Victoria Sillof
Fuente: La Tinta
Rebelión.org
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Ni marxistas, ni socialistas, ni comunistas, ni anarquistas
saben darse su propia forma de ser, vivir y de resistir, para crear un
mundo donde quepan muchos mundos. Son los zapatistas.
Momentos pasados
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) hizo su
aparición pública el 1 de enero de 1994 pero había nacido años antes, en 1983,
a través del primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona, en Chiapas.
Ese primero de enero, siete cabeceras municipales de Chiapas fueron tomadas:
Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán, Chanal, San Cristóbal de Las Casas,
y Altamirano.
El ejército mexicano
derrotó la alzada de los zapatistas. Este EZLN era un ejército más simbólico
que real ya que la mayoría de los miembros del Ejército Zapatista estaban
desarmados: portaban armas hechas de madera y pintadas de negro. Iban, sabiendo
que seguramente, morirían sin poder defenderse.
Los zapatistas no pudieron
avanzar en este sentido y debieron dialogar cara a cara (pasamontaña) con el
mal gobierno. En este proceso fue mediador el obispo Samuel Ruiz de San
Cristóbal de las Casas, que entre otras cosas, dio pie a los acuerdos de San
Andrés sobre el “Derecho y Cultura
Indígena”, que comprometían al Estado a reconocer a los pueblos indígenas
en la ley más importante de México: su Constitución, para que pudieran gozar de
autonomía y autodeterminación. Ese mismo año, en el mes de octubre, se fundó el
Congreso Nacional Indígena (CNI).
Los acuerdos de San Andrés
no se cumplieron en su totalidad y recién en el 2001 se hicieron algunas
reformas constitucionales para darle reconocimiento a los pueblos indígenas.
Así el Artículo 2 de la Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos
reza: “Se les reconoce la libre autodeterminación,
y garantiza el derecho a la libre determinación y autonomía para decidir formas
internas de convivencia y organización social, económica, política y cultural”.
El EZLN, mediante la
creación en 2003 de Los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, vino a hacer
realidad esa autodeterminación y autonomía.
Y es que hay pueblos que
se saben pueblos y no hacen más que serlo, a como dé lugar.
“Cuando el pueblo tiene una voluntad, no tiene representantes,
se representa así mismo”, señala el escritor Eduardo Colombo en su libro “La voluntad del pueblo”.
La organización del
zapatismo siempre ha apuntado en ese sentido. Ya en febrero de 1994, el EZLN
expresaba a través de un comunicado: “¿La
toma del poder? No, apenas algo más difícil: un mundo nuevo”. Ahí nomás de
haber dado semejante sorpresa, exclamaban claramente lo que buscaban, aunque
tampoco especificaban cómo.
Recientemente el EZLN
propuso que las bases discutan la posibilidad de presentarse a elecciones para
que exista un Consejo Indígena de Gobierno que se haga cargo del Ejecutivo
Federal y materialice su palabra a través de una candidata mujer. Esta novedad
generó “histeria” no sólo en los
partidos políticos tradicionales de México sino también en quienes comparten
con el zapatismo la ideología de desde abajo, a la izquierda.
Y creo que esa sorpresa no
grata puede deberse a que, en algún punto, bueno en realidad en varios puntos,
muchas y muchos nos hemos de alguna manera, o de todas las posibles apropiado
del zapatismo.
Esa convicción de que algo
realmente nuevo parió el abajo, y un abajo también nuevo se estaba pariendo (y
se está pariendo) aunque sus raíces eran y son tan ancestrales como los
mismísimos pueblos originarios; repudiando la vía electoralista, sabiéndose
siempre fuera, y entendiéndose ahí afuera, es lo que viene a provocar un primer
rechazo, dudas, miedos. Porque miramos el zapatismo, desde nosotrxs. Desde acá.
Desde el lugar en el mundo de donde sea que andemos caminando, abajo, arriba,
en México, o Argentina.
Porque nos abrazamos a esa
idea, de que era posible, levantarse, y fundar un mundo diferente. Porque vimos
en esos pasamontañas, una realidad que varias y varios quisiéramos lograr,
vimos desde lo lejos, que alguien nos interpelaba, algunxs se animaban, se
organizaban, y lo hacían: eran una comunidad autónoma, digna y libre. Y claro,
es fácil abrazar eso. Es fácil comulgar con ese logro, es fácil simpatizar con
ese zapatismo. Es tan fácil eso, como criticar, desde cualquier zapato, ahora y
ayer, lo que sea que nos “moleste”
del zapatismo; como si pudiésemos dimensionar acaso lo que es el movimiento
zapatista. Como si el zapatismo fuera estanco y caprichoso, como si la
coyuntura fuera la misma que allá cuando aparecieron, cuando decidieron en
realidad, hacerse conocer.
Muchxs, inclusive,
encuentran en su levantamiento armado una debilidad, algo que hace e hizo, que
el zapatismo no llegara a ser aceptado, comprendido, por más mexicanos, por más
abajos. Porque claro que es ciertamente más fácil disentir después, cuando algo
ya se hizo. Pero hacerlo, claro, lo hicieron, lo hacen, los zapatistas.
Cuando anduve por San
Cristóbal de las Casas, para poder ir al Caracol Oventik, tomé un camión, que
es un medio de transporte totalmente habitual en México; son lo que acá
conocemos como trafics, o combies privadas. En viaje hablando con
el chofer, y ya adentrándonos en una zona bastante verde, selvática, él me dijo
que toda esa zona era zapatista. Pero, manifestando estar contento señaló que ya quedaban pocos, que ya casi no existían. Me decía que el
zapatismo fue muy malo; que se habían
armado y habían tomado municipios, que provocaron una guerra donde murieron
muchos inocentes: que daban miedo, y
que muchos deseaban que nunca volviera a ocurrir: “muy peligroso” afirmaba ese chofer.
Y sí, son un gran peligro pensaba yo en mi
interior. Vienen a demostrar que otra
cosa es posible, que otras realidades se dan espacio, que los pueblos se
van haciendo sus propias formas, que se van animando a ser, a cómo de lugar. Y
eso es peligroso claro, es un peligro
concreto para el sistema, para los arribas, para quienes no comprenden muy bien
en qué parte del todo se encuentran también es peligroso, porque genera dudas,
ruidos, desconcierto. Eso ha generado el EZLN siempre; desconcierto y
esperanza. ¿No es eso acaso peligroso, para un sistema que promulga, promueve,
y vende predictibilidad y resignación?
Es el zapatismo una
construcción totalmente peligrosa, tanto como la dignidad, la democracia, la
libertad, la justicia que han sabido desarrollar, profundizar y construir; sin
que nadie les dijera cómo, cuándo y dónde. Sin escuchar tanto ese ruiderío del
afuera. Se construyeron, mirándose los ojos, mostrándonos los suyos,
hablándonos cuando querían, aunque jamás viéndose aislados del mundo.
Construyeron para adentro, desde adentro, sin descuidar el saber en qué mundo estaban
pariéndose ellos mismos.
Yo los entiendo como un
verdadero movimiento que sabe darse las herramientas y las formas, que van
siendo necesarias, reales y posibles. Que ellxs mismxs, van decidiendo. Pura
democracia ¿verdad que es peligroso?
“No queremos el poder, sino poder hacer, que sean nuestras
asambleas las que gobiernen”
“¿Qué tan sólido estará el sistema político mexicano, y qué
tan fundamentadas y consistentes son las tácticas y estrategias de los partidos
políticos, que basta que alguien diga públicamente que está pensando algo, y
que le va a preguntar a sus demás iguales qué piensan de lo que está pensando,
para que se pongan histéricos?”, nos y se pregunta el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, respondiendo interpelándonos nuevamente, frente a la
polémica generada por la decisión, junto al Congreso Nacional Indígena (CNI),
de consultar a sus bases, para definir -recién entonces y no antes- la
postulación de una candidata indígena para la presidencia de México en 2018.
“¿En qué medida la propuesta de que un Concejo (con “c”) Indígena de
Gobierno, es decir, un colectivo y no un individuo, sea el responsable del
ejecutivo federal, apuntala-el-presidencialismo-se-hace-cómplice-de-la-farsa-electoral-contribuye-a-reforzar-la-democracia-burguesa-le-hace-el-juego-a-la-oligarquía-y-al-imperialismo-yanqui-chino-ruso-judeoislámico-milenarista,-además-de-traicionar-los-altos-principios-de-la-revolución-proletaria-mundial?”
Nos y se preguntan los zapatistas.
“Ya no queremos decidir por los otros, y tampoco que decidan
por nosotros. No queremos el poder, sino poder hacer, que sean nuestras
asambleas las que gobiernen”. Esto se dice en el documento del Quinto Congreso.
“Ratificamos que nuestra lucha no es por
el poder, no lo buscamos; sino que llamaremos a los pueblos originarios y a la
sociedad civil a organizarnos para detener esta destrucción, fortalecernos en
nuestras resistencias y rebeldías, es decir, en la defensa de la vida de cada
persona, cada familia, colectivo, comunidad o barrio. De construir la paz y la
justicia rehilándonos desde abajo, desde donde somos lo que somos”.
Se explicita aquí que esta
propuesta no es sino otra forma de organizarse a la cual se apela para frenar
tanta muerte y destrucción.
Colombo, en la obra ya
citada establece algo verdaderamente interesante:
“En nuestros días se ha olvidado la distinción –aristotélica y
escolástica, central en Spinoza y fundamental en política–, entre potentia y
potestas: la potencia, o poder, como capacidad (‘el poder de crear’ o de
hacer), y el poder como dominación
(‘el poder de ordenar’, y de hacerse
obedecer), confundiendo de este modo la
capacidad que tiene el agente de la acción, individual o colectivo –capacidad o
poder que da al sujeto político la posibilidad de establecer una relación sinérgica
compatible con la igualdad en la acción colectiva–, con la dominación, que es
siempre una relación asimétrica entre aquel o aquellos que mandan y aquel o
aquellos que obedecen. En el espacio político común e igualitario de la
asamblea, el ‘poder’ es el resultado de la acción de todos, y ese poder es
antes que nada una capacidad de hacer o de decidir (potentia). En la democracia
directa el problema no proviene de la capacidad colectiva de instituir la vida
común, sino de la toma de decisiones a través de una mayoría, lo que significa
desconocer la opinión de la minoría, incluso de uno, e imponerle la decisión
mayoritaria”.
Las asambleas, no dejaron
de existir en los zapatistas, ellos mismos lo dicen:
“Nos declaramos en asamblea permanente y consultaremos en cada
una de nuestras geografías, territorios y rumbos el acuerdo de este Quinto CNI
para nombrar un concejo indígena de gobierno cuya palabra sea materializada por
una mujer indígena, delegada del CNI como candidata independiente que contienda
a nombre del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en el proceso electoral del año 2018 para la presidencia de este país”.
No es entonces una
decisión vertical, ni sin debate, ni caprichosa.
Es tan real ese mundo
donde quepan otros, es tan real su democracia construida, su libertad
desarrollada, que no tienen miedo de proponer lo que nadie esperaba. Nos guste
o no nos guste, a quienes desde lejos hemos o no simpatizado, con el zapatismo.
No tienen miedo de proponer, de dar la discusión, de agrietar el sistema
electoralista de esta manera. Han generado tanta base política, tanto “poder hacer”, la suficiente
autogestión, y autonomía, que son capaces, de discutir esta herramienta, como
una más. Sin miedos, ni cristalizaciones prejuiciosas. Siendo totalmente
conscientes de lo que son, de lo que ya han construido, de ese nuevo mundo que
han sabido parir.
El movimiento zapatista,
es tan real, como misterioso. Quién haya andado por aquellos suelos, sabe que
los mexicanos, y sobre todo los zapatistas, quizás por su origen, son de hablar
poco, despacio, y sigilosamente. Casi inentendible al menos, para quien no los
escucha siempre.
Cuidan las palabras, dicen
lo justo. Y hablan, y nos hablan en su idioma, quizás por eso cuesta tanto
entenderlos. Quizás por seguridad, poco dicen, poco se cuenta, poco sabemos de
este movimiento revolucionario. Por eso es que, al zapatismo, jamás lo
entenderemos, sino, como el zapatismo quiere que lo entendamos.
Porque, si hay algo
extremadamente maravilloso y envidiable que tiene el movimiento zapatista, es
esa consciencia: Se saben en este mundo. Se leen, en este mundo, se advierten
en él. Saben lo que son, lo que están haciendo, lo que logran. No dudan de
ellos mismos. Jamás. Tanta confianza y consciencia tienen, que escapan a las
formas que el mundo conoce, y se animan a crear ese mundo nuevo, a como de
lugar, como lo han venido haciendo, y como jamás lo habían hecho, también.
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