Raúl Zibechi
Fuente: Sputnik
07-11-2016
Rebelión:
Los más diversos análisis sobre las elecciones estadounidenses
coinciden en un punto: la actual campaña electoral ha sido la más polarizada y
conflictiva de la historia. Primero fue el enfrentamiento en las primarias del
Partido Demócrata entre Bernie Sanders y Hillary Clinton, y luego entre la ex
secretaria de Estado y Donald Trump.
Lo que muestra la campaña
electoral es un cuerpo social desgarrado como consecuencia de una política que
ha concentrado el poder y la renta en el 1% de la población. Tres décadas de
políticas pergeñadas por los neoconservadores están en la base del cisma
social, que se traduce en un empobrecimiento de las clases medias, el deterioro
de los servicios sociales y de la calidad de vida del 80% de la población. En
el plano internacional, son treinta años de guerras de media y alta intensidad
para mantener el estatus de superpotencia que, sin embargo, han acelerado la
decadencia.
Los grandes imperios, como
enseña la historia, no son derrotados por enemigos externos, sino por el desgaste
interior que con el tiempo los conduce al descalabro y los deja inermes ante
sus enemigos externos. Estados Unidos no solo sufre las consecuencias de la
crisis financiera de 2008, sino de un proceso mucho más destructivo como lo es
el persistente deterioro de sus instituciones, de la salud de la población, de
la calidad de la educación, de la producción de bienes y servicios, que
provocan relaciones crispadas y violentas en la sociedad.
Algunos indicadores así lo
atestiguan. La esperanza de vida viene creciendo por debajo de los demás países
desarrollados y hoy Estados Unidos se coloca en el lugar 37 en el ranking
mundial, por debajo de la mayoría de los países europeos y también detrás de
Chile, Cuba y Costa Rica. Países que partían de niveles inferiores al de la
proclamada superpotencia, como los de la Europa mediterránea (Portugal, Grecia
y España), la superaron porque cuentan con servicios de salud superiores y hábitos
de alimentación más sanos.
El consumo de drogas duras
se ha disparado entre las clases medias, con una fuerte incidencia en las
ciudades industriales en decadencia. Las muertes por sobredosis de heroína en
Estados Unidos se multiplicaron por cuatro desde 2002, al punto que mueren más
personas por sobredosis que por accidentes de tránsito. El cambio más notable
ha sido que los nuevos consumidores son, en su inmensa mayoría, blancos, a
diferencia de lo que sucedía anteriormente. "Ahora
no es como en los sesenta, cuando, al pensar en la adicción a la heroína,
pensabas en el gueto, en negros pobres", dicen los profesionales que
redactaron el informe de la Escuela de Medicina Boonshoft, en Ohio. Ahora el consumo de heroína afecta al
cinturón industrial del país, donde han cerrado cientos de fábricas y barrios
enteros que han quedado abandonados. Según datos oficiales, todos los sectores
sociales registraron descensos en sus ingresos, de hasta el 17% entre los más
pobres y del 10% en las clases medias, aunque el 1% más rico sigue concentrando
la renta. Una de las consecuencias del empobrecimiento generalizado, es que la
mitad de la población de 25 años vive con sus padres porque no pueden
independizarse, frente a un 25% en 1999. El peso del sector financiero en el
PIB se ha duplicado en cinco décadas.
Pero el dato más
estremecedor se relaciona con la salud de los estadounidenses. Un estudio de la
Universidad de Princeton, en el que participó el nobel de economía Angus
Deaton, asegura que la mortalidad de blancos de mediana edad pertenecientes a
la desaparecida clase media, se ha disparado en los últimos 20 años. Medio
millón de personas de entre 45 y 54 años murieron por cirrosis, suicidios,
alcohol y drogas, una situación inédita que nunca había afectado a grupos
demográficos en países desarrollados, con la excepción de la epidemia de sida.
La tasa de mortalidad de
la población blanca de ese tramo de edad, viene descendiendo un 2% anual en los
principales países desarrollados, pero en Estados Unidos crece medio punto cada
año desde 1998. Las causas hay que buscarlas en el deterioro de la salud física
y mental de ese grupo de población que se hace visible en el aumento del dolor
crónico que afecta a uno de cada tres blancos de clase media, lo que les
imposibilita hacer las tareas diarias, caminar, subir escaleras o tener
relaciones con amigos. El desgarro del tejido social que ha provocado la
política económica del 1% se está traduciendo en una crisis política que arrastra
a las principales instituciones del país, algo nunca visto en períodos de paz.
La embajadora india Neelam
Deo, directora del 'think tank'
Indian Council on Global Relations, escribe: "Estas elecciones demuestran también la caída absoluta de la
confianza de la gente en el Gobierno, en las instituciones democráticas y en
las corporaciones, porque las empresas fueron rescatadas, los grandes bancos
fueron rescatados, pero las personas comunes perdieron sus hogares, después de
haber sido engañados con hipotecas".
La desconfianza, dice, abarca a los grandes medios. "Hay una caída más que nunca en la confianza en los medios de comunicación,
que se profundizará aún más", destaca Neelam.
Según el editorial de
Global Times de China del 17 de octubre, los principales medios estadounidenses
perdieron toda objetividad, ya que "han
promocionado fuertemente los comentarios insultantes de Trump contra las
mujeres, mientras que solo arañaron la superficie de los escándalos de correos
electrónicos de Clinton". El diario comunista asegura que "de los 100 principales diarios del
país, 30 dan su apoyo a Clinton y ninguno a Trump. Pero en las dos elecciones
anteriores, en 2012 y 2008, el apoyo a los candidatos demócratas y republicanos
era de 41:35 y 65:25, respectivamente".
La crisis social y la
política se retroalimentan y todo indica que se va a profundizar en los
próximos años. Más allá de quien resulte vencedor el 8 de noviembre, el daño ya
está hecho y la crispada campaña electoral no ha hecho más que profundizarlo.
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