Rebelión, 30-12-2013
Dos
acontecimientos paralelos impactaron con fuerza en todos los países del mundo
al final del siglo XX: el proceso de restructuración capitalista y el triunfo
temporal de la contrarrevolución que llevó al derrocamiento de la construcción
socialista en la URSS, y en otros países de Europa, Asia y África.
La ilusión de que era posible un tercer camino se vino así
por los suelos. Esta era cimentada por la correlación que abría la
confrontación entre el campo socialista y el campo del imperialismo. Algunos
pensadores y sus organizaciones, así como la retórica del nacionalismo
revolucionario argumentaban sobre la originalidad del camino mexicano y su
sistema de economía mixto (intervención del estado en la economía y propiedad
privada); algunos reformistas sostenían, deformando al marxismo, que ello abría
el paso gradual y pacifico al socialismo. Hoy esa ilusión llega a su fin,
cuando el Congreso de la Unión y el Constituyente Permanente aprueba, a toda
velocidad el fin del monopolio del Estado mexicano sobre el petróleo y la
electricidad, dando paso a la promulgación presidencial de Peña Nieto sobre la
reforma energética. Este hecho marca la muerte definitiva de lo que algunos
llaman el nacional-desarrollismo. Su agonía empezó con un acelerado proceso de
privatizaciones a mediados de los 80’s, que desmantelaron el sector estatal de
la economía (casi el 70% de la economía entonces) transfiriéndolo en procesos
irregulares y plagados de corrupción a lo que hoy son poderosos monopolios en
diversas ramas de la economía: en la minería y metalurgia, las
telecomunicaciones, el sector financiero, la agroindustria, la industria de la
construcción y los transportes, la industria alimenticia, etc., así como en
sectores parasitarios de la economía, como la especulación inmobiliaria, la
compraventa de dólares, la bursatilización de los fondos sociales, como las
jubilaciones y pensiones, así como el blanqueado de dinero del narco, etc.
La primera generación de reformas dejó ya maltrecha y a la
espera de la muerte esta ilusión. La reforma al artículo 27 de la Constitución
arrebataba la tierra al campesinado y daba fin al ejido, la unidad territorial
colectiva que alimentaba esa ilusión de un capitalismo que podía dar bienestar
a los campesinos e indígenas. El TLCAN fue la vía para que los capitales del
norte del continente se entrelazaran y la interdependencia de la economía se
maximizara. Bajo este contexto el petróleo y la electricidad tenían encendida
la llama de que México podía seguir un tercer camino y que un sector de
la burguesía podría jugar un rol en la lucha. Es una ilusión el tercer
camino, como también lo es la ideología de la revolución mexicana,
porque finalmente se seguía enmarcado en el capitalismo, es decir, de la
propiedad privada de los medios de la producción y las relaciones del mercado.
Hoy no podemos anhelar un pasado que también fue capitalista
[1]. Todos los gobiernos posteriores
a la década de 1920 representaron el desarrollo del capitalismo, hasta el mismo
Lázaro Cárdenas personaje al cual se le exalta de una manera sobre exagerada
por las decisiones emprendidas durante su mandato; lo cual no puede ser
obviado, ni defendido. Si somos consecuentes con la cosmovisión
marxista-leninista las definiciones adoptadas por el curso del capitalismo
contemporáneo son resultado de los años pasados, de las decisiones tomadas en
décadas pasadas, y en este caso, la ruta de estatizaciones y nacionalizaciones
no tenía una orientación socialista, sino la lógica de la centralización y
concentración de los capitales.
Este proceso de desarrollo capitalista fue elogiado como
progresista, y algunas fuerzas políticas trataron de justificarlo, desde el
marxismo, deformándolo abiertamente, sobre todo en lo referente al carácter del
Estado, que como sabemos fue una operación intentada por el oportunismo de la
decadente II Internacional. Aquí se llegó a colocar al Estado por encima de la
lucha de clases –como un árbitro entre éstas–, infeliz planteamiento que
subordinó la lucha proletaria durante décadas, permitiendo que el capital
actuara impunemente.
Afortunadamente para la clase obrera esas ilusiones ya no
existirán más, aunque señalamos que fuerzas políticas reformistas seguirán
aferrándose a esos planteamientos. Actualmente esas fuerzas están cada vez más
disminuidas y en su papel testimonial sólo se dedican a lamentar, rabiar y,
cual plañideras pensar que el futuro estará en el regreso al pasado. Su
argumento es primario y tienen una lectura distinta a la que tenemos los
comunistas de la realidad del país. En tanto los reformistas ven a México como
un país dependiente, los comunistas consideramos que México es un país de pleno
desarrollo capitalista, inserto plenamente en el sistema imperialista, donde
ocupa un lugar intermedio, con monopolios consolidados y poderosos.
Ya no queda nada en la Constitución que sirva como argumento
para ocultar que el conflicto social es el del capital contra el trabajo, que
en el campo de batalla se dará la confrontación entre la burguesía y el poder
de los monopolios, contra el proletariado, la clase obrera, el conjunto de los
trabajadores, de los desempleados, de todos los explotados y oprimidos; entre
los de arriba y los de abajo.
Como efecto de las reformas aprobadas durante este año y la
serie de maniobras políticas efectuadas por todos y cada uno de los partidos
políticos que gobiernan, podemos hablar también de la muerte de la democracia
burguesa, cuyos síntomas estaban en los fraudes y en la abstención creciente.
Como nunca fue claro que el gran legislador fue el poder de los monopolios a
través del Pacto por México, suplantando sus propias instituciones
parlamentarias que fueron un simple eco, no sólo por la farsa de lo escenificado
en el Senado y la Cámara de Diputados, sino por la celeridad del Constituyente
Permanente, con el fast track.
Nuestro partido se opuso a esta reforma, pero no lo hacíamos
defendiendo PEMEX como el modelo que nosotros consideremos ejemplar. La nacionalización
no es positiva en sí; lo que determina finalmente la nacionalización o no de
una empresa es la naturaleza de clase del Estado. En un Estado burgués las
nacionalizaciones son funcionales al desarrollo del capitalismo. No podemos
levantar las banderas del desarrollo capitalista, ni añorar una vía de
desarrollo burgués que entró en su fase monopolista. Lo que siempre
trabajaremos entre las masas es el agrupamiento con una dirección al
derrocamiento del capitalismo, la concentración de fuerzas contra el poder de
los monopolios, deslindándonos del populismo neokeynesiano y trabajando para la
independencia de clase.
Durante años las organizaciones populares y clasistas
estuvieron entrampadas en defender una vía de desarrollo capitalista, o para
ser exactos un grado previo del desarrollo capitalista, que es colocado en
nuevo escalón hoy. Por eso la acción siempre era defensiva, de resistencia.
Sin duda que para nuestro pueblo la vida se pauperizará pues
recursos que antes eran destinado en mínimo porcentaje a la salud, la educación,
la infraestructura y hoy serán estrictamente para la rentabilidad
de los monopolios que se beneficiaran; habrá dificultades en la vida cotidiana,
ya de por si afectada por la crisis capitalista de sobreproducción y
sobreacumulación, y las medidas para estabilizarla adoptadas en nuestro país
con la reforma laboral. Sobre todo este último año el nivel de vida descendió
abruptamente, y en el bolsillo del trabajador y la familia popular se resiente
con brutalidad. Todos estos factores maximizarán las contradicciones del
conflicto de clase.
Estamos frente al fin de una etapa y el comienzo de una
nueva, y cualquier cosa puede pasar, pues el desarrollo capitalista barrió sus
propias bases de sustentación y legitimidad.
La lucha no será fácil, hay muchas complicaciones. El Estado
es el instrumento del que se valen las clases dominantes para la opresión. En
su ingenuidad algunos hablan de la extinción del Estado o de su
empequeñecimiento en tanto que en los hechos hay un fortalecimiento de éste con
el refuerzo del ejército y la policía, así como de los cuerpos jurídicos y su
ampliación con los paramilitares (una extensión del brazo represivo), en tanto
que se da constitucionalmente una reducción de las garantías individuales y de
las libertades democráticas. Tal error obedece a la premisa antes señalada de
una visión que consideraba al Estado mexicano con autonomía de la clase
dominante o de la lucha de clases.
Hace unos meses, el Partido Comunista de México señaló que
el gobierno del Pacto por México es el gobierno del hambre y la miseria, pero
que también conduce a México a un estado de excepción.
Peña Nieto, es inculto, pero no tonto, y en breve lapso
completó lo que no pudieron Zedillo, Fox y Calderón, pese a que lo intentaron.
Ello, además de las “habilidades” del
priísmo obedece sobre todo a que los monopolios han cerrado filas con dirección
a la contención preventiva de estallidos del proletariado o de las capas medias
en proceso de proletarización.
Los comunistas además de la organización de la clase obrera
en torno a los objetivos del socialismo-comunismo, estamos en el deber de
agrupar a todas las capas de la sociedad que son oprimidas, explotadas y
empobrecidas en una dirección anticapitalista y antimonopolista.
El Pacto por México ya cumplió, pero aún no desaparecerá y
ya veremos de nuevo al PRD sumado a la alianza gubernamental junto con el PRI y
PAN, en su destacado papel de apagafuegos, así como MORENA es la barrera de
contención y el instrumento de la desmovilización. Las tareas más complejas del
Pacto por México están en el porvenir inmediato y tienen que ver con asegurar
la estabilidad de los intereses del capital frente a las turbulencias que
desatarán la reforma laboral y energética.
MORENA y López Obrador demostraron la inutilidad de su
táctica, y seguramente veremos su veloz adaptación a las nuevas medidas del
capitalismo, pues también su programa quedó enterrado. Sin embargo los amplios
sectores populares deben afrontar la lucha, si bien exigen a sus dirigencias
avanzar, deben tomar la decisión en sus manos y empujar las tareas desde las
posturas pusilánimes a las más firmes acciones al lado de todos los sectores
populares combativos
La tentativa por parte de la socialdemocracia de capitalizar
en su favor y con su discurso el descontento popular, de colocarse a la cabeza
de movilizaciones en contra de la Reforma, o de juntar firmas, o de pedir una
consulta, etc., para desde ahí sembrar ilusiones de una gestión “alternativa” del capitalismo ha
cosechado más bien fracasos. Difícil es para cualquiera tragar su discurso de
oposición a la reforma energética cuando se trata de los mismos que votaron a
favor de todas las anteriores agresiones, incluyendo la reforma laboral, o
aprueban medidas como el aumento al pasaje del metro, la criminalización y el
asedio policíaco a la protesta, el asesinato de dirigentes populares, etc. Ayer
el PAN se desgarraba las vestiduras por la reforma fiscal aprobada por el PRD y
el PRI, después continuó votando en bloque con el Pacto por México, hoy le toca
al PRD representar ese mismo papel en la comedia de vida parlamentaria que ha
dejado el Pacto por México.
Mientras tanto la verdadera oposición se halla en las
fábricas, los campos y las calles. Los paros, huelgas y protestas contra las
medidas contempladas en la reforma laboral se suceden de manera continua aunque
no aparezcan en las primeras planas. Un número cada vez mayor de trabajadores,
amas de casa, estudiantes, etc. busca una forma de oponerse al ataque contra su
nivel de vida y contra sus derechos políticos. Las guardias comunitarias se
enfrentan lo mismo en la Huasteca que en Guerrero al despojo que pretenden las
compañías mineras y petroleras y se enfrentan a la barbarie paramilitar y
militar.
Con cuanta actualidad la socialización de la economía y el
poder obrero y popular emergerán en los días siguientes, o para decirlo más
francamente, con cuanta actualidad se coloca en la agenda nacional la tarea de
una nueva Revolución de la que el pueblo será el protagonista.
El poder obrero y popular es hoy la alternativa y vamos a
dar un acento especial al frente ideológico para impedir que se vuelvan a
sembrar ilusiones entre los trabajadores.
NOTA:
[1] Desde que Venustiano Carranza y los
capitalistas definieron el rumbo de la Revolución tras la liquidación de la
rebelión suriana dirigida por Emiliano Zapata, si bien militarmente el curso
había sido dirimido con la derrota de la División del Norte en el bajío en
1915.
(*) Pável Blanco Cabrera. Primer
Secretario del Comité Central del Partido Comunista de México.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras
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