23
/ octubre / 2014
Por:
Una luz colectiva.
San
Cristóbal de las Casas. 22 de octubre de 2014.- Hoy Guerrero y Sonora brillan
en Chiapas, en sus caminos nublados, en sus veredas y brechas lodosas. Miles de
mujeres y hombres bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
se unen a la jornada global de protestas “Una
luz por Ayotzinapa”, refrendando su solidaridad con las familias de los
estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos y con los presos políticos de
la Tribu Yaqui. Para ello, se colocan cuando atardece a la orilla de decenas de
caminos mojados que conducen a sus comunidades autónomas.
Llevan en sus manos una luz encendida que luego clavan en
la tierra cuando no llueve tanto, o mantas que exigen “presentación con vida de los 43 alumnos desaparecidos”, “castigos a los responsables de asesinatos y
desaparición forzada”, así como “libertad
incondicional para los hermanos yaquis Mario Luna Romero y Fernando Jiménez
Gutiérrez”. Se congregan en las inmediaciones de sus comunidades y sus Caracoles
porque, a casi un mes de la barbarie policíaca en Iguala, 43 estudiantes siguen
desaparecidos mientras nadie responde por los 25 heridos, por el cerebro en
coma del joven Aldo Gutiérrez Solano, por el rostro baleado a quemaboca de
Édgar Andrés Vargas, por el cuerpo desollado de Julio César Mondragón ni por
otras 5 personas asesinadas el 26 de septiembre.
El panorama en México es oscuro. El tamaño de la lista de
asesinatos y desapariciones en años recientes es equivalente a su corrupción
institucional. La vecindad con el país que fabrica las armas que usan los
cárteles de la droga, y que hospeda a millones de sus mejores clientes, pesa
más que nunca. Pero la carga se sacude y el paisaje se ilumina en kilómetros de
luces que recorren los caminos zapatistas y en consignas sin miedo por las
calles de San Cristóbal de las Casas. Aquí, desde las 5 de la tarde, miles de
estudiantes, maestras y maestros, familias y adherentes a la Sexta Declaración
de la Selva Lacandona se reúnen en distintos puntos para confluir horas después
a un costado de la catedral. Las miradas encendidas de normalistas chiapanecos
apuntan a Guerrero, el estado que porta el nombre de quien estuvo dispuesto a “vivir por la patria o morir por la
libertad”. Casi la mitad de las escuelas normales de Chiapas se declaran en
paro indefinido, en espera de la presentación de sus compañeros de Ayotzinapa.
La única normal rural chiapaneca (de las 17 rurales que hay en México) también
detiene labores y encabeza hoy la protesta.
Alto al terrorismo de estado
La avenida
Insurgentes, los portales del centro, el palacio de gobierno y los muros de la
catedral quedan tapizados de letreros y pintas ante la mirada atónita de
turistas. Entre la “presentación
inmediata con vida” y el “43: los
estamos esperando” se puede ver al gran Pakal llorando sangre mientras pide
“justicia para Ayotzinapa”. Cuando
llega la noche, decenas de oradores proyectan reclamos hacia el parque central
en tanto las velas comienzan a encenderse, sobre todo en manos infantiles y jóvenes.
A las puertas del palacio de gobierno que cimbraran los zapatistas años atrás,
hileras de velas y flores redactan en luz y color la consigna dominante: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
En enero de 1994, las comunidades indígenas zapatistas
conjuraron su exterminio. Veinte años después mantienen encendido un fuego
distinto, libre y rebelde. Esta noche, junto con la movilización de decenas de
universidades mexicanas en paro y de miles de voces organizadas e indignadas en
distintas partes del mundo, las pequeñas luces zapatistas son prueba viviente
de que no todo México es salvaje.
Comentarios