LA ÚLTIMA MARCHA DE
LAS FARC:
“Todavía tenemos que luchar por todo”
Redacción Desinformémonos
Foto portada: AFP
16 febrero, 2017
El grupo guerrillero más importante de América
Latina está en plena transición a la vida civil. Pero eso no significa que
hayan acabado los conflictos. El periódico The
Guardian hace la crónica de cómo va sucediendo el tránsito hacia la paz, en
el que ambas partes incumplen.
El 31 de mayo, unos 6.300
guerrilleros deberán entregar sus armas a una misión de la ONU y pasar así a la
vida civil.
Durante sus 18 años como
miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Germán se
acostumbró a caminar por la selva durante días y a subir montañas cargando una
pesada mochila, con un AK-47 cruzándole el pecho.
Mientras él y miles de
combatientes se preparan para hacer el viaje final de una guerra de 52 años de
duración, este curtido guerrillero se ve embargado por la expectativa y la
inquietud. “La batalla a la que nos
enfrentamos ahora es bien distinta”, dice Germán, de 34 años y exmiembro de
un experimentado comando de seguridad de las FARC.
En un campamento
provisional del grupo guerrillero, cerca de uno de los sitios de
desmovilización, Mauricio Jaramillo, excomandante del poderoso Bloque Oriental
de las FARC, les da un breve informe de la situación antes del amanecer a los
190 rebeldes apostados allí. “Empiecen a empacar sus cosas”, dice a las tropas dentro de una enorme tienda abierta que
sirve de aula, salón de reuniones y sala para ver televisión. “Nos estamos preparando para nuestra última
marcha”, afirma.
Tal como se acordó en las
históricas negociaciones de paz con el gobierno, miles de guerrilleros han
comenzado a viajar a pie, en camión, en autobús o en bote hacia diferentes
zonas de desmovilización en todo el país. El 31 de mayo, unos 6.300
guerrilleros deberán entregar sus armas a una misión de la ONU para pasar a la
vida civil.
Inicialmente se
estableció que los guerrilleros tenían que llegar a las zonas de
desmovilización antes del 31 de diciembre, pero la logística de montar viviendas,
tendido eléctrico y otros servicios en áreas remotas ha sobrepasado la
capacidad de las agencias gubernamentales encargadas de coordinar la tarea.
Sólo unos días antes de
la fecha límite del 31 de enero, la zona de desmovilización de 16 hectáreas en
la lejana provincia oriental de Guaviare que debían ocupar, Germán y otros 500
guerrilleros estaba lejos de estar preparada para recibirlos. Según los planes,
ya debían tener listas las viviendas, las aulas, los tanques de agua y un
sistema de tratamiento de agua potable, pero aún llegado febrero, el terreno todavía estaba vacío, con sólo unas docenas de tablas
de madera y una tienda de campaña.
“Iremos a las zonas de desmovilización porque ésa fue la orden
de los comandantes”, señala
Germán durante la reunión matutina en la que, igual que muchos otros
guerrilleros, manifiesta su temor de que el gobierno no cumpla con las
condiciones del acuerdo de paz. “Pero si
el gobierno no cumple con lo que prometió ahora que todavía estamos armados,
¿qué harán una vez estemos allí?”, se pregunta. “Lo único que les
interesa es que les entreguemos las armas”, asegura. “Una vez que
las entreguemos, no harán nada de lo que prometieron”.
La Fundación Paz y
Reconciliación, un centro de estudios sobre el conflicto con base en Bogotá,
aseguró en un informe publicado la semana pasada que no se han acabado de
construir 23 de los 26 campos previstos, aunque el gobierno ha tenido siete
meses para hacerlo. En muchas zonas, los mismos guerrilleros han aceptado
construir ellos sus propias viviendas, pero a muchos les preocupa que esto les
quite tiempo de los estudios y programas de formación que se supone que
facilitarán su paso a la vida civil.
A pesar de las
dificultades, Mauricio aseguró que no hay vuelta atrás. “Nos comprometimos a hacer esta transición para ser un partido político
legal”, dijo. Pero advirtió que eso no significa que la lucha de las FARC
haya terminado. “Esto es un acuerdo por
la paz, pero todavía tenemos que luchar por todo. Por ahora, tenemos que luchar
para que el gobierno cumpla con lo que acordamos en las negociaciones”,
indicó Mauricio.
A su vez, el gobierno
también lucha por hacer que las FARC cumplan con su parte del acuerdo. Incluso
antes de que se llegara a un acuerdo final en agosto, los líderes del grupo guerrillero
se habían comprometido a entregar a todos los menores de edad que formaban
parte de la guerrilla a agencias de bienestar infantil para que vuelvan con sus
familias. Sin embargo, sólo liberaron a 13 menores el año pasado, según Sergio
Jaramillo, alto comisionado para la Paz del gobierno. Ahora, las FARC dicen que
los entregarán cuando hayan llegado a las zonas de desmovilización.
En Guaviare, la guerrilla
tiene algo de culpa en la falta de infraestructuras: en 2015, un ataque de las
FARC contra una torre de alta tensión dejó esa zona de la selva desconectada de
la red de energía nacional.
A pesar de estas
complicaciones, la imagen de miles de guerrilleros andando a través de todo el
país hacia las zonas de desmovilización es extraordinaria.
Hoy, el cambio es
radical. Desde la cima de una colina, un grupo de cinco soldados mira
relajadamente la calle de tierra entre la zona de desmovilización y el campo
guerrillero en Colinas. Mauricio, que participó en ataques a los pueblos de
Mitu y Miraflores, donde secuestraron a docenas de hombres de las fuerzas de
seguridad, pasa en una camioneta con sus guardias, y toca el claxon para
saludar. Los soldados, ahora a cargo de la seguridad de sus antiguos
enemigos, saludan amigablemente con los brazos, pero bajo la aparente calma
yace la urgencia de la nueva misión del Ejército.
Y aunque en las FARC no
piensen que sus antiguos camaradas representen una amenaza directa contra
ellos, sí están muy preocupados por los asesinatos de líderes de comunidades
locales y activistas de izquierdas alineados con las FARC. Al menos 17 líderes
sociales han sido asesinados desde que comenzó la aplicación del acuerdo de paz
el 1 de diciembre, según la Unidad para las Víctimas del gobierno colombiano.
Aunque no hay pruebas de
que los asesinatos estén relacionados, Alan Jara, que estuvo secuestrado por
las FARC durante más de siete años y ahora dirige la Unidad para las Víctimas,
dice que “se está masacrando a los
líderes sociales”.
Miembros de las FARC
tienen el justificado temor de convertirse en objetivos una vez que hayan
entregado las armas y pasen a la vida civil. Otra amenaza sobre el proceso de
paz es el destino de Unión Patriótica, un partido político fundado en 1984 por
miembros de las FARC, durante un intento previo de lograr la paz. Miles de
miembros de este partido y de otros movimientos de izquierdas fueron
sistemáticamente perseguidos y asesinados por grupos paramilitares de derechas.
A Germán le preocupa que
la historia se repita, pero por ahora conserva la esperanza. Espera obtener el
título de fisioterapeuta y aumentar los conocimientos que obtuvo con las FARC
cuando ayudaba a camaradas heridos a rehabilitarse con ejercicios, masajes y
acupuntura: “Vamos a ver si nos dejan”.
¿Cómo abonar a la
paz en Colombia?
Texto publicado en Pacifista.co:
Febrero, 2017
Andrei Gómez-Suárez, Profesor y Consultor en Justicia
Transicional y miembro de Rodeemos el Diálogo escribe en el portal Pacifista.co: “El reto es que los colombianos dejemos de preguntarnos qué puede hacer
el país por nosotros, y más bien nos preguntemos qué podemos hacer por el país”.
Este artículo pretende
ser como una nota mental para no olvidar el paso a paso de la transformación
que viven los colombianos con la implementación de los acuerdos. Muchos somos
espectadores a través de los medios y las redes sociales, mientras que otros lo
han vivido en carne propia. Cada vez más colombianos son tocados por esta
realidad y se suman a la construcción de paz. Ahí está la clave del éxito,
preguntarnos ¿qué podemos dar?
La última semana hemos
visto cientos de fotos de la impresionante última marcha de los guerrilleros de
las FARC, que fue acompañada por miles de colombianos en diferentes regiones
ondeando banderas blancas. Más de 40 movilizaciones coordinadas entre las
Fuerzas Armadas, las Naciones Unidas y las FARC, ocurrieron a lo largo y ancho
del territorio nacional. Para el 3 de febrero, según Sergio Jaramillo, 6.300
guerrilleros se encontraban en las Zonas Veredales de Transición y
Normalización (ZVTN).
En las redes sociales se
pueden ver videos que muestran a guerrilleros y soldados apretando sus manos,
saludándose a la vera del camino. También se encuentran reclamos de varios
frentes por el incumplimiento del Estado. En un video de la Oficina de Prensa
de Marcha Patriótica Nariño, por ejemplo, Edilson Romaña cuenta como al llegar
a la ZVTN de Tumaco se encontró con los miembros nacionales e internacionales
del Mecanismo de Monitoreo y Verificación y con la sorpresa que en términos
logísticos solo se había explanado el área donde deberían ubicarse 300
guerrilleros.
Los reclamos de
incumplimiento por parte de las FARC al Estado pueden compararse a los reclamos
que hace un par de semanas hacía el gobierno a las FARC, al no haber cumplido
con la entrega de los menores de 17 años. Sin embargo, en ambos casos sobresale
el compromiso de las partes de sobreponerse a la dificultad de cumplir con los
cronogramas establecidos: acordando nuevos tiempos (como en el caso de los
menores) y flexibilizando procedimientos (como en el caso de la adecuación
compartida de las ZVTN).
Las FARC, representadas
en la voz de su comandante máximo Rodrigo Londoño, están enviando un mensaje
importante a la sociedad colombiana; dicen ellos: “las FARC cumplen con el compromiso pactado”. Pero más allá de este
mensaje que busca generar confianza en amplios sectores de la sociedad civil,
las intervenciones de diferentes comandantes de las FARC revelan que no están
esperando que el país haga algo por ellos, por el contrario, están dejando las
armas por el país.
Esta actitud de las FARC
es fundamental para una sociedad que enfrenta el gran reto de lograr una “Paz Completa” a través de una
negociación exitosa con el ELN. La nueva etapa de resolución del conflicto
armado en Colombia, que se abre este 7 de febrero, nos va a exigir a fondo y
será una gran prueba en el largo camino de la construcción de una nación
incluyente y respetuosa de la diferencia.
Sin embargo, el reto no
es, como algunos de un lado piensan, que el ELN renuncie al secuestro y
entregue las armas, ni, como otros del otro lado creen, que el Estado renuncie
a la minería y consulte a 45 millones de colombianos cuál es el modelo de
desarrollo que quieren. El reto es, parafraseando a John F. Kennedy, que los
colombianos “dejemos de preguntarnos qué
puede hacer el país por nosotros, y más bien nos preguntemos qué podemos hacer
por el país”.
Las FARC han decidido dejar
las armas pese a las grandes preocupaciones que genera la falta de preparación
del Estado para ofrecer garantías de seguridad a líderes sociales en los
territorios y condiciones logísticas mínimas para la reincorporación de los
guerrilleros en las ZVTN.
Muchos jóvenes,
organizados en El Avispero, Paz A La Calle y Rodeemos el Diálogo, por nombrar
algunos esfuerzos de articulación, están trabajando para hacer veeduría a la
implementación de los acuerdos y acompañar la negociación entre el gobierno y
el ELN.
Tanto para el Estado, las
FARC, y el ELN, así como para los jóvenes, el 2017 será un año retador, lleno
de decepciones y satisfacciones. Pero no hay otro camino, la paz se construye
haciendo lo que mejor se pueda por el país. ¿Será que estamos haciendo lo
suficiente? ¿Será que este es nuestro mejor esfuerzo? Son preguntas que rondan
mi cabeza constantemente. Pero, hoy tomo nota para recordar que la gran lección
de las decisiones del gobierno, las FARC, el ELN y los jóvenes en las últimas
semanas es que todos debemos preguntarnos ¿Qué ponemos por la paz de este país?
Así, en vez de esperar que los otros hagan, nos ponemos cada uno en la tarea de
hacer algo para vivir en una Colombia en paz.
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