El poder de abajo
Es inédito en América Latina
que decenas de pueblos y naciones indígenas decidan dotarse de un gobierno
propio
La
Haine
07/01/17
La reciente decisión del quinto Congreso
Nacional Indígena (CNI) de crear un Concejo Indígena de Gobierno, luego de la
consulta y aprobación por 43 pueblos, que se propone gobernar este país, tendrá
hondas repercusiones en el país y el mundo.
Como señala el comunicado ¡Y retembló!, estamos ante decenas
de procesos de transformación radical, de resistencias y rebeldías que
constituyen el poder de abajo, que ahora se expresará en el Concejo Indígena de
Gobierno. De manera simultánea, el organismo tendrá como vocera una mujer
indígena, que será candidata independiente en las elecciones de 2018.
Es el modo que los pueblos encontraron para
que la indignación, la resistencia y la rebeldía figuren en las boletas
electorales de 2018. De ese modo pretenden sacudir la conciencia de la nación,
para desmontar el poder de arriba y reconstituirnos, ya no sólo como pueblos,
sino como país.
El objetivo inmediato es parar la guerra, crear las condiciones para organizarse y superar colectivamente el miedo paralizante que provoca el genocidio de arriba.
El objetivo inmediato es parar la guerra, crear las condiciones para organizarse y superar colectivamente el miedo paralizante que provoca el genocidio de arriba.
En la parte final el comunicado destaca que
quizá esta sea la última oportunidad como pueblos originarios y como sociedad
mexicana de cambiar pacífica y radicalmente nuestras propias formas de
gobierno, haciendo que la dignidad sea el epicentro de un nuevo mundo.
Hasta ahí, a grandes rasgos, la propuesta y
el camino para hacerla realidad. Desde la distancia llama la atención que los
debates desde el pasado mes de octubre se hayan centrado en la cuestión de la vocera indígena como candidata en las
elecciones de 2018, dejando de lado un tema fundamental que, creo, es la
conformación del Concejo Indígena de Gobierno. Es evidente que no se puede
entender la nueva cultura política que encarnan el CNI y el EZLN con las
anteojeras de la vieja cultura, centrada en discursos mediáticos y en las
elecciones como forma casi única de hacer política.
Que los pueblos indígenas de México decidan
crear un concejo de gobierno parece un asunto de la mayor importancia. Son
pueblos y naciones que ya no serán gobernados por nadie más que por ellos
mismos. Millones de hombres y mujeres establecen su autogobierno de forma
coordinada, en un solo concejo, que los representa a todos y todas. Es un
parteaguas para los indígenas, que tendrá repercusiones en toda la sociedad,
como la tuvo el alzamiento del primero de enero de 1994.
Aquí es donde conviene hacer algunas
aclaraciones ante las más disparatadas interpretaciones y, si estoy equivocado,
adelanto mis disculpas. La cultura política que practican el zapatismo y el CNI
consiste en promover el autogobierno de todos los sectores de la sociedad:
rurales y urbanos, indígenas, campesinos, obreros, estudiantes, profesionales y
todos los sectores que se quieran sumar. Nunca pretendieron gobernar a otros,
no quieren suplantar a nadie. El mandar obedeciendo es una forma de gobierno
para todos los oprimidos, que cada quien implementa a su modo.
El comunicado aclara que no pretenden
competir con los políticos profesionales, porque no somos lo mismo. Nadie que
conozca mínimamente el zapatismo, a lo largo de estos 23 años, puede imaginar
que van a dedicarse a contar votos, a conseguir cargos en gobiernos
municipales, estatales o federal. No se dedicarán a sumar ni a restar a las
siglas electorales, porque van por otro camino.
En tiempos de guerra contra los de abajo,
creo que la pregunta que se hacen el CNI y el EZLN es ¿cómo contribuir a que
los más diversos sectores del país se organicen? No se trata de que ellos los
organicen, esa es tarea de cada quien. Se trata de cómo apoyar, cómo crear las
condiciones para que eso sea posible. La candidatura indígena va en esa
dirección, no como juntavotos, sino
como posibilidad de diálogo, para que otros y otras sepan cómo le hicieron.
La creación del Concejo Indígena de Gobierno
es la muestra de que es posible autogobernarse; si millones de personas de
pueblos y naciones pueden, ¿por qué yo no voy a poder en mi colonia, en mi
barriada, donde sea? Si el levantamiento de 1994 multiplicó rebeldías,
contribuyó a la creación del CNI y de múltiples organizaciones sociales,
políticas y culturales, ahora puede suceder algo similar. No hay nada tan
potente como el ejemplo.
Este año celebramos el centenario de la
Revolución de Octubre. La obsesión de los bolcheviques y de Lenin, que puede
corroborarse en el maravilloso libro de John Reed Diez
días que estremecieron al mundo, es que todos se organizaran en soviets, aun los que hasta ese momento los combatían.
Llamaban incluso a los cosacos, enemigos de la revolución, a crear sus soviets y enviar delegados al congreso de toda Rusia.
La revolución no se hace, sino se organiza, decía Lenin. Independientemente de
lo que se piense sobre el dirigente ruso, la afirmación es el núcleo de
cualquier lucha revolucionaria.
El tránsito de la indignación y la rabia a la
organización, sólida y persistente, es la clave de cualquier proceso de cambios
profundos y radicales. Rabia sobra en estos momentos. Falta organizarla. ¿Podrá
la campaña de 2018 convertirse en un salto adelante en la organización de los pueblos?
Nadie puede responderlo. Pero es una oportunidad de que el poder de abajo se
exprese de las más diversas formas, incluso en actos y papeletas electorales,
porque la forma no es lo esencial.
Reflexionando sobre los críticos, que no son
pocos, en vez de acusar al CNI y al EZLN de divisionistas,
podrían reconocer su enorme flexibilidad, siendo capaces de incursionar en
terrenos que hasta el momento no habían tanteado y, de hacerlo, sin bajar
banderas, manteniendo en alto los principios y objetivos. Los meses y años
venideros serán decisivos para delinear el futuro de las oprimidas y oprimidos
del mundo. Es probable que en pocos años valoremos la formación del Concejo
Indígena de Gobierno como el viraje que estábamos esperando.
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