Noticias Anti Carcelarias
Compas: acá les mandamos un cuento que escribió Miguel. Nos dice que no ha podido responder las cartas que le han llegado en los últimos meses porque de repente no le da ánimo y por eso decidió contestarles de esta forma, tratando de compartirles un poco de lo que vive ahora. Envía muchos saludos y nos ha pedido que les digamos que cada unx de ustedes es esa semilla que Ocio y Tiempo encontraron, solidarizándose, para salir de la caja de cemento... sus palabras le han dado fortaleza para resistir y no permitir que los zopilotes se lo coman.
Especialmente y con cariño a Pat y Ver, Ed, compas de Costa Rica, Les Trois Passants, Red contra la Represión, CNA México, a mis abogados, a la banda que participó en “Solidaridad en la piel IV” (tatuadorxs, grupos, tatuadxs, organizadorxs), Jovenxs Mazatecxs en Huautla, compas de medios libres, bandita del Che, a la banda jeikol, por estar atentxs a mi situación, por escribir y no olvidar.
La Gota
A Zuco y Doña Mary
Se percató que existía vida en su interior y decidió indagar
qué es lo que pasaba ahí adentro. Ocio, ocupó una artimaña para poder entrar,
con un poco de magia se hizo pequeño, muy pequeño, del tamaño de una gota de
agua y se fue escurriendo poco a poco hasta que logró ingresar completamente a
la caja. Ya adentro, recobró su tamaño original pero ahora era invisible, así
que empezó a caminar en su interior sin que le vieran y logró observar
diferentes espacios divididos todos por rejas de acero y selladas con candados.
También se dio cuenta de que había una gran diversidad de fauna: zopilotes,
grillos, escarabajos, ratones, libélulas, murciélagos, mariposas, pulgas,
muchas chinches, chaquistes, moscas, arañas, hormigas, cuijas, cucarachas y
pájaros.
Se podían ver por todos
lados otros seres que eran la mayoría y se hacían nombrar de diferentes formas:
a veces restos humanos, caneros, otras delincuentes, reos, presos, porque así
es cómo les habían clasificado entre toda la fauna que habitaba la caja de
cemento. Hablaban varias lenguas ya que eran de culturas diferentes, algunos
utilizaban el silbido para comunicarse. Ciertamente se encontraban en ese lugar
por varias razones; una era porque el destino les había colocado en el lugar
equivocado sin saber su futuro inmediato, muchos otros porque unos seres con
bastante poder y dinero querían tener el control de sus vidas y les habían
mandado a ese lugar para intentar escarmentarles; la injusticia se hacía valer.
Todos tenían casi las mismas actividades, pero la monotonía y cotidianidad reinaba,
jamás habían visto la lluvia ni el viento, no existía la armonía. Dentro de las
actividades la que más consumía sus vidas era algo que llamaban trabajo o
autoexplotación; se la pasaban sentados trabajando, aunque en realidad creaban
artesanías que eran llevadas afuera de la caja para ser vendidas a precios muy
altos, nada que ver con lo que les pagaban por hacerlas.
Los zopilotes eran los
encargados de vigilar cada paso, cada suspiro de los habitantes de aquella caja,
ellos podían entrar y salir pues tenían las llaves, sus uñas eran muy largas,
unos flacos y otros gordos, su pico era grande y feo, olían a putrefacto.
Siempre andaban vestidos de negro y traían consigo un kit que consistía en un
frasco de gas lacrimógeno, un tolete, unas esposas, deseaban la muerte y
descomposición de cada habitante para poder devorar centímetro a centímetro la
carne y la conciencia de aquellxs seres que tenían encerradxs.
En la caja de cemento
había muchas enfermedades, no tenían alimentos saludables, además todo estaba
controlado, sus emociones se entrecruzaban por doquier, tristeza, ira, rabia,
euforia, odio, vileza, menosprecio, cansancio, hartazgo, todo esto se juntaba e
iba carcomiendo a estos seres hasta convertirles en cemento, por eso es que la
caja iba creciendo y creciendo.
Pero existía algo más
maligno en su interior, los zopilotes les hacían cantar un himno de guerra así
como adorar un trapo de tres colores cada lunes, además les hacían repetir una
frase “siempre es mejor callar que decir
demasiado cuando se trata de críticas”, todos guardaban silencio, nadie se
atrevía a decir nada, ni mucho menos a rebelarse, nadie.
Después de ver esto, Ocio
inició un recorrido aún más profundo al interior de la caja y se fue dando
cuenta que todos estos seres, luchaban día a día por sobrevivir. Pero también
descubrió que algunxs conservaban unas cápsulas que ingerían cuando sus
emociones se mezclaban, y surgía un efecto muy muy raro a lo que le llamaban “risa”, era como una especie de
intoxicación mental, otrxs, guardaban dentro de sí una luz pequeñita que les
guiaría hacia la salida de ese lugar, pero estaban siempre a la espera de poder
accionar.
Siguió su recorrido y
encontró un lugar al que le llamaban “celda
de castigo”, caminó despacio pues era un lugar muy oscuro, húmedo y más
silencioso que los otros espacios. De pronto, cruzó su mirada con dos ojos muy
intensos que resplandecían en la obscuridad. No sabe aún cómo este ser lo pudo
ver, pero le pidió que no hiciera ruido y que entrara a la celda lentamente.
Cuando se dio cuenta, se trataba de Tiempo, a quien andaba buscando antes de
entrar a la caja.
Tiempo le pidió que no le
destruyera y empezó a contarle cómo le habían arrancado su libertad y llevado a
ese lugar. Le dijo: “me enteré que me
andabas localizando, busqué un transporte para irme a un lugar muy lejano del
universo, pero en mi huida fui interceptado por un comando de zopilotes que andaban
vigilando el espacio, así fue como me trajeron a este lugar sin saber el porqué
de mi presencia aquí, me golpearon todo el trayecto, y después de tantos golpes
ya me dijeron que ahora me tocaba enfermar a lxs seres que habitaban este
lugar, tenía que meterme en sus pensamientos y hacer que cada instante se
acordaran de mí. Estando en la caja, he conocido a muchxs seres, hemos
dialogado, así como tú has visto lo que pasa en este lugar, yo le he vivido en
carne propia y no puedo obedecer a los zopilotes, tienes que ayudarnos a salir”.
“Mira”, le dijo Tiempo a Ocio, enseñándole unas semillas muy
diminutas que sacó de su bolsa, “llévalas
allá arriba y busca a quienes llevan en su interior una lucecita, ellxs sabrán
dónde y cuándo sembrarlas”.
Ocio, muy confundido por
la situación en la que se encontraba, al ver tanta injusticia, se solidarizó
con Tiempo y con aquellxs seres de la caja, ayudándoles a sembrar aquellas
semillas. Esperó a que germinaran y crecieron árboles enormes, sus raíces comenzaron
a invadir y a desbordarse en el cemento. Poco a poco las nubes se fueron
condensando e hicieron que lloviera fuertemente. La caja se fue inundando y
destruyendo en pedazos. Al principio, quienes no sabían de la semilla, estaban
asustadxs ya que nunca habían visto las gotas de agua, porque las libélulas,
encargadas de hacer llover, también estaban en la caja. Pero quienes llevaban
las luces, les animaron a partir y todxs lograron salir ilesxs, pensando en que
ya eran libres.
Algunxs se fueron apartando
en el camino e iniciaron sus vidas y recorridos individualmente. Otrxs
empezaron a buscar un camino junto con Tiempo y Ocio, pero conforme iban
avanzando, se dieron cuenta de que había otrxs seres que se llamaban “sociedad” y que no eran libres, porque
vivían presxs en una gran burbuja magnética, tenían cámaras de videovigilancia
por doquier, además estaban esclavizadxs por la televisión, la avaricia y el
poder, cegadxs por el dinero y la comida chatarra era el alimento de cada día.
Así que decidieron buscar
a otrxs seres con lucecitas para iniciar ya no un diluvio, sino un gran
incendio, para inventar una nueva libertad...
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