Viajar a la raíz,
al centro de la tierra y moverla, agitarla, hacerla retemblar.
Argelia Guerrero
Zapateando
31
mayo, 2017
Surgida de su Quinto Congreso realizado en Chiapas en
octubre de 2016 y dada a conocer a través de su comunicado “Que retiemble en sus centros la tierra”, la propuesta del Congreso
Nacional Indígena para la conformación de un Concejo Indígena de Gobierno, cuya
vocera sea una mujer indígena, representa una de las propuestas organizativas
más radicales de los últimos lustros.
Equiparada con la de aquel ¡Ya basta! enunciado por los zapatistas hace
23 años, la propuesta, sin embargo, tiene alcances más allá de lo
visible. Sobre todo de lo visible para aquellos y aquellas quienes
inscriben su modo de hacer política y construir procesos organizativos desde la
única lógica que comprenden: la de la democracia suplantativa inserta en un
sistema de partidos absolutamente excluyente y corrupto; una estructura
vertical y caudillista que no se permite entender la horizontalidad y los modos
colectivos de acción y organización.
Es cierto que el anuncio del
CNI, de declararse en asamblea permanente para nombrar dicho Concejo, “cuya palabra sea materializada por una
mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda a
nombre del Congreso Nacional Indígena y al Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país”, generó una serie de especulaciones e
interpretaciones en muchos casos con perspectivas parcializadas o franca y
abiertamente confusas.
Efectivamente la propuestas
de CNI, que no únicamente del EZLN, plantea la posibilidad de que la vocera de
su Consejo Indígena de Gobierno contienda en el proceso electoral de 2018. Sin
embargo, vale hacer aquí algunas precisiones que pueden mostrar que dicha
iniciativa es de naturaleza poliédrica y, como tal, posee varias caras por las
que asomarse a lo que verdaderamente propone el CNI en términos organizativos,
de lucha y resistencia; “pues no es
nuestra intención competir en nada con los partidos y toda la clase política
que aún nos debe mucho; cada muerto, desaparecido, encarcelado, cada despojo,
cada represión y cada desprecio. No nos confundan, no pretendemos competir con
ellos porque no somos lo mismo, no somos sus palabras mentirosas y perversas”.
¿Qué es y por qué la creación de un Concejo Indígena de Gobierno?
El Congreso Nacional Indígena surge en 1996 por la
necesidad de los pueblos de encontrarse para reconocer y enlazar las diversas
resistencias que cada pueblo indígena ha enfrentado y luchar de manera conjunta
por el reconocimiento de su cultura, territorio, costumbre y derechos.
Para levantar y sostener
esta lucha, han realizado cinco Congresos en diversas geografías. En 1998 impulsaron la Consulta Nacional por el reconocimiento de los derechos de los pueblos
indígenas y el fin de la guerra de exterminio; en 2001 formaron parte de la Marcha
del Color de la Tierra, encabezada por el EZLN, por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas.
Pero ese mismo año todos los partidos políticos aprobaron la contrarreforma
indígena que representó la traición y burla hacia los pueblos, con ello dieron
por cancelada toda posibilidad de diálogo con los políticos de arriba.
Llegó el momento de ejercer “hasta sus últimas consecuencias la
autonomía entre los hechos y la resistencia indígena” y decidieron
suscribir la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona. Sin embargo, la construcción de la autonomía ha sido
hostigada con una constante guerra de despojo y exterminio cada vez más
violenta , cuya radiografía el CNI plasmó en el documento titulado «Espejos».
Es en este panorama de
guerra y lucha por la sobrevivencia que el CNI realizó su Quinto Congreso y,
después de la consulta, discusión y reflexión de sus propias resistencias, así
como de las múltiples agresiones que el capitalismo sostiene contra los
pueblos, reconoció la necesidad de pasar a la ofensiva, considerando como paso
fundamental la creación de un Concejo Indígena de Gobierno cuya vocera será contendiente en el
proceso electoral de 2018. Fue en la candidatura de la mujer donde se concentró
la atención, bien para arroparla, o para vilipendiarla. Pero aquí una
definición fundamental que espero propicie una reflexión más seria y de
fondo sobre las formas organizativas que a través de esta figura nos proponen
los pueblos indígenas del CNI, y que no sólo centre la atención en la
candidatura, sino en la conceptualización del Concejo, si bien la figura de una
mujer indígena como candidata dentro de un proceso electoral también posee un
significado y emite más de un mensaje de dignidad y resistencia.
Concejo: Se trata, en términos generales, de una figura
asamblearia u órgano deliberativo. Comúnmente se entiende como una figura para
discutir y aprobar leyes, pero su naturaleza permite la discusión de
problemáticas diversas de las comunidades que se subordinan a esta forma
organizativa.
No es una ocurrencia haber
acudido a esta figura para convocar a las comunidades del CNI, a la
sociedad civil, organizaciones y colectivos que así lo deseen para plantear,
discutir y buscar soluciones a las diversas problemáticas que en cada geografía
y cada comunidad se enfrentan.
La apuesta principal es que
este Concejo comparta experiencias y, sobre todo, emprenda un proceso
organizativo verdaderamente de abajo y de izquierda, cuya esencia radique en la
figura colectiva asamblearia.
Este proceso organizativo
implica un esfuerzo grande por encontrarse y articularse para dar vida y
contenido a este concejo. Significa poner en la agenda de los movimientos
de abajo las diferentes cabezas de la hidra capitalista,
analizar y enfrentar las diversas formas como ésta ha entablado esta guerra
contra la humanidad. Significa una tarea titánica por dar una oportunidad a la
vida, a los mundos posibles. No se trata solamente de inscribir otro nombre en
una boleta electoral, sino de algo más serio y trascendente: hablamos de la
posibilidad de una lucha por la vida, organizada y no homogeneizada sino
unificada.
Proponer como vocera a una
mujer indígena lleva , además, la cara más revolucionaria que pueda llevar un
movimiento de emancipación, pues atraviesa las principales fases de la guerra
capitalista: el patriarcado, la lucha de
clases y la discriminación racial. Esta vocera, como lo hiciera en su
momento la Comandanta Ramona, busca romper el cerco de los prejuicios y
confrontará a la sociedad con sus diversos fantasmas, unos visibles, otros
velados.
De hecho, ya ha comenzado
este encuentro con el reflejo de lo que somos, pues ya hay quien ha leído esta
propuesta como una oportunidad de colocar sus propias agendas e intereses,
viendo a la vocería como un botín político del cual apropiarse, ya hay quien ha
destilado su machismo y racismo burlándose de las cualidades de la vocera. Peor
aún, ese machismo clasista no sólo ha venido de los grupos fascistas de
derecha, sino que ha emanado desde el discurso de la izquierda partidista,
dejando al descubierto su verdadera naturaleza. Como dijera Paulina Fernández,
durante el encuentro de pensamiento crítico de abril pasado, convocado por el
EZLN, “la propuesta del CNI no divide sino exhibe”.
La posibilidad de una mujer
que lleve la voz colectiva de quienes luchan abajo es también una apropiación
de los espacios y tareas reservadas para las masculinidades.
La propuesta es una
reivindicación de la diferencia y una ruptura total con la mestizocracia
patriarcal y su discurso excluyente, que ha sido adoptada por toda la clase
política, la de todos los partidos políticos.
He ahí la naturaleza radical
de este planteamiento del CNI, literalmente: viajar a la raíz, al centro de la tierra y moverla, agitarla, hacerla
retemblar.
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