¿Por qué
algunos se convierten en lo que combatieron cuando jóvenes?
Por La Voz del Anáhuac
Septiembre de 2016
¿Sabías que el actual gobernador represivo de Morelos, Graco
Ramírez en 1968 estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
UNAM? ¿Que fue parte del CNH y fue uno de los presos políticos del movimiento
de 1968? ¿Que entonces era militante de izquierda? Te preguntarás entonces ¿por
qué ahora es un represor de las luchas del pueblo? ¿Por qué se convirtió en
aquello contra lo que luchaba en 68? ¿La cárcel lo castró? ¿"Maduró"
y superó los delirios juveniles?
¿Traicionó sus principios? O simplemente se despojó, como muchos otros, de la
máscara libertaria. ¿Cuántos
exlíderes estudiantiles son ahora parte del Estado?
No es el único
caso. Desde entonces se sabía que Ayax Segura y Sócrates Campos Lemus
trabajaban para el gobierno. La misma noche del 2 de octubre señalaban desde la
mirilla de las celdas del campo militar Nº 1 a los detenidos sospechosos de ser
parte del CNH, indicando a Miguel Nazar Haro quiénes eran del CNH, de qué
escuela, de qué militancia de izquierda.
Otros se
transformaron paulatinamente, a medida que las organizaciones de izquierda se
institucionalizaron y comenzaron a saborear los beneficios de ocupar alguna curul,
algún cargo en el gobierno o desde los órganos de dirección de la izquierda
institucionalizada. Ahí vemos casos como el de Jesús Zambrano, que de militante
de la izquierda radical, pasó a ser parte de la cúpula perredista firmante del
llamado “Pacto por México”. A Zambrano
se le conocía en la Liga Comunista 23 de Septiembre como el “tragabalas”, pues una bala le cruzó el
rostro en un enfrentamiento con la “Brigada
Blanca”. Sí, en los 70’s Zambrano fue parte de la Liga Comunista 23 de
Septiembre, la organización guerrillera más combativa y radical de entonces. Como
muchos otros padeció cárcel y tortura. Pero también un proceso de
descomposición ideológica. De prisión pasó a la política partidista
oficializada. Hasta convertirse en parte de la cúpula perredista que luego se
conoció como “los chuchos”. Ahora van
de la mano del gobierno aprobando, justificando, convalidando las llamadas “reformas estructurales” que profundizan
el neoliberalismo, acatando las órdenes de los centros financieros
internacionales, despojando al pueblo de derechos fundamentales como el
trabajo, la educación y la salud, privatizándolo todo y entregando los recursos
nacionales a los capitales transnacionales.
¿Cuántos han
traicionado la sangre y la memoria de quienes cayeron en combate, de quienes fueron
torturados, desaparecidos, asesinados por el Estado? ¿Cuántos excombatientes
son ahora funcionarios del Estado y desde ahí reprimen al pueblo?
Pero no todos, los que no
fueron líderes, pero que combatieron en las barricadas al ejército y a la
policía entonces, siguen luchando, ahora están con el pueblo pues nunca
buscaron estar en puestos gubernamentales. De las barricadas del 68 unos se
fueron a la guerrilla, otros al pueblo, a las fábricas, los ejidos, los barrios
y ahí siguen, luchando, ya viejos, pues el tiempo no pasa en balde, pero su
corazón sigue donde debe estar: abajo y a la izquierda.
Quizá son pocos. Ni los
conocemos tal vez. Pero ahí están. Cuando pueden comparten su experiencia de
lucha con quienes les prestan oído. No hay otro afán que el de, en plano de
igualdad, compartir lo vivido, pues la lucha de ayer y la de hoy es la misma:
los mismos enemigos, las mismas dificultades, iguales engaños, pero también los
mismos objetivos, la misma lucha por la libertad, la verdad, la justicia, la
dignidad. Es otra etapa, es la del neoliberalismo, pero el sistema sigue siendo
capitalista. El eje sigue siendo la lucha de clases, la lucha contra la explotación,
contra el despojo, contra la represión, contra el desprecio.
Dicho sea de paso: se
cumplen este año 48 desde el movimiento de 1968. Hay mucho que reivindicar de
esa histórica lucha. No es sólo el dolor por la masacre del 2 de octubre en
Tlatelolco. Es también el poder de decisión de las bases desde las asambleas,
el no permitir la intromisión de los partidos políticos, las brigadas como
células de información popular y de combate ante la represión. Experiencia de
lucha antiautoritaria, de unidad desde abajo, de resistencia ante los peores
escenarios represivos, de no dar un paso atrás, sino llegado el momento, dar un
brinco hacia adelante, a otras formas de lucha, a la confrontación ya no sólo
contra un gobierno despótico, sino contra el sistema de explotación
capitalista, oponiendo la convicción de luchar por un sistema sin explotación,
sin opresión.
Poniendo todo el corazón y
la voluntad en aquella consigna levantada desde el 23 de septiembre de 1968, en
la resistencia contra la ocupación militar de las escuelas del Casco de Santo
Tomás: ¡Por nuestros compañeros caídos:
no un minuto de silencio, sino toda una vida de lucha!
El 2 de octubre no nos
detuvo. El 10 de junio de 1971 nos lo reconfirmó: ¡El pueblo es la fuerza motriz de la revolución!
Entonces muchos entendimos
que para avanzar en ese proceso no sería desde las escuelas desde donde
debíamos hacer conciencia, desde donde habríamos de construir organización,
sino con el pueblo, en las fábricas, en los ejidos, en los barrios proletarios,
con el pueblo trabajador.
Ahí nos vacunamos del
arribismo de los partidos políticos, de la corrupción del poder político, del oportunismo,
la simulación y la traición. Ahí comprendimos qué es ser pueblo, hacer pueblo,
estar con el pueblo.
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