Arturo Ángel, Nayeli
Roldán y Manu Ureste
Animal Político
Agosto 12, 2015
El 31 de julio pasado cinco personas fueron asesinadas en un
departamento de la colonia Narvarte. Una de las víctimas fue el fotoperiodista
Rubén Espinosa, cuyo nombre fue revelado primero por las autoridades y acaparó
la atención de los medios. Pero con él, también perdieron la vida cuatro
mujeres: Nadia, Yesenia, Alejandra y Mile.
La muerte de las mujeres
es el primer cuádruple feminicidio cometido en el Distrito Federal desde que se
tipificó este delito en la ciudad, en febrero de 2011, y estas son sus
historias:
Alejandra, “la guerrera”
Alejandra Olivia Negrete Avilés tenía 40 años, era madre,
abuela y una “guerrera”. “Su vida valía tanto como la de otros”,
dice su hermana Diana. Ella fue una de las cinco víctimas en el multihomicidio
en la colonia Narvarte donde también fue asesinado el fotoperiodista Rubén
Espinosa; sin embargo, la Procuraduría capitalina se refería a ella como “la doméstica”, discurso que se replicó
en los medios de comunicación.
Diana pide que “aunque sea la nombren”, porque la
mencionan al “último, como si no valiera”
y no es así. Alejandra era valiosa para su madre y sus cinco hermanos. Era un
pilar indispensable para sus hijas de 24, 22 y 13 años y una buena compañía
para las amigas que la visitaban en su casa.
Una de sus metas era pagar
la fiesta de 15 años de su hija menor. Decía que tenía dos años para ahorrar y
por eso, hace dos meses, comenzó a trabajar en un negocio de comida cerca de su
casa, en Naucalpan, Estado de México.
Ese fue su primer empleo.
Antes sólo era ama de casa porque su exmarido le entregaba un monto quincenal
que le alcanzaba para mantenerse. Su familia no se enteró cómo es que consiguió
su segundo empleo, sólo saben que el viernes 31 de julio era la segunda vez que
iba al departamento de la colonia Narvarte a hacer limpieza.
Salió por la mañana y
había quedado de ver a dos amigos en su casa por la tarde. Al ver que no
llegaba, fueron a buscarla al edificio donde alguna vez recordaron haberla
dejado. Se enteraron de lo sucedido, pero sólo dijeron a la familia que
Alejandra había sido detenida en la delegación. Para entonces era de madrugada
y Diana, que vive en Zumpango, Estado de México, tuvo que esperar a que
amaneciera para transportarse hasta el sur de la ciudad.
Al llegar a la delegación
Benito Juárez el sábado 1 de agosto, la familia se enteró de los asesinatos y
dos de los hermanos reconocieron el cuerpo. Cuando el procurador capitalino,
Rodolfo Ríos, informó la identidad de las víctimas, se refirió a Alejandra como
“la trabajadora doméstica”.
La autoridad comenzó con “la discriminación”, acusa Diana. El
suceso ha trascendido entre la opinión pública, sobre todo, porque entre los
fallecidos está el fotoperiodista Rubén Espinosa, exiliado de Veracruz, pero “aunque uno lavara baños, vale tanto como
los demás”, dice la hermana de Alejandra.
Diana quiere que recuerden
a su hermana como una “guerrera”,
porque eso era, “daba la vida por su
familia”. Luchaba por darle a su hija menor todo lo que necesitara porque “era su adoración” y quería trabajar
para comprar la cuna de su segundo nieto que nacerá en cuatro meses.
“Era alegre. Le gustaba la música de Juan Gabriel, Jenny
Rivera y Joan Sebastian. Los fines de semana convivía con sus amistades y
visitaba a su hermana en Huixquilucan. Nunca le hizo mal a nadie”, afirma Diana.
En los últimos 15 días, el
trato hacia la familia Negrete ha sido el mismo que en el inicio. La
Procuraduría capitalina no le informa nada sobre la investigación, no han
pedido ninguna declaración. “Nos
enteramos por la televisión o el periódico”, dice Diana. Tampoco tienen
apoyo legal y mucho menos económico.
La Comisión Ejecutiva de
Atención a Víctimas dará atención psicológica a la hija menor y según se enteró
la familia en las noticias, la presidenta municipal de Naucalpan, Claudia Oyoque,
prometió darle una beca de estudios.
Yesenia, la chica viajera
Israel recuerda con un tono de nostalgia matizado por la
distancia a su prima Yesenia, con quien compartió algunos años de infancia en
Michoacán antes de que ella y sus padres decidieran buscar suerte en el norte
del país.
“Desde chiquita andaba de aquí para allá… vivió en tres
ciudades distintas. Era una chica viajera…”, señala el joven vía telefónica desde
Uruapan.
Yesenia tenía 18 años
cuando el 31 de julio fue asesinada en la colonia Narvarte. Su estancia en la
capital del país era apenas el comienzo de un nuevo capítulo en su corta pero
muy activa vida.
Originarios de Uruapan
Michoacán, los padres de Yesenia se trasladaron a Morelia a principios de los
noventa en donde la chica nació un 4 de septiembre, como indica su aun activo
perfil de Facebook. Ahí vivió hasta los seis años cuando sus padres viajaron luego
Mexicali, Baja California, donde transcurrió el resto de su niñez y
adolescencia.
¿Yesenia era sobrina
política del ex gobernador de Michoacán Jesús Reyna, actualmente preso por
presuntos vínculos con el narcotráfico? Israel confirma que es cierto, aunque
el contacto entre ellos en realidad fue casi nulo.
En efecto, Indira Alfaro
Hernández, madre de Yesenia, es prima hermana de Elizabeth Vidal Alfaro, esposa
de Jesús Reyna García, quien gobernó de forma interina Michoacán en el 2013. En
mayo del 2014, el político priísta fue detenido y consignado por la
Procuraduría General de la República por vínculos con Los caballeros Templarios.
“Pero la verdad convivían poco o casi nada. Los papás de
Yesenia se fueron y se la llevaron desde muy chicos a Mexicali y, como te digo,
ellos viajaban. La verdad no era mucho su contacto en Michoacán”, dijo Israel.
Tras concluir sus estudios
de preparatoria y tener la mayoría de edad, Yesenia decidió que quiera mudarse
de nuevo, pero ahora sola a la Ciudad de México, donde pretendía cursar
estudios de imagen y maquillaje en el Instituto de Diseño de Imagen Profesional
ubicado en Polanco.
A través de redes sociales
y amigos en común, Yesenia se enteró que rentaban un departamento en el número
1901 de Luis Saviñón de la colonia Narvarte. El pago era de casi 10 mil pesos
pero con la ayuda de una o dos “roomies”
(acompañantes) la carga sería mucho menor.
En el verano del 2014 “Yesi”, como le decían su madre y sus
amigos más cercanos, abandonó la calurosa Mexicali para llegar a la Ciudad de
México y establecerse en ese departamento del cuarto piso que sería el último
hogar de su vida.
Israel dice que el paso
del tiempo ha borrado casi todos los recuerdos de su prima pero la recuerda
como “una chica sonriente”. Así, con
una sonrisa, se le ve prácticamente en todas las fotografías… tanto las de su
página de Facebook, como las que acompañaron su féretro el 4 de agosto, fecha de su entierro.
Nadia, entre la felicidad y el
miedo
A Nadia Vera se le ha descrito como activista, productora,
poeta, antropóloga social, promotora, bailarina, escritora y defensora de
derechos humanos. “Todas son ciertas”,
dice “Laura”, su amiga y maestra en
la Universidad Veracruzana. El verdadero nombre de la profesora no se publica a
petición de la entrevistada.
Pero el común denominador
en Nadia, añade Laura, es que era una
joven feliz aunque también con miedo.
“Responsabilizamos a Javier Duarte (gobernador de Veracruz) sobre cualquier cosa que nos pudiera
suceder, a los que estamos organizados. El estado es responsable de nuestra
seguridad, que son los que están mandando a reprimirnos” dijo Nadia en una
entrevista meses antes de ser asesinada.
Nadia Dominique Vera Pérez
llegó al Distrito Federal por temor y a Veracruz por vocación. Nació y creció
en Chiapas; sus años de infancia y adolescencia transcurrieron entre Comitán de
Domínguez y Tuxtla Gutiérrez.
De pensamiento liberal y
sensible a las causas sociales, según la describe su maestra, Nadia tuvo una
inclinación natural por la carrera de antropología social, la cual estudió en
la Universidad Veracruzana. “No estudió a
la Ciudad de México porque no quería despegarse tanto del sur, de su Chiapas”,
dijo la profesora.
Sus estudios fueron
impecables. Acabó la carrera sin contratiempos aunque dejó para después el
título que, según sus amigos, ella consideraba como un papel que no respaldaba
conocimiento alguno.
Pero además de su
actividad en las aulas, Nadia también vio su vocación social en la calle, en
ese activismo que con el tiempo le ganaría la animadversión del gobierno de Javier
Duarte según sus allegados.
Públicamente se ha dicho
que formaba parte del movimiento #YoSoy132 pero su maestra aclaró que no es del
todo cierto. Nadia, en realidad, era parte de la Asamblea Estudiantil
Veracruzana, una especie de red más que de colectivo de estudiantes y
exestudiantes que se reúnen para promover la defensa de los derechos humanos,
ambientales, de los animales, entre otros.
¿Qué tipo de activista era
Nadia? Tal vez el ejemplo que mejor la describe lo dio a conocer su amiga
Paulina Díaz en una entrevista para CNN. La joven dijo que Nadia se interesó
originalmente por el movimiento zapatista en Chiapas, pero luego se desilusionó
porque el subcomandante Marcos llevaba un exclusivo reloj Rolex y “manipulaba a los indígenas”.
En 2012, Nadia Vera junto
con otros activistas tuvieron un altercado con fuerzas de seguridad pública en
Xalapa durante una manifestación. A partir de ahí, como publicó Animal Político, la joven reportó
intimidaciones e incluso una intrusión en su casa. Por miedo a sufrir algo
peor, se trasladó en 2014 a la Ciudad de México.
Pese a ese temor y el
autoexilio, Nadia no dejó de trabajar. En los últimos meses colaboró en la
Muestra Internacional de Cine y Video Independiente y coordinaba el Festival
Internacional de Artes Escénicas Cuatro x Cuatro.
“También estaba promoviendo unos grupos de danza (…) así era ella, no estaba quieta (…) eran trabajos eventuales pero se sentía libre”, dijo Laura, con voz entrecortada al mirar una
foto de Nadia.
Mile Virginia, la modelo
La procuraduría capitalina la ha nombrado como “la colombiana”, pero su nombre es Mile
Virginia Martín, tenía 29 años y vivía en Bogotá, Colombia, antes de llegar al
Distrito Federal para buscar suerte como modelo.
Su familia tiene miedo y
está desconcertada por lo sucedido. En las conversaciones telefónicas que
habían tenido con ella, nunca les comentó que estuviera en peligro o que se
sintiera en riesgo en México.
La última vez que Mile
había visitado a su familia en Bogotá fue en 2013, pero preparaba su viaje de
regreso para quedarse definitivamente en Colombia en los próximos meses.
La familia sólo ha dado
una entrevista a Caracol Televisión,
pero bajo anonimato. Hasta el momento han negado cualquier otro encuentro con
medios de comunicación por temor a su integridad después de la manera en que la
joven fue asesinada.
Tras la noticia del
multihomicidio, dos hermanos de Mile acudieron al Ministerio de Relaciones
Exteriores en Bogotá para pedir ayuda porque sospechaban que la víctima era su
hermana.
El 6 de agosto de 2015 la
Dirección de Investigación Criminal confirmó que las huellas dactilares
remitidas para cotejo, por el Consulado de Colombia en Ciudad de México,
correspondían a las de Mile Virginia Martin.
Su familia espera la
repatriación de sus restos para sepultarla junto a su madre, quien falleció
hace cuatro años.
Rubén, el fotoperiodista
La madrugada del 14 de septiembre de 2013 marcó la vida de
Rubén Espinosa. Esa noche, maestros y estudiantes que mantenían un plantón en
la Plaza Regina (antes Lerdo) de Xalapa, en Veracruz, fueron desalojados por
policías de la Secretaría de Seguridad Pública veracruzana para que el
gobernador de la entidad, Javier Duarte, pudiera dar el Grito de la
Independencia con el centro histórico ‘limpio’
de manifestantes que protestaban por la reforma educativa de Peña Nieto.
“En ese desalojo del 14 de septiembre, Rubén tomó fotos que
nadie tenía”,
enfatiza en entrevista con Animal
Político una editora de AVC, quien pide que se guarde su nombre en el
anonimato por decisión de la empresa editorial de mantener un “perfil bajo” estos días.
“A pesar de que en el boletín del Gobierno se aseguraba que el
desalojo se había producido por la presencia de otro grupo violento, nosotros
publicamos las fotos que tomó Rubén de los policías agrediendo a los
manifestantes incluso con toques eléctricos. Creo que eso fue lo que puso a
Rubén en la mira; tener esas fotografías, y hacer la denuncia que tenía que
hacer de los abusos que se produjeron por parte de las autoridades”, agrega la periodista,
quien destaca a Rubén “como una pieza
clave en la agencia” por su compromiso con su profesión y con la sociedad.
Tras aquel suceso, Rubén
continuó defendiendo ese compromiso que mantuvo hasta el final. Interpuso una
denuncia junto con otros compañeros por esos hechos del 14 de septiembre de
2013; hizo público que el gobierno de Javier Duarte lo buscó para ofrecerle
dinero a cambio de que retirara la demanda; denunció hostigamiento de las
autoridades que lo vetaban de los eventos oficiales; siguió tomando fotos que
molestaban al gobierno –como una imagen de Javier Duarte que fue portada en la
revista Proceso del pasado 16 de febrero de 2014, en la que se ve al mandatario
con una gorra de policía y de perfil-; y participó en protestas para denunciar
la situación del periodismo en Veracruz, entidad en la que van 18 periodistas
asesinados desde el año 2000, 13 de ellos desde que el priísta es gobernador.
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