Por Tinta Incógnita**
@TintaIncognita
Publicado por Rompeviento
TV en: Artículos de opinión
Fecha: febrero 22, 2016
La omisión del papa Francisco
El papa Francisco pecó de omisión en su visita a México. Falló
en abordar los casos más graves y representativos de la violencia en nuestro
país, y tampoco tuvo tiempo para las víctimas. Sus pronunciamientos solo
condenaron generalidades y sus suaves palabras ante la violencia, la corrupción
y la soberbia, se quedan en el aire.
Pan y circo para el pueblo
La visita del Pontífice no fue más que un espectáculo
mediático orquestado por el gobierno. Esto quedó claro desde su recibimiento en
el hangar presidencial, con alfombra roja, bailables, mariachis y más de cinco
mil personas en las vallas y en graderías especialmente colocadas para el caso,
hasta el mismísimo Cristian Castro, pues.
Cual león de circo,
Francisco fue llevado en el papamóvil
de un lado a otro de la ciudad. A su paso se veía poca gente en las vallas,
quizá por un cierto declive de la fe pero más seguramente por el aparatoso
operativo de seguridad implementado por el jefe capitalino, que más que
proteger al Papa, ocultó la realidad mexicana y mantuvo al margen las protestas
sociales que exigen justicia y paz.
El costo de este
espectáculo se ha mantenido en completa opacidad. Sabemos que, al venir como
Jefe de Estado, el gobierno mexicano tiene la responsabilidad de invertir en su
seguridad, pero esto no justifica todo el dinero que se usó en remozar los
lugares que visitó, el costo de la escenografía, la falsa realidad que se
mostró al Papa.
La cifra total que
significó esta visita papal es seguramente estratosférica. Solo en Morelia,
donde el Pontífice estuvo apenas siete horas, se gastaron 119 millones de
pesos, según indica el ayuntamiento. El gasto corre a cargo del gobierno
federal y no de la Arquidiócesis de México, con la justificación de que es una
visita de Estado, pero hasta donde tengo entendido, una misa no es un acto de
Estado.
Un paseo por los horrores de
México
Las escalas que se trazaron para la visita papal eran
perfectas para tocar algunos de los problemas más graves que se viven en
México. Las circunstancias eran inmejorables, pero al Papa le faltó voluntad -o
le sobró diplomacia- para hablar puntualmente de los problemas de este país tan
lastimado.
En la Ciudad de México, el
Papa hizo sus más severas declaraciones. En Palacio Nacional dijo -palabras
más, palabras menos- que buscar el
privilegio de unos pocos en detrimento del bien de todos da pie a la corrupción,
el narcotráfico, la violencia y frena el desarrollo. La clase política, a la
que se dirigen claramente estas palabras, no hizo caso al señalamiento, pero sí
se preocupó por tomarse sus “selfies”
con el Pontífice.
“Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de
unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en
sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la
exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro
y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
Papa Francisco
En la catedral
metropolitana de la Ciudad de México, el líder máximo de la Iglesia hizo un
señalamiento directo a sus obispos: “No
se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras
de los acuerdos debajo de la mesa”, dijo, refiriéndose a la corrupción y la
opulencia.
En Ecatepec, uno de los
municipios más pobres y abandonados del Estado de México, marcado por los
feminicidios y la violencia, el Papa pidió por una tierra donde no se haga “de la desesperación y la pobreza de muchos
el oportunismo de unos pocos”, “una
tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños que terminan
destruidos en las manos de los traficantes de la muerte”.
Mientras tanto, los “invitados especiales” del gobernador
Eruviel Ávila vivían “el oportunismo de
unos pocos” en una zona VIP, a costa de la “desesperación y la pobreza de muchos”, que esperaron hasta 12
horas sin agua o comida y soportaron la
fría noche a 3°C y la mañana de ardiente sol, en espera de poder ver al Papa
muy a lo lejos.
En Chiapas, el estado más
pobre de la república y la cuna del movimiento zapatista, el Papa pidió perdón a
los pueblos indígenas que “de modo
sistemático y estructural” han sido “incomprendidos y excluidos de la sociedad”.
Además, en un valioso gesto de respaldo hacia los indígenas, visitó la tumba
del obispo Samuel Ruiz, un gran defensor e impulsor de las comunidades
indígenas.
En Michoacán, un estado
envuelto en una ola de violencia por el crimen organizado, a la que intentan
hacer frente los movimientos de autodefensas, el Papa llamó a los jóvenes a no
ser “mercenarios de ambiciones ajenas”,
no dejar la vida en manos del narcotráfico. A pesar de que en este estado nació
Marcial Maciel, el máximo exponente de la pederastia clerical en el país, el
Pontífice no dijo ni una palabra sobre el tema.
En Ciudad Juárez,
localidad marcada también por los feminicidios y punto fronterizo donde la
migración es evidente como una consecuencia de la pobreza y la violencia, el
Papa ofició una misa al pie de la frontera, donde criticó las “terribles injusticias” que sufren los
migrantes, “esclavizados, secuestrados,
extorsionados” y víctimas del “negocio
del tráfico humano”.
Las limitaciones
diplomáticas del Papa como jefe de Estado eran evidentes, pero eso no había
frenado sus discursos en otros casos, ni había impedido que se reuniera con las
víctimas. Es más, una vez que estuvo fuera de México, en su vuelo a Roma, habló
fuertemente de la pederastia clerical, calificando el acto de ‘‘sacrificio diabólico’’, y comentó que
la reunión con padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos se
frustró por ‘‘luchas internas’’.
Una palabra suya no bastará para
sanarnos
No soy ingenuo, por más duras y concretas que pudieran haber
sido las palabras de este Papa seguiríamos teniendo el mismo México. El país
donde los feminicidios se cuentan por millares, donde los indígenas son
discriminados cotidianamente, donde desaparecen 43 normalistas, 5 jóvenes y
otras 27 mil 600 personas; donde los uniformados nos agreden en lugar de
protegernos; donde sufren o mueren los migrantes a su paso; donde la tierra
está sembrada de cuerpos en fosas clandestinas.
Un México donde más de mil
menores han sido abusados sexualmente por sacerdotes, donde Marcial Maciel
construyó una enorme estructura institucional para ocultar la pederastia, donde
por lo menos cinco arzobispos -entre ellos el cardenal Norberto Rivera- han sido
cómplices de este atroz crimen contra la niñez, encubriendo a los curas
pederastas.
Sin duda, las palabras de
Francisco no nos darían el milagro de la paz, la justicia y el cambio. Si los
políticos no han escuchado los estremecedores gritos que suenan en cada rincón
de la república, tampoco escucharán las dóciles palabras del líder de la
Iglesia católica, pero con solo mencionar estos casos de injusticia y
sufrimiento en el país, el Papa los hubiera puesto a la vista de todos. Tal vez
así recibirían la atención que merecen.
En el averno hallarás la
justicia que en este México no se encuentra. En el infierno sufren los
pecadores, en México sufren los inocentes, los niños, los pobres, los
indígenas, las mujeres, los periodistas, los migrantes. En este país nos toca
sufrir a todos los de abajo.
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