México uno de los
países con mayor desigualdad e inequidad en el ingreso en el mundo
Universidad
Iberoamericana
Desinformémonos,
periodismo de abajo
05
mayo, 2017
En México, la desigualdad económica es tan grande que incluso
hay empresarios con ingresos mensuales inferiores a $2,819.88 pesos, es decir,
que están debajo de la línea de pobreza oficial. Para que una persona en
nuestro país se considere que puede tener un nivel de vida digno y adecuado
debe percibir al menos $4,275 pesos al mes.
Lo anterior fue revelado por la investigación “La distribución del ingreso en México: una
propuesta de estimación”, elaborada por el doctor Miguel Santiago Reyes
Hernández, colaborador del Instituto de Investigación para el Desarrollo con
Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, y director
del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana Puebla.
En su trabajo, el economista encontró que la
desigualdad entre los empresarios es mucho mayor de lo que se pensaba. “En México contamos con empresarios muy muy
ricos, con grandes ingresos mensuales; y empresarios muy muy pobres, que
incluso ganan a veces menos que un trabajador asalariado”.
Su estudio mostró que los dos sectores
empresariales con mayores ingresos son: el corporativo, donde se pueden estar
ganando 138 millones de pesos en promedio al mes; y el minero, donde el
promedio de ingresos mensuales es de 13 millones de pesos.
En la parte baja de la distribución entre
los empresarios, el promedio mensual es: entre 20 mil y 8 mil pesos, los
del sector de servicios de la educación; entre 12 mil y 11 mil pesos, los
dueños de hoteles pequeños; entre 12 mil y 8 mil pesos, los pequeños
comerciantes; entre 8 mil y 6 mil pesos, los dedicados a servicios
culturales, y entre 6 mil y 2 mil pesos, los pequeños productores del campo.
Capital y trabajo, y otras
desigualdades
Otra desigualdad importante en México es la existente entre los
factores de la producción: ‘capital’
(inversionistas y dueños de empresas) y ‘trabajo’
(empleados). En 1976, ‘capital’ y ‘trabajo’ se apropiaban cada uno del 50%
del ingreso nacional; lo que mostraba un equilibrio. Pero en 2016, el ‘capital’ se adjudicó el 74% y el ‘trabajo’ el 26%, lo que “te habla de una desigualdad tremenda que se
ha incrementado”.
Dicha desigualdad es de suma importancia si se
considera que el 75% de la población ocupada en México son empleados; pero a
ellos, o sea al ‘trabajo’, sólo le
corresponde el 26% de los ingresos del Producto Interno Bruto generado.
Lo anterior muestra que México es uno de los
países donde el ‘trabajo’ tiene menor
participación en el ingreso nacional. Esto quizá no es tan sorprendente si se
considera que América Latina es la región más desigual del mundo y con la peor
distribución entre ‘capital’ (65% en
promedio) y ‘trabajo’ (35% en
promedio); en tanto que las economías de mercado de países capitalistas y
desarrollados como Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia y Reino Unido
tienen promedios entre el 56 y el 60% para el ‘trabajo’, y entre el 44 y el 40% para
el ‘capital’.
Por otra parte el Doctor Reyes resaltó que
aunque México es una nación con leyes antidiscriminación,
a favor de la igualdad y la equidad,
permanecen desigualdades que no deberían de existir. Es el caso de la
remuneración por género, donde los hombres perciben en promedio un salario 16%
mayor que las mujeres por realizar el mismo tipo de empleo; la desigualdad
entre un empleo formal y otro informal es del 12%; y la desigualdad entre
quienes trabajan en la ciudad y quienes trabajan en centros menos urbanizados
es entre el 11 y el 12%.
“Tienes
desigualdades e inequidades en la sociedad por todos lados. Lo que mi
investigación reveló es que los datos presentados en estudios económicos
realizados en América Latina, Estados Unidos y México que decían que la
desigualdad en nuestro país se estaba reduciendo no estimaban correctamente el
tamaño y la magnitud de la desigualdad real, al basarse en información
capturada a través de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), la cual se
suponía que estaba capturando con fidelidad todos los ingresos de la gente; y
resulta que no”.
“Si se revisa información de censos económicos y de cuentas
nacionales se observa que hay una parte importante del ingreso que no se está
capturando; porque se está subestimando en mayor medida y magnitud a los más
ricos. Es una cuestión importante, porque nadie en las encuestas de hogares
está entrevistando a los grandes empresarios y multimillonarios de México. Por
eso nos dimos a la tarea de hacer este trabajo y decir: la
desigualdad tiene una magnitud más profunda, más fuerte de la que nosotros pensamos
y creemos”.
Con menos pobres, pero sin reducir la
pobreza
Los datos censales también son incorrectos en cuanto al número
de pobres que hay en México, que la ENIGH establece 53.20% de la población,
pero que el EQUIDE y el Observatorio de Salarios estiman en 43.60%; mas no por
tratarse de una reducción del 10% de la pobreza, sino porque “la gente no reporta a los encuestadores los
ingresos que tiene, quizá por miedo a la inseguridad generalizada en el país”.
“Entonces
se está haciendo una sobreestimación del número de pobres. Y más que reducir la
pobreza con programas sociales o por efectividad del gobierno, no se
contabiliza bien el ingreso de la gente, que por ejemplo, dice ganar 2,500
pesos mensuales, pero en realidad sus ingresos son de 5,000 pesos al mes.
Eso muestra que personas consideradas por debajo de la línea de pobreza en
realidad están un poco por encima de la misma”.
No obstante, el número de pobres en el país
sigue siendo muy alto si incluso se toma en cuenta la cifra de 43.60% estimada
por la investigación de Reyes Hernández, quien para abatir la pobreza propone
repensar completamente la política pública en México.
“No
es posible que la pobreza no se haya reducido significativamente de 1997 a la
fecha, un periodo en que se quintuplicó el tamaño de los programas sociales y
los recursos que se destinaron a los mismos”.
“No es posible tampoco que sigamos siendo un país de salarios
bajos, de salarios de hambre, de salarios mínimos que son los peores de América
Latina. Tenemos que generar políticas en los mercados laborales que permitan
una redistribución más justa entre capital y trabajo, para que a los
trabajadores se les asignen salarios vinculados a su productividad, es decir,
que desde los mismos centros de trabajo comience la redistribución del
ingreso”.
El académico e investigador de la Ibero
también considera que no puede ser que el motor de crecimiento de la economía
de México continúe siendo solamente la inversión extranjera directa en las
grandes empresas manufactureras que exportan sus productos, principalmente a
Estados Unidos.
“Tenemos
que voltear a nuestro mercado interno para que sea éste el que genere riqueza.
Para eso se tienen que cambiar muchas políticas públicas que hay en México,
comenzando por las de subsidios, para que éstos se redirijan de las grandes
empresas a las pequeñas y medianas. En cuanto a las políticas de
impuestos, hay que cobrarle una mayor tasa a quienes más tienen, o sea, que a
las grandes corporaciones se les aplique una tasa impositiva efectiva y real
más alta que las pequeñas empresas”.
En resumen, hay que tener, primero, una
política en el mercado laboral que contemple salarios más justos, dignos,
adecuados y vinculados a la productividad que se genera en las empresas.
Segundo, repensar la política industrial para fortalecer los mercados internos.
Y tercero, tener una política social que
compense las desigualdades generadas en los mercados, y que esa compensación
sirva para que a las personas se le garanticen de manera amplia y universal los
mínimos de bienestar: salud, universal y efectiva universal para toda la
población; educación, universal y de calidad para toda la población; y
programas efectivos y eficientes en materia de vivienda y servicios para la
misma, para que la gente no tenga que trasladarse tres horas desde su casa a su
trabajo, y tenga servicios adecuados de alcantarillado, de agua potable, de
electricidad, entre otros.
“Tenemos
que repensar completamente nuestra política pública para que ésta realmente sea
redistributiva; y cuando lo sea, va a bajar la pobreza. Eso es lo que tenemos
que hacer, pero para ello se tiene que vencer la resistencia en ciertos
estratos de la sociedad, en una parte de las élites económicas y políticas del
país que no quieren perder sus privilegios; y también entre los más pobres,
quienes al ser capturados por el clientelismo político no son libres de decidir
su futuro”.
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