Chile: El MIR durante la Unidad Popular, un debate necesario desde el marxismo (propuesta de análisis)
14-07-2014
El
MIR durante la Unidad Popular, un debate necesario desde el marxismo
Propuesta
de análisis de un militante del Partido de Trabajadores Revolucionario
A 40 años del Golpe militar antiobrero en
Chile, vuelven a la memoria, más actuales que nunca, las consecuencias nefastas
de la política de la Dictadura. Miles de muertos, torturados y detenidos
desaparecidos. Descabezamiento y atomización del movimiento obrero y
destrucción de las organizaciones de los sectores populares y de los partidos
de izquierda. La imposición a sangre y fuego de una antidemocrática
constitución que no hace más que legitimar la más feroz dictadura patronal y
una economía que privatiza desde nuestros recursos naturales hasta los derechos
más básicos, como la salud y la educación.
Este
fue el método que utilizaron los empresarios para mantener sus privilegios como
clase explotadora, cuando lo más organizado del movimiento obrero cuestionó los
pilares de la propiedad privada y no sólo tomaron sus lugares de trabajo, sino
también pusieron las fabricas a producir, siendo los Cordones Industriales la experiencia
de auto organización más avanzada en la historia chilena.
“El proceso de ascenso y radicalización de
las masas que había cobrado ímpetu en la década de los '60, había alertado al
imperialismo, la burguesía, sus partidos y sus instituciones. La elección de
Allende era un signo evidente. Los preparativos de un golpe comenzaron a
accionar”. (…)
Desde mediados de 1972 se abre una segunda
etapa. El ascenso y radicalización de las masas da un salto cualitativo. Esto
decide el paso a la acción represiva y genocida del imperialismo y la
burguesía, al golpe de Estado. Lo que guio nuestra interpretación del período
fue este punto de quiebre excepcional. Porque los protagonistas de la historia
del siglo XX son las masas, y los puntos de quiebre, largamente preparados en
años y años de luchas, de avances y retrocesos, de triunfos parciales y
derrotas, son los giros revolucionarios que dan las masas, que hacen temblar
toda la estructura de dominación de la burguesía y el imperialismo”. [1]
Fue
esto, y no el programa de la Unidad Popular (UP) lo que los empresarios
chilenos, aliados al imperialismo, hundieron en sangre a través del Golpe y la
posterior Dictadura. Sin embargo, no solo la memoria es el objetivo de esta
nota, sino también las lecciones que se pueden sacar a partir de este proceso,
en la perspectiva de poder llegar a ser un aporte para la revolución socialista
en Chile.
Los
años de la UP dieron lugar a la organización consciente de miles de obreros,
con métodos radicales de combate clasista. Pero ¿que hizo falta para que esta
experiencia embrionaria de organismos de doble poder dieran la victoria a la
clase obrera? Nuestra respuesta es que hizo falta un partido revolucionario,
capaz de combatir a sus enemigos de clase, al reformismo y la conciliación de
clases que abiertamente practicaron el Partido Comunista (PC) y el Partido
Socialista (PS), que integraban la UP, e impulsara y potenciara la auto
organización de la clase obrera.
Como
señalaba Trotsky:
“Para barrer el régimen
que se sobrevive, la clase avanzada debe comprender que ha sonado su hora y
proponerse la tarea de la conquista del poder. Aquí se abre el campo de la
acción revolucionaria consciente, donde la previsión y el cálculo se unen a la
voluntad y la bravura. Dicho de otra manera: aquí se abre el campo de la acción
del partido. El partido revolucionario es la condensación de lo más selecto de
la clase avanzada. Sin un partido capaz de orientarse en las circunstancias, de
apreciar la marcha y el ritmo de los acontecimientos y de conquistar a tiempo
la confianza de las masas, la victoria de la revolución proletaria es
imposible”. [2]
Esta tarea histórica objetivamente no la podían realizar ni
el Partido Comunista ni el Partido Socialista, ejes de la Unidad Popular que
integraba además a partidos no obreros como el Radical (PR), que representaba a
la burguesía dentro de la coalición; fundamentalmente porque su principal
objetivo fue intentar llegar a un acuerdo con la Democracia Cristiana (DC),
partido golpista que representaba los intereses de una parte del empresariado;
y contener el ascenso y la radicalización del movimiento obrero en vez de
impulsar su auto organización y la formación de un doble poder capaz de
derrocar a la burguesía. En la práctica, estos partidos (PC y PS) apostaron por
la reforma al capitalismo y la convivencia pacífica con los empresarios dentro
de los marcos de la democracia burguesa y no al derrocamiento del capitalismo y
la burguesía como clase explotadora y opresora. Se transformaron en los últimos
garantes del sistema y al mismo tiempo en el último obstáculo para el
derrocamiento revolucionario de éste, conteniendo y enmarcando las luchas de la
clase obrera al interior de las instituciones, la legalidad y la democracia
burguesa justamente para preservarla.
Sin embargo, desde la izquierda y externo a la UP, se
encontraba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), que también jugó un
papel ocupando el espacio de la ultraizquierda política.
Si bien criticaron correctamente las claudicaciones de la
Unidad Popular frente a los partidos de la burguesía, de conjunto no
denunciaron la estrategia frentepopulista, de la que la UP fue la expresión
concreta. En palabras de Enríquez:
“Probablemente, la
definición más acertada del gobierno UP es la que corresponde a la alianza de
clase entre la pequeña burguesía reformista y el reformismo obrero. En función
de esta alianza es posible entender las bases programáticas de la UP, sus
avances en el sentido de ciertos cambios estructurales, sus debilidades y
concesiones”. [3]
Esta formulación no es correcta, pues recubre de izquierda
el verdadero carácter frentepopulista de la UP, el cual es el de una coalición
entre la burguesía y los partidos reformistas de base obrera. Si bien
representaba en general las aspiraciones de la pequeña burguesía, lo cual se
expresaba en su programa, en los hechos constituyó el último eslabón de una
tradición frentepopulista que venía desde la década de 1930. El carácter del
programa de la UP fue reformista en la práctica, el contenido fue de permanente
negociación con el partido más fuerte de la burguesía, la DC, para lograr
concesiones a las masas dentro de los márgenes de la democracia burguesa, lo
cual le impone límites a esas concesiones: los límites que esté dispuesta a
aceptar la burguesía misma, lo que termina subordinando el posibilismo del
programa de la UP a los intereses de los empresarios y el imperialismo asociado
a ellos.
Respecto a esta cuestión, Trotsky escribía:
“El ‘Frente Popular’ es
una coalición del proletariado con la burguesía imperialista, representada por
el Partido Radical y de otras podredumbres de la misma especie y menor
envergadura. La coalición se extiende al terreno parlamentario. En ambos
terrenos, el Partido Radical, que conserva toda su libertad de acción, limita brutalmente
la libertad de acción del proletariado. (…) Mientras que las masas, por su voto
y por su lucha, quieren derribar al Partido Radical, los jefes del frente
único, por el contrario, aspiran a salvarlo. Después de haber ganado la
confianza de las masas obreras sobre la base de un programa ‘socialista’, los
dirigentes de los partidos obreros ceden voluntariamente la parte del león de
esta confianza a los radicales, en quienes las masas no tienen ninguna. (…) El
último congreso de la Internacional Comunista, en su resolución sobre el
informe de Dimitrov, se ha pronunciado por la creación de comités de acción elegidos
como apoyo de masas del ‘Frente Popular’. Esta es, por cierto, la única idea
progresiva de toda la resolución. Pero es precisamente por eso que los
estalinistas no hacen nada por su realización. No pueden decidirse a hacerlo
sin romper la colaboración de clases con la burguesía” [4].
Lo erróneo de su caracterización sobre la Unidad Popular
llevó al MIR a plantear confianza en el “ala
progresista” de la UP, y a apostar a levantar un “polo revolucionario” que fuera capaz de dirigir a la UP y
separarla de la burguesía, con el fin de presionar a la coalición de que se
transforme “verdaderamente” en el
gobierno de los trabajadores. ¿Cómo lograr separar aguas dentro de la UP sin
quebrar la coalición? Esta fue la pregunta que el MIR nunca quiso responder y
apostó a levantar este polo “desde dentro
y fuera” de las fuerzas que operaban en la UP, pero sin dañar la unidad de
la izquierda y al gobierno, pues eso lo debilitaría y le abriría paso a la
reacción, pues el objetivo de la lucha era la burguesía y el imperialismo.
“A partir de este marco
general, nos proponemos los siguientes objetivos específicos:
Crear condiciones
favorables en la lucha de clases para separar la UP de la burguesía y de las
influencias más nefastas de la pequeña burguesía, mediante una lucha directa y
tenaz que golpee directamente y sin claudicaciones a la burguesía. La lucha
directa contra la burguesía y el imperialismo, creará condiciones de ‘facto’
frente a las cuales, los distintos sectores de la UP y el gobierno estarán
obligados a definirse por uno u otro campo” [5]
A raíz de esto, cabe preguntarse ¿Y la toma del poder, no es
necesaria para dar ese combate contra la burguesía y el imperialismo? La Unidad
Popular no tuvo el control del estado, sino de una parte de él, a la que se le
opuso el Senado, el Poder Judicial y la Contraloría, con los cuales la UP
intentó llegar a acuerdos, por lo que no podía controlar el aparato estatal
entero. Si el gobierno pactaba y negociaba con la burguesía golpista, se
transformaba en contraposición en un obstáculo para el desarrollo de la lucha
de clases y para la conquista del poder por parte de la clase obrera. Respecto
a esto, el MIR escribía:
“A partir de lo
anterior, ¿es lícito y legítimo que los revolucionarios califiquen al gobierno
como un gobierno que se ha colocado definitivamente en contra de los
trabajadores? ¿Es correcto afirmar que el gobierno se ha convertido en el
enemigo de clase de los trabajadores y al servicio irrestricto de los intereses
de la burguesía? Evidentemente no. Sabemos que es muy difícil explicar a muchos
sectores del pueblo que el gobierno y su política no nos permiten clasificarlo
de enemigo de clase”. [6]
Si bien fue acertado plantear la denuncia y la exigencia a
las claudicaciones de la UP a su propio programa y plantear la necesidad de una
política militar para contrarrestar el golpe, al no denunciar la política de
frente popular y combatirla desarmaron políticamente a la clase obrera,
llamando a confiar en la UP, que a su vez negociaba con la DC, la que a su vez
estaba aliada con el Partido Nacional, los gestores del Golpe, amarrando a la
clase obrera a no superar y desbordar a la UP. El “ala progresista” en la que mantenía el MIR sus esperanzas se
encontraba al interior del gobierno, sin quebrar con él, haciendo de la lucha
contra la UP y el reformismo, una lucha más bien ideológica, “fraternal para no dividir a la izquierda”
haciendo de vagón de cola de la UP.
De esta manera, dividiendo en “alas”, “campos” o “polos” mantuvo su apoyo crítico a la
política frentepopulista, sin luchar activamente contra ella para desplazar su
influencia en el proletariado, dejando el espacio a que la UP y sus
negociaciones con la burguesía dirigieran el proceso, aún a pesar de los
desbordes de la clase obrera organizada.
Esta confianza en la Unidad Popular nos plantea que más que
en un partido revolucionario, el MIR fue un partido que osciló entre la reforma
y la revolución, centrista, por su característica de estar a medio camino entre
estas 2 posiciones. Mientras denunciaba correctamente las ilusiones de la
llamada “vía chilena al socialismo”,
el atrincheramiento de la UP en el estado burgués y sus negociaciones con la DC
recortando su programa; al mismo tiempo llamaba a confiar en el gobierno,
formaba la guardia armada del presidente (el grupo de amigos del presidente,
GAP) e incluso participaba como un incipiente aparato de inteligencia de la UP,
como recuerda Andrés Pascal, máximo dirigente del MIR tras la muerte de
Enríquez:
“En el transcurso de la
conversación Miguel le manifestó nuestra preocupación de que la derecha le
hiciera un atentado, y Allende pidió que el MIR le aportara un grupo de
compañeros con preparación militar para reforzar su seguridad, lo que hicimos
en los días siguientes. Cuando Allende comenzó a moverse en sus giras y
actividades electorales protegido por estos compañeros armados, un periodista
le preguntó quiénes eran. El candidato respondió: ‘Un grupo de amigos
personales’. Así nació el GAP. También se acordó con Allende colaborar en las
actividades de inteligencia y trabajar coordinadamente con los partidos
Socialista y Comunista en un plan de defensa del eventual triunfo electoral”. [7]
En la práctica, tal y como lo difundió públicamente en sus
declaraciones y entrevistas, el MIR le dio su apoyo “critico” al gobierno de la UP, convirtiéndose en un sostén por
izquierda del mismo gobierno, argumentando que la unidad de la izquierda era
necesaria para enfrentar a los intentos golpistas, en circunstancias en que
eran esos mismos sectores de la izquierda los que buscaban la conciliación a la
vez que permitían que se golpeara a la clase obrera organizada decretando la
devolución de las fabricas tomadas a sus patrones y los allanamientos bajo el
amparo de la Ley de control de armas. Se volvieron los consejeros de izquierda
de la Unidad Popular, se convirtieron en un partido de presión a la UP y
opusieron la unidad de la izquierda a la unidad de los explotados, dando la
prioridad a lo primero.
Respecto a esto, Trotsky planteó, con ocasión del Frente
Popular francés.
“La primera de estas
conclusiones concierne a la autodenominada ‘izquierda revolucionaria’. Este
agrupamiento está caracterizado por una total incomprensión de las leyes del
movimiento de masas. Los centristas parlotean hermosos discursos sobre las ‘masas’,
pero se orientan siempre hacia el aparato reformista. Repitiendo tal o cual
consigna revolucionaria, Marceau Pivert las subordina al principio abstracto de
la ‘unidad orgánica’, que, en los hechos, prueba ser la unidad con los
patriotas contra los revolucionarios.
Mientras que para las
masas revolucionarias la cuestión de vida o muerte es quebrar la resistencia de
los aparatos social patriotas unidos, los centristas de izquierda consideran la
‘unidad’ de esos aparatos como un bien absoluto, por encima de los intereses de
la lucha revolucionaria”. [8]
El poder popular y la hegemonía obrera.
¿Qué
pasa con la política del poder popular? ¿Por qué no le dio la victoria a la
clase obrera?
Si bien es cierto que el MIR, a nivel de programa y
propaganda planteaba a la clase obrera como sujeto revolucionario (pero no el
único) y hablaba, como perspectiva, sobre un gobierno de los trabajadores (en
el mayor ascenso obrero de la historia de Chile ¿Quién le podría negar ese
papel?) es necesario profundizar en que consistió en la práctica el llamado “poder popular”.
El poder popular, tal como lo concibió el MIR, tomaba una
parte de la tradición de los soviets rusos, la cual es el control del
territorio, creando una situación de doble poder entre el estado, que posee el
control nominal, y el soviet, que posee el control efectivo. Sin embargo,
olvida que la clave de este control no es territorial, sino económico. La clave
del poder de los Soviets es el control obrero de las fábricas y la auto
organización de la clase obrera, la cual se expresa sobre un territorio
determinado y no al revés. Es decir, lo que realmente menoscaba el poder social
de la burguesía es el cuestionamiento de la propiedad privada, piedra angular de
su régimen de explotación.
Sin ese pilar, su sistema social de dominación carece de
fundamento, y por tanto de legitimidad. Al mismo tiempo, el poder popular que
planteaba el MIR era el poder del pueblo, formulación que diluye a la clase
obrera y por ende pierde la centralidad del sujeto revolucionario. Es la
posición clave de la clase obrera en la economía lo que la convierte en el
sujeto de la revolución y la única clase capaz de llevar adelante esta tarea,
al frente de todos los sectores oprimidos de la sociedad. Los Cordones
Industriales representaron en Chile el germen de este doble poder opuesto al
Estado burgués, basado en la organización y en la fuerza de la clase obrera,
una suerte de embrión de lo fueron los soviets rusos.
Sin la hegemonía obrera no hay proceso revolucionario que
llegue a buen término, como lo demuestran las consecuencias de la revolución
cubana o la china, que terminaron con estados tremendamente burocratizados y
retrocediendo hacia medidas pro capitalistas. Es por esta razón, al igual que
el populismo ruso de principios del siglo XX (los llamados socialistas
revolucionarios) que el poder popular, como estrategia, no tiene futuro
histórico, pues es un poder pluriclasista, cuyos diversos intereses terminan
por debilitarlo y finalmente diluirlo, de la misma manera que se diluye a la
clase obrera en el.
De esta manera, el MIR apostó por materializar este poder
popular en la forma del Comando Comunal. Para esto, dejaremos que el propio
Enríquez explique en qué consiste:
“Entendemos estas
organizaciones de Poder Popular articuladas fundamentalmente alrededor de los
Comandos Comunales. Se trata de unir orgánicamente al pueblo, de articular a la
clase obrera con el resto de las clases y capas explotadas”. [9]
Lo que no plantea Enríquez, es que el MIR tiene muy poca
inserción dentro del movimiento obrero, dirigidos fundamentalmente por el PC y
el PS. Sin embargo, a raíz del paro patronal de 1972 surgen los Cordones
Industriales, organismos de auto organización de la clase obrera. ¿Que plantea
el MIR para estas organizaciones de clase?
“La otra deformación ha
consistido en restringir en la practica el desarrollo del Poder Popular al
desarrollo de los cordones industriales, cuestión que siendo necesaria no es
suficiente, pues solo aprovecha los niveles de organización que ya tiene la
clase obrera y no organiza ni incorpora a las otras capas del pueblo. Se
renuncia así, en esta forma, a acumular fuerza política y orgánica en estas
capas, manteniendo dividido al pueblo y retardando y dificultando su unidad”. [10]
“Recientemente sectores
políticamente más radicales y consecuentes de la UP buscando resistir las
vacilaciones de ciertos sectores con influencia en la CUT se atrincheraron
orgánicamente en los cordones, impulsaron un trabajo restringido a la clase
obrera organizada, dificultando así implícitamente el desarrollo de los
Comandos Comunales. Llamaron también a un coordinador de cordones,
sectorizándolo al dejar fuera a los Comandos Comunales, a los Consejos
Campesinos, a los Comités Coordinadores, a pesar de que en octubre del 72 llego
a funcionar un coordinador provincial amplio. Esta iniciativa tuvo como
consecuencia inmediata la aparición del paralelismo sindical (en algunas
comunas hay ya dos Cordones Industriales), condujo en algunos casos al
aislamiento de los cordones y de la clase obrera de las otras capas del pueblo,
y en otros casos retardo la unidad de todos los explotados”. [11]
Es decir, no solo no impulsar los cordones industriales y su
coordinación a nivel regional y nacional, sino que priorizar la unidad local
comunal con pobladores y estudiantes antes que la unidad de la clase
trabajadora y sus organismos de auto organización. Si bien la unidad con los
demás sectores oprimidos es importante para la victoria de la clase trabajadora,
si su vanguardia no está organizada es muy improbable que la clase obrera pueda
hegemonizar y acaudillar esta alianza con los oprimidos, diluyéndose en sus
respectivos Comandos Comunales. En la práctica, el MIR no impulsó la hegemonía
obrera y esto correspondió en parte a su estrategia (donde es el pueblo, en
abstracto, el que hace la revolución) y en parte a que no tenía suficiente
inserción en la clase obrera (consecuencia de su estrategia pues no lo vieron
como el sujeto central de la revolución) e intentó subordinar los Cordones
Industriales a los Comandos Comunales que ellos impulsaban.
Esta política encajaba perfectamente con su caracterización
de la UP, pues el poder popular buscaba ser la expresión concreta de la “unidad de los revolucionarios”, es
decir, de los sectores que el MIR caracterizaba como progresistas dentro de la
UP y fuera de ella, con el objetivo de imponer este “polo” a la conducción reformista (básicamente del PC y el ala
derechista del PS). Por medio de esta base, el MIR podría influir en este “polo de izquierda” lo que terminaba
convirtiendo al poder popular en una mera presión sobre el gobierno y no en
organismos de auto organización de la clase obrera con independencia de la
burguesía y de la política del reformismo frentepopulista, ni menos en
organismos desde los cuales el proletariado pueda tomar el poder y levantar un
estado obrero. El MIR quedaba orbitando alrededor de la UP, ni en el centro
mismo, ni tampoco independiente a su influencia, sino subordinado a él.
El resultado fue que la clase obrera no se vio fortalecida
por la política mirista en este momento clave, como tampoco con los límites que
le imponía la UP. Hizo falta un partido revolucionario que peleara por esta
alternativa en el seno del movimiento obrero y contribuyera a desarrollarla
hasta el final, un partido con inserción orgánica y sistemática dentro de la
clase obrera, preparado por largo tiempo al calor de la lucha de clases,
características que el MIR no tenía debido a sus concepciones centristas y que
a la larga impidieron que tuviera el peso necesario dentro de la clase obrera
para poder desarrollar una política independiente al frentepopulismo. Hizo
falta un partido que fuera capaz de impulsar esta alternativa clasista en el
momento clave.
BIBLIOGRAFÍA.
- Enríquez, Miguel. Con vista a la esperanza.
Escaparate Ediciones, Santiago, Chile, 1998.
- Leiva, Sebastián. Revolución Socialista y Poder
Popular. Los casos del MIR y el PRT – ERP 1970 – 1976. Santiago, Ediciones
Escaparate. 2010.
- Leiva, Sebastián y Neghme, Fahra. Política del MIR
durante la Unidad Popular y su influencia sobre los obreros y pobladores de
Santiago. Disponible en:
- Miranda, Nicolás. ¿Quienes fueron los responsables del
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- Pascal Allende, Andrés. El MIR 35 años. Revista
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- Torres, Osvaldo. Democracia y Lucha armada. MIR y MLN –
Tupamaros. Santiago, Pehuen Editores. 2012.
- Trotsky. Lecciones de Octubre. Buenos Aires,
Ediciones Compañero, 1971.
- Trotsky, León. ¿A dónde va Francia? Frente popular y
comités de acción. 1935. Disponible en
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- La batalla de Chile. Parte III. El Poder Popular. Patricio
Guzmán. 1979. Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=_oqUFe2jw4k
- Septiembre: Pueblo y memoria. Pepe Burgos. 2007. Disponible
en: http://www.youtube.com/watch?v=HQ0dXgQhITc
[1] Miranda, Nicolás. ¿Quienes fueron los
responsables del golpe? Ediciones Clase contra clase. Santiago, Chile.1999.
disponible en: http://www.ptr.cl/publicaciones/item/los-responsables-del-golpe
. pp. 19
[3] Enríquez, Miguel. “Memorándum” en Con
vista a la esperanza. Ediciones Escaparate. Santiago, Chile. 1998. pp. 100
[4]
Trotsky, León. ¿A
dónde va Francia? Frente popular y comités de acción. 1935. Disponible en http://www.marxists.org/espanol/trotsky/1936/1936-francia/03.htm
[7] Pascal Allende, Andrés. El MIR 35 años.
Revista Punto Final. Disponible en: http://lahaine.org/internacional/historia/mir35parte2.htm
.
[9] Enríquez, Miguel. “Entrevista
concedida a la revista Chile Hoy” en Con vista a la esperanza.
Ediciones Escaparate. Santiago, Chile. 1998. pp. 280
Álvaro Pérez Jorquera, Licenciado en Historia, Vocero de Asamblea de Estudiantes del
Departamento de Estudios Pedagógicos G21, Universidad de Chile.
Militante de Nuestra Clase y PTR- CcC.
Ver también Tesis de pregrado: http://www.tesis.uchile.cl/ handle/2250/116068
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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