Por Gearóid Ó
Loingsigh (*)
Red Latina sin fronteras
Publicado: 31 agosto, 2016
En junio de este año, las
FARC y el gobierno de Colombia anunciaron el fin del conflicto armado y el 24
de agosto 2016, firmaron el Acuerdo Final entre las partes. En ambas ocasiones
el anuncio fue recibido con alegría, lágrimas, besos, abrazos y un estado de
exaltación entre la multitud que la veía en pantalla, un gran jolgorio. Parecía como una de esas reuniones
carismáticas de predicadores tele-evangelistas en los EE.UU. Igual que en esas reuniones, no cabía la
duda, la fe exigía una creencia ciega en lo anunciado y él que discrepaba,
dudaba o simplemente tenía alguna pregunta está condenado a las llamas eternas
del infierno.
La manera en que las ONG y los mal llamados “intelectuales de izquierda” han abordado el tema de la paz, es
como una de esas iglesias, y no obstante alguno que otro artículo o declaración
que habla de la necesidad de discutir la paz, lo que menos se puede hacer es
discutirla de forma crítica. Quieren “discutir”
la paz de la misma forma que un evangélico discute un versículo de la Biblia, o
un musulmán fundamentalista el Corán, es la realidad que debe estar equivocada
y no el versículo del texto sagrado, en nuestro caso, el Acuerdo Final. Pero nos incumbe discutirla.
La Paz que nos espera
¿Qué clase de paz nos espera?
¿Cuáles son los alcances de esa paz? Y ¿la izquierda realmente está pensando en
seguir luchando después de la firma de la paz?
Son preguntas que nos deben preocupar. Las declaraciones hechas en La
Habana por el comandante de las FARC nos arrojan algunas luces sobre lo que
ellos están pensando y el camino que piensan trazar.
En el discurso anunciando el final de conflicto, Timochenko dijo que las
fuerzas armadas fueron las adversarias de las FARC “en adelante tenemos que ser
fuerzas aliadas por el bien de Colombia. Su infraestructura y recursos pueden
ponerse al servicio de las comunidades y sus necesidades, sin desmedro de sus
capacidades para cumplir su función constitucional de guarnecer la frontera”.
No es una descripción fortuita, las FARC realmente creen que las fuerzas
represoras del Estado serán aliados de
ellos y por extensión del pueblo colombiano.
El comandante del Ejército tiene otra opinión del asunto y lo describe
mucho mejor que Timochenko.
En unas declaraciones a El Tiempo
el general Mejía botó la siguiente perla.
Esta es la transformación de
un Ejército que entiende que ganó la guerra. Un Ejército que tiene la estatura,
la moral y ética para cuidar, ahora, al enemigo de 52 años. La ONU y las FARC
han pedido que ahora en su concentración al llegar al fin del conflicto, y
mientras hacen ese tránsito de la ilegalidad a la legalidad que las proteja los
soldados colombianos…
Para nosotros no es una
humillación, para nosotros es un honor porque quien las cuida es quien ganó la
guerra, porque quien las cuida es quien queda con las armas, quien las cuida es
quien viste los uniformes de la República.[1]
Es decir, ellos custodian a las FARC. Decir que son aliados es como decir que el INPEC es aliado de los presos
recluidos en las cárceles colombianas. Pero el asunto es más de fondo y no
sobre quién protege a quien. Pues a fin de cuentas, eso es sólo una
muestra visible de la realidad de una organización derrotada, algo que el mismo
general resaltó unos días más tarde.
Al término de los 180 días de
las zonas veredales de tránsito a la normalidad, el Ejército que queda con las
armas es el de la República de Colombia. El Ejército que seguirá portando los
uniformes de la patria, es el Ejército Nacional. El Ejército que seguirá
luchando por la seguridad de los colombianos es el Ejército que ganó la guerra.[2]
El general nunca habla de ser aliado
de nadie sino de servir al Estado colombiano y todo lo que eso implica.
Pero hay que preguntar a las FARC si ese nuevo supuesto aliado de ellos y el pueblo es un aliado en todo. Parece que las FARC creen que sí. A los pocos
días de declarar el fin del conflicto, el ministro del posconflicto Rafael
Pardo (el mismo hombre que legalizó al paramilitarismo en 1994 bajo la fachada
de las Convivir) anunció incentivos
tributarios para las empresas que inviertan en las llamadas zonas del
posconflicto. Según Pardo, “Son las zonas que todo el mundo conoce, las
zonas que han tenido conflicto, que por razones del conflicto han tenido
oportunidades restringidas, regiones como el Pacífico Colombiano por ejemplo, o
el Chocó o zonas del Nudo de Paramillo”.[3]
¿Qué clase de empresa invertirá en esas zonas, algunas de las cuales son
remotas? Empresas mineras y petroleras
para comenzar. El jefe de Ecopetrol ya anunció que el fin del conflicto abrirá
zonas del país a la prospección energética, zonas que hasta hoy son vedadas a
esas empresas. También llegarán empresas del agro-negocio, de palma africana y
caña de azúcar entre otras. Aquí no
estamos inventando nada, los intentos de empresas extranjeras como Cargill y
empresas nacionales como los ingenios caucanos de apoderarse de tierras en esas
zonas, ya es de conocimiento público y ha provocado largos debates. La ley de las ZIDRES es una prueba de los
planes del gobierno. Timochenko refirió a esa ley en su discurso. Son zonas donde los campesinos no entran a
jugar sino las multinacionales. Cuando
lleguen esas empresas, llegaron protegidas y acompañadas por las fuerzas
estatales. ¿Será el Ejército un aliado
de las FARC y el pueblo en ese momento también?
Una pregunta que las hinchas del proceso nos deben responder. También si
una protesta campesina frente a las Zidres altere la paz, ¿qué dirán? Podemos
decirlo ya. Pedirán a los campesinos que
acaten a la ley y el orden en nombre de
la paz.
Las FARC están definiendo el futuro de los conflictos sociales,
legitimando no sólo el Estado sino sus fuerzas represivas, que tanta sangre de
dirigentes sociales han derramado en los últimos 50 años. No se quedaron en
eso. También están legitimando el imperialismo gringo y preparando el país por
una nueva, pero a la vez, no tan nueva relación con los EE.UU. y de paso sus
multinacionales. No hay que decir que
las FARC igual que las ONG y los
“intelectuales de izquierda” ya tienen muy buena opinión del imperialismo
europeo, algo que es de vieja data, aun cuando el papel de las petroleras
europeas en el conflicto es bien conocido.
En una entrevista concedida a la televisión rusa, Timochenko dijo:
Para nosotros está claro que
este proceso se está dando gracias al visto bueno de los EE.UU. Al fin y al cabo, fueron los EE.UU. quienes
metieron un impulso grande al conflicto en Colombia en la implementación del
Plan Colombia, destinaron más de 10.000 millones de dólares, pero igualmente
destinaron a asesores, mercenarios que estuvieron haciendo inteligencia,
asesorando a las distintas unidades militares.
En la guerra se involucró con todo lo que tenía… acompañado de
Inglaterra e Israel y no pudieron derrotarnos.
¿Qué estamos viendo? Que está involucrando en intentar alcanzar la paz,
por eso no pierde su naturaleza, su naturaleza [imperialista] se mantiene.[4]
Reconoce la naturaleza de los EE.UU. pero cree en sus bondades a la hora de alcanzar la paz en
Colombia, mientras bombardea a Irak, Siria y Afganistán y además cree que ellos
y el Estado colombiano reconocen su error de bombardear a Marquetalia. No hay nada que indique esa voluntad de paz ni reconocimiento de uno
o varios errores en el pasado. Lo que ha
cambiado es la “amenaza” que
representan las FARC para los gringos.
No es por nada que en 2006 las FARC mandaron un mensaje verbal a Uribe,
a través de Henry Acosta que decía “Dígale
al Presidente Uribe que no estamos ni por la toma del poder ni porque éste sea
un país socialista. Estamos por una economía de bienestar con equidad justica
social”.[5] Lejos están las luchas por la tierra, y la justicia social reemplaza
cualquier pretensión socialista. Claro, las ONG, no obstante sus declaraciones,
en la práctica no creen en la justicia social y, por supuesto, menos en el
socialismo, y así están muy
contentos. Creen en su propio bienestar
y piensan lucrar de la paz como lo han hecho de la guerra.
El comienzo de un nuevo camino
Iván Márquez presenta una
imagen de las negociaciones que no sólo dista de la realidad de las FARC sino
niega el papel que han jugado las organizaciones campesinas, obreras y de
derechos humanos a lo largo de los
últimos 50 años. Según ese comandante de las FARC.
El acuerdo de paz no es un
punto de llegada, sino el punto de partida para que un pueblo multiétnico y
multicultural, unido bajo la bandera de la inclusión, sea orfebre y escultor
del cambio y la trasformación social que claman las mayorías.
Hoy estamos entregando al
pueblo colombiano la potencia transformadora, que hemos construido durante más
de medio siglo de rebeldía, para que, con ella, y la fuerza de la unión,
empiece a edificar la sociedad del futuro, la de nuestro sueño colectivo, con
un santuario consagrado a la democracia, a la justicia social, a la soberanía y
a las relaciones de hermandad y de respeto con todo el mundo.[6]
Bonitas palabras (y el resto del discurso es más bonito todavía), que se
dedique a la escritura una vez desmovilizado, pero lo que dice no es cierto.
Puede que tenga razón sobre el punto de partida, el tiempo nos dirá, aunque no
lo parece. Sin embargo, no es cierto que ellos están entregando una “potencia transformadora”, pues el
pueblo siempre la ha tenido, y las organizaciones campesinas y obreras lo han
demostrado muchas veces, en los paros, las protestas y en las muertes que ellas
han puesto, no están empezando a edificar una sociedad nueva, sino llevan más
tiempo que las mismas FARC en construirla.
Curioso que las FARC igual que el Estado niegan la agencia que las
comunidades han demostrado repetidamente.
Es obvio que el conflicto no termina, no sólo porque el ELN no ha
acordado nada con el gobierno, sino porque los conflictos sociales continúan y
el Estado reserva el derecho a responder ante las movilizaciones de la
población, con mecanismos legales (Policía, Ejército, Fiscalía) y extralegales
como los paramilitares. Dos días después de firmar el Acuerdo Final, un
dirigente A’wá fue asesinado en Tumaco y justo en horas de dar una última
revisión a este artículo llega la noticia del asesinato de tres campesinos en
el municipio de Almaguer, Cauca, donde las empresas mineras están intentando
entrar. Los “intelectuales de izquierda”
quienes han guardado un silencio sepulcral sobre los problemas de lo negociado
en La Habana, apenas ahora comienzan a señalar que no es el fin del conflicto y
no resuelve todo, es decir resuelve bien poco o nada, pero da la oportunidad de
trazar un camino distinto. En cierto sentido tienen razón, pues la opción
armada desaparece para muchos, pero sólo se puede trazar un camino distinto si
se quiere. Ya sabemos que las FARC no
están pensando en eso y existen muchas razones para pensar que esos “intelectuales de izquierda”, las ONG y
muchas organizaciones tampoco lo están pensando. Si no fuera así, habrían dicho algo sobre el
acuerdo agrario que se limita a reiterar la legislación vigente sin mayores
cambios. Su silencio desde su
publicación nos dice todo sobre lo que podemos esperar de ellos sobre este y
otros puntos. Son fieles al Estado, no
al pueblo.
El ELN y la Paz
El ELN publicó un comunicado
en que decían que primero no se sentían cobijados ni obligados a nada por el
contenido de los acuerdos firmados por las FARC. Esto es obvio, pues es una organización
distinta, con una historia propia, un recorrido propio y con una ideología
propia, no obstante los puntos en común.
También dijeron que los acuerdos no solucionan nada y exculpan al Estado
de su responsabilidad.
Se evidencia que el objetivo principal de la comandancia de FARC, es
convertirse en una organización legal, aceptando unos acuerdos que exculpan al
Estado de su responsabilidad en el desarrollo de la guerra sucia y el
Terrorismo de Estado, a la vez que deforman los fundamentos esenciales del
Derecho a la Rebelión. Así, el gobierno niega la naturaleza política del
alzamiento armado y mantiene intacto el régimen oprobioso de violencia,
exclusión, desigualdad, injusticia y depredación.[7]
El comunicado dio paso a una reacción furiosa de las ONG e “intelectuales de izquierda”
lloriqueando por el atrevimiento de los elenos de no someterse al Estado y
además criticar el vacío contenido de lo acordado en La Habana. Camilo González
Posso reconoció que las demandas del ELN son temas que han sido abordados por
académicos y otros, pero a la vez expresó su preocupación que el ELN estaba
pidiendo demasiado, algo no alcanzable.
La Declaración del ELN expresa discrepancias con la esencia de los
acuerdos alcanzados por el Gobierno y las FARC en La Habana. Es una discusión
conocida y sobre la cual se deberá entrar en detalle en temas como los de
justicia, participación o alcance de las reformas en materia rural, política,
verdad o de los derechos de las víctimas. Si estuvieran “de acuerdo en lo esencial”
otra sería la realidad de las negociaciones. Lo cierto es que el ELN pretende
lograr en la mesa más de lo que han logrado las FARC en reformas sociales y
pactar el enjuiciamiento al Estado para que reconozca su responsabilidad en la
guerra sucia y el genocidio, como parte del terrorismo oficial. Todas esas
pretensiones pueden entenderse como entrada al proceso pero no deberían
asumirse como líneas rojas pues es poco probable como están las cosas que el
gobierno pacte en Quito una condena por terrorismo de Estado que no se ha
podido lograr en 20 años de movimientos sociales y reclamos nacionales e
internacionales.[8]
Otros fueron más enfáticos en su condena a los atrevidos elenos. Por su parte Lucho Celis denunció al ELN en
términos que serían de risa en otro contexto, los cuales nos dan una muestra
por dónde van los ongeros en la
paz. Replican una vieja frase “quién no está conmigo está contra mí”. Según Celis:
Hay que abonarle al ELN su
claridad para decir que no comparte este acuerdo de paz, lo cual lo ubica en
identidad con el uribismo. Así difieran en sus argumentos, lo cierto es que en
el extremo izquierdo donde está el ELN hay distancia y crítica frente al
proceso con las FARC, al igual que en el extremo derecho donde se ubica el
Centro Democrático y el liderazgo de Álvaro Uribe.
…el ELN se ha afincado en una
agenda maximalista como derrotero para la solución negociada y quiere que el
futuro acuerdo de paz toque todos los temas que desde su ideario político y
comprensión de futuro considera que deben ser cambiados, así como incluir “las
transformaciones necesarias para modificar la realidad del país”.[9]
Aquí tenemos un perfecto ejemplo de lo que significa la paz para los ongeros, “intelectuales de izquierda” y demás hinchas del proceso. No hay que hablar de transformaciones
sociales, eso es maximalismo y las
comunidades que pelean por la tierra, contra la gran minería etc., son el
espejo de una extrema derecha liderada por Uribe.
Hay que tener algo claro, en lo socio-económico Uribe y Santos no tienen
ni la más mínima diferencia, es una de las repetidas mentiras de las hinchas del proceso que hay dos modelos
de país en discusión. El segundo punto
es que Celis, señala, quiéralo o no, como lo han hecho los medios a lo largo
del conflicto. Hay un enemigo interno y
si uno no acepta la propuesta del Estado es el aliado del enemigo o fantasma de
turno que se invente. La nueva mantra es
la paz, y hay que repetirla una y
otra vez y aceptarla sin críticas, ¡todos
por la paz como sea! peluqueros por la paz, pasteleros por la paz, pero no
habrá prostitutas por la paz, esa corona la robaron un cortejo de los mal
llamados intelectuales hace mucho
tiempo.
Si el ELN se equivoca en algo con su comunicado es que llegó cuatro años tarde. El punto en que nos encontramos hoy era
previsible y algunos lo señalamos desde bien temprano en el proceso. De haberlo hecho antes, el ELN pudo comenzar
un debate público sobre los alcances de un proceso de paz con las FARC y
también con ellos. Si los “intelectuales de izquierda” hubiesen
analizado y criticado públicamente el proceso, si hubiesen bregado por un
proceso abierto, si hubiesen discutido críticamente los acuerdos, hoy
tendríamos otro debate y podríamos proponer una Asamblea Constituyente, tal
como las hinchas del proceso nos
aseguraron las FARC no sólo iban a conseguir sino que no aceptarían menos. No fue ni la primera ni la última mentira que
se les cayó de la boca.
Asamblea Constituyente
La idea de una Asamblea es
buena, puede reunir a distintos sectores de la sociedad, sectores de izquierda
y sectores democráticos, quienes no abundan en el país pero sí existen. Circulan por internet unos artículos del ex
presidente de la Corte Constitucional, Jaime Araujo Rentería, donde clama por
una Asamblea Constituyente, en vez del Plebiscito convocado por el 2 de
octubre. Sus argumentos son sólidos, es
más democrático, se puede discutir el futuro del país y a diferencia del
plebiscito no es un escenario donde tenemos que aceptar o rechazar todo. Sin embargo, el gobierno rechazó esa idea
hace rato y las FARC se arrodillaron sobre este punto enseguida. Es de notar que uno de los problemas en el
proceso con el ELN es precisamente su insistencia en mecanismos de
participación del pueblo. Las FARC, sin
embargo, como buenos estalinistas no tienen mayor problema en excluir al
pueblo.
Sin embargo, una Asamblea Constituyente, no nace de la nada. Tiene que surgir como parte de un proceso y
una demanda popular. Empero, este
proceso se hizo a espaldas del pueblo y realmente no hay demandas populares,
sino demandas de las ONG.
El Plebiscito
Entonces, el 2 de octubre
Colombia votará sobre el Acuerdo Final.
O eso dicen. La realidad es más
compleja. No existe ninguna alternativa
real al Acuerdo Final, no hay opciones reales en el plebiscito, es sí para
poner fin a la balacera con las FARC o no para seguir en ese conflicto. La llamada opción de Hobson, eso o nada. Es probable que la gente vote que sí, pues a
fin de cuentas ¿quién quiere la guerra?
Pero en la práctica no hay una votación sobre el contenido del Acuerdo
Final, no habrá una discusión sobre eso.
¡Y menos mal! Pues se garantiza impunidad
para los militares, un no rotundo, a una
reforma agraria, y una impunidad total
para los empresarios que financiaron a los paramilitares o mandaron matar, por
nombrar solo tres cosas. Si los
colombianos tuviesen que votar sobre el contenido del Acuerdo Final sería
problemático. Hay organizaciones
sindicales como Sinaltrainal quienes discrepan con varias partes del Acuerdo
Final pero dicen que votarán que sí, y piden una Asamblea Constituyente. Además afirman que no quiere decir que ellos
aceptan las políticas sociales del Estado y el gobierno de Santos ni que
acepten las violaciones de sus derechos, por el simple hecho de formar parte de
los acuerdos.
Pero es diciente, después de cuatro años negociando en La Habana, el
país no va a votar sobre lo negociado sino sobre poner fin a la balacera con
las FARC o no. La izquierda y las
organizaciones sociales no están debatiendo los méritos de lo acordado, porque
saben que poco o nada tienen de bueno.
No existe una condena más contundente de las negociaciones de los
últimos cuatro años, que al fin de cuentas a nadie le importan a la hora de
votar. La envergadura de la derrota de las FARC se ve en la irrelevancia del contenido
de sus acuerdos en la vida nacional.
Bienvenido el fin del militarismo de las FARC, nada grato el reformismo
que lo reemplaza.
NOTAS:
[1] El Tiempo
(24/08/2016) ‘Cuidar a las FARC no es
humillación, es el triunfo sobre el enemigo’
[2] El Tiempo
(29/08/2016) ‘El ejército que quedará con armas es el de la República de
Colombia’ entrevista con María Isabel Rueda
[3] RCN (17/06/2016) “Habrá
incentivos tributarios para empresas que inviertan en zonas de posconflicto”:
Consejero Rafael Pardo:
[4] RT (29/08/2016) Detrás de la noticia: Entrevista exclusiva con
Timoleón Jiménez ‘Timochenko’, con
Eva Gollinger:
[5] Jesús Pérez González-Rubio, Semana (25/08/2016) La paz es el camino:
[6] Discurso de Iván Márquez, La más
hermosa de todas las batallas
[7] ELN (08/08/2016) Por la Paz, la
Resistencia Continúa: Declaración de la Dirección Nacional y el Comando
Central, del Ejército de Liberación Nacional
[8] González Posso, G. (08/08/2016) El ELN y La Paz Completa:
[9] Celiz, L.E. (17/08/2016) Las condiciones del ELN para negociar:
¿convicción o estrategia?
ACUERDO FINAL PARA LA TERMINACIÓN DEL CONFLICTO Y LA CONSTRUCCIÓN
DE UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA
(*) Gearóid Ó Loingsigh,
investigador irlandés y autor de Una
mirada desde el sur, que ha llevado a cabo varios estudios sobre la minería
en Colombia, que explican qué efectos tiene en Suárez la extracción de oro a
cielo abierto. También tiene realizados varios textos sobre las consecuencias
sociales de la minería de oro en regiones del país, la utilización de agua en
esta y sus efectos sobre las comunidades.
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