Baschet, Jérôme
Red Latina sin fronteras
12/18/2015
Claramente definida como anticapitalista, la lucha insurgente
del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha dado paso a un proceso
de construcción de otra realidad colectiva que bien puede considerarse, hoy en
día, como una de las “utopías reales”
más esperanzadoras, en medio del desastre generado por la locura destructora
del mundo de la mercancía.[1] Se han comentado sobre todo los avances de
la autonomía zapatista en materia de educación, salud y justicia, así como la
conformación de instancias de gobierno por afuera de las instituciones
oficiales de México, en una lógica opuesta a la de la forma-Estado.[2]
Otro aspecto menos analizado se refiere a lo que en términos capitalistas
habría de nombrarse “economía” –pero,
para nosotros, se trata precisamente de salir de la economía, es decir de la
centralidad que esta adquirió, de manera específica, en el mundo social
moldeado por el capitalismo.
Estos breves apuntes sólo
pretenden resaltar la necesidad de una reflexión más amplia y se centrarán en
la relación con el dinero y el trabajo[3] (otras cuestiones no podrán abordarse, por
ejemplo la del tiempo, siendo fundamental subrayar que la temporalidad en los territorios
zapatistas escapa claramente al dominio del tiempo abstracto capitalista).
Trataré de sugerir que, si bien los zapatistas saben perfectamente que aún no
pueden huir del todo de la realidad sistémica dominante, luchan día a día para
defender y profundizar formas de vida que, en lo esencial, no son determinadas
por las categorías capitalistas fundamentales.
Lo que se piensa y se
dice sobre el dinero y el trabajo
En los comunicados zapatistas, resulta omnipresente la crítica
del mundo del dinero y el culto que se le rinde al Dios Dinero. De manera más concreta, durante una de las sesiones de
la Escuelita Zapatista[4], en agosto de 2013, una maestra se paró en
medio de su explicación y presentó dos bolsas, una con monedas, otra con maíz.
La conclusión de la lección fue que el maíz es vida y el dinero muerte.
Al mismo tiempo, los
zapatistas tienen claro lo que falta para que los territorios rebeldes puedan
considerarse un mundo plenamente liberado de la barbarie capitalista. Esta los
rodea, los agrede y trata por todos los medios posibles de acabar con su dinámica
antisistémica. De esto, Maximiliano, el Votán que me acompañó durante la
Escuelita tenía una conciencia lúcida, al mismo tiempo que resaltaba todo lo
que se ha logrado construir en la autonomía: “¿Podemos decir que estamos fuera del sistema? Eso no. Ahora, estamos
viviendo adentro del sistema; por eso necesitamos del dinero, todavía”. De
hecho, el dinero sigue siendo indispensable para conseguir las mercancías
capitalistas que nuestro hacer no tiene la capacidad de producir (es decir, hay
una parte de los medios de producción capitalistas que no es solamente
superflua y destructiva, y que, por ahora, está en manos de ELLOS).
Pero es de resaltar, en el comentario de mi Votán, el “todavía” que traza el rumbo hacia un mundo en el cual el dinero,
como equivalente general, habrá dejado de ser necesario.
En cuanto al trabajo,
existe, como veremos, un rechazo práctico a sus formas capitalistas, pero no
parece emerger una crítica explícita de la categoría-trabajo, comparable a la
denuncia reiterada del dinero. Al contrario, es omnipresente la palabra “trabajo” en el hablar de las bases de
apoyo zapatistas, no sólo para referirse al trabajo en el mundo capitalista (y,
sobre todo, en las fincas en las cuales sus padres y abuelos fueron explotados
tan duramente), ni tampoco solamente a las tareas en el campo y en la milpa. Al
leer el reciente libro de Paulina Fernández (2014), Justicia autónoma zapatista,
podemos observar que se usa para casi cualquier tipo de actividad, trátese de
los cargos en los gobiernos autónomos (por ejemplo, el “trabajo como miembro de una Junta de Buen Gobierno”) o de los “trabajos de la organización” (las
reuniones y demás tareas organizativas en el EZLN).[5] Hasta el conjunto de la lucha
por la autonomía puede designarse como “ese
trabajo que estamos haciendo”. La palabra abarca casi todo el hacer, en
cualquier ámbito de la vida, de tal suerte que se llega a concluir: “¡los zapatistas trabajan mucho más que los
no zapatistas!”.
Entender la omnipresencia
de esta palabra rebasa el formato de la presente nota e implicaría, entre otras
cosas, oír a las bases de apoyo en sus lenguas maternas, mayas, y no en
castellano. Quizás no daríamos cuenta de que, detrás de “trabajo”, está la palabra tzotzil a'mtel, que se refiere
principalmente a los cargos, sobre todo tradicionales, a lo que se considera un
servicio a la comunidad o, posiblemente, a otros tipos de actividades no
remuneradas (ver Martínez González, 2015: 249).
Habría que entender esta
palabra “trabajo” con más precisión y
en contraste con otras, pero puede suponerse que su omnipresencia resulta de
una especie de colonialismo lingüístico y conceptual que contamina la percepción
de la realidad con términos y valores importados del mundo dominante. De
cualquier manera, lo que los zapatistas designan como trabajo poco tiene que
ver con el significado de esta palabra en la sociedad capitalista. Si bien
puede incluir una connotación de esfuerzo y hasta de sufrimiento, no se
refiere, por lo general, al trabajo asalariado, explotado, enajenado, heterónomo,
separado tanto de los medios de su realización como de su fin, sino al
contrario a una actividad autónoma, un hacer propio o, mejor, un co-hacer en pro
del buen vivir comunitario.
La tierra y la
reapropiación de los medios del hacer
La tierra es la base de la autonomía zapatista. Una parte
esencial se cultiva según el sistema tradicional de producción familiar para el
autoconsumo (principalmente en tierras comunales o ejidales, conforme al legado
de la Constitución de 1917, en su artículo 27). Defender este modelo implica
una doble confrontación con la lógica del capitalismo neoliberal, el cual
promueve:
a)
la eliminación de la propiedad ejidal y su transformación en propiedad privada
(reforma al artículo 27 y subsecuentes programas de “certificación”, PROCEDE y demás);
b)
el aniquilamiento del campesinado mexicano como consecuencia del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte y la conversión a una agricultura de
mercado basada en opciones de monocultivo (palma africana u otros).
Resistir a esta maquinaria
de destrucción es un enorme reto que las comunidades zapatistas comparten con
otras comunidades del país, indígenas o
no, y al cual se agrega la firme oposición a los mega-proyectos productivos o
de infraestructuras (minería, represas, autopistas, centros turísticos, etc.).
Defender a sus territorios, en el marco de las luchas del Congreso Nacional
Indígena, significa resistir de manera concreta y decidida a la absorción por
el mundo del dinero y los circuitos de la mercancía, a la sumisión al trabajo
dependiente y la heteronomía capitalista.
Pero los zapatistas no
sólo defienden una forma de producción tradicional, basada en el hacer para sí
mismo y para la comunidad, sino que buscan revitalizarla, profundizarla,
ampliarla. A raíz del levantamiento armado del 1º de enero de 1994, decenas de
miles de hectáreas de tierra fueron recuperadas por los miembros del EZLN: se
consideran el suelo que ha hecho posible los avances de la autonomía.[6]
En estas tierras, no se
reproduce el modelo de la propiedad ejidal sino que se experimentan formas de
uso colectivo de la tierra. Algunas de esas tierras se convirtieron en sustento
de nuevos núcleos de población, mientras otras hacen posible lo que llaman “trabajos colectivos” (cultivos o
ganadería). Estos son lo que permiten sostener la autonomía y en especial
cubrir los gastos que derivan del funcionamiento de los Consejos Municipales y
las Juntas de Buen Gobierno, o también los del sistema de salud, así como otras
necesidades colectivas (por ejemplo, los gastos ocasionados por las
movilizaciones e iniciativas políticas del EZLN).[7]
Los cargos en la
autonomía, un servicio que se da
Quienes son electos y asumen durante dos o tres años un cargo[8]
en las instancias autónomas (a nivel de la comunidad, en los Consejos
Municipales o en las Juntas de Buen Gobierno) no reciben salario ni otro tipo
de beneficio material (creando así un abismo de diferencia con el sistema
constitucional mexicano en el cual los presidentes municipales, incluso en
zonas rurales, perciben sueldos de hasta más de 200,000 pesos mensuales, algo
como cien veces el salario mínimo).
De las autoridades
autónomas, los zapatistas subrayan que “no
trabajan con dinero, simplemente trabajan por conciencia” (Fernández, 2014:
114).
La autonomía política
funciona sin tener que recurrir a la forma-salario, y muy poco al dinero. No
podría ser más claro el contraste con los costos colosales que genera el aparato
administrativo y el sistema político mexicanos, por ejemplo para la
organización de las elecciones.
¿Cómo puede ser eso
posible?
a)
La razón más general es que las instancias autónomas se han alejado radicalmente
de la forma-Estado.
En los consejos y las
Juntas, la gente misma se hace gobierno, realizando sus tareas con la más
extrema sencillez y sin necesidad de apoyarse en un cuerpo de burócratas
profesionales. Esto sólo es posible en la medida en que se rechaza la absurda
complejidad de un mundo dominado par las abstracciones del valor y el Estado y
se regresa a la escala moderada de los problemas que tienen que ver realmente
con la organización de la vida colectiva.
b)
Es posible hacer funcionar la autonomía sin la forma-salario y sin dinero
porque la autonomía implica una radical des-especialización de la política.
Rechaza la idea de la política como actividad monopolizada por una casta de
(supuestos) expertos y plantea que “todos
tenemos que ser gobierno”, incluso si creemos que no sabemos cómo hacerlo.
En los territorios zapatistas, se dice que todos y todas “van a pasar como gobierno” y quienes asumen cargos durante un
tiempo limitado no por esto suspenden sus actividades productivas habituales.
En el caso de las Juntas
de Buen Gobierno, ubicadas en los Caracoles Zapatistas que pueden encontrarse
bastante lejos de los pueblos en donde viven sus integrantes, estos conforman
equipos que se turnan por periodos de 10 a 15 días para así poder regresar
frecuentemente a sus comunidades, cuidar a sus familias y encargarse de sus
tierras. Esta no-especialización es una condición para que puedan seguir
sosteniéndose por sí mismos, sin necesidad de dedicar recursos colectivos a su mantenimiento
personal o familiar. Además, este sistema tiene la función de impedir que se
abra una separación entre el mundo de vida de quienes asumen un papel especial
en la elaboración de las decisiones colectivas y el universo común de los
demás, lo que podría ser el germen para que se reproduzca una separación entre
gobernantes y gobernados.
c)
Existen, sin embargo, gastos generados por la actividad de los consejos
municipales y las Juntas de buen gobierno. Los que mencionan con más frecuencia
son de transporte (de sus comunidades a la sede de la instancia autónoma o bien
para llegar a donde tienen que analizar una situación o un proyecto). Son
gastos mínimos –irrisorios en comparación con los presupuestos de los gobiernos
constitucionales–, pero en la humilde escala de los recursos de las comunidades
indígenas, son pesados e imposibles de asumir de forma personal. Es por esto
que una de las funciones de los trabajos colectivos antes mencionados es la de
poder cubrir las necesidades generadas por el hacer de las autoridades autónomas.
Impartir otra
justicia, sin dinero
Entre los haceres que las autoridades autónomas realizan sin
percibir salario ni otro tipo de remuneración, tiene una particular relevancia
la impartición de justicia, tanto a nivel de la comunidad, del municipio como
de la zona. Una de las características más sobresaliente de la justicia
autónoma –y más contrastante con la justicia oficial– es, tal como los mismos
zapatistas lo remarcan, que funciona absolutamente sin dinero (Fernández,
2014). Se imparte sin costarle un centavo a quienes acuden a ella, pues no
tienen que pagar abogados, trámites y menos sobornos a jueces o policías
corruptos. Hasta las actas de matrimonio se emiten sin los gastos que cobran
las administraciones municipales oficiales. La justicia autónoma está abierta
incluso a los no zapatistas que deciden recurrir a sus instancias; y se
sorprenden mucho cuando, al pedir cuánto les van a cobrar, reciben como
respuesta: “Nada, ni un peso, es por
razón” (Fernández, 2014, cap. II, 4).
También la justicia
zapatista ha eliminado de sus sentencias las multas en dinero. En esta justicia
que no pretende castigar en base a las normas de un Derecho abstracto, sino
mediar entre las partes para buscar soluciones concretas y permitir, en la
medida de lo posible, una reconciliación, se privilegia la restitución de lo
robado o la entrega de un bien útil, como por ejemplo una tierra que permita a
la familia de la víctima hacer frente a sus necesidades. Muy a menudo, la
sentencia incluye días de trabajo en beneficio de la familia de la víctima o de
la comunidad. A veces, este trabajo comunitario viene calificado como “castigo”, pero en realidad habría que
considerarlo más bien como una forma de reparación, que prepara la
reconciliación con la comunidad.
Cuando los zapatistas
explican que la justicia autónoma sustituye las multas en dinero con días de
trabajo, habría que entender que la eliminación de las primeras responde a la
preocupación de evitar lo más posible entrar en los circuitos monetarios
(trabajar o vender para conseguir dinero). Incluso si lo llaman a veces “castigo”, la sentencia en “trabajo” moviliza la capacidad de hacer
proprio y, para la persona, no implica más dependencia que la de cumplir con un
deber hacia la comunidad. A través de los cientos de casos resueltos por sus
instancias, los zapatistas manifiestan que siempre hay una solución mejor que
la que pasa por el dinero; lo expresan abierta y acertadamente al decir que, en
la justicia autónoma, se trata de resolver “no
económicamente” (Fernández, 2014: 211).
Educación y salud, sin
la forma-salario
Los zapatistas han creado, de la nada y sin ningún apoyo
institucional, un verdadero sistema educativo: han concebido su proyecto
pedagógico, construido cientos de escuelas y formado los promotores que ahí
atienden a los niños y jóvenes de las comunidades. Los cuadernos de la
Escuelita mencionan –tan sólo para la región de los Altos, una de las cinco
zonas zapatistas– 157 escuelas primarias autónomas en donde 496 promotores atienden
a 4,886 alumnos. Los promotores de educación no reciben salarios; cuentan con
el compromiso de cada comunidad de garantizarles lo necesario para su
alimentación y demás necesidades básicas. Las soluciones pueden ser diversas en
función de cada situación. Por ejemplo, si el promotor tiene su propia parcela
de milpa, los miembros de la comunidad asumirán el compromiso de cultivarla
mientras él se dedica a la enseñanza con sus hijos e hijas. Un sistema similar
funciona en el caso de los promotores de salud, si bien para los que realizan
sus misiones en las clínicas de zona, la situación es diferente y, más bien,
son los trabajos colectivos los que permiten apoyarles en sus distintos
gastos.[9]
En síntesis
La autonomía zapatista, en lo que se refiere a la educación,
la salud, la justicia y las instancias de gobierno, ha logrado avances
impresionantes sin recurrir a la forma-salario y de manera ampliamente desmonetizada.
No significa que las comunidades zapatistas no necesiten dinero ni que no topen
–en las actuales condiciones de dominación sistémica capitalista– con fuertes
límites, principalmente por falta de recursos monetarios. Pero significa que
han sabido encontrar en la potencia del hacer propio de mujeres y hombres
rebeldes su recurso principal, en pro de las formas de vida asumidas y
defendidas colectivamente. Otra dimensión no menos fundamental es la defensa de
un modo de vida basada en la agricultura campesina y la firme negativa a
permitir que venga destruida y sustituida por una agricultura comercial que
significaría el más brutal sometimiento a los circuitos de la mercancía.
Esto contrasta
tremendamente con la situación de los campesinos, indígenas o no, que aceptan
los programas de gobierno, en especial los programas que, con fines
contrainsurreccionales, promueven un asistencialismo centrado en formas
dinerarias. Basta señalar que una parte considerable de los apoyos entregados
en el marco de programas como “Oportunidades”
terminan en compra de productos como alimentación chatarra o teléfonos
celulares (de tal forma que contribuyen a hacer aún más rico a uno de los
hombres más ricos del planeta). De cualquier manera, son escuelas de consumo
que crean una dependencia hacia el dinero, que ya no puede satisfacerse en el
marco de la agricultura tradicional, fomentando así tanto el paso a una
agricultura comercial como la migración en busca de trabajo asalariado.
Son varias las razones por
las cuáles la autonomía zapatista se caracteriza por el estricto rechazo a los
programas y “apoyos” gubernamentales.
Si bien son conscientes de
los límites que la realidad sistémica capitalista impone hoy en día a la
autonomía, los zapatistas han avanzado notablemente en la construcción de un
mundo en el cual las relaciones sociales dejen de pasar, en lo esencial, por el
dinero. Y si bien usan continuamente la palabra “trabajo”, lo que esta designa poco o nada tiene que ver con el
trabajo heterónomo y dominado por la lógica abstracta del valor; más bien, se
trata de un hacer propio que es parte de la construcción de formas de vida
colectivamente asumidas, al margen de los circuitos del dinero y la mercancía.
Esta intensa batalla
moviliza a la vez energías muy concretas y capacidades de esperanza; implica,
por parte de los forjadores de la autonomía zapatista, cierta forma de heroísmo
cotidiano. Se da en una tensión fuerte entre la parte de la vida colectiva que
el fortalecimiento del hacer de las comunidades les permite definir
autónomamente y la que aún se les escapa (por la parte de los medios de
producción que siguen controlados por el mundo del capital, obligando a vender
productos para poder adquirir ciertas mercancías).
Se trata de un proceso, un
arduo caminar fuera del mundo del dinero, cuyo rumbo está sin embargo
claramente dibujado.
BIBLIOGRAFÍA
-Baschet, Jérôme, Adiós al capitalismo.
Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidad de mundos. Buenos Aires:
Futuro Anterior, 2014.
-Holloway, John, Agrietar el capitalismo.
El hacer contra el trabajo. Buenos Aires: Herramienta, 2011.
-Fernández, Paulina, Justicia autónoma zapatista. Zona Selva Tzeltal, San Cristóbal de
Las Casas, Universidad de la Tierra, Cideci-Unitierra, 2014.
-Grupo Krisis, Manifiesto contra el
Trabajo. Disponible en:
http://www.krisis.org/1999/manifiesto-contra-el-trabajo (último acceso:
25/9/2015).
-Jappe, Anselm, Crédito a muerte. La descomposición
del capitalismo y sus críticos. Logroño: Pepitas de calabaza, 2012.
-Martínez González, Rocío Noemi, K'in tajimol.
Danse, musique, gestes et parole comme mémoire rituelle. Une analyse du
carnaval maya-tsotsil à San Pedro Chenalhó et Polhó (Chiapas, Mexique). Tesis
doctoral. París: École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, 2013.
-Postone, Moishe, Tiempo, trabajo y
dominación social. Una reinterpretación de la teoría de Marx. Madrid: Marcial
Pons, 2006.
-Resistencia autónoma. Cuaderno de texto de
primer grado del curso de “La libertad
según l@s Zapatistas”. Disponible en:
http://www.mediafire.com/download/e8g6j696qzupt8m/Resistencia+auton%C3%B3ma.pdf
(último
acceso : 26/9/2015)
-Artículo enviado especialmente para su
publicación en Herramienta.
NOTAS:
[1]. Una autopresentación de la autonomía
zapatista en voz de sus forjadores puede encontrarse en EZLN, Cuadernos de
texto de primer grado del curso de “La
libertad según l@s zapatistas” 4 (2013).
[2]. Para una presentación más completa, remito
a mi libro: Baschet (2014).
[3]. Sobre la crítica a la noción de trabajo,
véanse Postone (2006); Holloway (2011); Grupo Krisis; Jappe (2012).
[4]. Sobre esta experiencia, véase el libro
colectivo, La Escuelita zapatista,
Guadalajara, Grietas editores, 2014.
[5]. Ibíd., por ejemplo págs. 116-117, 124, 126,
128-129, 183-184, 196, 202, 204, 376. En
un párrafo de 18 renglones, las explicaciones de los compañeros zapatistas
sobre los cargos en las instancias autónomas recurren 15 veces a la palabra “trabajo” (págs. 187-188).
[6]. Subcomandante Marcos, intervención en el
Primer Coloquio internacional In memoriam Andrés Aubry, Universidad de la
Tierra, diciembre de 2007,
[7]. Cf. Resistencia autónoma, 2014: 8-9.
[8]. La noción de “cargo”, entendida como “servicio
a la comunidad”, tiene una fuerte raíz en las prácticas tradicionales de
los pueblos indígenas, sobre la cual no puedo insistir aquí.
[9]. Cf.
Resistencia autónoma, 2014: 8.
(*)
Fuente:
enviado desde http://www.serazln-altos.org/celm.htm
EL AUTOR:
(Baschet,
Jérôme . Doctor en Historia de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París. Es profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París y profesor de Historia en la Facultad de Ciencias Sociales de
la Universidad Autónoma de Chiapas. Es autor de Adiós al capitalismo: autonomía, sociedad del buen vivir y
multiplicidad de mundos (Buenos Aires: Futuro Anterior, 2014).
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