Agricultura mexicana: bodegas llenas, bolsillos vacíos. El modelo neoliberal sigue de fracaso en fracaso.
Víctor M. Quintana S.
América Latina en Movimiento
ALAI AMLATINA
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ALAI AMLATINA, 30/10/2015.-
Hasta los mismos puentes de la frontera con los Estados Unidos llegaron
este lunes los indignados agricultores mexicanos. Durante diez horas bloquearon
el carril de importaciones del puente internacional Córdova-Américas que une
las ciudades de El Paso, Texas, con Ciudad Juárez, en México. A diferencia de
otros años, éste, los agricultores no se plantaron frente a la Cámara de
Diputados para lograr incrementos en el Programa Especial Concurrente (PEC), es
decir, todos los rubros del Presupuesto de Ingresos de la Federación destinados
al campo. Por más que el PEC aumente, también aumentan las dificultades y
penurias de los productores. Porque el presupuesto sólo es el punto de llegada
de la política económica y agroalimentaria del régimen que lleva a la
agricultura mexicana a la catástrofe.
Tan mala es dicha
política que ahora los productores se encuentran en una terrible situación: sus
bodegas están llenas, pero sus bolsillos están vacíos. Han incrementado su
productividad, pero los costos de producción los están devorando, además de las
pésimas políticas comerciales de un gobierno que gira todo en torno al modelo
económico neoliberal que sigue de fracaso en fracaso.
Esta situación, ya
insostenible, es la que llevó a cientos de agricultores a manifestarse en el
norte de México, tanto en el puente internacional, como en varias carreteras.
Buscan a manifestar su inconformidad con la manera como el Gobierno Federal
conduce el sector productor de alimentos. De la urgencia y de la amplitud de la
problemática hablan los numerosos grupos que ahí se dieron cita: maiceros,
frijoleros, manzaneros, algodoneros, chileros, lecheros, transportistas.
El principal motivo y a
la vez principal demanda de la movilización de agricultores, sobre todo
medianos, es que el Gobierno Federal detenga la espiral alcista de los costos
de producción para la agricultura nacional que está golpeando fuerte diversos
sistema-productos. El núcleo duro de los incrementos está en los energéticos.
Las cifras que dan los productores son por demás contundentes:
El diésel agrícola en
Estados Unidos cuesta el equivalente a 5 pesos mexicanos el litro; mientras que
en México, 14 pesos con treinta centavos. Los fertilizantes, de acuerdo al
Banco Mundial cuestan 200 dólares la tonelada, menos en el mercado
internacional que en nuestro país.
Comparan los precios
actuales con los del año 2002: en ese entonces, con el barril de petróleo a 50
dólares, los agricultores le pagaban a la Comisión Federal de Electricidad
(CFE) 25 centavos por kilowatt/hora de energía para riego agrícola; el diésel
costaba cinco pesos el litro y la gasolina, siete pesos. Hoy, con el precio del
barril de petróleo apenas llegando a 39 dólares, la CFE cobra el kilowatt/hora
a 52 centavos, el doble que hace 13 años, el precio del diésel se ha elevado en
más de un 180 por ciento y el de la gasolina , en casi un 100%.
No sólo es el
desproporcionado incremento de los energéticos, también afecta a los productores
nacionales, orientados al mercado interno, la devaluación del tipo de cambio
del peso mexicano frente al dólar. Hay que tomar en cuenta que una buena parte
de las semillas mejoradas tienen que importarse pues la estructura nacional
para producirlas la desmantelaron los neoliberales. Ahora con mismo dinero los
agricultores adquieren una cuarta parte menos de las semillas, de los
fertilizantes y de los agroquímicos que podían adquirir hace un año. Lo mismo
sucede con las refacciones y los implementos agrícolas que tienen que reponer.
A la escalada ascendente
de los costos de producción hay que agregar la persistente tendencia a la baja
de los precio internacionales de las “commodities”,
es decir, los productos agrícolas y las materias primas, que es otra puñalada
más a la economía de los productores.
Por si fuera poco,
ASERCA la instancia gubernamental que se dedica a la fijación de precios de
referencia, de subsidiar la comercialización de alimentos básicos, se encuentra
muy retrasada en el pago de subsidios tanto a productores como a
comercializadores. Tan sólo en el granero del país, el estado de Sinaloa los
maiceros reclaman se les cubran cinco mil millones de pesos (unos trescientos
millones de dólares), que se les deben por sus cosechas. En Chihuahua el
Gobierno Federal adeuda un total de mil 634 millones de pesos (unos cien
millones de dólares), por coberturas de maíz, frijol, algodón, trigo y sorgo y
apoyos a productores y a empresas comercializadoras.
Toda esta política de
costos de producción revela que la Secretaría de Agricultura del gobierno
mexicano no es más que una dependencia de la Secretaría de Hacienda, pues la
lógica que prevalece no es la de producir más y mejores alimentos para el
Pueblo de México, sino la de las exigencias tecnocráticas y financieras de
quien maneja la política económica del país.
Está sucediendo lo que a
mediados de los años sesenta: el sector agropecuario mexicano se encuentra
exangüe de tanto transferir valor a otros sectores de la economía nacional.
Está demostrando su gran capacidad productiva, pero a pesar de ello, enfrenta
un serio proceso de descapitalización, en primer lugar, por la escalada de
costos de producción en segundo, por la equivocada política de precios y
subsidios, y en tercero, por la integración económica internacional subordinada
promovida del Gobierno Federal. La negociación del Acuerdo Transpacífico a
espaldas de los productores del sector agroalimentario vendrá a impactar muy
negativamente la producción nacional de alimentos básicos y generará aún más
desempleo en el sector. Ya se avizoran graves afectaciones para los productores
de leche, azúcar, café y manzana, entre otros.
Así, las políticas
librecambistas y neoliberales de quienes detentan el poder político y de las
trasnacionales del agronegocio apuntan directamente a desmantelar el aparato
productivo de alimentos y materias primas de México, para hacerlo todavía más
dependiente de las importaciones tasadas con un dólar caro y compradas con un
petróleo muy barato. Ya compramos al extranjero más del 40% de lo que nos
comemos. El camino al colapso.
- Víctor M. Quintana S.
es asesor del Frente Democrático Campesino de Chihuahua e investigador/profesor
de la Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez.
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