por Santiago Navarro F.
Miércoles, 29 de enero
de 2014
Fuente: Subversiones
Llegamos junto con la
brigada de solidaridad que visitaba al preso político Álvaro Sebastián. Eran
como las nueve de la mañana cuando nos vieron tomar fotografías del penal y
policías del reclusorio salieron inmediatamente a decirnos que no podíamos hacerlo.
Tiempo después vieron al conjunto de la brigada y decidieron hablar con sus
superiores para comentar la situación, es así como se le permitió el acceso a
Erika Sebastián Ruiz –hija de Álvaro- y es la única forma en que se les ha tratado
con dignidad, pues sí los familiares van solos, no les atienden.
“Desde las nueve de la
mañana hasta como a las dos de la tarde estuvimos en la sala de espera, me
dijeron que iban hacer la excepción porque no querían a la prensa” comenta la hija del preso político al salir de su visita.
Sebastián Ramírez es un indígena zapoteco que lleva más de 17 años preso en
cárceles de mediana y alta seguridad, sentenciado a 27 años de prisión por
delitos de homicidio calificado y homicidio en grado de tentativa, no obstante,
los familiares y abogados han demostrado jurídicamente que este tipo de delito
no le es aplicable, pues su detención fue en un contexto de rebelión, como lo
tipificaron en un primer momento las diferentes instancias de gobierno y que
después dio un giro hacia otro punto, contradiciendo su propia línea de
investigación.
Sí a este preso político se le hubiera aplicado el delito de rebelión, el
ya estaría libre, pues literalmente el artículo 133 del Código Penal Federal
dice lo siguiente: “Las penas señaladas
en el artículo anterior se aplicaran al que residiendo en territorio ocupado
por el gobierno federal, y sin mediar coacción física o moral,
proporcione a los rebeldes, armas, municiones, dinero […] la prisión será de 6 meses a 5 años”
El preso político Álvaro Sebastián junto a otros 6 presos en las mismas
condiciones, desde su detención han sufrido un proceso de tortura física y
psicológica. Hoy en este Centro de Readaptación Social continúan viviendo un
proceso de despersonalización, no tienen condiciones favorables que realmente
permitan cultivar el lado humano de cualquier preso, sea político o no.
“Han salido muertos de
aquí. El 10 de diciembre sacaron a uno y así hay varias personas que se están
dejando morir, porque no comen, o porque están enfermos y no los atienden. Hay
moribundos de una edad de 70 a 50 años, me comentó mi padre”, sostiene Erika Sebastián.
Este nuevo modelo penitenciario tiene como objetivo principal un
tratamiento individualizado de carácter progresivo y técnico acorde a su nivel
de custodia e intervención, con la lógica de readaptar a los presos en una vida común, según el Informe de
Rendición de Cuentas 2006-2012. No obstante, las denuncias de los
familiares han sido en torno a un proceso de despersonalización y de
exterminio, pues se encuentran aislados en sus estancias -así le llaman a las
celdas-, con luz artificial durante las 24 horas, con alimentos de pésima
calidad y sin espacios de recreación.
“Si realmente fuera un
espacio de readaptación, la gente no se estaría dejando morir. En un primer
momento había diez doctores, actualmente sólo uno atiende a los presos. Desde
el mes de diciembre mi padre solicitó que lo atendieran por un problema que
está teniendo en el oído, y después de tres peticiones no lo han atendido”, agrega la hija de Álvaro Sebastián y en ese mismo sentido, a petición de
su padre, denuncia la situación de otro preso que conoció en esta prisión: “Teófilo López Vengas se está dejando morir,
porque no come y porque no le dan sus medicamentos, ya que es diabético”.
Los familiares y amigos que formaron esta brigada regresaron con ánimos de
continuar su lucha por la liberación de Álvaro Sebastián, porque él se muestra
con mucha vitalidad y confianza en la solidaridad nacional e internacional, así
como de sus compañeros de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, a la cual
es adherente.
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