Diciembre
27, 2013
Ediciones ERA, México Armado:
1943-1981/bajoelrumordeloleaje. Laura Castellanos. 2007
Publicado
por guerrillacmx
La Historia de un Grupo Guerrillero, Liga de Comunistas Armados,
secuestra un avión en pleno vuelo y logra escapar a Cuba
En marzo de 1972 llegó un comunicado a la
redacción de la revista Por qué?
Estaba firmado con el nombre de una asociación hasta entonces desconocida, la
Liga de Comunistas Armados (LCA). El escrito tenía por objetivo “asumir la responsabilidad de la muerte de
un policía” y externar que lamentaban el dolor de la familia del victimado.
Decía que en las inmediaciones del municipio de Garza García de Nuevo León,
éste había descubierto a dos de los integrantes armados y había forcejeado con
ellos. La revista no lo publicó, sino hasta 10 meses después cuando la LCA
saltó a la televisión. Después de sufrir algunas detenciones como resultado de
un accidente en el que a un guerrillero se le disparó accidentalmente una
pistola en el vientre de su compañera, quienes aún quedaban libres buscaron su
liberación.
Las notas periodísticas de la época refieren que
el 8 de noviembre a las 9:20 horas, un joven que se identificó como Germán
Segovia y tres de sus compañeros abordaron en Monterrey el Boeing 727 de la
Compañía Mexicana de Aviación con destino a la ciudad de México. Ninguno de
ellos se había subido antes a un avión. Entre las 104 personas a bordo se
encontraba Wesley Parsons, cónsul estadounidense, y una hija y un hijo del
gobernador de Nuevo León, Luis M. Farías. El avión despegó sin contratiempos.
Los cuatro muchachos lucían camisetas con el logo de la UANL y cargaban cuatro
escuadras 38 mm. A los 20 minutos de vuelo un joven moreno, se levantó y caminó
por el pasillo aparentemente hacia el baño ubicado al lado de la cabina de los
pilotos. Pero no entró al sanitario. Abrió la cabina y apuntó a la sien a uno
de los pilotos. Germán: alto, rubio y de ojos verdes, se levantó inmediatamente
de su asiento para amartillar el arma sujetar a una de las azafatas y dirigirse
al micrófono. Los pasajeros observaron entre confundidos y asustados:
“¡Somos integrantes de la Liga de Comunistas Armados! ¡Y buscamos derrocar
a este gobierno para establecer uno de carácter socialista que acabe con la
burguesía! ¡Nadie se mueva, manos a la nuca y todos tranquilos!”.
Decía esto mientras le temblaban las manos.
Advirtió que había un explosivo a bordo, que estaban dispuestos a hacer
estallar aun a costa de sus propias vidas. “Vencer
o morir”.
Otro joven se situó a la mitad del avión y el
cuarto en la parte trasera. Se desató el llanto, la histeria. Segovia dio
instrucciones al piloto para que transmitiera sus demandas a la torre de
control. Exigían la liberación de sus dos compañeras y dos compañeros detenidos
y su traslado al aeropuerto, 4 millones de pesos, metralletas, municiones, y
además que localizaran y presentaran a dos compañeros presos en Saltillo. La
programación de radio y televisión fue interrumpida para dar la noticia.
Trascendió que el grupo subversivo sería llevado a Cuba. Mientras, el avión
retornaba a la ciudad de Monterrey y la sobrevolaba por larga hora y media.
El avión aterrizó. Las cámaras de televisión transmitieron
la escena en vivo a millones de televidentes del país. Los altos mandos
policíacos y del ejército se movilizaron para cumplir las demandas. Los
guerrilleros liberaron a ancianos, mujeres y niños, exceptuando a la hija del
gobernador. Permanecieron secuestrados 76 pasajeros, incluido el cónsul. Los
secuestradores ordenaron que todo aquel que se acercara al avión lo hiciera en
calzones, para evitar ataques. Así salieron en cadena nacional los mecánicos
que pusieron combustible y Juan Urrutia, el capitán de la policía estatal,
señalado como represor, quien hizo entrega del dinero. Las demandas fueron
cumplidas. Edna fue trasladada en una camilla y el Boeing despegó rumbo a Cuba.
Ya en el aire la situación se distendió y algunos pasajeros charlaron con los
secuestradores. El avión aterrizó en el aeropuerto José Martí. Varios pasajeros
se despidieron y solicitaron autógrafos a los guerrilleros. En México la
situación quedaba caliente.
Moya Palencia, secretario de Gobernación,
declaraba que México esperaba que Castro devolviera a los “delincuentes” acusados de asalto, terrorismo, ataque a las vías
generales de comunicación, portación de armas de fuego, amenazas y asociación
delictuosa. Diputados de diferentes partidos, intelectuales y funcionarios
condenaron el hecho. El editorial de la revista Siempre! titulado “Ser
delincuente no es ser guerrillero” señaló que acciones como el secuestro
aéreo “no hacen concebir esperanza sino
temores; no concitan simpatía sino rechazo. Deterioran todo manejo y toda exposición
de carácter político y, en muchos lamentables casos, provocan reacciones
represivas que, ante muchos ciudadanos, parecen no sólo explicarse sino
justificarse”.
Días después, El Universal informó que el gobierno de México solicitó
oficialmente la ex tradición de los integrantes de la Liga de Comunistas
Armados. El gobierno cubano guardó silencio. La LCA nunca fue extraditada.
Meses después el gobierno mexicano recibió los 4 millones de pesos y armas
utilizadas en la acción.
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