Juan Luis de la Rosa
Municio
(antropólogo y activista
de derechos humanos)
Fuente original: Diagonal
rebelión.org
24-10-2016
No a pocas personas nos ha sorprendido el contenido del
comunicado conjunto que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y
el Congreso Nacional Indígena (CNI) hicieron público el pasado 14 de octubre en
el marco del encuentro realizado en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, con
motivo de la celebración del V Congreso Nacional Indígena.
En este comunicado,
titulado “Que retiemble en sus centros la tierra”, el CNI y el EZLN
acuerdan nombrar un Consejo Indígena de Gobierno, representado por una mujer
indígena delegada del CNI, que, en nombre de ambas organizaciones, se
presentará como candidata independiente en las elecciones a la presidencia del
país en el año 2018.
Desde su aparición
pública, el 1 de enero de 1994, el EZLN ha mantenido un posicionamiento
abiertamente crítico y en contra del sistema capitalista. Un sistema que, según
el discurso zapatista, explota, excluye y aniquila no sólo a los pueblos
indígenas, sino a la sociedad en su conjunto. Es el Estado y las instituciones
que lo conforman, incluidos los partidos políticos, los encargados de imponer y
establecer, a través del poder oficial, el orden político y social que sirva
mejor a los postulados e intereses del sistema capitalista: el neoliberalismo.
El EZLN ha reiterado una y
otra vez, lo hace también en este último pronunciamiento junto al CNI, que su
lucha no es por la toma del poder establecido. EZLN y CNI proponen la
construcción y ejercicio de un contrapoder que, a través de la práctica diaria
de nuevos modelos de organización social y de ejercicio del poder político
desde abajo (el mandar obedeciendo) sirvan para que los pueblos puedan
organizarse y gobernarse a sí mismos partiendo de modelos propios en los que se
vean representados sus intereses, y particulares concepciones de entender la
política y la sociedad. Esto puede ser entendido como un ejercicio de
descolonización y desconexión de sus vidas del modelo occidental capitalista.
Las Juntas de Buen
Gobierno zapatistas y otras prácticas autonomistas indígenas, llevadas a cabo
por distintos pueblos representados en el CNI, representan la práctica
cotidiana de este contrapoder que a corto plazo puede servir para resistir y
defenderse de los embates del capitalismo, pero que, a largo plazo, edifica y
consolida un nuevo orden político y social en el que el poder oficial (el mal
gobierno) y las causas que generan opresión y exclusión a los pueblos son
eliminadas.
Conscientes que para
cambiar la particular situación de opresión y exclusión que el sistema
capitalista ejerce sobre los pueblos indígenas de Chiapas hay que combatirlo a
nivel global, el EZLN ha favorecido numerosos espacios de encuentro, debate y
propuestas de acción (como el propio Congreso Nacional Indígena), pudiendo
considerarse al EZLN como uno de los primeros movimientos precursores de
conceptos como la antiglobalización y la pluriversalidad.
En estos eventos han
participado numerosos movimientos sociales y otros sectores excluidos de la
población, provenientes de diversos lugares del planeta, y a los que el EZLN ha
apelado para conocer sus particulares luchas y reivindicaciones. Bajo un
principio de respeto a la diferencia y a las prioridades que puedan tener cada
colectivo (un mundo donde quepan muchos mundos), se han presentado ideas e
iniciativas para que cada cual en su país o espacio se organice a su manera y
vea cómo mejor hacer frente al capitalismo, siendo la meta final el lograr
sustituir el sistema actual por otro(s) más justo(s) e incluyente(s) (otro
mundo es posible).
En su particular manera de
organizarse y de hacer frente al capitalismo, el EZLN, y también el CNI, han
optado por una estrategia amplia. Por un lado, como ya hemos visto, han
construido un contrapoder que permite el desarrollo e instauración de un modelo
político y social alternativo al margen de las instituciones y el poder del
Estado (prácticas autonomistas). Por otro, han llevado a cabo una serie de
acciones encaminadas a intervenir dentro de la política oficial en aquellos
asuntos que afectan a los intereses de los pueblos indígenas y otros grupos
excluidos, tratando de dotarles así de mayores derechos y garantías que sirvan
para atender a sus necesidades inmediatas y poner freno a los efectos que el
capitalismo está ejerciendo sobre ellos en el día a día.
Algunos de los ejemplos de
esta vía de lucha más institucional pueden ser: las negociaciones realizadas
con el Gobierno mexicano sobre derechos y cultura indígenas (Acuerdos de San
Andrés, 1996), la intervención en el año 2001 de delegados/as del EZLN y del
CNI en el Congreso de la Unión (dentro del marco de la aprobación de la nueva
Ley Indígena), las propuestas de redacción de una nueva Constitución política
para el país, recogidas en la II y VI Declaración de la Selva Lacandona (1994 y
2006), etc.
Aunque a primera vista
resulte una estrategia nueva o sorprendente, la vía electoral tampoco ha sido
nunca desechada por los zapatistas como medio para transformar en lo inmediato
la realidad existente. Eso sí, siempre partiendo desde una concepción
anticapitalista y sin perder el horizonte de construir desde abajo un nuevo
orden social y político.
En este sentido, EZLN y
CNI hablan en su último comunicado de que son muchas las agresiones que sufren
los pueblos indígenas a causa del capitalismo. Una situación que les puede
llevar a desaparecer en un breve espacio de tiempo. Las prácticas autonomistas,
aunque han servido para avanzar en la construcción de un modelo político y
social alternativo y han mejorado la situación cotidiana de los pueblos, no han
sido del todo suficientes para resistir y defender a estos pueblos de las
consecuencias negativas que sobre ellos tiene la imposición de un modelo de desarrollo
neoliberal capitalista.
Para defenderse y poner
freno a esta desesperada situación, EZLN y CNI proponen el marco de las
elecciones electorales a la presidencia del país como espacio donde poder
desmontar desde abajo el poder que desde arriba se les impone. No se trata de
tomar el poder para perpetuar el sistema, sino de forzar y posibilitar que los
pueblos indígenas y la sociedad civil en general consigan un espacio desde
donde poder visibilizarse y tener la posibilidad de seguir organizándose,
fortaleciendo y desarrollando sus propias alternativas antisistémicas de
contrapoder.
El cómo desarrollar esta
estrategia y el cómo puede servir como medio eficaz para alcanzar los
resultados que de ella se esperan son aspectos que todavía no están claros y
que a día de hoy se están debatiendo. EZLN y CNI declaran el Congreso en
asamblea permanente y pasan a consultar a cada uno de sus pueblos y comunidades
la nueva propuesta.
En el caso de que ésta sea
aprobada, asistiremos a una nueva etapa de la lucha zapatista e indígena en
México, en la que, sin renunciar a sus principios básicos y lucha por la
autonomía, se sumará un nuevo escenario y forma de acción colectiva. El tiempo
y la praxis indicarán si es una estrategia efectiva para subvertir el poder.
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