PUEBLO
GUARANÍ, KURUYUKI: LA GUERRA QUE NO TERMINA
Red
Latina sin fronteras
02
febrero, 2017
[El Tumpa Apiawaiki
habla mal] “solo de los que les quitaron sus tierras a la gente y
matan por el gusto de matar y robar nuestras cosas” (…) si vienen ellos nos defenderemos”, los karai deben devolver
la tierra robada […]
(Carta
del sublevado Ayemoti al padre Romualdo D´ambrogi, desde Kuruyuki, 1891. En
Combès, 2014)
Kuruyuki en 1892, era una comunidad guaraní en medio
de un extenso territorio invadido por hacendados, misioneros y militares,
-los “karai” [1].
El hilo de continuidad de las políticas de ocupación de tierras bajas,
entre la colonia y la república, estaba marcado por la presencia de colonos que
se asentaron en el territorio donde anteriormente se habían establecido los
guaraní, bajo la consideración de la zona como “tierras baldías”.
El triple ingreso de las
grandes haciendas, del ejército, y de las reducciones misionales, anunciaba
un proceso de consolidación de diferentes niveles de poderes estatales y
de élites locales, y, en consecuencia, de profundización irreversible de la
usurpación de tierras, despojo y exterminio de las comunidades guaraní
que vivían en el Chaco [2].
Fue el siglo XIX, el tiempo
en que, de manera definitiva, las comunidades guaraní fueron arrancadas de sus
territorios [3].
La derrota sufrida en 1864 por guaraníes levantados a la cabeza de Yaveao,
Capitán Grande de Cuevo, definió el ingreso irreversible de las haciendas y de
miles de cabezas de ganado, con lo cual, se ocupó el antiguo
territorio guaraní. Pocos años después, la Batalla de Iguembe de 1874, así como
la masacre de Mburucuyati de 1877, fueron afianzando el poder hacendal, a
través del asesinato de decenas de personas de las comunidades,
perpetrado por parte de autoridades y terratenientes. Sin embargo, la lucha no
cesó.
Cuevo, Ivo, Kuruyuki, fueron
zonas donde se originaron varias sublevaciones durante los siglos XVIII
al XIX. El levantamiento “chiriguano” [4] iniciado a fines de 1891 en Ivo, y que culminó con la
Batalla de Kuruyuki el 28 de enero de 1892, se inscribe así en una larga
historia de resistencia a la invasión [5] .
Un nuevo Tumpa, [6] Apiawaiqui Tumpa, pareció entonces en Kuruyuki, (a dos
kilómetros de Ivo), en diciembre de 1891, convocando a la resistencia a los
Capitanes guaraní, y prometiendo una victoria sobre los invasores karai. Desde
por lo menos 20 pueblos, de cuatro mil a diez mil sublevados se congregaron,
familias enteras se trasladaron hacia Kuruyuki. (Combés, 2014 y Saignes, 2007)
El
reclamo de los guaraníes era claro:
[“El Tumpa no dice nada mal contra los padres, [misioneros] solo de los
que les quitaron sus tierras a la gente y matan por el gusto de matar y robar
nuestras cosas (…) si vienen ellos
nos defenderemos. Los karai deben
devolver la tierra robada”] (Combés, 2014: 59)
Con arcos, flechas y algunos
rifles comenzó la sublevación a principios de enero de 1892. Cuarteles, pueblos
karai, haciendas y misiones cayeron bajo el fuego y las flechas de los
quereimba (guerreros, en guaraní). Luego de varias escaramuzas, donde era
evidente que la fuerza de los vecinos blancos era minoritaria, a las 6 de la
mañana del 28 de enero de 1892, tropas del ejército republicano, -munidas con
fusiles Remington-, apoyadas por Capitanes guaraní aliados de los karai,
asaltaron el campamento donde estaban el Tumpa y los alzados. La batalla duró 8
horas, y la matanza fue sangrienta, lo que quedó de las fuerzas sublevadas se
retiró hasta las serranías del Aguaragüe.
Fue el último levantamiento
masivo, que concluyó con la persecución y apresamiento de las y los
sobrevivientes de Kuruyuki, luego los prisioneros fueron entregados a patrones,
enviados al norte argentino, a las misiones del lugar, o a los temidos gomales
del Beni, otros huyeron hacia las zonas aún libres del chaco (Combés, 2014).
Después de casi cien años
del levantamiento de Kuruyuki, la reorganización guaraní, se tradujo en la
lucha por el reconocimiento de sus territorios y la creación de organizaciones
indígenas como la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) (Salcedo, 2010). La Reforma
Agraria de 1953, que paradójicamente implicó la legalización de las grandes
haciendas, significó nuevas formas de afianzamiento del poder local, estatal,
coloniales ambos, frente a las comunidades no solo guaraníes, sino de un
conjunto de comunidades con identidades diversas.
El despegue de la
agroindustria en Santa Cruz en la década de los 50, la explotación petrolera en
territorio chaqueño y otras zonas reconocidas como territorios indígenas, el
gran avance de la agroindustria soyera en los 90 ligada a poderosas
transnacionales, el avance de la frontera agrícola este último tiempo,
señalan las recientes maneras en que continúa la guerra de baja y alta
intensidad contra las comunidades en el Chaco y la Amazonía, dentro del proceso
centenario de expropiación y despojos territoriales. Todo esto a pesar de los
logros recientes en lo referente al reconocimiento estatal de sus territorios,
a través de la titulación y el saneamiento de tierras. Del otro lado, también
marca las diversas formas en que los pueblos sostienen una lucha por sus
territorios.
LA GUERRA QUE NO TERMINA
Señala Combès que en 1892, existieron distintos
posicionamientos políticos: algunos Capitanes guaraní, pidieron ser parte de
una reducción misional, y entre éstos, varios decidieron no apoyar a l@s
sublevad@s; otros participaron directamente de la campaña contra las fuerzas
guaraníes lideradas por Apiawaiqui Tumpa; fueron otros miles quienes decidieron
salir a la batalla armados de arcos y flechas ante la avanzada imparable de las
haciendas privadas.
Estas rutas y
contraposiciones, son pertinentes para considerarse, en un momento actual,
donde los proyectos estatales, colonial hacendales, bajo el discurso de “desarrollo”, imponen amplios planes de
ingreso a territorios indígenas a través de la construcción de hidroeléctricas,
la actividad petrolera, corredores bioceánicos, carreteras, etc., en una
renovación de los viejos términos de ocupación territorial, que aún se apoya en
la consideración de los territorios comunitarios como “zonas baldías” o no productivas. Estos proyectos de enajenación e
irrupción que ofertan los territorios indígenas a los capitales empresariales y
multinacionales, aún son ejecutados con el ejército, -con las máscaras de “obras” en beneficio de las comunidades-,
y el aparato legal que favorece a grandes productores agropecuarios
y el crecimiento de los monocultivos como la soya transgénica.
En cada conflicto dado por
avasallamientos territoriales –como en los casos del TIPNIS, Mallku Qota,
Takovo Mora, el Aguaragüe, El Bala, etc.-, las argumentaciones y resistencias
se reavivan, así como las lealtades coloniales. Las rutas marcadas por Kuruyuki
no se agotan ni están saldadas, porque así como existen quienes se alinean con
las promesas de modernidad capitalista, aún persisten fuerzas de
cuestionamiento que retoman la propuesta política del levantamiento de 1892 sin
estar dispuestas a secundar esa especie de suicidio al que el extractivismo nos
quiere orillar en nombre del consumismo, el “desarrollo”
y la “civilización”.
NOTAS
[2] El
caso de las misiones es particular, puesto que si bien representaba una forma
de la imposición colonial en la zona, también fueron parte de una estrategia de
las comunidades “chiriguanas”, -como
les nombran las crónicas criollas y blancas de entonces-, para no ser
molestados por los hacendados que estaban expandiendo sus propiedades. (Combès,
2014)
[3] Jorge
Salgado, “Proceso y perspectivas de los
territorios indígenas de tierras bajas”, En: territorios
indígena originario Campesinos en Bolivia. Entre la Loma Santa y la Pachamama,
Fundación Tierra, La Paz, 2010.
[4] “Chiriguanos” es el término con los
cuales históricamente se hacía referencia a las comunidades que ya en el
siglo XX, se reconocerían a sí mismas como guaraníes. Aquí retomaremos la
identidad guaraní.
[5] Se
conocen los levantamientos de 1574, 1727, 1793 a 1799, hasta la época
republicana desde 1816 a 1825, 1836, 1840, 1849, 1864, 1874 y 1892.
[6] Tumpa,
en guaraní se asocia con la divinidad, lo “maravilloso”,
tomado como “hombre-dios”. Fue la
designación de varios líderes que aparecieron a lo largo de la historia de
resistencias guaraní. El Tumpa de Kuruyuki lanzó discursos signados por
promesas que afirmaban que las balas se convertirían en agua y no harían
daño a los sublevados; y que éstos, en caso de morir en las batallas,
resucitarían al tercer día. (Combès, 2014).
BIBLIOGRAFÍA
.- Combès, Isabelle, Kuruyuki,
Instituto Latinoamericano de Misionología, Itinerarios Editorial, Cochabamba,
2014
.- Saignes Thierry, Historia
del pueblo chiriguano, Plural, La Paz, 2007.
.- Salgado, Jorge, “Proceso y perspectivas de los territorios
indígenas de tierras bajas”, en: territorios indígena originario
Campesinos en Bolivia. Entre la Loma Santa y la Pachamama,
Fundación Tierra, La Paz, 2010.
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