EL TRIUNFO INDÍGENA QUE MOLESTA A FACEBOOK Y A TRUMP
Por Tomás Eliaschev
lectores@veintitres.com
¦#NoDAPL.
Fuente: Por la tierra y
contra el capital
Red Latina sin fronteras
Publicado: 9 diciembre,
2016
En Estados Unidos, los pueblos originarios acaban de ganar una
batalla importante contra las corporaciones petroleras. La disputa es por un
oleoducto en Dakota del Norte, la “serpiente
negra” de la profecía.
El mundo está mirando a
los Estados Unidos. Y no sólo porque los flashes se posan sobre la figura del
nuevo presidente, Donald Trump, con sus posturas racistas y xenófobas. Un
movimiento de lucha indígena y ambientalista acaba de conseguir frenar el
proyecto Dakota Access Pipeline (DAPL).
Luego de meses de acampar
y manifestarse en defensa de su territorio y contra el saqueo medioambiental,
las organizaciones lograron una victoria contra la “serpiente negra” que
profetizaron desde tiempos inmemoriales y que ahora parece hacerse realidad de
la mano de las necesidades de la industria petrolera de generar
infraestructura. Se trata de un oleoducto de 3.800 millones de dólares, de una
extensión de 1.931 kilómetros y que podría acarrear 470.000 barriles por día de
petróleo desde los yacimientos bituminosos de Dakota del Norte a una
infraestructura ya existente en Illinois, desde donde el crudo se podrá
distribuir al Golfo de México.
“Queremos agradecer a todos lo que jugaron un rol abogando por
esta causa, a la juventud indígena que inició este movimiento. A los millones
de personas alrededor del globo que expresaron su apoyo, a los miles que
vinieron a los campamentos a apoyarnos, a los cientos de miles que donaron
tiempo, talento y dinero para nuestros esfuerzos de pararnos contra este
oleoducto, en el nombre de proteger nuestra agua. Especialmente, agradecemos a
otras naciones indígenas que se pararon junto a nosotros solidariamente.
Nosotros estamos listos para pararnos
junto a ellos cuando su pueblo lo necesite”, dijo Dave Archambault II, presidente de
la tribu sioux de Standing Rock.
A pesar de haber sido
violentamente reprimidos, espiados y silenciados, consiguieron que las
autoridades nacionales reconsideren el recorrido de las tuberías, evitando
pasar por territorio sagrado indígena y debajo del Lago Ohae, ubicado junto al
río Missouri, la fuente de agua de la Reserva Sioux de Standing Rock.
La decisión fue tomada por
el Cuerpo de Ingenieros Militares, que le negó el permiso a la empresa Energy
Transfer Parteners. Desde abril pasado, cientos de personas participan en
distintos campamentos, como el de la Roca Sagrada y el del Oceti Sakowin,
Consejo de los Siete Fuegos. Cuando se enteraron que se había frenado la
construcción del oleoducto se escuchó el cantó “mni wichoni”: el agua es la
vida.
Aunque en el hemisferio
norte está llegando el invierno con sus bajísimas temperaturas, decidieron
seguir con el acampe, ya que consideran que esta es apenas una batalla ganada.
Deberán estar bien pertrechados: a la noche, las temperaturas pueden ser de
menos de 15 grados bajo cero.
Las compañías
constructoras que están llevando adelante la obra –Energy Transfer Partners
(ETP) y Sunoco Logistics Partners– emitieron un comunicado quejándose de que la
decisión fue “motivada políticamente”
y criticando al saliente presidente Barack Obama por buscar retrasar el asunto
hasta abandonar el cargo. El dueño de ETP fue donante en la campaña de Donald
Trump, quien siempre tuvo una postura de desprecio hacia los pueblos
originarios y el medioambiente. Hasta el momento, el presidente electo no hizo
declaraciones sobre el tema. Trump deberá confrontar con un proceso de resistencia
inédito en el último siglo.
Ante el ultraje de sus
sitios sagrados y las amenazas de una grave contaminación del río Missouri –el
más largo de América del Norte–, no sólo se puso de pie la Gran Nación Sioux
sino que se congregaron todos los pueblos originarios de los Estados Unidos, a
los que se sumaron militantes ambientalistas.
No la tuvieron fácil:
recurrieron a la acción directa pacífica para frenar el avance del oleoducto.
Sufrieron violentas represiones. La policía local, la fuerza de carretera y la
Guardia Nacional no escatimaron en brutalidad. En numerosas oportunidades, los
manifestantes fueron atacados con perros, balas de goma, bombas de estruendo y
gas pimienta. En medio de las bajísimas temperaturas, sufrieron el ataque de
carros hidrantes que lanzaron agua helada. Además, fueron espiados y hostigados
por parte de personal de seguridad privada, perteneciente a la empresa Tiger Swan
Security, vinculada a Blackwater, la tristemente célebre empresa que proveía
mercenarios para la invasión a Irak.
Hasta hace muy pocos días,
la noticia de esta lucha no figuraba en la agenda de los grandes medios. Solo
circulaba la información gracias a medios alternativos y a las redes sociales.
En la última y más violenta de las represiones, que se produjo en la madrugada
del 20 de noviembre, hubo 300 heridos, 26 de ellos hospitalizados. Un
manifestante sufrió un paro cardíaco.
En ocasión de un ataque
policial contra manifestantes, el pasado 13 de septiembre, el medio alternativo
Unicorn Riot estaba trasmitiendo en vivo desde Facebook. Primero, dos de sus
reporteros fueron detenidos. Luego el streaming se cortó. Desde Facebook alegaron
un “error involuntario”.
Un hecho que logró más
difusión que decenas de protestas fue cuando la ascendente actriz de Divergente, Shailene Woodley, participó
de una de las protestas y fue arrestada.
one week ago, I was arrested while protecting water against the #dakotaaccesspipeline … my article on it.
Pese a la censura inicial,
la noticia ya circuló globalmente, generando solidaridad de indígenas y
ambientalistas de todo el mundo que se sintieron identificados inmediatamente.
La diferencia con muchas otras luchas similares es que la del oleocducto está
sucediendo en el corazón de Estados Unidos, donde no se registraban acciones
coordinadas de los pueblos originarios desde hace mucho tiempo. El gran país
del norte tiene una larga historia de tratados incumplidos y de discriminación,
que fueron relegando a los nativos a una situación cada vez más difícil.
Todavía está preso el activista indígena Leonard Peltier, detenido desde 1977
en el marco de una lucha en defensa de una reserva indígena, no muy lejos de
donde ahora se desarrollan los eventos.
Durante muchos años los
indígenas estadounidenses, derrotados, no se hicieron notar. Hasta que dijeron ¡BASTA! Y ahora el mundo
los escucha. Está claro que van a seguir con esta pelea. La duda es ¿qué hará
el futuro presidente?
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