The Associated Press
Por María Verza,
San Miguel Tecomatlan, México (AP) A
diferencia de los padres de los 43 estudiantes desaparecidos hace un año, los
seres queridos de Julio César Mondragón tuvieron un cuerpo que enterrar. Pero
eso no les dio mucho consuelo porque el cadáver ofrecía un brutal testimonio de
los horrores que padeció momentos antes de morir.
La
autopsia muestra varias fracturas de cráneo, hemorragias internas y otras
heridas producto de torturas. Su cráneo fue desollado, una táctica frecuente
usada por los cárteles de la droga para crear terror. Luego, las fotografías de
su cadáver fueron subidas a internet.
La
atención internacional del caso se ha centrado en los 43 estudiantes que se
desaparecieron de la faz de la tierra el sábado hace un año, pero otras seis
personas murieron a manos de la policía durante esas horas, incluyendo a
Mondragón, de 22 años, casado y con una niña de un año.
De
acuerdo con el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, tanto las
desapariciones como los asesinatos fueron parte un ataque desproporcionado, coordinado
en contra de los estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa Raúl
Isidro Burgos, que habían llegado a esa ciudad, 200 kilómetros al sur de Ciudad
de México, a tomarse por la fuerza varios autobuses para ir a una
manifestación.
Lo
sucedido el pasado 26 de septiembre está lejos de ser un caso aislado. Unas
25.000 personas han sido reportadas como desaparecidas en México desde 2007,
cientos de ellos en Iguala al menos en el último año. La desaparición de los
estudiantes llamó la atención acerca de cientos de personas que han
desaparecido, la violencia de los cárteles de la droga, la corrupción oficial,
la indiferencia del gobierno y la negligencia de la justicia que hace que los
casos languidezcan en los despachos judiciales.
De
acuerdo con la versión oficial de los hechos, los 43 estudiantes desaparecieron
víctimas de un ataque de la policía y un cártel local de narcos llamado Guerreros Unidos al confundirlos con un cártel rival. El propio ex Procurador (que es
como se llama al Fiscal General en México) dijo en noviembre pasado que los
estudiantes fueron asesinados y sus restos incinerados en una enorme hoguera en
el basurero de la cercana población de Cocula.
Pero el
Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos rebatieron esa versión a principios de mes
al concluir que las autoridades sabían quienes exactamente eran los estudiantes
desde el momento en que salieron de la escuela rumbo a Iguala, y que no
hicieron nada para detener el ataque del que fueron víctimas.
También
refutaron la versión de la hoguera y sostienen que, simplemente, no ocurrió, y
sugirieron que el móvil del ataque fue que los estudiantes, sin saberlo,
tomaron un autobús que llevaba droga o dinero. Iguala es conocida como un
centro de distribución y tráfico de heroína a Estados Unidos.
Las
familias culpan a las autoridades de negligencia judicial, incluyendo el caso
de Mondragón y otras cinco personas que murieron esa fatídica noche. Sus
compañeros Daniel Solís y Julio César Ramírez fueron asesinados a quemarropa.
El conductor Víctor Manuel Lugo Ortiz y el adolescente David José García
Evangelista, de 15 años, murieron cuando la policía disparó contra el autobús
que transportaba a un equipo de fútbol. Y Blanca Montiel, de 40 años, cayó muerta
víctima de las balas perdidas cuando
iba en un taxi.
Mondragón
había estado en uno de los autobuses atacados y apareció luego de una
conferencia de prensa que los estudiantes habían convocado en medio del caos.
Había grabado videos con su celular. Huyó cuando la policía abrió fuego.
Testigos dijeron que poco después de que lo vieron por última vez, oyeron
gritos de alguien que, asumieron, había sido detenido. Hacía las seis de la
mañana, los soldados encontraron su cuerpo a poco más de un kilómetro del lugar
de donde desapareció.
La
autopsia muestra lesiones consistentes con tortura pero este delito no se
menciona en el expediente judicial del caso. En un informe, un mando militar
informó del hallazgo de un "cuerpo
desollado" por "arma
blanca" pero la autopsia dice que un
animal pudo haber desollado su rostro luego que de que el cuerpo fuera
abandonado en una carretera. Su familia cree que esa conclusión es una "burla".
El caso
de Mondragón podría proporcionar pistas sobre quién está detrás del ataque de
los 43, según la Comisión Interamericana. Pero el proceso penal languidece en
tres expedientes judiciales distintos. El cuerpo de Mondragón será exhumado
después del aniversario de su muerte, como lo han solicitado su familia y la
Comisión Interamericana.
El ex
alcalde de Iguala, José Luis Abarca, se encuentra entre las 28 personas
acusadas del homicidio. Las autoridades dicen que él ordenó los ataques. Pero
la abogada de la familia, Sayuri Herrera, dice que el caos de los expedientes
es tal que cualquier abogado defensor podría echar por tierra las acusaciones
contra los policías, como ya ocurrió con uno que ya fue exonerado, pero que
sigue detenido por el caso de los 43.
"No hay claridad. A toda esa gente (los
28 detenidos) se les acusa también del
resto de homicidios cómo si todos hubiesen podido estar en todas partes a la
vez", dice Herrera. "Ni
siquiera hay claridad en las acusaciones".
Los
sábados, la familia de Mondragón se reúne y se sienta en la mesa grande de la
casa de concreto de Cuitláhuac Mondragón, tío de Julio César, a veces para
recibir asesoría psicológica, a veces para reunirse con Herrera o con
colectivos que los ayudan a definir estrategias legales y buscar justicia.
"Aquí todos nos hacemos los
fuertes", dijo Lenin Mondragón, que tiene los mismos
ojos de su hermanos, pero ahora llenos de tristeza. El joven aprieta la
mandíbula y mira al suelo en el patio que une la casa de su madre y la su tío,
dos modestas viviendas en la comunidad de San Miguel Tecomatlán, un pueblo
rural en las colinas del estado de México.
La
familia quiere que el caso sea asumido por fiscales federales. Los expertos de
la Comisión Interamericana también dicen que los seis asesinatos deben hacer
parte del proceso federal de la investigación de los 43, ya que completan el
panorama de lo sucedido aquella noche.
La
Procuraduría General rechazó esta petición y su oficina no respondió a las
solicitudes de entrevistas de The Associated Press.
El
expediente sigue en manos de los fiscales estatales en Guerrero, donde la falta
de recursos y la inexperiencia hacen que sea aún menos probable que se haga
justicia.
Mondragón
era un poco mayor a sus otros compañeros de clase que cursaban el primer año,
porque había estudiado en varias escuelas normalistas antes de inscribirse en
la de Ayotzinapa. Le gustaba cuestionar a sus maestros y dirigentes
estudiantiles, dijo Cuitláhuac Mondragón. También le enseñaba a leer y a
escribir a las familias pobres de San Miguel Tecomatlán.
La
madre de Julio César, Afrodita Mondragón, a veces pone la canción de salsa que
bailaba con él y repasa su Facebook tapando con la mano parte de la pantalla
por si aparece la foto que corrió por internet. No soporta ni imaginarla.
Afrodita
a veces siente miedo. Cree que su hija de tres años merece otra vida, pero el
activismo de la familia por lograr justicia es una decisión tomada.
"Lo único que pedimos es la
verdad", dijo su tío Cuitláhuac. "El gobierno está apostando a que esto todo será olvidado, pero nosotros estamos apostando a la justicia".
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