Raúl Zibechi
Fuente: naiz
Eusko blog Gazteleraz
6 de noviembre de 2016
La decisión del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) y del Congreso Nacional Indígena (CNI) de someter a sus bases de apoyo y
a las comunidades de todo México, la posibilidad de presentar a una mujer
indígena como candidata a la presidencia en las elecciones de 2018, provocó las
más diversas reacciones pero no dejó a nadie indiferente.
En los días siguientes a
la difusión del comunicado “Que retiemble en sus centros la tierra”
(14 de octubre), hubo desde quienes sostuvieron que se es un intento de dividir a la izquierda y por lo tanto favorecer a la derecha, hasta los que
aseguraron que dejaban de lado principios
al internarse en la vía electoral.
Días después apareció otro
comunicado, firmado sólo por el Subcomandante Insurgente Galeano, polemizando
con algunos detractores sin nombrarlos. Más allá de las polémicas e
interpretaciones, conviene leer atentamente el comunicado para comprender los
objetivos del movimiento.
Lo que se propone con la candidatura
es «iniciar una consulta en cada uno de
nuestros pueblos para desmontar desde abajo el poder que arriba nos imponen y
que nos ofrece un panorama de muerte, violencia, despojo y destrucción».
Aclaran, líneas abajo, que «nuestra lucha
no es por el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos
originarios y a la sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción,
fortalecernos en nuestras resistencias y rebeldías, es decir en la defensa de
la vida de cada persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De
construir la paz y la justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo
que somos».
La mujer indígena
candidata a la presidencia, siempre que las comunidades lo aprueben, será la
portavoz de un «un Concejo Indígena de Gobierno»
que llevará la palabra a todos los rincones de la sociedad con el objetivo «de construir una nueva nación por y para
todas y todos, de fortalecer el poder de abajo y a la izquierda
anticapitalista».
Hasta aquí aparecen
delineados los principales objetivos de la candidatura que promueven los
zapatistas.
El primero se desprende de
una lectura de la realidad mexicana, que puede hacerse extensiva al estado
actual del mundo. En los últimos diez años la guerra contra el narcotráfico
declarada por el ex presidente Felipe Calderón (2006-2012), se cobró 120 mil
muertos y 30 mil desaparecidos en plena democracia. Algo inédito en América
Latina, donde genocidios como el mexicano han sucedido bajo regímenes que no se
proclamaban democráticos.
Están convencidos, además,
que «la ofensiva en contra de los pueblos
no cesará sino que pretenden hacerla crecer hasta haber acabado con el último
rastro de lo que somos como pueblos del campo y la ciudad». Como ya lo
habían expresado durante el encuentro “El
Pensamiento Crítico frente a la Hidra Capitalista”, en mayo de 2015,
observan que una tormenta se está abatiendo contra los pueblos. En ese marco,
es que se produce esta propuesta de candidatura electoral. Sólo cabe agregar
que las clases dominantes mexicanas, como las de buena parte del mundo, están
divididas, enfrentadas y por momentos en agudo conflicto entre ellas, lo que
aumenta la descomposición del sistema y la violencia contra los pueblos.
La segunda cuestión a
tener en cuenta, es que ni los zapatistas ni el CNI ingresan en la vía
electoral. No se proponen presentar candidatos a diputados y senadores, ni
alcaldes ni gobernadores. Sólo una candidata a la presidencia. Este punto es
crucial. Los resultados en votos no son lo importante sino otra cosa, que es lo
que pretenden explicar en sus comunicados.
La clave es qué entienden
por el «poder de abajo» con el que
pretenden desmontar el poder de arriba. Enumeran: «medios propios de comunicación, policías comunitarias y autodefensas,
asambleas y concejos populares, cooperativas, el ejercicio y defensa de la
medicina tradicional, el ejercicio y defensa de la agricultura tradicional y
ecológica, los rituales y ceremonias propias para pagar a la madre tierra y
seguir caminando con ella y en ella, la siembra y defensa de las semillas
nativas, foros, campañas de difusión y actividades político culturales (…) Ése es el poder de abajo que nos ha
mantenido vivos».
Es a esa sociedad o
contra-sociedad a la que está dirigida la candidatura electoral. Para hacerla
más fuerte, más visible para otros de abajo y, si no interpreto mal, para
contribuir a que otros y otras se organicen. Las intervenciones del
subcomandante insurgente Moisés en el encuentro de 2015 fueron un llamado
permanente, repetitivo, a organizarse, «organización
para la construcción y organizarse para vigilar lo que ya construiste»; «porque se necesita organizarse para poder
liberarse del sistema capitalista». Pero también para enfrentar lo que
Galeano definió como la catástrofe/tormenta que se viene encima de los pueblos.
Una aclaración necesaria.
Los zapatistas y el Congreso Nacional Indígena no pretenden organizar a los
demás. Cada sector social debe organizarse como quiera y pueda. Ellos sólo
pretenden ayudar, contribuir a que esa organización sea posible, pero sin
sustituir a nadie. Esto es una cuestión de principios. Una intervención de
Moisés en el cierre del encuentro “CompARTE”,
el 29 de julio de este año en Oventik, lo deja muy claro.
«Hay quien piensa que debemos salir e ir a luchar por los
maestros y maestras. Si así se piensa, entonces es que no se ha entendido nada.
Porque eso quiere decir que espero que alguien venga y luche por mí. Las
zapatistas, los zapatistas, no le pedimos a nadie que viniera a luchar por
nosotras, nosotros. Cada lucha es de cada quien, y debemos apoyarnos
mutuamente, pero no quitar el lugar de la lucha de cada quien. Quien lucha
tiene el derecho de decidir a dónde lleva su camino y con quién camina. Si
otros se meten, entonces ya no es apoyo, sino que es suplantar. El apoyo es respeto
y no dirección ni mando».
La tercera reflexión se
relaciona con un problema que ha ocupado siempre a todos los procesos
revolucionarios y que podría resumirse en una pregunta: ¿cómo relacionarse y
trabajar con otros movimientos y organizaciones que no coinciden con nuestros
objetivos y tienen sus propios modos de trabajo, pero sufren similares
opresiones?
Víctor Toledo estima, en
base a una investigación de la Universidad Iberoamericana de Puebla, que en
sólo cinco estados de México hay «más de
mil proyectos novedosos», que incluyen desde los Caracoles Zapatistas hasta
cooperativas indígenas de café orgánico y muchos casos de autogestión
comunitaria (La Jornada, 13 de setiembre de 2016). En toda América Latina, en
el mundo, son decenas de miles de iniciativas que incluyen a millones de
personas, las que están haciendo posible la resistencia al neoliberalismo y al
capitalismo
Ese mundo no capitalista y
anticapitalista existe, aunque disperso, a modo de islas y archipiélagos. No se
trata por tanto de inventarlo, sino de potenciarlo. O como dice el comunicado,
construir el mundo nuevo «rehilándonos
desde abajo», que según el diccionario es a la vez hilar y trepidar o
zumbar. Un sinónimo de «retemblar»,
como reza el himno nacional mexicano. Si los de abajo nos trepidamos, nos
sacudimos, provocaremos un tsunami político capaz de desbancar a las clases
dominantes. Ese parece ser el mensaje de fondo de la candidatura indígena a la
presidencia.
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