Jhosivani
Guerrero de la Cruz, uno de los normalistas desaparecidos.
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Animal Político
Paola Alín
16 de septiembre de 2015
La
Procuraduría General de la República (PGR) dio a conocer que la Universidad de
Innsbruk, en Austria, logró identificar un fragmento óseo recuperado en Cocula,
como perteneciente al joven Jhosivani Guerrero de la Cruz, uno de los 43
normalistas desaparecidos por fuerzas de seguridad pública en Iguala, el 26 de
septiembre de 2014.
Jhosivani contaba con 20 años cuando fue
raptado por la policía, y tenía apenas un mes como estudiante de la Escuela
Normal Rural de Ayotzinapa, a la que se había inscrito alentado por sus
hermanos mayores, todos campesinos, como sus padres.
Jhosivani nació en Omeapa, una comunidad que
buen ejemplo es de las profundas desigualdades
que padecen en el presente los pueblos rurales de Guerrero, en contraste
con las zonas urbanizadas.
“Nosotros
somos de Omeapa –narró en
octubre de 2014 la hermana de Jhosivani– que
es una comunidad que está a 15 minutos de la cabecera municipal, Tixtla, y aún
así se vive con mucha carencia, con mucha falta de servicios”.
En esa comunidad, Jhosivani sólo pudo
estudiar hasta el nivel primaria, ya que no cuenta con infraestructura
educativa para atender a los adolescentes y jóvenes de la localidad, a quienes
sólo quedan dos opciones: abandonar los estudios y dedicarse únicamente al
campo, o salir de la comunidad, para estudiar en otros puntos la secundaria, la
preparatoria y la universidad… si es que sus padres campesinos acaso pueden
costear algo así.
No era el caso de Jhosivani, cuya familia,
campesina toda, no podía costearle su estancia fuera de Omeapa.
Sin embargo, Jhosivani “buscaba una oportunidad de sobresalir, aspiraba a tener una profesión”,
y por eso, al terminar la primaria decidió continuar la secundaria aún cuando
tuviera que caminar cuatro kilómetros todos los días hasta la carretera, para
poder abordar un transporte que lo llevara a Tixtla, para estudiar. Luego, esos
cuatro kilómetros debía andarlos de vuelta a Omeapa, por la tarde, para apoyar
en la milpa a su familia.
Así fue como concluyó Jhosivani la
secundaria, y así lo hizo también para cursar satisfactoriamente la
preparatoria, y fue entonces que este joven campesino se topó de frente con la
misma realidad de miles como él: para los jóvenes de las comunidades más pobres
de Guerrero la posibilidad de estudiar la universidad es sólo hipotética, ya
que, aún cuando existen instituciones públicas, costear la asistencia a los
centros educativos, los materiales, la vida universitaria, es prácticamente
imposible.
Para jóvenes como Jhosivani prácticamente
sólo hay una opción, si es que quieren cursar estudios de nivel superior:
inscribirse en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, una escuela-internado que
brinda alojamiento y alimentación a estudiantes pobres, que forma maestros para
comunidades rurales e indígenas.
Pero al ingresar a la Normal, recordó la
hermana de Jhosivani, él no sólo buscaba superarse personalmente, sino que
buscaba “ayudar a la comunidad, porque a
Omeapa mandan maestros que son de lejos, profesores que no le ponen suficiente
interés a la niñez para que pueda tener un conocimiento más amplio”.
Por eso, Jhosivani no sólo quería tener una
licenciatura. Él quería ser maestro.
Y quería ser maestro de su pueblo.
EL ADN
Aunque la
identificación de un fragmento de hueso como perteneciente a Jhosivani Guerrero
se basa en resultados que no son 100% concluyentes –ya que el ADN obtenido de
la muestra analizada sólo proporcionó “evidencia
moderada” para sustentar esta conclusión–, la Universidad de Innsbruk
determinó que la identificación es positiva debido a que existen 72
posibilidades de que el fragmento de hueso analizado sí pertenezca a Jhosivani,
contra una posibilidad de que no lo sea.
Según el reporte leído ayer por la titular de
la PGR, Arely Gómez, los datos de ADN obtenidos de la muestra ósea “proporcionan evidencia moderada de perfil
de la víctima de 16-29102014 (clave del resto óseo analizado) coincidente con la madre de la persona
desaparecida (de nombre) Jhosivani Guerrero
de la Cruz”
Jhosivani es el segundo normalista
desaparecido el 26 de septiembre de 2014 que ha sido identificado por la
Universidad de Innsbruk, luego de que en diciembre del año pasado sus
especialistas lograran vincular genéticamente un fragmento de hueso también
recuperado en Cocula con el joven Alexander Mora Venancio.
De hecho, ayer mismo, la PGR notificó también
que Innsbruk realizó un segundo análisis a la muestra vinculada con Alexander
Mora, que ratificó dicha identificación, con un grado de confianza de 1,200
posibilidades contra una.
Tal como informó la procuradora general de la
República, el hueso que se atribuye a Jhosivani (así como aquel que se atribuye
a Alexander Mora) fueron recuperados de “una
bolsa con fragmentos óseos (hallada) el
29 de octubre de 2014”.
Sin embargo,
desde diciembre de 2014, el Equipo Argentino de Antropología Forense
–que coadyuva en esta investigación– denunció que la procedencia de dicha bolsa
no ha sido plenamente aclarada por las autoridades mexicanas, ya que no les
dieron oportunidad de atestiguar el levantamiento de dicha evidencia, cuando
supuestamente fue hallada en el Río San Juan, en el municipio guerrerense de
Cocula.
Por esta denuncia, de hecho, la Comisión
Nacional de Derechos Humanos solicitó, en julio de 2015, que se citara a rendir
declaración ministerial a los buzos de la Marina que, según la versión oficial,
recuperaron esta bolsa del Río San Juan.
“Esta
diligencia –señaló entonces la CNDH– resulta relevante para corroborar o
descartar información sobre el segmento de la ruta de desaparición (de los
43 normalistas) que tiene que ver con la
incineración y la disipación de los restos de acuerdo a lo sostenido en la
versión oficial (y) también podría
contribuir a atender las inquietudes generadas en el Equipo Argentino de
Antropología Forense, sobre la recuperación de las evidencias”.
La hipótesis de que los restos óseos fueron
sembrados en Cocula, además, cobró aliento el pasado 6 de septiembre, cuando el
grupo de expertos enviado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos
para investigar el ataque contra los normalistas desechó la posibilidad de que
los 43 estudiantes hubiesen sido incinerados en el basurero adyacente al río
San Juan, tal como sostiene la “verdad
histórica” de los hechos planteada por la Procuraduría General de la
República.
NUEVA REVISIÓN
Según la “verdad histórica” presentada por la
PGR, en el basurero de Cocula y en el río San Juan fueron recuperados 63 mil
restos óseos carbonizados, de los cuales pudieron recuperarse 17 que,
posiblemente, pudieran servir para extraer muestras de ADN, que permitieran
identificar a algunos de los normalistas desaparecidos por fuerzas de seguridad
pública en septiembre de 2014.
Los restos atribuidos a Jhosivani y Alexander
son parte de ese grupo de 17 muestras.
Sin embargo, la titular de la PGR informó
ayer que ha ordenado la conformación de un nuevo grupo de expertos en medicina
forense, antropología y genetistas, al que podrán integrarse el Equipo
Argentino de Antropología Forense y el Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independientes de la CIDH, con el objetivo de que “uno a uno” sean revisados nuevamente los 63 mil restos óseos, “con el objetivo de que científicamente se
puedan hallar nuevos fragmentos viables para la identificación por cualquier
método”.
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