Destruirá la
construcción del nuevo aeropuerto un hábitat insustituible.
Estará a 2 kilómetros
de un lago con miles de aves: analistas.
César Arellano García
Periódico La Jornada
Jueves 21 de abril de
2016, p. 37
Con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la
Cuidad de México (NAICM) se destruirá un hábitat insustituible y habrá mayor
sobrexplotación de los mantos acuíferos, aseguraron especialistas y pobladores
de comunidades aledañas.
Durante un foro que se
realizó en la Casa Lamm sobre las consecuencias sociales y ambientales de una
obra de esta magnitud en la zona, José Luis Rico, del Observatorio Regional
Ciudadano de Desarrollo Sustentable de Texcoco, señaló que al gobierno federal
no le importa lo que digan expertos ni las protestas de la sociedad civil.
Las autoridades continúan
empecinados en llevar a cabo este megaproyecto a pesar de la observación
técnica que explica por qué no debe construirse el aeropuerto sobre un antiguo
lecho lacustre que sufre serios hundimientos diferenciales y que mantiene
graves riesgos de inundaciones. Pero además, comentó, la contaminación
ambiental se incrementará debido a las numerosas operaciones aéreas.
Fernando Córdova Tapia,
del Instituto de Biología e integrante de la Unión de Científicos Comprometidos
con la Sociedad, explicó que la nueva terminal devastará lagos y que además de
pistas de aterrizaje y despegue también se edificarán centros comerciales, lo
cual no se incluyó en la manifestación de impacto ambiental.
Al presentar el estudio
Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, manifestación de cinismo
ambiental, añadió que el lago Nabor Carrillo colinda con el predio del nuevo
aeropuerto y es uno de los ejemplos más exitosos de restauración ecológica en
México.
Explicó que la colisión
entre aves y aviones es un problema severo en los aeropuertos a nivel
internacional y ha generado accidentes lamentables, y en el caso del NAICM las
pistas estarán a dos y medio kilómetros de una zona en la que al año llegan 120
mil aves, cuando los estándares internacionales establecen al menos 7.5.
Estas y otras razones, como la
destrucción de la vida agraria, el tejido social, la cultura y la historia de
los pueblos de la región, el despojo de la tierra y el territorio, el desplazamiento
forzado de la comunidades originarias, la terquedad del gobierno, alentada por
un irracional revanchismo y una voraz ambición, han sido reiteradas una y otra
vez, en todos los espacios posibles por los incansables luchadores sociales que
integran el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, entre los que sin duda
destacan los ejidatarios de San Salvador Atenco.
Agotando recursos legales, haciendo causa común con otros
pueblos que también están amenazados por megaproyectos neoliberales de despojo,
destrucción y muerte (carreteras, presas hidroeléctricas, minería a cielo
abierto, fracking, parques eólicos y otros), el Frente de Pueblos en Defensa de
la Tierra ha manifestado públicamente que no permitirán esta barbarie
neoliberal que pretende pasar por sobre la voluntad de los pueblos. Han reiterado
en todos los tonos que LA TIERRA NO SE VENDE, SE AMA Y SE DEFIENDE.
Pero esta lucha no se debe ver sólo como la lucha de Atenco,
sino como una lucha de todas y todos los que habitamos el oriente del Estado de
México y la ciudad de México, pues las consecuencias de la construcción del
llamado Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México nos golpearán a todas y a todos,
en cuanto a abasto de agua, consumo de alimentos producidos en esta región
agrícola, devastación de uno de los pulmones del Valle de México, destrucción
de una amplia zona de biodiversidad vecina y, sobre todo, la imposición
irracional, vengativa y ambiciosa de un proyecto aeroportuario que hace 14 años
fue derrotado por la lucha social y que ahora, sin fundamentos válidos se pretende
imponer al costo que sea, amenazando incluso con hacer uso de la fuerzas
armadas, como se vio el 11 de abril, cuando un convoy militar invadió tierras
ejidales en San Salvador Atenco, mismo que fue rechazado por una movilización
popular desarmada, espontánea pero decidida: centenares de ejidatarios,
blandiendo sus simbólicos machetes, hicieron retroceder a los militares,
obligándolos a salir del ejido, demostrando que, pese a la desventaja, están
dispuestos a todo.
(Comentario de
La Voz del Anáhuac)
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