Uruguay: A 185 años de la masacre de Salsipuedes, todo está guardado en la memoria y el alma del pueblo
A 185 años de
Salsipuedes, todo está guardado en la memoria y el alma del pueblo
Gabriel -Saracho-
Carbajales,
Red Latina sin fronteras
Montevideo, 11 de Abril de
2016
“(…) Desde hace un tiempo asistimos en el país a una floración de
iniciativas destinadas a la exaltación de la tribu charrúa. No hemos heredado
de ese pueblo primitivo ni una palabra de su precario idioma, ni el nombre de
un poblado o una región, ni aun un recuerdo benévolo de nuestros mayores,
españoles, criollos, jesuitas o militares, que invariablemente les describieron
como sus enemigos, en un choque que duró más de dos siglos y les enfrentó a la
sociedad hispano-criolla que sacrificadamente intentaba asentar familias y
modos de producción, para incorporarse a la civilización occidental a la que
pertenecemos. (…) Su leyenda se
adentró en el imaginario colectivo, en tiempos en que la afirmación de la
identidad nacional reclamaba de mitología. Hoy, a dos siglos casi de existencia
independiente, parecería llegada la hora de que la historia supere el mito,
pero desgraciadamente, como en tantas otras cosas, venimos involucionando (…)”. (Párrafos iniciales del editorial de “El País” del 19 de abril de 2009,
titulado “El Charruismo”, firmado por
Julio Ma. Sanguinetti).
En su florido estilo de
tinterillo compulsivo, el cretino que escribió lo que antecede -si es que a un
ex “primer mandatario” se le puede
diagnosticar tamaña patología en el orden moral- lo hizo pulsando el teclado
para el diario oligarca, hace 7 años, con la misma fiereza fascistoide y
triunfalera con la que el 11 de abril de 1831 los milicos Rivera y asociados
-pioneros de la “doctrina de la seguridad
nacional”- le ponían el broche de oro a la miserable traición a la
Revolución Oriental, en Salsipuedes, con la despiadada cacería de los pocos
centenares de charrúas que habían podido sobrevivir a la “redota” y al destierro de Artigas, sin convertirse en traidores
enemigos de sí mismos y del ideal de una Patria Grande anticolonialista y
antilatifundista.
No parece nada saludable
la pretensión de honrar la memoria de aquellas Compañeras y aquellos Compañeros
“primitivos” a 185 años de su
masacre, transcribiendo y comentando disparateos aberrantes de cagatintas
profesionales de frívola erudición y aureola de adustos “intelectuales”.
Pero sí parece saludable
tener presente que “reflexiones” como la mencionada sirven para ver claramente
cómo la crema ya muy rancia de la miniburguesía, inútil, garronera y genuflexa
ante cualquier “corona”, lleva en sus
entrañas, sofrenado pero indisimulado, ese odio de clase del que ella misma ha
nacido al fragor del abuso, la violencia y la mentira que desparraman hasta
para referirse a hechos históricos y connotaciones históricas reales, que no
son la invención febril de enamorados del “indigenismo”
o de pueblos cautivados por los intérpretes “ultras”
de nuestro pasado -el de hace 185 años o el reciente- de lucha frontal y
ejemplar contra el despotismo y sus auxiliares educados para la tortura y la
muerte.
La manera más justa y necesaria
de recordar a los caídos en Salsipuedes, es la de recordarlos y reivindicarlos
como parte entrañable del pueblo oriental; como eso: Compañeras y Compañeros,
queridos Compañeros de lanza y boleadoras, pertenecientes a un pueblo mil veces
golpeado por derrotas, debilidades, trágicos tropiezos, apostasías
imperdonables y unos cuantos travestismos éticos, que, sin embargo, no han
podido destruir sentimientos y convicciones que jamás podrán entrar en la testa
mareada y el alma descompuesta de más de un ex “primer mandatario” (¿o mandadero?) devenido en tal mediante el
engaño y la falsedad “mediatizada”.
Que rebuznen nomás los
ignorantes que dicen que nada nos dejaron los negros, los zambos y los indios
de la derrotada Banda Oriental; que vociferen los energúmenos que hoy, 11 de
abril, no sienten aunque sea un poquito el dolor retroactivo producido por el
sentido épico de la lucha, el amor propio colectivo y la moral revolucionaria
transmitida generación tras generación, de un pueblo al otro, de un barrio al
otro, de una escuela a la otra, de un lugar de trabajo al otro… pues la moral
revolucionaria nace, se robustece y perdura, sin casi darnos cuenta, en el
simple gesto de mencionar y no dejar en el olvido, a quienes cayeron no para
erigir y consagrar esta sociedad de la miseria y el crimen, sino por resistirla
y por no sucumbir a las tentaciones de trocar una vida sacrificada pero digna,
por los espejitos de colores de la opresión.
¡Respeto y honor a los
masacrados por el flamante Estado de 1831 llamado ROU! ¡Condena eterna a los
traidores de nuestra Revolución inconclusa! ¡A los de ayer y a los de hoy! ¡Luchemos
sin desmayos por la impostergable Patria Grande, anticolonialista,
antilatifundista y socialista, a la que odian los mismos “dotores” que justifican Salsipuedes y ridiculizan “el charruismo”!
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