Desigualdad
extrema: ocho tienen más que la mitad del mundo
Silvia Ribeiro (Investigadora del grupo ETC)
América
Latina en movimiento
24/01/2017
Ocho personas, todos
hombres, tienen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población
mundial, según el informe de Oxfam Una economía para el 99 % publicado en enero
2017. La cifra es abismal. La
desigualdad entre los muy pocos inmensamente ricos y los miles de millones cada
vez más pobres no es nueva, pero el aumento de la brecha produce vértigo. En
2010, 388 millonarios tenían la misma cantidad de riqueza que la mitad más
pobre del mundo. En 2014 se habían reducido a 85. Desde entonces la
población mundial aumentó en casi 300 millones de personas, y pese a ello, la cantidad
de ricos que concentran igual dinero y propiedades que la mitad de la población
global, se redujo 10 veces, de 85 a sólo 8 personas.
Los
ocho más ricos que concentran esa cantidad brutal de dinero y propiedades son
Bill Gates, fundador de Microsoft; Amancio Ortega, tiendas Zara e Inditex;
Warren Buffet, inversor y accionista de Berkshire Hathaway; Carlos Slim, Grupo
Carso, Telmex y otras; Jeff Bezos, fundador de Amazon; Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook; Larry Ellison, fundador de Oracle; Michael Bloomberg,
dueño de Bloomberg LP. Salvo Slim, de México y Ortega, de España, todos son
estadunidenses.
La
composición de los más ricos, revela el lugar de las tecnologías digitales y de
información y comunicación, base de la “cuarta
revolución industrial”, así como el efecto de las nuevas formas de
plusvalía creada por millones a favor de unos pocos a través del uso de redes
sociales y el internet de las cosas.
El
reporte muestra también que el 1 por ciento más rico del mundo ya posee más
riqueza que el 99 por ciento restante. Y que esos son los que pagan menos o
ningún impuesto –al contrario, reciben enormes subvenciones del erario público
a sus actividades– mientras ganan cada vez más dinero con la “gestión de grandes patrimonios” y la
especulación.
América
Latina sigue siendo el continente más desigual con países con inmensas riquezas
y recursos como Colombia, Brasil y México, donde la amplia mayoría de sus
poblaciones no la puede acceder ni disfrutar. En esos y otros países que están
a la cabeza de la desigualdad en el continente, la mayoría de la población está
sometida a cada vez más explotación, salarios más bajos, aumento de precios de
los insumos básicos, nuevas leyes que por distintas vías permiten aún más
despojo, como mayor extranjerización y concentración de la tierra. Por ejemplo,
en México, aunque formalmente la propiedad social de la tierra se mantiene, las
leyes secundarias de la reforma energética facilitan y justifican legalmente la
apropiación de facto de
esa tierra por parte de trasnacionales y grandes empresas petroleras, mineras y
otras. Otro informe reciente de Oxfam sobre la propiedad de la tierra en América Latina muestra como las políticas que
han favorecido y subsidiado el crecimiento de la minería, la explotación
petrolera, las plantaciones forestales y la expansión del agronegocio en el
continente, se han traducido a su vez en una mayor concentración de la tierra
en menos manos.
Hay
varios factores que contribuyen a este aumento galopante de la desigualdad. El
de fondo es la crisis del sistema capitalista que se profundiza y ante ésta, la
actividad frenética de las empresas para mantener sus ganancias. Más allá de
pequeñas variaciones en índices convencionales de crecimiento, subsiste un “estancamiento secular” de crecimiento
determinado por las contradicciones internas del sistema, no por razones
coyunturales, como explica Alejandro Nadal (La Jornada, 2/11/2016).
La
propia dinámica del capitalismo lleva a más oligopolios –cada vez menos
empresas siempre mayores– para controlar mayores porcentajes de mercado y
eliminar competencia. Esto se acelera con el estancamiento, al topar con
techos de mercado, de recursos, de demanda, de tecnologías, de efectos
colaterales como desastres ambientales y de salud. A su vez, los oligopolios
aumentan el poder para aplicar reducciones salariales , de condiciones laborales
y para lograr que los gobiernos hagan políticas impositivas, crediticias, de
subsidios y exenciones fiscales a su favor. Al extremo, han apoyado
incluso golpes de estado como en Honduras, Paraguay y Brasil.
Ante
las crisis que ellos mismos provocan, logran que los estados paguen con dinero
del erario público sus pérdidas, desde rescates bancarios a nuevos incentivos
fiscales que argumentan es para el bien de todos. La realidad es que las crisis
han enriquecido a los más ricos, mientras que la mayoría se empobreció. El 95
por ciento del crecimiento económico desde 2009 fue captado por el 1 por ciento
más rico, mientras el 90 por ciento de la población se volvió más pobre y
marginada.
Un
ejemplo de estos procesos son las fusiones dentro del sector alimentario
agroindustrial. Después de tres décadas de fusiones, las empresas de semillas y
agrotóxicos están en proceso de quedar en solo tres mega empresas globales que
controlan más de dos terceras partes de los insumos agrícolas, con enorme poder
para decidir precios y productos. Monsanto y Bayer ya reunieron la semana
pasada directamente con Trump y lo convencieron de que la fusión “creará empleos”, cuando los datos de
los últimos 30 años muestran lo contrario: han disminuido notablemente el
empleo rural y aumentado descabelladamente los precios.
Mientras
algunos se hacen obscenamente ricos, las crisis ambientales, económicas,
políticas, sociales, así como la criminalización, persecución y asesinatos de
los que resisten aumentan. Al decir de Claudia Korol: “Nos matan todos los días. Luchar
es el único modo de vivir”.
Comentarios