Muro
de Apartheid israelí en Belén: Foto Archivo
|
El otro muro, el de
Palestina
Víctor
de Currea-Lugo
Desinformémonos
Periodismo
de abajo
01 marzo, 2017
El muro de Israel en
Palestina es tan infame como el de Trump, y más: no está construido en
territorio que pertenezca a Israel y es parte de un plan de anexión de tierra
palestina.
Donald
Trump mencionó el muro que construye Israel como ejemplo de su proyecto contra
México y Benjamin Netanyahu aplaudió. El muro que tasajea el territorio
palestino tiene sus diferencias con el muro que Trump decidió para el control
de la frontera sur de Estados Unidos, pero no por eso es menos infame.
A
su vez, Ariel Sharon, el primer ministro de Israel que echó a andar el proyecto
del muro, le reconoció al alcalde del asentamiento ilegal de Ariel, que venía
pensando sobre el proyecto desde 1973. “No
me he sentado recientemente con el Primer Ministro” dice Ron Nahman, el
alcalde “pero el mapa del muro, el ensayo
que usted ve aquí, es el mismo mapa que yo vi durante cada visita que Ariel
Sharon hizo desde 1978”.
En
2001 el gobierno de Israel aprobó el plan para la construcción del muro; empezó
su construcción en Jenin, incluyendo la confiscación de tierras y la
destrucción de olivos. En marzo de 2003 se anunció la alteración de la ruta del
muro para dejar del lado israelí los asentamientos ilegales de Ariel y de
Immanuel (asentamientos que están en territorio palestino). Y en julio de 2003,
el ministro de Defensa anunció la culminación de la primera fase del muro: 145
kilómetros, de un total que supera los 700 kilómetros.
Hoy,
es una inmensa estructura de paredes de concreto, vallas electrificadas, torres
de vigilancia y puestos de control que encierran Cisjordania, fracturan
Jerusalén, apropian territorio palestino, crea guetos y permite el control de
la población. El muro no está construyéndose en la línea de armisticio entre
Palestina e Israel (estos dos países no tienen una frontera oficial), sino que
serpentea el territorio palestino dejando asentamientos judíos, tierras
fértiles y acuíferos palestinos del lado israelí.
La
lista de derechos humanos que viola el muro y su régimen conexo es
impresionante: de libre determinación, de circulación, de propiedad: miles de
hectáreas de tierra fértil confiscadas para su construcción, con la consecuente
destrucción de casas, pozos, cultivos e invernaderos vitales para la población
palestina.
El
muro impide el acceso al trabajo, a la educación y a los servicios de salud.
Hay pueblos palestinos divididos por el muro dejando del otro lado hospitales,
tierras de cultivo, escuelas y casas de familiares.
Una
cosa es que Estados Unidos construya el muro en su propio territorio, pero más
grave si además lo hiciera en suelo mexicano apropiándose de una parte de su
territorio
Pero,
además de ser una medida de castigo colectivo, planeada desde mucho antes y
presentada repetidamente con la excusa de la “guerra contra el terror”, lo que hay es una definición de nuevas
fronteras. Una cosa es, por ejemplo, que Estados Unidos construya el muro en su
propio territorio, pero más grave si además lo hiciera en suelo mexicano
apropiándose de una parte de su territorio.
Esa
disminución del territorio palestino debe entenderse como un proceso continuo
de apropiación de Palestina por parte del proyecto sionista que empieza con la
compra de tierras a finales del siglo XIX, el Plan de Partición de las Naciones
Unidas de 1947 (que da a los judíos el 54% de la Palestina histórica), la
guerra de 1948 que permite a Israel apoderarse del 78% y la ocupación de 1967
que deja prácticamente el 100% de Palestina bajo control israelí.
Mientras
una población es excluida, la palestina, otra es incluida en el lado israelí:
los asentamientos. Según John Dugard, Relator Especial de la Comisión de
derechos humanos de la ONU, una parte considerable de los colonos ha sido
incorporada al lado israelí del muro, con lo cual el muro busca legitimar la
política de asentamientos judíos en territorio palestino que todos los
gobiernos israelíes han desarrollado desde 1967.
Israel
explicó y defendió la construcción del muro ante las Naciones Unidas (en
noviembre de 2003) argumentando que “la
toma de tierras para la construcción de la barrera es proporcional al número de
ciudadanos israelíes muertos y heridos y se ajusta al derecho internacional y
local” y sosteniendo que “una vez
terminada la barrera permitirá, de hecho, reducir la presencia de las Fuerzas
de Defensa Israelíes en Cisjordania y eliminar los bloqueos de caminos y los
puestos de control, con lo cual mejorarán las condiciones humanitarias”. En
un video institucional de Israel se dice que el objetivo de la construcción es “separar ciudadanos inocentes de
terroristas”.
La
Corte Internacional de Justicia determinó que el muro: es contrario al derecho
internacional, y que Israel debe detener de inmediato las obras de construcción
del muro y reparar todos los daños causados; también dijo la Corte que “todos los Estados tienen la obligación de
no reconocer la situación ilegal resultante de la construcción del muro”.
El
muro que construye Israel en Palestina no es menos infame que el muro de Trump,
sino más: no está construido en un territorio que pertenezca a Israel, no solo
obedece al racismo israelí, hace parte de un plan de anexión más grande de
tierra palestina, cuantitativa y cualitativamente hace más daño a los derechos
humanos, es ilegal desde el derecho internacional, pero el mundo lo tolera
desde hace 15 años. No hacía falta esperar a Trump para indignarse ante un muro
de la infamia, ya Israel lo estaba construyendo.
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