Discurso de Fidel
Castro ante la Organización de las Naciones Unidas en 1979
El 12 de octubre de
1979, el Comandante Fidel Castro, en representación del gobierno cubano,
dirigió un histórico discurso ante la Asamblea General de la ONU, aquí
reproducimos el texto y el audio.
Escuche el audio:
Desinformémonos
Desinforadio
26
noviembre 2016
Distinguidos representantes.
Se habla con frecuencia de los derechos humanos, pero
hay que hablar también de los derechos de la Humanidad.
¿Por qué unos pueblos han de
andar descalzos, para que otros viajen en lujosos automóviles? ¿Por qué unos
han de vivir 35 años, para que otros vivan 70? ¿Por qué unos han de ser
míseramente pobres, para que otros sean exageradamente ricos? Hablo en nombre
de los niños que en el mundo no tienen un pedazo de pan. Hablo en nombre de los
enfermos que no tienen medicinas, hablo en nombre de aquellos a los que se les
ha negado el derecho a la vida y a la dignidad humana.
Unos países poseen, en fin,
abundantes recursos. Otros no poseen nada. ¿Cuál es el destino de éstos?
¿Morirse de hambre? ¿Ser eternamente pobres? ¿Para qué sirve entonces la
civilización? ¿Para qué sirve la conciencia del hombre? ¿Para qué sirven las
Naciones Unidas? ¿Para qué sirve el mundo?
No se puede hablar de paz en
nombre de decenas de millones de seres humanos que mueren cada año de hambre
o enfermedades curables en todo el mundo. No se puede hablar de paz en
nombre de 900 millones de analfabetos. La explotación de los países pobres por
los países ricos debe cesar.
Sé que en muchos países
pobres hay también explotadores y explotados. Me dirijo a las naciones ricas
para que contribuyan. Me dirijo a los países pobres para que distribuyan.
¡Basta ya de palabras! Hacen falta hechos. ¡Basta ya de abstracciones! Hacen
falta acciones concretas. ¡Basta ya de hablar de un nuevo orden económico
internacional especulativo que nadie entiende! Hay que hablar de un orden real
y objetivo que todos comprendan.
No he venido aquí como
profeta de la Revolución, no he venido a pedir o desear que el mundo se
convulsione violentamente. Hemos venido a hablar de paz y colaboración entre los
pueblos. Y hemos venido a advertir que si no resolvemos pacífica y sabiamente
las injusticias y desigualdades actuales, el futuro será apocalíptico.
El ruido de las armas, el
lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta
ya de la ilusión de que los problemas del mundo se pueden resolver con armas
nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los
ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No
pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos. Y, en el holocausto,
morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo.
Digamos adiós a las armas y
consagrémonos civilizadamente a los problemas más agobiantes de nuestra era,
esa es la responsabilidad y el deber más sagrado de todos los estadistas del
mundo. Esa es, además. la premisa indispensable de la supervivencia humana.
Muchas gracias.
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