“¿No es mío acaso el sitio donde me han matado tanto?”
Por
Claudia Rafael
Fuente:
Pelota de trapo
Red Latina sin fronteras
17 enero 2017
Los ojos de once años de Naomi quedaron cincelados de
imágenes de sangre y humo. La piel mapuche de Naomi está tatuada de miedo y
coraje. Todo huele a terror cuando los uniformes avanzan. “Demasiados camiones, camionetas… empezaron a llevar a uno, uno, uno y
así. Éramos poquitos porque la gente había ido a buscar animales. Los llamé y
pudieron llegar… (las fuerzas de seguridad) entraron, tiraron gas. Yo tenía un nene a upa. Lo tapé con una bolsa. Y
fue un momento muy difícil. Me querían sacar el nene. Le quisieron pegar a mi
mamá. A un nene que tiene 8 años. Yo puse la mano y me pegaron en la mano. Me
sacaron de los pelos. Me tuvieron arrodillada. Cállate. Quédate quieta…”,
contó Naomi a FM Alas, de El Bolsón. Heridos de bala, golpes, palazos,
destrozos, detenciones, torturas. Hedor a muerte emerge de las armas largas de
los gendarmes y policías provinciales de Chubut.
Las montañas y la luna temprana
son testigo de los tiempos. De aquellos días lejanos en que avutardas,
huemules, choiques vagaban sin límite y los pueblos antiguos vivían sin yugo en
la Madre Tierra. El último tramo del 1800 los exilió de la vida y los arrinconó
desde el estado a la muerte temprana. La Patagonia fue cedida en gratitud a los
británicos que la sostuvieron a su merced entre 1895 y 1975. Los empresarios
italianos Benetton –mientras escandalizaban al mundo con una publicidad que
incluía a un Cristo muriendo de sida- compraron tierras a grandes
terratenientes argentinos en 1991: casi un millón de hectáreas entre Neuquén,
Rio Negro, Chubut y Santa Cruz. En aquellos tiempos en que Menem convocaba a
venir a la Argentina “que acá lo que
sobra es tierra”.
La Lof de resistencia
Cushamen nunca se olvidó. La memoria atraviesa laberintos y vericuetos hondos.
Va a las fauces de la historia que susurra –como Adoum- “¿no es mío el sitio donde me sedujeron los helechos?” una y otra
vez. “¿No es mío acaso el sitio donde me
han matado tanto?”
Doscientos gendarmes con sus
botas pesadas, sus carromatos ardientes, sus balas prediseñadas para la muerte
temprana; su sí, señor, obedezco; su estoy listo para tanta muerte y violencia.
Y la resistencia que se planta. Porque la tierra y el agua son la memoria que
no está dispuesta al pisoteo y al desgarro. Porque aquí nací llorando la
llovizna y he sembrado en el surco con mis dientes. Las semillas de rebelión
asoman por las fisuras que pacientemente se van abriendo paso. Para pelearle a
los vientos huracanados de la violencia estatal que tiene la terca
determinación de servir a los señores que hablan en nombre de la patria y del
metal.
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