Borregos y contrainsurgencia (infiltrar mentiras disfrazadas de ‘denuncia’ para sembrar miedo, confusión y división)
Publicado por zapateando.wordpress.com
Babel
Javier Hernández Alpízar
En el
argot periodístico le llaman “borregos”
a las informaciones falsas filtradas como “trascendidos”
y reproducidas por profesionales de sembrar el rumor o por reporteros y
reporteras y medios que los pasan por verdaderos o que consideran noticia e
información todo lo que se dice, sin considerar si es verdad o no. Estas
informaciones falsas filtradas (esas sí, infiltradas)
a través de los medios de masas tienen la función que tiene siempre la mentira:
darle algún tipo de utilidad, ventaja o beneficio a quien los siembra y a
quienes cosechan sus consecuencias: difamar a alguien, exculpar a quienes
desean exculpar, distraer la atención de otros temas, sembrar miedo, mandar
amenazas o mensajes cifrados a algunos actores políticos, sociales y
económicos, crear confusión, etcétera.
Un ejemplo sencillo: hace unos cinco años o más, habitantes de
varios poblados del centro de Veracruz tomaron la Alcoholera Zapopan para
detener su proceso productivo cuyos desechos, llamados vinaza, contaminan el
agua de la región. Los participantes en la toma de esa empresa se turnaban para
cuidar el lugar y otros iban a sus casas a descansar y llegar con comida para
los que habían participado en ese turno, así como para hacer relevos. Una
mañana los periódicos publicaron que quienes tenían tomada la Alcoholera la
habían entregado ya a la empresa: en las comunidades afectadas vieron la
noticia con enojo y comenzaron a criticar a sus compañeros porque ya se habían
rajado o vendido, por supuesto no les llevaron de desayunar. La noticia era
falsa y sus compañeros estaban en el lugar, pasando hambre, y renegando también
de sus incumplidos compañeros que no les habían llevado algo para desayunar y
no habían ido a relevarlos.
Los borregos
pueden servir para debilitar al movimiento social, para dividirlo, para
confrontarlo, de ser posible, así como para desanimarlo y disuadirlo de seguir
activo.
Los síntomas de este manejo mediático
deliberado de la derecha para sembrar borregos,
y con ellos miedo y confusión, se han visto en la más reciente marcha al Zócalo
por los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa: no solamente hubo y hay
represión, brutalidad policiaca, detenciones arbitrarias, tortura y prisión por
motivos políticos, hubo también tensión, miedo y una paranoia hacia las
personas que fueran con el rostro cubierto o estuvieran haciendo pintas. Esta
vez, el borrego fue sembrado en la internet, en las redes sociales, y de esa
manera el poder utilizó para sembrar la división y la paranoia precisamente la
vía que más le ha dolido, por donde circulan las denuncias y las críticas al
poder. Además, para lograr su cometido se disfrazó (eso sí es infiltrarse) de denuncia al poder. Se basó en un hecho que es real: la policía, los
organismos de inteligencia, los gobiernos y hasta los partidos políticos y
mafias peores tienen por costumbre infiltrar a personal suyo en los movimientos
sociales, sea meramente para espiar o sea para otros fines. Eso genera una
permanente irritación entre los ciudadanos, colectivos y organizaciones.
Siempre hay una cierta paranoia, que oscila entre el grado de mera sensibilidad
y puede llegar al delirio, acerca de estos infiltrados. Así que esta vez el
recurso fue tomar fotos de personas de civil en vehículos militares para desde
muy temprano “denunciar” que había
militares que iban a infiltrarse en las movilizaciones para provocar violencia
y desatar con ese pretexto la represión policiaca. (Las fotos no correspondían
a ese día, según lo analizó y publicó en Facebook Villaseñor Monfort) Más
adelante, combinaron las fotos de esos sujetos vestidos de civil con las de los
jóvenes que se enfrentaron con la policía en un intento por bloquear el
Aeropuerto, quienes fueron finalmente reprimidos y detenidos. Usando parecidos
superficiales entre algunos de ellos, colores de ropa por ejemplo, los posteos “denunciaban” a militares infiltrados
que habían provocado violencia y dado pretexto a la represión. Explotando la
paranoia natural en el movimiento social, mediante esas fotos lograron infiltrar en las redes sociales a los
usuarios, las redes las reprodujimos en mayor o menor medida, porque se basaban
en una paranoia típicamente existente, pero también porque tenían la apariencia
de una denuncia contra el poder.
Faltó detenernos a observar, prestar atención, ser críticos. El resultado fue
que los jóvenes que se taparon el rostro durante la marcha de esa misma tarde
eran repelidos y asilados por muchos de los contingentes que marcharon, lo cual
los aisló y los puso en mayor riesgo ante la represión que finalmente se desató
contra todos aquellos que simplemente estuvieran presentes en el momento en que
la policía del DF y la policía federal recibieron la orden de comenzar a
golpear, reprimir y detener a discreción.
En días pasados, durante la coyuntura de la
agresión contra los okupas de Auditorio Che Guevara, el Centro de Medios Libres
publicó en Facebook una reflexión llamando a no repetir rumores y a confirmar
las noticias antes de publicarlas. En el mismo día de la marcha, y también los
siguientes, José Villaseñor Monfort hizo la crítica del uso descontextualizado
y el montaje de fotos para crear una falsa noticia. No obstante los posteos se
volvieron virales y formaron en buena medida la percepción paranoica y el
rechazo a los manifestantes con el rostro cubierto.
Más allá de las polémicas que esto ha
generado entre usuarios de las redes e incluso entre medios libres y
alternativos, el daño que causó el borrego
está ya presente, pues a la confusión y la rabia que siempre genera la
represión se suma la división en el movimiento social, uno de los objetivos del
rumor podría haber sido aislar a los grupos que practican la acción directa del
resto de los manifestantes, otro es muy sutil pero funcionó: aparentemente se
culpa al poder de provocar la violencia, pero realmente se genera una confusión
que para ciertos sectores puede parecer la perfecta excusa para pedir mano dura
y “vuelta al orden”; como si el orden
y la normalidad violenta e incluso cruenta de este país no fuera precisamente
el causante del enojo y la protesta.
Rectificar en nuestros foros y espacios de
información y discusión en la medida de lo posible este borrego que infiltró
nuestras redes sociales es necesario. Estar más atentos y ser muy cuidadosos
con todo tipo e informaciones que se postean en las redes y la internet es
también necesario. Pero sobre todo reflexionar en la manera en que han
funcionado este borrego como elemento contrainsurgente: usando los fantasmas
que existen en el movimiento, dándole la apariencia de una dura denuncia contra
el poder y no sólo desviando la atención de los verdaderos responsables de la
violencia: los gobiernos federal y de los estados como Guerrero, DF, Chiapas,
Yucatán, Veracruz, Oaxaca, etc., sino sembrando una semilla de división en
medio del movimiento social.
Los memes
y caricaturas que han simplificado la cuestión pintando a Peña Nieto como un
imbécil no orientan en nada: en el poder hay gente capaz de maniobras exitosas
de contrainsurgencia, entre ellas los borregos.
Las redes deben generar entonces mecanismos de crítica, de rectificación, y
revertir el daño que estos trascendidos provocan.
No nos tomemos la crítica como algo personal
(este artículo es en primera instancia una autocrítica y parte de un diálogo
colectivo), porque entonces el borrego
tendría otro éxito: confrontar y dividir a las personas que denuncian en las
redes sociales y a quienes lo hacen desde medios libres o alternativos.
Cuidarnos de las falsedades y rumores no es sólo responsabilidad personal (que
lo es) sino colectiva, es protegernos entre todos, igual que en una
movilización debemos defendernos juntos de la violencia del poder. No basta con
borrar de nuestros contactos a quienes nos critican o manifiestan sus
desacuerdos: el debate en preciso para ponernos de acuerdo en cuáles son los
problemas verdaderos para no seguir dando palos de ciego.
En los próximos días, además de continuar la
represión física, la contrainsurgencia se va a centrar en la difamación del
movimiento: pintarlo como violento y desestabilizador será lo usual.
Encontrar la falsedad y refutarla para que los ciudadanos, los lectores, puedan
juzgar la verdad con ojo crítico será esencial.
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