La Voz del Anáhuac
30 de julio de 2016
El Comité Olímpico Internacional eligió a Brasil como sede
para los XXXI Juegos Olímpicos en 2016.
En 1968 fue el
turno de México, para los XIX Juegos Olímpicos.
México y Brasil
son los dos primeros países de América Latina que han sido designados para ser
sede de las Olimpiadas, torneo multideportivo mundial al que se le ha dado
simbolismo de paz y armonía entre los pueblos del mundo.
Sin embargo,
tanto en México como en Brasil estos eventos han transcurrido en medio de
conflictos sociales.
Recordemos que
en México, en 1968 estalló un masivo movimiento estudiantil-popular de protesta
contra el autoritarismo, contra la brutalidad policíaca, por las libertades
democráticas. Desde 1958 se habían sucedido diversos movimientos gremiales
(ferrocarrileros, maestros, médicos, telefonistas, telegrafistas, electricistas,
copreros) todos reprimidos por el ejército o por la policía. Se contaba ya con
una gran carga de afrentas y agravios. Centenares de luchadores sociales habían
sido encarcelados. Dirigentes ferrocarrileros, magisteriales, médicos, purgaban
largas condenas en prisión. La posibilidad de luchar de manera civil y pacífica
era cada vez más estrecha.
En mayo de 1962
había sido asesinado el líder agrarista Rubén Jaramillo, heredero de la causa
zapatista en Morelos que recurrió a la lucha armada, de manera intermitente
desde 1940, hasta que tras aceptar la amnistía por parte del gobierno de López
Mateos, fue asesinado a traición junto a su esposa embarazada y sus dos hijos.
En 1965, en Chihuahua
había surgido ya un primer brote guerrillero socialista. Se luchaba por el
reparto agrario en Chihuahua, estado donde los terratenientes seguían siendo
los mismos desde el porfiriato. Del reclamo agrario pasaron a la toma de las
tierras, siendo brutalmente reprimidos por el ejército. Arturo Gámiz, profesor
rural, junto con campesinos, profesores y normalistas vio que no había ya otro
camino que el de la lucha armada por la revolución socialista. El 23 de
septiembre de 1965 el Grupo Popular Guerrillero intentó tomar el cuartel
militar de Ciudad Madera, pero fue masacrado.
En mayo de 1967, Lucio
Cabañas Barrientos, profesor rural, logró salir con vida de una emboscada
policíaca que pretendía asesinarlo durante un mitin con padres de familia
frente a una escuela. Tuvo que refugiarse en las montañas y desde ahí inició la
formación del Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento,
pues estaba claro que ya no le quedaba más camino que el de las armas.
En abril de 1968 un comando
guerrillero rescató de la prisión a Genaro Vázquez Rojas, también profesor
rural y luchador cívico guerrerense, que perseguido, no encontró otra
alternativa que alzarse en armas.
Lucio Cabañas y Genaro
Vázquez, aunque en el mismo estado de Guerrero y en el camino de la lucha
armada ambos, siguieron caminos distintos, con sus respectivas organizaciones.
La relación con el Partido Comunista fue un punto discordante. Lucio, cuando
fue normalista y llegó a ser dirigente de la Federación de Estudiantes Campesinos
Socialistas de México, fue también militante del PCM. Pero al alzarse en armas,
el PCM pretendió que fuera su brazo armado. Lo cual para Lucio resultó contradictorio
e incongruente, pues era claro que el PCM apostaba por la vía electoral.
Genaro, en cambio tenía buena relación con el PCM desde que fue parte del
Movimiento de Liberación Nacional, frente amplio que abarcaba diversos sectores
de la izquierda, donde la oficial, la de “izquierda
dentro de la constitución” y el Partido Popular Socialista tenían cabida.
Cuando estalló el
movimiento estudiantil-popular en julio de 1968, los medios comerciales y
oficialistas, lo acusaron de ser una “conjura
comunista” que pretendía sabotear las olimpiadas. También se manejó que era
un “complot de la CIA”, que políticos
resentidos le “echaban leña al fuego”
para “quemar a sus adversarios frente a
la sucesión presidencial”. Esas y otras estupideces se dijeron en los
medios entonces.
Sí se cuestionaba el
despilfarro que se realizaba para ser sede de los juegos olímpicos. Incluso se
coreaba en las manifestaciones “no
queremos olimpiada, queremos revolución”. Pero en ningún momento hubo
acciones encaminadas a impedir los juegos olímpicos.
Se luchaba por liberar a
los presos políticos, porque se derogaran los artículos 145 y 145 bis del
Código Penal (utilizados para encarcelar a luchadores sociales), porque
desapareciera el cuerpo de granaderos (el más brutal cuerpo represivo), porque
se deslindaran responsabilidades entre funcionarios del gobierno responsables
de la represión y porque se indemnizara a las familias de los estudiantes asesinados
en el transcurso del movimiento.
Pero el hecho mismo de no
poder controlar el movimiento, de que este hubiera resistido desde los últimos días
de julio hasta principios de octubre, pese a que la Ciudad Universitaria, y el
Casco de Santo Tomás hubiesen sido tomados por las fuerzas armadas, al alto
costo de gran número de muertos, desaparecidos, encarcelados y perseguidos,
aunado al estúpido criterio oficial del “principio
de autoridad”, hizo que el gobierno decidiera acabar ya con el movimiento
el 2 de octubre (faltando sólo 10 días para la inauguración de la XIX
Olimpíada) con la masacre de centenares de estudiantes y pueblo en la Plaza de
las Tres Culturas de Tlatelolco.
Esa masacre no logró
doblegar la rebeldía. La resistencia se mantuvo dos meses más, la huelga se
levantó hasta el 4 de diciembre.
Durante los juegos
olímpicos las brigadas estudiantiles y populares, muchas de ellas trasladadas a
los barrios, continuaron realizando acciones de protesta, de denuncia, llamando
al pueblo a organizarse y a luchar ya no sólo contra el gobierno, sino contra
el sistema capitalista. Eran cada vez más los activistas que tenían claro que
no habría ningún diálogo, que del gobierno no había que esperar nada más que no
fuera más terrorismo estatal, más muertes, más torturas, más cárcel, más
desapariciones forzadas.
En México, 48 años después de las olimpiadas de 1968, todavía cargamos con el impuesto por la tenencia de automóvil, impuesto que se origina en el supuesto de que, con su cobro, el erario recuperaría lo gastado en la construcción de las instalaciones olímpicas. Esta no es más que una muestra del abuso del corrupto Estado mexicano hacia el pueblo mexicano.
Ahora, a unos cuantos días
de que sean inaugurados los juegos olímpicos en Brasil, nos enteramos de que
allá hay protestas de los jóvenes y del pueblo. Al igual que en México hay
represión, muchos encarcelados, golpeados, asesinados. Allá sí se protesta abiertamente
contra el gasto que se hace para ser sede olímpica, pues muchas carencias en
alimentación, en salud, en educación y en servicios hay. Hemos visto en años
anteriores otras luchas del pueblo brasileño. Las protestas contra el aumento a
las tarifas del transporte público (junio de 2013) y las protestas durante la
Copa Mundial de futbol (junio de 2014). Ahora el movimiento social brasileño,
pese a todo el despliegue policíaco y militar, es contra la celebración de la
Olimpíada. Estaremos al pendiente y dispuestos a difundir la información, las
denuncias, las proclamas, lo que sea necesario para manifestar nuestra
solidaridad con el pueblo brasileño.
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