Escrito por Rafael de la Garza Talavera
Fuente: Colectivo
La Digna Voz
Kaos en la red
La tragedia que viven
miles y miles de palestinos como consecuencia de la guerra de exterminio que el
gobierno de Israel sostiene, con argumentos baladís, contra Palestina o con lo
queda de ella, no está tan lejos de la realidad mexicana. Dos cosas quedan
claras al respecto: la guerra está financiada por los EE.UU y tiene como
sustento ideológico el racismo y la discriminación. En otras palabras, en su
lucha por mitigar su decadencia, los EE.UU insisten en mantener una cabeza de
playa en Medio Oriente financiando a un estado fascista, armado hasta los
dientes y con un discurso de odio sistemático contra el mundo árabe.
La postura de México ha estado acorde con su condición de colonia yanqui.
Jorge Lamónaco, embajador permanente de México ante los organismos de la ONU,
coloca en el mismo plano a Palestina e Israel al declarar recientemente que:
“México reitera su grave preocupación por
la escalada de violencia entre Israel y grupos armados palestinos en
la Franja de Gaza, y hace un enérgico llamado para que las partes pongan fin de
inmediato a las agresiones y a todo acto de violencia”. Es decir el
problema es responsabilidad de los dos países, negando la realidad del conflicto
y el papel central de los EE.UU e Israel en él.
La tibia postura -expresada por un funcionario menor pues Enrique Peña se
ha mantenido al margen para no molestar a sus ‘socios’ estadounidenses y a la comunidad judía en México, que goza
de un enorme poder- provocó la reacción del
embajador palestino en México, Munjed Saleh, quien reconoció el apoyo mexicano
en 2012 para que Palestina fuera reconocido por la ONU como estado "pero un deseo nuestro es ver una
posición más clara, de condena por el genocidio y a favor de la muy justa causa
de nuestro nación" .
Lamentablemente para la causa palestina, el gobierno mexicano difícilmente
condenará el genocidio. Más bien hará todo lo posible para mantenerse en línea
con la postura de Obama y el lobby
israelí confirmando así su posición, no sólo frente al conflicto en Medio
Oriente sino también frente a la guerra económica que los EE.UU sostiene contra
México. Puede parecer disparatado afirmar lo anterior pero si se asume que las
reformas neoliberales recién aprobadas por el congreso mexicano profundizarán
la marginación y la pobreza entre la mayoría de la población a favor de las
petroleras yanquis, y que el trato que se les dispensa a los migrantes al
tratar de cruzar el Rio Bravo es francamente discriminatorio, pues no creo que
la idea deba descartarse de plano.
Pero si además agregamos el reciente comentario de Ann Coulter, columnista
estadounidense, quien sin empacho alguno se pregunta públicamente por qué EE.UU
no hace lo que está haciendo Israel con Palestina, o sea bombardear a México
para detener la supuesta invasión de los migrantes, la idea de que México está
siendo objeto de una guerra similar a la de Palestina merece ser considerada.
Lo que Coulter sugiere debe ser de uso común entre los círculos conservadores
del Capitolio, no se diga en grupos de la sociedad civil como el MinuteMan
Project que han emprendido acciones directas, aderazadas
con ideas racistas, para contener a los migrantes en su frontera sur. Sobra
decir que las declaraciones de Coulter no merecieron la más mínima atención de
los gobernantes mexicanos, enfrascados en las celebraciones de su éxito para
imponer sus reformas y ceder la renta petrolera a las corporaciones
internacionales.
El racismo y la discriminación hacia los mexicanos proveniente de su vecino
del norte no difiere mucho del que practica Israel con Palestina. Acusados de terroristas, tanto los mexicanos como
los palestinos deviene víctimas colaterales de la lucha contra el terrorismo y
su exterminio una guerra justa, una cruzada para salvar a la civilización de
la barbarie. La indiferencia frente a las muertes de niños migrantes que
viajan solos para cruzar la frontera o para con los que son aplastados por
muros y piedras producto del bombardeo israelí en Gaza es la misma: el rostro
de la barbarie vestida de civilización no se inmuta en lo absoluto. Más aún, se
da el lujo de justificar su desprecio al señalar a los niños como potenciales terroristas.
Por eso, la tragedia palestina debe ser objeto de nuestra atención y
solidaridad pues de alguna manera nos da la clave para comprender nuestro
presente y nuestro futuro. Las enormes extensiones de tierra que por medio del
despojo se agenciarán las petroleras y las mineras para saquear los recursos naturales
de México son una invasión similar a la que ha realizado Israel por décadas
para apropiarse de Palestina. Pero sobre todo, tanto una como otra están
basadas en la discriminación y el racismo que las justifican como guerras justas y posibilitan el aumento
de las utilidades de los dueños del dinero. Por eso desde México tenemos que
exclamar ¡Alto al genocidio contra
Palestina!
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