60 % de migrantes
han sufrido violencia durante la ruta para llegar hasta EE. UU.
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EE.UU-MÉXICO: LA
HISTORIA PRUEBA QUE LOS MUROS SON UN ABSURDO
Por Mariana Escobar Roldán
Periodista del área Internacional de El
Colombiano.
Fotos Cortesía Médicos Sin Fronteras
CONTEXTO DE LA NOTICIA:
¿POR QUÉ NO EL
MURO DE TRUMP?
Según
Christopher Sabatini, experto en América Latina de la Escuela de Asuntos
Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia, cada milla del muro
(1,6 kilómetros) costará 6,5 millones de dólares, más 4,2 millones de dólares
(por milla) necesarios para carreteras e infraestructura alrededor. Así las
cosas, el costo del muro podría elevarse a 14.000 millones de dólares Con eso,
agrega Sabatini, Trump subestima el impacto de México en el mundo y hace un
tratamiento degradante de un país hermano. “Construir
un muro es una falta de respeto fatal. Más que consecuencias en las relaciones
de los países, esto debate por el irrespeto hacia una región, y si rompemos
eso, en la manera vulgar de Trump, va a ser muy difícil conseguir cooperación
de América Latina para otros temas casi más importantes que los migratorios:
seguridad, comida y lucha contra el terrorismo. Sin eso, nuestra agenda se
debilita”.
Los
muros. Fortificaciones en piedra, arena, hormigón o alambre, bordeando ciudades
o demarcando fronteras se han levantado desde el origen de las civilizaciones.
Sus fines: contener invasiones, asaltos, epidemias y, más recientemente,
migraciones y terrorismo. Aunque se justifican para algunos, cada vez son más
cuestionados por quienes creen que las barreras solo atizan la libertad.
“Siempre habrá razones
para levantarlos, y la parte perjudicada encontrará la manera de decir que se
están atacando los derechos humanos a la libre circulación”,
reflexiona David Solar, historiador, periodista y exdirector de la revista La
Aventura de la Historia, para quien el tema debe interpretarse desde la razón y
la efectividad, mas no con argumentos morales.
Desde esa mirada, Solar se refiere a un caso paradigmático: la
Gran Muralla China, 21.196 kilómetros que hace 2.700 años sirvieron a sucesivos
emperadores para protegerse de incursiones enemigas, pero que con el declive de
las dinastías y la reducción de los ejércitos se volvieron cada vez más
frágiles hasta quedar inservibles.
“Hasta la Gran Muralla,
la única obra humana que se distingue desde el espacio, quedó inerte, lo que
nos confirma que estamos ante el enorme coste material y la gran inutilidad que
en el fondo tienen estas edificaciones”, afirma Solar.
Para Mauricio Reyes, profesor de Derecho Público de la
Universidad Nacional, los muros, todos, incluido el que quiere construir Donald
Trump entre Estados Unidos y México, son igualmente inservibles. “Aunque se piensen efectivos dividiendo
naciones, conteniendo supuestos problemas, siempre terminan siendo derribados o
penetrados. Son medidas más de corte simbólico”, apunta.
Según el experto, ni siquiera Estados Unidos como potencia tiene
capacidad de construir un muro impenetrable, por lo que esa fortificación
parece ser más un elemento simbólico para la opinión pública y un guiño a sus
electores xenófobos.
Entretanto, los efectos perjudiciales parecen ser muchos más que
las ganancias, continúa Reyes. El primero es el desescalamiento económico
contraproducente: “el muro genera un
temor de parte de muchos países en relación a un neoproteccionismo paralelo al
cierre de la frontera, y puede conducir a que varias empresas decidan detener
su relación comercial con Estados Unidos”.
El otro, concluye, es el que toca los derechos humanos, y es que
aunque todo país tiene el poder soberano de determinar quiénes entran a su
territorio, un muro refuerza aún más los abusos por parte de oficiales de
frontera frente a personas vulnerables, como migrantes y refugiados.
“Lo único que hace es
volver menos transparente los movimientos de personas y facilitar corrupción de
las autoridades y el abuso a los derechos de quienes están cruzando”,
apunta el abogado.
El símbolo de la discordia
Mucho
simboliza un muro. En lo político, evidencia la negación de unas relaciones
armoniosas y la incapacidad de negociar con el otro. “Bloquea las posibilidades de diálogo y va en contra de los principios
de convivencia y respeto universal, contra la interacción entre individuos y
pueblos”, sostiene Fernando Neira, experto en migraciones y fronteras del
Centro de Investigación en América Latina de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM).
Desde la cultura, los muros refuerzan el miedo, en la medida de
que quien lo levanta se siente vulnerable y justifica la obra en el temor de
que el otro le haga daño. El otro, a su vez, es blanco de negación y de
rechazo, y es así como afloran procesos de xenofobia y racismo.
“Aislarse de un pueblo
implica subvalorar, no aceptar y desconocer, algo muy agresivo en una cultura
donde deberían primar las relaciones entre sociedades. Es negar la existencia
del otro”, reflexiona Neira, para quien, con el ánimo de mantener al otro
por fuera, los muros terminan perpetuando la desconfianza entre pueblos, que
solo volverá a fortalecerse si estos son derribados.
Entretanto, los derechos humanos quedan expuestos. Según ha
podido encontrar el investigador, los discurso de aislamiento pasan del ámbito
territorial a construir necesidad de encerrarse en el ámbito cotidiano.
“Un muro es un error
moral, porque inhibe el proceso de desarrollo del espíritu humano, que crece en
la medida en que interactúa con el otro, y fragmenta a las sociedades, con el
agravante de que hay unos que se debilitan más que otros”, añade.
Las barreras, además, son el comienzo de las guerras, anota Lisa
Pelletti, directora del International Peace Bureau, quien evidenció en los años
90, durante la guerra de Bosnia, que aunque los disparos cesen, si las ideas
siguen separando a las fracciones y no hay acuerdos auténticos y
reconciliaciones, “la paz todavía no está
ahí”.
En esas condiciones, insiste Pelletti, si un país, ciudad o
pueblo decide mantener por fuera a otro, y lo agudiza con la construcción de un
elemento que divida físicamente, se está cerrando la puerta a la solución de
los conflictos.
“Quienes están separados
deben buscar soluciones juntos, puentes y carreteras en lugar de muros para
comunicarse mejor, pero la verdad es que en la actualidad sucede todo lo
contrario”, analiza la gestora de paz, para quien es cada vez más claro
que los países del norte de Europa construyen barreras imaginarias
(persecución, excesiva seguridad y hambre) para mantener por fuera a los
inmigrantes y refugiados que quieren llegar a sus territorios.
La herida que abrirá Trump
Los
muros que se erigen alrededor de la migración en Europa, incluido el que
construyó España para evitar la entrada de migrantes africanos, no son muy
distintos al que prometió levantar Trump, incluso con recursos de México.
“En ambos casos se trata
de impedir la entrada de personas de otras nacionalidades que sufren por
condiciones difíciles en sus países y que, temen, pueden desestabilizar sus
economías y seguridad”, reconoce el periodista e historiador Solar.
Ahora bien, sobre las motivaciones de Trump, para Solar no es
fácil separar hasta dónde va lo económico y hasta dónde los perjuicios raciales.
“Resulta llamativo el
fenómeno, porque si bien crea barreras para el tráfico humano, también humilla
de una forma muy particular a la parte contra la cual se levanta el muro. Trump
dice que no solo va a construirlo, sino que lo van a pagar los mexicanos, y eso
es despectivo”, sugiere.
Neira dice que, más allá de la humillación, los mexicanos,
centroamericanos, haitianos, cubanos y demás que transitan hacia Estados
Unidos, sufrirán como pocos la existencia de un muro. “Se obligarán a que las estrategias de atravesarlo simbólicamente sean
cada vez más agresivas y vulneren al migrante, que deberá elegir ahora vías
cada vez más peligrosos, climas extremos, hambre, el riesgo de ser blanco de
los grupos armados y de morir en el camino”, infiere el analista, para
quien también es evidente que los costos de los traslados incrementarán y
fortalecerán aún más a los traficantes, muy cercanos al negocio de las drogas.
Como sencillamente las rutas o formas de cruzar cambiarán y la
migración seguirá fluyendo, Neira prevé que se generarán taponamientos, es
decir, que las personas se queden en zonas de frontera y generan nuevos y más
graves conflictos sociales para los que los gobiernos locales de México no
están preparados.
Así las cosas, aunque se construyan los muros más altos,
blindados e impenetrables, quienes huyen de la pobreza o de conflictos seguirán
encontrando formas para llegar a los países que más estabilidad les prometen. “Los muros son solo política paliativas,
no logran contener la razón de esta problemática, que son las necesidades tan
fuertes en los contextos de origen: corrupción, inequidad, falta de
oportunidades y descomposición social por grupos armados”, concluye el
experto en migraciones y fronteras.
En eso coincide David Cantero, director de la oficina de América
del Sur de Médicos sin Fronteras, para quien, frente a la dificultad de que las
naciones más desiguales resuelvan las raíces de sus dramas en plena crisis
migratoria, lo que queda es que los países receptores abran vías seguras para que
los migrantes puedan llegar y pedir refugio.
“Estos muros solo
incrementan el peligro y causan más muertes. Los únicos beneficiados de todas
estas trabas están siendo las mafias que se aprovechan de la vulnerabilidad de
quienes quieren cruzar”, apunta.
LO
QUE LE DICEN LOS MUROS AL MUNDO
María Teresa Palacios
Experta en derechos humanos y migraciones de la
Universidad del Rosario
En los últimos días el
mundo se ha volcado a través de los medios de comunicación para valorar las
polémicas políticas del presidente Trump en contra de la población migrante y
refugiada.
Entre
dichas políticas está la expansión del muro entre Estados Unidos y México, para
frenar de manera “efectiva la migración”.
Lo
sucedido no es una novedad, pues los estados han usado de manera frecuente la
construcción de muros como excusa para la defensa de su soberanía política y
territorial.
En la
actualidad, existen cerca de 70 muros, entre ellos, el que divide Sahara
Occidental-Marruecos, Ceuta, Melilla, Chipre -Cisjordania, Corea del Norte-Sur,
y el instalado en la frontera EE. UU.-México.
Se
debe tener presente que la dureza de las fronteras no es una solución
estructural a los problemas que originan la migración y el refugio, todo lo
contrario, esto favorece la actuación de las redes de trata de personas y se re
victimiza a los refugiados y migrantes que huyen de las persecuciones, de la
exclusión y de la falta de oportunidades.
Impedir
que “ciertas” personas por motivos de
nacionalidad circulen por los territorios de los países es contrario a la
lógica globalizante del mundo, que ha abierto sus puertas a la libre
circulación de mercancías y de capitales.
Así
mismo, se desconocen los principales tratados de Derecho Internacional de los
derechos humanos, como la Convención Sobre el Estatuto de los Refugiados y la
Convención de Trabajadores Migrantes.
El
cierre de fronteras envía un mensaje negativo al mundo, instrumentaliza la
migración en función de los intereses económicos de los países, criminaliza la
migración, genera estereotipos raciales, alimentan la xenofobia y la
discriminación por motivos prohibidos, como lo son el origen racial y nacional.
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