Como Ronderas podemos opinar libremente, sin pedir
permiso
*Mallu
Muñiz, comunicadora social y PhD en Sociología.
Red
Latina sin Fronteras
09
marzo, 2017
08 de marzo, 2017.- Maritza Emperatriz Bolaños Ayala
entra a la sala de audiencias. La campesina y rondera camina con dificultad. “Tengo tres hernias en la columna. Se me
hace un poco difícil porque vivo en el Anexo de la Ramada y para ir a trabajar
al mercado tengo que madrugar” –lamenta la vendedora-. Estamos frente a la
Corte Superior de Justicia de Cajamarca y, a pesar de un lindo sol, el clima es
supone una preocupación. Una vez más, Maritza ha dejado su casa, en el Distrito
de Sorochuco, Celendín, para presentarse cuatro horas después, puntualmente, al
juicio oral, conducido por un nuevo cuerpo de magistrados. Este cambio
inesperado ha generado dudas entre los acusados, quienes decidieron en su
mayoría ejercer el derecho a “guardar
silencio”. Además, según Maritza, las constantes amenazas a su vida, la
llevaron a silenciar su celular, el cual mantiene indefinidamente desconectado.
Sorochuco: Amenazan de muerte a
Defensora de Derechos Humanos.
La vendedora de comida, es una de las dieciséis
lideresas y líderes comunitarios, acusados por el exgobernador Distrital Luis
Castañeda Pisco y por Pedro Zamora Rojas, ex gobernador de la provincia de
Celendín, por su supuesto secuestro agravado, coacción y ultraje a los símbolos
patrios, crímenes que podrían llevar a penas de hasta 36 años de prisión a
varios de los acusados.
Mientras el Fiscal recuerda
las acusaciones que constan en autos, la rondera se mueve en su silla, sostiene
la cabeza con el brazo izquierdo, demuestra contrariedad e impaciencia.
Según la versión presentada
por el Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos,
no hubo el llamado “ultraje”. Más
bien, “los manifestantes retiraron el
escudo del Perú del local de la gobernación para preservarlo simbólicamente de
la corrupción”.
Los integrantes de la
Comunidad Campesina de Sorochuco exigían, en el momento del incidente, la
destitución de Castañeda por “su cercanía
con la minera Yanacocha”. Formada por un consorcio con participación
de la empresa estadounidense Newmont, el Banco Mundial y la empresa peruana
Buenaventura, asimismo, Yanacocha ha estado vinculada por varios años a la
brasileña Odrebretcht. A su vez, la constructora es responsable por obras de
infraestructura minera en Cajamarca, beneficiaria de mega proyectos
hidroeléctricos en el Río Marañón, además de todo ello, se encuentra ubicada en
el centro de un huracán de denuncias de corrupción que involucra a gobiernos de
diversos países en Latinoamérica.
En el mismo día de la
audiencia, el pasado lunes, un conjunto de organizaciones dedicadas a los
Derechos Humanos ha publicado una carta, como acto de solidaridad con los
acusados, en la cual se identifica el proceso jurídico en curso como “consecuencia directa de la lucha de las
comunidades locales contra la Minera Yanacocha”. “Este problema ocurre por el Proyecto Conga, porque nosotros somos
defensoras, somos guardianas de la laguna, la laguna del Perol. Vivimos bajo la
cabecera de cuenca, estamos a dos horas del proyecto Conga, entonces nosotras
luchamos por defender los elementos hídricos, el agua, que es fundamental”
–resaltó Maritza al salir de la audiencia-.
“Tengo siete hijos, soy madre soltera, yo soy padre y
madre para mis hijos” –afirma,
reproduciendo el estigma social impuesto a las mujeres que no cuentan con la
participación del esposo en la educación de sus hijos-. Para ellos, Marizta
espera transmitir un ejemplo de lucha: “Que
tengan un buen recuerdo de mí, que he estado en las defensas del agua, y que
sigan defendiendo lo que es nuestro” –dijo, antes de entrar a la oficina de
la ONG GRUFIDES, donde le esperaban sus compañeros y abogados para evaluar la
audiencia recién finalizada-. Su apariencia frágil, oculta la determinación de
quien ha pasado quince días apartada en un campamento “en la altura, donde las papas queman, rodeada por los policías de la
DINOES [División de Operaciones Especiales]” –recuerda ella, refiriéndose a los enfrentamientos más intensos
ocurridos entre fines de 2011 y 2013. “También
tengo perdigones en la pierna, también tengo eso… Pero yo voy seguir defendiendo a pesar de estar enferma”
Maritza y María Bilda: ronderas en
defensa del Agua durante juicio oral.
“La minería
es destrucción y nos va matando cada día”..Terminada la audiencia, la emoción
casi se desborda por los ojos de Andrea Rodríguez Chávez cuando se refiere a la
opinión de sus hijos frente a su acción en defensa del agua: “Se sienten muy orgullosos de su madre,
porque es una madre luchadora”. Andrea tiene 4 hijos. “Es mucho problema para nosotros trasladarnos a este sitio [en
Cajamarca], porque como ama de casa uno
tiene que hacer cualquier cosa para buscar el medio de cada día y estamos en
estos problemas solamente por una calumnia” –afirma la rondera-. “Dicen Justicia, pero nunca hay. La mujer en
especial es maltratada de muchas maneras, entonces reclamamos eso, defendiendo
nuestras aguas. El agua es lo esencial para nosotras, la fuente de vida”, –se
desahoga la ama de casa al salir de la audiencia-.
María Bilda Silva Rodríguez,
“padre y madre” de siete hijos,
también atribuye a ellos la razón de su lucha. “Yo pienso dejar lo principal, que es el agua, porque yo estoy mayor y
los que van a sufrir son los que se quedan, ¿no? Y por ellos lucharemos, hasta
adonde Dios diga” –afirma-.
Si bien, la lucha aún no
termina, la suspensión del Proyecto Conga fue una victoria y ha convertido la
resistencia de las ronderas y los ronderos en un ejemplo internacionalmente
reconocido. Cuestionada sobre la relación entre minería y desarrollo, Sandra es
categórica al afirmar: “Con esto nos
engañan, pero la minería es destrucción y nos va matando cada día. ¿Qué hace
uno cuando tienen plata si ya no servimos para nada? Tenemos plomo en nuestra
sangre, ya no podemos tomar el agua, nuestros animales se morirán. Yo no veo
desarrollo”. Sus palabras anuncian una realidad de desplazamientos,
contaminación y enfermedades que Elita Yopla Herrera, 23 años, conoce de cerca.
Entrevista
Elita Yopla Herrera vivió en Sán Andrés de Negritos y
luego se fue al Centro Poblado Tual, comunidades de Cajamarcaafectadas por
actividad minera desarrollada por la empresa Yanacocha durante la década del
90. Las memorias de la primera infancia todavía emocionan y han dejado marcas.
Los fuertes dolores de estómago, el sueño en exceso, la debilidad de sus
dientes y de su pelo, fueron en conjunto indicios para llegar al diagnóstico.
Elita vivió gran parte de su vida con la silenciosa presencia de metales
pesados en su cuerpo.
La semana anterior a la
entrevista, Elita había sido golpeada en la calle por un hombre que la
insultaba, amenazando también a su esposo, el periodista Cesar Estrada, uno de
los beneficiarios por la medida cautelar otorgada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), quien acompaña los casos de
violación de derechos en la región. “Así
somos perseguidas solamente por informar, por hacer entender que la minera trae
contaminación” –dijo ella, enseñando la mano herida hace algunos días-.
A pesar de que el formato de
su sombrero –un aderezo muy particular de la región norte del Perú– la
distingue de las campesinas de Celendín, Elita comparte con Maritza, Andrea y
María la triste experiencia que es vivir amedrentada por constantes amenazas.
Aun así, son mujeres, madres
y ronderas que siguen luchando por el Agua, por sus territorios y por sus
vidas.
Cuando llegaron “unos señores desconocidos”…
“Yo cuando era niñita vivíamos ahí todas las personas que nos
conocíamos, no más. Y luego llegaron unos señores desconocidos, medían y
plantaban unas bolsas blancas, haciendo un cuadrito, empezaban por un cerro al
otro cerro, así más o menos. En línea recta, en línea recta. ¿A cuántos metros?
No más de cinco metros, calculo yo. Hacían un cuadrito y ponían bolsitas
blancas”.
¿Estaban marcando el territorio?
“Claro. Y
luego mi mamá y mis abuelitos se pusieron a llorar y dijeron vamos… [palabras incomprensibles, entre lágrimas]”
¿Te duele acordarte que tuviste que
salir de allá?
“Sí, porque
vinieron a trabajar con sus máquinas. Y nos sacaron de allí, a buenas o a
malas. Teníamos que salir para que trabajaran ellos [de la empresa Yanacocha]”.
¿Y les dieron algo, alguna plata por sus
tierras?
“Si, mi
abuelito recibió para comprar su terreno acá. Pero no queríamos salir, porque
allá era más… [tierra]. Todo lo que se ve aquí poquito, allá era más
de cada persona, de una sola persona, eran bastante hectáreas. Aquí vemos
poquito para una sola persona, allá era más harto”.
El peso de los metales pesados
“Yo tenía
fuerte dolor de estómago. Tenía bastante dolor. Todo alimento que ponía en la
boca ya empezaba el dolor. Fuertísimo, insoportable. (…) En una máquina
identificaron que tengo metales pesados –plomo, mercurio, arsénico…– son cinco.
Yo viví cinco años en San Andrés de Negritos, desde que yo nací, cuando
Yanacocha ha llegado en 1993. A los quince días de nacida fui llevada a este
lugar. (…) Tengo mucho sueño y el
Doctor me dijo que es por los mismos metales pesados, dijo algo que la sangre
no circula normal. Y mi pelo yo tenía bastante, ahora se ve poquito, se ha
caído bastante. Y mis dedos dolían feísimo, eran morados como si fuera sangre
oscuro…”
Una mentira sembrada…
“Esto han
sembrado así, pero esto es mentira, la minería no trae desarrollo, trae
destrucción de la vida, nos trae bastantes enfermedades. Cuando estaba el
trabajo en Yanacocha era bastante prostitución, bastantes problemas ha habido
acá con los trabajadores, tomaban en las cantinas, se iban a pelear con sus
familias… Algunos ya no siguen trabajando, algunos les han botado. Y este río
que usted ve, este ha sido bastante agua, ahora parece como si fuera una
sequía, pequeño. Este es el agua de cinco ríos que se juntan aquí, es poquísimo
esta agua. A los ojos [fuentes] los han explotado para que saquen los
minerales, ya no sale el agua, lo han secado. Ya no hay agua que baje. Más
antes yo era niña y me acordaba que bajaba harta agua. Mi abuelo me dijo que
pasaba el agua de cuatro, cinco ríos. Y purita”.
“Nos ponen en conflictos acá, señorita”
“La misma
Yanacocha da trabajo a unos y a otros nos quita la vida, nos ponen en
conflicto, señorita [entre lágrimas]. Estos mineros que se vayan, que
aquí ya no sigan trabajando. Tengo mis primos algunos que trabajan arriba, con
maquinaria pesada, esto también hay. El esposo de mi prima por andar trabajando
allá seguro ya está contaminado. Él trabajaba en Yanacocha y dijo que tenía
bastante dolor de estómago también. Sí los que vivimos ahí estamos así, imagina
los que trabajan ahí”.
“¡Es por el aire, el aire lo trae!”
“…Ellos [de la empresa Yanacocha] lo hacen a tajo abierto y quizás el aire mismo nos trae la
contaminación. Ellos dicen ‘no contaminamos porque no estamos cerca sus
domicilios’. Pero no es necesario que estén cerca nuestros domicilios, el aire
lo trae. Cuando respiramos, respiramos eso. Antes que tenga mi hija, hace siete
años, yo cuando olía sentía como rocoto, como el ají que comemos. Yo era menor
de edad que ahora y seguramente ahí estaban ingresando [los minerales], ¿cómo
más va a ser? Porque yo sentía que en mi nariz se hacían heriditas, y yo misma
me pregunto: ¿cómo se hacía heridas adentro?
“Es por el aire, es por el aire!”.
¿Qué es ser rondera?
Rondamos
nuestra jurisdicción, nuestro territorio que nos pertenece, lo cuidamos. Sí hay
conflictos familiares los hacemos arreglar, así funciona la ronda. (…) Tenemos
entendido que nosotros como ronderos también tenemos derecho a ejercer Justicia
dentro de nuestro territorio, y esto me hace sentirme orgullosa, sin ser
policía, sin ser una autoridad. Por el hecho de ser rondera yo puedo ejercer la
Justicia en mi territorio, con mis compañeras, con mis compañeros. Puedo dar
mis opiniones libremente sin tener que pedir permiso a la Justicia, o pedir
permiso a un juez o algún policía. Damos opiniones libremente.
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