Atenco,
México, a diez años, nos invita a reflexionar
Por Silvina Pachelo.
2006-2016
México. El
pueblo de San Salvador Atenco, en el Estado de México, irrumpió en la
política nacional desde el 22 de octubre de 2001, cuando el entonces
Presidente Vicente Fox anunció la construcción de un nuevo aeropuerto en la
entidad, que estaba bajo el mandato de Arturo Montiel.
Para lograr la
expropiación de los terrenos que se tenían pensados para la obra que afectaba a
4 mil 375 familias con 5 mil 391 hectáreas (70% se ubicaba en San Salvador
Atenco, 25% en Texcoco y 5% en Chimualhuacán), a los ejidatarios se les
ofrecieron 7.20 pesos por metro cuadrado de tierra de temporal y 25 pesos por
metro de tierras de riego. No aceptaron.
Fue entonces
que los ejidatarios de San Salvador Atenco, encabezados por Ignacio del Valle,
se armaron con machetes y palos, luego tomaron la carretera Texcoco-Lechería,
se movilizaron y marcharon hasta el Zócalo capitalino. Así nació el Frente de
Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).
Lograron doblar
al gobierno de Fox, quien tuvo que revocar el decreto expropiatorio.
El movimiento creció
y se solidarizó con otros grupos. Se adhirió a la Sexta Declaración de la Selva
Lacandona del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y se sumó a la
Otra Campaña.
En el 2006 ya
con Enrique Peña Nieto como Gobernador del Estado México, las cosas se
complicaron aun más. Como los ciudadanos defendían con el cuerpo el espacio que
les querían expropiar, la decisión fue mortal. Tres
mil elementos de la entonces Policía Federal Preventiva (PFP) y de la
policía estatal llegaron al pueblo en un operativo que duró más de 10
horas y que dejó dos muertos, Javier Cortés de 14 años y Alexis Benhumea,
de 20 años, 50 heridos y más de 200 pobladores arrestados, entre ellos Ignacio
del Valle. Además, 26 mujeres denunciaron haber sido violadas por uniformados.
Las
voces del poder, justifican los hechos, alegando que “siempre se corren riesgos”. Peña Nieto dijo haber dado la orden
para restablecer el “estado de derecho”.
Las denuncias fueron: muertes injustas, vejaciones, golpizas, torturas,
privación de la libertad, abuso sexual a mujeres aun presas y violación a los
derechos humanos.
¿Cómo
reaccionamos cuando nuestros
representantes nos humillan, nos violan y nos matan? Estamos enfrentando una
crisis donde lo que nos queda es sobrevivir porque la vida cada día vale menos.
Menos acceso a la educación, al sistema médico, a la vivienda, a los derechos
humanos y sobre todo a la tierra para quien la trabaja. La esclavitud fue la
que facilitó la acumulación originaria del capital, a través del saqueo humano,
el trabajo esclavo y el despojo de la tierra. El vaciamiento cultural es parte
de lo que el sistema capitalista se propuso normalizar, la violencia, aplaudir
hechos infames y de torturas como normativas naturales, ese es el objetivo.
El nazismo fue
una práctica de colonialismo. Se propuso, castigar al bárbaro, al inferior, al incivilizado y rechazando la raza. Queda demostrado que gran parte
de la sociedad prefiere admirar al agresor y despreciar al agredido. Ya
domesticado el ciudadano no tiene forma de replantearse ni de revelarse ante el
sistema. Cada día la mirada eurocéntrica se va radicalizando en todos los
sectores y no se puede huir del agresor,
porque huir significaría estar fuera del sistema.
Walter Benjamín
habló de la obra de arte y la pérdida de su aura en la reproductibilidad
técnica. Ahora detengámonos en esta teoría y vamos a transpolar los acontecimientos que están ocurriendo en
nuestra actualidad.
El ensayo
de Benjamín está marcado, de una forma significativa, por un
concepto principal: la pérdida del aura en la obra de arte contemporánea. Y
entendemos aura como esa experiencia de distancia. Aunque esa distancia sea
breve, el aura se hace visible en la misteriosa totalidad de los objetos.
Es lo oculto, lo misterioso, lo que nos
da ese aura. No cabe duda de que Benjamín, al escribir este ensayo, tiene muy
presente el conflicto entre el arte comprometido y “el arte por el arte”.
Hoy las noticias que son los
acontecimientos políticos, sociales, culturales y de la farándula, nos llegan
por diferentes medios, Facebook, televisión, cable, watsap, Twitter etc. La
distancia se acorta más de lo esperado, es decir, no solo que el misterio
desaparece, no hay forma de asimilación posible. Velocidad y cantidad nos aleja
y nos espanta a la misma vez.
Ese fue el leitmotiv del capitalismo colonialista, entendió cómo trabajar
sobre nuestra forma de relacionarnos con el mundo de las imágenes y de la
información escrita, para que el
espanto, el desaliento, la angustia que nos produce el mundo y el nuevo orden
social, altere nuestra realidad emocional, convirtiéndonos en sujetos
alienados.
Lo que hace la reproductividad técnica es
que perdamos la tradición el registro histórico cultural, dice Benjamin: Las masas de hoy parece que
necesitan que todo les sea más próximo. Parece, pues, según este punto de vista, que hacer las
cosas más próximas sea “más humano”.
Evidentemente, esto no es cierto. Al hacerlo todo actualizable, se traspasa lo
único, de forma que se deja de lado. Todo puede ser copiado. Todo puede venir a
mi posición a través de la copia. Ya no tengo que buscar lo oculto de la copia,
porque ya no existe lo oculto. No hay ningún rastro, de este modo, de la
tradición que se esconde en cada poro de tela, en el yeso de una escultura, en
la obra que está distanciada.
El 11 de septiembre de 2001 se produciría un
espectáculo visual, que a modo de Mesías,
nos disparó un devenir catastrófico. Porque fue un atentado visual, un disparo
a la cabeza de quien vimos y revivimos cada medio segundo el mismo fotograma:
dos torres cayendo como castillos de naipes.
La velocidad con que nos llega la información implica
riesgos para la democracia y los derechos humanos. El miedo es un factor que el
sistema capitalista, aprendió a
desarrollar para tener a las sociedades bajo control, porque como sabemos el
miedo paraliza. Es la doctrina del shock.
Así la
maquinaria cibernética nos mutila las neuronas y convierte los sesos en excremento, la
peligrosidad de la velocidad de la información nos aleja no solo de la
realidad, sino de los acontecimientos in
situ. Los procesos son rápidos y los procesos de colonización vuelven y
recrudecen la situación en la que vivimos.
Dice Paul Virilio: a
partir de la Segunda Guerra Mundial encontramos dos datos que me marcaron
mucho. Lo que se llamó “la guerra relámpago” y la Shoá. “No se puede comprender
nuestra época sin la clarividencia funesta de la guerra total, es decir el
exterminio masivo de las poblaciones civiles durante los bombardeos, y también
en los campos de concentración. Lo que vivimos hoy se desprende de la
importancia de la velocidad en estos acontecimientos”.
Hoy los acontecimientos más violentos se dan en defensa de
la tierra. El caso Palestina, que los medios hegemónicos quieren enmascarar,
muestran una realidad atroz, no le cabe otro nombre que el de genocidio. Como
hace miles de años, los pueblos originarios defendían a punta de espada su
lugar que lógicamente les pertenecía, pero la forma que eligieron los expropiadores
es siempre la misma: profanar, desaparecer y matar. Hoy la defensa de la tierra
se convierte en una pesadilla, que no se termina de disuadir a pesar de los años,
a pesar de los muertos que dejó la colonización, aún así siguen vigentes los
modos que utiliza el estado para apropiarse y saquear la tierra.
Como dice Retamar: Nuestra
América Latina vivirá con una mirada de liberación o dominación, por eso
hoy nos convoca un tema actual: Atenco, México, a diez años, nos invita a
reflexionar cómo los síntomas del colonialismo reaparecen en cada nueva
violación a los derechos humanos. El régimen colonial, neoliberal y en muchos
casos genocida, instaló un sistema que sigue vivo, el racismo arraigado cada día mas a las
sociedades y en todos sus estamentos, el desprecio al nativo, la dominación, la
violación sexual, porque más allá de la violencia material quedan las psíquicas
que son las que quieren imponer a las nuevas generaciones.
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