma sentido el juego de ajedrez
y la frase de Siegbert Tarrasch, porque los de arriba hicieron un movimiento
mediante la aprobación de candidaturas independientes, y el EZLN-CNI, sin haber
sido invitado a la partida, aprovechó ese movimiento para lanzarse encima del
tablero y hacer una jugada maestra que no se “refleja sólo en su apariencia, sino en el pensamiento detrás de él”.
Ahora el mal gobierno y la clase dominante, sin haberse enterado cómo pasó,
tienen frente a ellos, como contrincante antagónico, un Concejo Indígena de
Gobierno que representa a los pueblos originarios de todo el país. Sin
enterarse cómo, cuándo y dónde, tiene a un contrincante preparado en todos los
sentidos para decir: “vamos por todo”.
Aquí viene a
colación un cuento que el finado Subcomandante Marcos contó en 2001:
Un grupo de jugadores se
encuentra enfrascado en un importante juego de ajedrez de alta escuela. Un
indígena se acerca, observa y pregunta que qué es lo que están jugando. Nadie
le responde. El indígena se acerca al tablero y contempla la posición de las
piezas, el rostro serio y ceñudo de los jugadores, la actitud expectante de
quienes los rodean. Repite su pregunta. Alguno de los jugadores se toma la
molestia de responder: “Es algo que no podrías entender, es un juego para gente
importante y sabia”. El indígena guarda silencio y continúa observando el
tablero y los movimientos de los contrincantes. Después de un tiempo, aventura
otra pregunta “¿Y para qué juegan si ya saben quién va a ganar?”. El mismo
jugador que le respondió antes le dice: “Nunca entenderás, esto es para
especialistas, está fuera de tu alcance intelectual”. El indígena no dice nada.
Sigue mirando y se va. Al poco tiempo regresa trayendo algo consigo. Sin decir
más se acerca a la mesa de juego y pone en medio del tablero una bota vieja y
llena de lodo. Los jugadores se desconciertan y lo miran con enojo. El indígena
sonríe maliciosamente mientras pregunta: “¿Jaque?”.
(Subcomandante
Insurgente Marcos: “El otro jugador”. Marzo, 2001)
El CNI, a través
del CIG y la vocera María de Jesús Patricio se encuentran en una partida de
ajedrez frente a frente con el mal gobierno y el poder del capital, tal y como
lo retrató la obra de arte que se expuso en el CIDECI. Quizás algunos medios e
intelectuales todavía no lo perciban en toda su magnitud, pero en el ajedrez se
puede anticipar una derrota varias jugadas antes de que ella ocurra. Quizás los
de arriba todavía no lo ven, quizás piensan que no hay juego, quizás piensan
que lo tienen todo controlado, pero esa pequeña fisura por donde se colaron los
pueblos indígenas organizados es la primera jugada de una derrota anunciada
para la clase dominante.
Comentarios