EZLN, 30 años de rebeldía.
1. Las 7 etapas
“… la
madrugada del primero de enero de 1994, nos alzamos en armas por democracia,
libertad y justicia para todos los mexicanos. En una acción simultánea, tomamos 7 cabeceras municipales
del suroriental estado mexicano de Chiapas y le declaramos la guerra al
gobierno federal, a su ejército y policías. Desde entonces el mundo nos conoce
por “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
Pero nosotros ya nos llamábamos así
desde antes. El 17 de noviembre del año 1983 (…), se fundó el EZLN, y como EZLN
empezamos a caminar las montañas del sureste mexicano, cargando una pequeña
bandera de fondo negro con una estrella roja de cinco puntas y las letras
“EZLN”, también en rojo, al pie de la estrella. Aún cargo esa bandera. Está
llena de remiendos y maltratada, pero todavía ondea airosa en la Comandancia
General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
También nosotros llevamos remiendos
en el alma, heridas que suponemos cicatrizadas, pero que se abren cuando menos
lo esperamos.
Durante 10 años nos preparamos para
esos primeros minutos del año 1994. Allá se mira Enero del 2004. “
Subcomandante Insurgente Marcos,
México, Noviembre del 2003. 20 y 10.
El 17 de noviembre del año 1983 se
fundó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Han pasado 30 años y para
recordar el origen y los inicios del EZLN, retomamos documentos, comunicados y
testimonios contados en la voz de los zapatistas, que nos ayudan
a develar parte de la historia de aquellos primeros años.
El siguiente texto del año
2003 es un fragmento del mensaje enviado por el Subcomandante
Insurgente Marcos al arranque de la campaña EZLN: 20 y 10, el fuego y la
palabra, y a la presentación del libro del mismo nombre.
Subcomandante
Marcos: Según nuestro calendario, la historia del EZLN, previa al inicio de la
guerra, tuvo 7 etapas.
EJERCITO
ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL
MÉXICO
10
de noviembre del 2003.
Subcomandante
Insurgente Marcos
México,
Noviembre del 2003. 20 y 10.
Buenos
días, buenas tardes, buenas noches. Les habla el Sup Marcos. Sean bienvenidos y
bienvenidas todos y todas.
Estamos aquí para iniciar la celebración de una historia y
para presentar un libro que cuenta buena parte de esa historia. Aunque pudiera
pensarse lo contrario, la historia a celebrar y a contar no es sobre los 20 y
10 años del EZLN. Quiero decir, no sólo. Muchas personas se sentirán partícipes
de esos 20 y esos 10. Y no me refiero sólo a los miles de pueblos indígenas
rebeldes, también a miles de hombres, mujeres, niños y ancianos de México y el
mundo. La historia que empezamos a celebrar hoy es también la historia de todos
ellos y ellas.
Las palabras que ahora escribo y digo van dirigidas a todas
esas personas que, sin formar filas en el EZLN, comparten, viven y luchan con
nosotros una idea: la construcción de un mundo donde quepan todos los mundos.
Esto pudiera también enunciarse diciendo que queremos un cumpleaños donde
quepan todos los cumpleaños.
Así que empecemos la fiesta como de por sí se empezaban las
fiestas de cumpleaños en las montañas del sureste mexicano hace 20 años, es
decir, contando historias.
Según nuestro calendario, la historia del EZLN, previa al
inicio de la guerra, tuvo 7 etapas.
La primera de
ellas es cuando se seleccionó a quienes formarían parte del EZLN. Esto fue
alrededor de 1982. Se organizaban prácticas de uno o dos meses en la selva, y
en ellas se evaluaba el desempeño de los asistentes para ver quién podía “dar el ancho”. La segunda etapa es la que llamamos de “implantación”, es decir, la fundación propiamente dicha del EZLN.
Hoy es 10 de noviembre del año 2003.
Pido se nos permita imaginar que un día como hoy, pero hace
20 años, en 1983, un grupo de personas preparaba en alguna casa de seguridad
los implementos que habría de llevar a las montañas del sureste mexicano. Tal
vez, hace 20 años, el día transcurría checando la impedimenta, recabando
informes sobre los caminos, las rutas alternativas, los tiempos; detallando
itinerarios, órdenes, dispositivos. Hace 20 años, tal vez a esta hora, estarían
abordando un vehículo e iniciarían el viaje hacia Chiapas. Si pudiéramos estar
ahí, tal vez les preguntaríamos a esas personas qué es lo que iban a hacer. Y
seguro nos hubieran respondido: “fundar
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Habían esperado 15 años para
decir esas palabras.
Supongamos entonces que inician su viaje el 10 de noviembre
de 1983. Unos días después llegan al final de un camino de terracería, bajan
sus cosas, despiden al chofer con un “hasta
luego” y, después de acomodar sus mochilas, inician el ascenso de una de
las sierras que atraviesan, inclinadas al occidente, la Selva Lacandona. Muchas
horas después de caminar, con unos 25 kilos de peso en su espalda, montan su
primer campamento, ya sierra adentro. Sí, es posible que ese día hiciera frío y
hasta lloviera.
Hoy, hace 20 años, la noche se ha adelantado debajo de los
grandes árboles y, ayudados por lámparas de mano, estos hombres y mujeres ponen
techo de plástico con un cordón como travesaño, amarran sus hamacas, buscan
leña seca y, prendiéndole fuego a una bolsita de plástico, encienden la hoguera.
A su luz, el mando escribe en su diario de campaña algo así como: “17 de noviembre de 1983. Tantos metros
sobre el nivel del mar. Lluvioso. Montamos campamento. Sin novedad”. En la
parte superior izquierda de la hoja en la que se escribe, aparece el nombre que
le han puesto a esa primera estación de un viaje que todos saben muy largo. No
ha habido ninguna ceremonia especial, pero ese día y a esa hora se ha fundado
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Seguramente alguien propuso entonces un nombre para ese
campamento, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ese grupo estaba formado
por 6 personas. Los primeros 6 insurgentes, cinco hombres y una mujer. De esos
6, tres eran mestizos y tres indígenas. La proporción de 50% mestizos y 50%
indígenas no ha vuelto a repetirse en los 20 años del EZLN, tampoco la
proporción de mujeres (menos del 20% en esos primeros días). Actualmente,
veinte años después de aquel 17 de noviembre, el porcentaje debe andar por un
98,9% de indígenas y un 1% de mestizos. La proporción de mujeres anda ya cerca
del 45%.
¿Cómo se llamó ese primer campamento del EZLN? Al respecto
no se ponen de acuerdo aquellos primeros 6 insurgentes. Según aprendí después,
los nombres de los campamentos se elegían sin ninguna lógica, y, de manera
natural y sin afectaciones, se evitaban los normes apocalípticos o proféticos.
Ninguno de ellos se llamó, por ejemplo, “Primero
de enero de 1994”.
Según cuentan aquellos primeros 6, un día mandaron a un
insurgente a explorar un sitio para ver si tenía condiciones para acampar. El
insurgente regresó diciendo que el lugar “era
un sueño”. Los compañeros marcharon hacia ese rumbo y al llegar se
encontraron con un pantano. Le dijeron entonces al compañero: “esto no es ensueño, es una pesadilla”.
Ergo, el campamento se llamó entonces “La Pesadilla”. Debe haber sido en los
primeros meses de 1984. El nombre de ese insurgente era Pedro. Después sería
subteniente, teniente, capitán segundo, capitán primero y Subcomandante. Con
ese grado y siendo Jefe del Estado Mayor zapatista, diez años después, cayó en
combate el primero de enero de 1994, en la toma de Las Margaritas, Chiapas,
México.
La tercera etapa,
siempre previa al alzamiento, es cuando nos dedicamos a las tareas de
supervivencia, es decir, a cazar, a pescar, y a recolectar frutos y plantas
silvestres. En este tiempo nos aplicamos al conocimiento del terreno, es decir,
orientación, caminata, topografía. Y en esta época estudiamos estrategias y
táctica militar en los manuales del ejército norteamericano y del federal
mexicano, y el uso y cuidado de diversas armas de fuego, además de las llamadas
“artes marciales”. También
estudiábamos historia de México y, por cierto, llevábamos una vida cultural muy
intensa.
Yo llego a la Selva Lacandona en esta tercera etapa, en
1984. Por ahí de agosto-septiembre de ese año, unos 9 meses después de que
llegara el primer grupo. Mi llegada fue con dos compañeros más: una compañera
indígena chol y un compañero indígena tzotzil. Si mal no recuerdo, a mi llegada
el EZLN tenía 7 elementos de base y dos más que “subían” y “bajaban” a la
ciudad con correos y por abastecimiento. El cruce por los pueblos se hacía de
noche y disfrazados de ingenieros.
Los campamentos de aquella época eran relativamente
sencillos: tenían un área de intendencia o la cocina, los dormitorios, el área
de ejercicio, la posta, el área de 25 y 50, y los campos de fuego para la
defensa. Tal vez alguno de los que me escucha se pregunte qué rayos es el “área de 25 y 50”. Bueno, resulta que
para hacer las necesidades que llaman “primarias”,
había que alejarse a cierta distancia del campamento. Para ir a orinar había
que retirarse 25 metros; para defecar eran 50 metros, además de hacer un hoyo
con el machete y luego tapar el “producto”.
Claro que esas disposiciones eran cuando nosotros éramos, como quien dice, un
puñado de hombres y mujeres, es decir, no pasábamos de 10. Tiempo después,
construíamos letrinas en zonas más alejadas, pero los términos “25” y “50” se quedaron.
Había un campamento que se llamaba “El Fogón”, porque ahí fue la primera vez que construimos uno.
Antes de eso, el fuego se hacía a ras del suelo y las ollas (dos: una para el
frijol y otra para el animal que cazáramos o pescáramos) colgaban de un
travesaño amarrado con bejucos. Pero luego ya éramos más y entonces entramos a “la era del fogón”. En ese entonces la
plantilla del EZLN era de 12 combatientes.
Tiempo después, en un campamento llamado “Reclutas” (porque ahí es donde se
entrenaban los nuevos combatientes), entramos a “la era de la rueda”. Y es que labramos, con el machete, una rueda
de madera e hicimos una carretilla para cargar piedra para las trincheras.
Deben de haber sido los tiempos, porque la rueda era bastante cuadrada y
terminamos cargando la piedra en el lomo.
Otro campamento se llamó “Baby
Doc”, en honor de quien azoló, con el beneplácito de los Estados Unidos,
las tierras haitianas. Resulta que, con una columna de reclutas, nos estábamos
moviendo para acampar cerca de un pueblo. En el camino topamos una paira de
jabalíes, o sea un chingo de puercos salvajes. La columna guerrillera se
desplegó con disciplina y habilidad, es decir que el que iba de vanguardia
grito “puercos” y, con el pánico como
motor y combustible, se subió a un árbol con una habilidad que no le volvimos a
ver. Otros corrieron con valentía… pero hacía el lado contrario de donde estaba
el enemigo, o sea los jabalíes. Algunos tomaron puntería y dieron cuenta de dos
cerdos salvajes. En la retirada enemiga, o sea cuando los puercos se fueron,
quedó abandonado un cerdito, de apenas el tamaño de un gato casero. Lo
adoptamos y le pusimos por nombre “Baby
Doc” porque en esas fechas Papá Doc
Duvalier moría y le heredaba la carnicería a su vástago. Acampamos ahí para
aliñar las piezas y comer. El puerquito se encariñó con nosotros, creo que por
el olor.
Otro campamento de aquellos años se llamó “De la Juventud”, porque ahí se formó el
primer grupo de jóvenes insurgentes, que se llamó “Jóvenes Rebeldes del Sur”. Una vez por semana los jóvenes
insurgentes se reunían para cantar, bailar, leer, hacer deportes y concursos.
El 17 de noviembre de 1984, hace 19 años fue la primera vez
que celebramos el aniversario del EZLN. Éramos 9. Creo que fue un campamento
que se llamó “Margaret Thatcher”
porque habíamos agarrado una changuita que, se los juro, era el clon de la “Dama de Hierro”.
Un año después, en 1985, lo celebramos en un campamento
llamado “Watapil”, porque así se
llama una planta con cuyas hojas hicimos un cobertizo para los alimentos.
Yo era capitán segundo, estábamos en la llamada “Sierra del Almendro” y la columna madre
había quedado en otra serranía. Tenía bajo mi mando 3 insurgentes. Si las
matemáticas no me fallan, éramos 4 en ese campamento. Celebramos con tostadas,
café, pinole con azúcar y una cójola
que matamos en la mañana. Hubo canciones y poesías. Uno cantaba o declamaba y
los otros tres aplaudían con un aburrimiento digno de mejor causa. En mi turno,
con un discurso solemne les dije, sin más argumentos que los mosquitos y la
soledad que nos envolvía, que un día seríamos miles y que nuestra palabra le
daría la vuelta al mundo. Los otros tres estuvieron de acuerdo en que
probablemente la tostada estaba hongueada, que seguramente me había hecho daño
y que por eso deliraba. Recuerdo que llovió esa noche.
En la que llamamos la cuarta
etapa, se hicieron los primeros contactos con los pueblos de la zona.
Primero se hablaba con uno y ése uno hablaba con su familia. De la familia se
pasaba al poblado. Del pablado a la región. Así poco a poco, nuestra presencia
se convirtió en un secreto a voces y en una conspiración masiva. En esta etapa,
que corre paralela en tiempo a la tercera, el EZLN ya no era lo que habíamos
pensado cuando llegamos. Para entonces ya habíamos sido derrotados por las
comunidades indígenas y, producto de esa derrota, el EZLN empezó a crecer
geométricamente y hacerse “muy otro”, o sea que la rueda siguió abollándose
hasta que, al fin, fue redonda y pudo hacer lo que debe hacer una rueda, es
decir, rodar.
La quinta etapa
es la del crecimiento explosivo del EZLN. Debido a las condiciones políticas y
sociales, crecimos más allá de la Selva Lacandona y llegamos a Los Altos y al
norte de Chiapas. La sexta etapa es la de la votación de la guerra
y los preparativos, incluida la llamada “Batalla
de la Corralchén”, en mayo de 1993, cuando tuvimos los primeros combates
con el ejército federal.
Hace dos años, en la Marcha por la Dignidad Indígena, en
alguno de los lugares que cruzamos, vi una especie de botella gorda, como una
olla de boca angosta. Era de barro, creo, y estaba forrada con pedacitos de
espejo. Al reflejar la luz, cada espejito de la olla-botella devolvía una
imagen particular. Todo a su alrededor tenía en ella su reflejo singular y, al
mismo, tiempo, el conjunto semejaba un arco iris de imágenes. Era como si muchas
pequeñas historias se unieran para, sin perder su ser distintas, formar una
historia más grande. Pensé que, a lo mejor, la historia del EZLN podría ser
contada, mirada y analizada como esa botella-olla.
Hoy, 10 de noviembre del 2003, veinte años después de aquel
viaje que iniciaron los fundadores de nuestra organización, arranca una
campaña, a iniciativa de la Revista Rebeldía, para celebrar el vigésimo
cumpleaños del EZLN, y el décimo aniversario del inicio de la guerra contra el
olvido, y se presenta este libro llamado “EZLN:
20 y 10, el fuego y al palabra”, de Gloria Muñoz Ramírez. Si pudiera
sintetizar este libro en una imagen, nada me vendría mejor que la de la
olla-botella forrada de pedacitos de espejo.
En una de las partes del libro, Gloria recoge los
testimonios de algunos compañeros bases de apoyo, responsables, comités e
insurgentes que hablan de su pedacito de espejo en las 5 últimas etapas previas
al alzamiento, o sea las etapas 3, 4, 5, 6 y 7. Es la primera vez que
compañeros que llevan más de 19 años en la lucha zapatista abren su corazón y
su memoria sobre aquellos años de silencio. Así, Gloria consigue convertir esos
pedacitos de espejo en pedacitos de cristal que permiten asomarse un poco a los
primeros 10 años del EZLN.
Se puede adivinar así otra historia, una muy diferente a la
que construyeron los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo,
con mentiras, con informes policíacos alterados a conveniencia, y con la
complicidad anexa de intelectuales que disfrazaron, bajo la cubierta de
supuestas investigaciones “serias”,
el cheque y la caricia que recibieron del Poder para solventar su “objetividad científica”.
Con los pedacitos de espejo y cristal que Gloria ha
conseguido, el lector se dará cuenta de que se está asomando apenas a unas
cuantas partes de un rompecabezas gigantesco. Un rompecabezas cuya pieza clave
está en el primer día del año de 1994, cuando México ingresaba, vía el Tratado
de Libre Comercio, al primer mundo.
Antes de ese primero de enero, la víspera, fue la séptima etapa del EZLN.
Recuerdo que la noche del 30 de diciembre de 1993 me encontró
en la carretera Ocosingo-San Cristóbal de las Casas. Ese día había estado en
las posiciones que manteníamos en los alrededores de Ocosingo. Por radio había
checado la situación de nuestras tropas que se estaban concentrando en varios
puntos a borde de carretera, a lo largo de las cañadas de Patiwitz, de Monte
Líbano y de Las Tazas. Estas tropas correspondían al tercer regimiento de
infantería. Eran unos 1,500 combatientes. La misión del tercer regimiento era
la toma de Ocosingo. Pero antes de eso debían, “al paso”, tomar las fincas de la zona y hacerse del armamento de
las guardias blancas de los finqueros. Según me reportaron, sobre el poblado de
San Miguel había estado rondando un helicóptero del ejército federal,
seguramente alertado por la multitud de vehículos que se estaban concentrando
en esa población. Desde la madrugada del día 29, todo vehículo que entraba a
las cañadas no salía, todos fueron “prestados”
para movilizar a las tropas del tercer regimiento. En su totalidad, el tercer
regimiento estaba formado por indígenas tzeltales.
Al paso, había yo checado las posiciones del Batallón número
8 (que formaba parte del Quinto regimiento), que se encargaría de tomar la
cabecera municipal de Altamirano en un primer movimiento. Después, sobre la
marcha, tomaría Chanal, Oxchuc y Huixtán, para luego participar en el ataque al
cuartel de rancho Nuevo, en las afueras de San Cristóbal. El octavo era un
batallón reforzado. Para la toma de Altamirano contaría con unos 600
combatientes, de los que una parte quedaría en la plaza tomada. En su avance
incorporaría a más compañeros, para llegar a Rancho nuevo con unos 500 de
tropa. El Octavo Batallón estaba formado en su gran mayoría por tzeltales.
Todavía en la carretera hice un alto en una de las zonas más
elevadas tomé contacto radial con el Batallón 24 (también parte del Quinto
regimiento), cuya misión era la toma de la cabecera municipal de San Cristóbal
de Las Casas y el ataque conjunto (en concordancia con el batallón 8) al
cuartel militar de Rancho Nuevo. El Vigésimo Cuarto era también un batallón
reforzado. En números, su tropa llegaba a casi 1,000 combatientes todos de la
zona de los Altos e indígenas tzotziles.
Al llegar a San Cristóbal, bordeé la ciudad y me dirigí a la
posición en la que estaría el Cuartel General de la Comandancia del EZLN. De
ahí, me comuniqué por radio con el mando del Primer Regimiento, Subcomandante
Insurgente Pedro, Jefe del Estado Mayor Zapatista y segundo mando del EZLN. Su
misión era la toma de la cabecera de Las Margaritas y el avance para atacar el
cuartel militar en Comitán. Fuerte en 1,200 combatientes, el Primer regimiento
estaba conformado en su mayoría por tojolabales.
Además, en la llamada “segunda
reserva estratégica” quedaba un batallón, formado por indígenas choles, y
en las profundidades de nuestras bases de despegue, con 3 batallones dispuestos
en las zonas tzeltal, tojolabal, tzotzil y chol, se encontraba la llamada “primera reserva estratégica”.
Sí, el EZLN sale a la luz pública con más de 4,500
combatientes en la primera líneas de fuego, la así llamada Vigésima Primera
División de Infantería Zapatista, y unos 2,000 combatientes permanecían en la
reserva.
La madrugada del 31 de diciembre de 1993 confirmé la orden
de ataque, la fecha y al hora. En resumen: el EZLN atacaría simultáneamente 4
cabeceras municipales y otras 3 más “al
paso”, reduciría a las tropas policíacas y militares en esas plazas, y
marcharía después a atacar dos grandes cuarteles del ejército federal. La
fecha: 31 de diciembre de 1993. La hora: las 2400.
La mañana del día 31 de diciembre de 1993 se pasó en el
desalojo de las posiciones urbanas que se mantenían en algunos lugares.
Alrededor de las 1400 los diferentes regimientos confirmaron por radio a la
Comandancia General que estaban listos. A las 1700 se inició la cuenta
regresiva: “Menos 7” se nombró esa
hora. A partir de ahí, se cortó toda comunicación con los regimiento. El
siguiente contacto radial estaba programado para las “Más 7”, las 0700 del día 1 de enero de 1994… con los que quedaran
vivos.
Lo que siguió después, si no lo saben, lo pueden encontrar
en este libro; y si ya lo saben, lo pueden recordar. En él, la olla-botella se
convierte en un gigantesco tapiz, por fortuna dibujado ya en sus líneas
generales por Gloria, y lleno de esos pedacitos de espejo y cristal de los que
están compuestos los distintos momentos del EZLN en los 10 últimos años, es
decir, del periodo que va del 1 de enero de 1994 al 1 de agosto del 2003. Estoy
seguro de que muchos encontrarán el espejo y el cristal que les corresponde.
Precisamente, pensando en eso, he escrito en la Introducción lo siguiente:
“…una mujer de profesión
periodista acabó, no sin dificultades, por brincar el complicado y espeso muro
del escepticismo zapatista y se quedó a vivir en las comunidades indígenas
rebeldes. Desde entonces compartió con los compañeros el sueño y el desvelo,
las alegrías y las tristezas, los alimentos y sus ausencias, las persecuciones
y los reposos, las muertes y las vidas. Poco a poco los compañeros y compañeras
la fueron aceptando y haciéndola parte de su cotidianeidad. No voy a contar su
historia. Entre otras cosas, porque ella ha preferido contar la historia de un
movimiento, el zapatista, y no la propia.
El nombre de esta
persona es Gloria Muñoz Ramírez. Durante el período que va de 1994 a 1996 trabajó
para el periódico mexicano ‘Punto’, para la agencia de noticias alemana DPA, para
el periódico norteamericano ‘La Opinión’ y para el diario mexicano ‘La Jornada’.
En 1995, en la mañana del 9 de febrero y junto con Hermann Bellinghausen,
realizó para La Jornada la que pudo haber sido la última entrevista con el
Subcomandante Insurgente Marcos. En 1997 dejó su trabajo, su familia, sus
amigos (además de cosas que sólo ella sabe), y se vino a vivir a las comunidades
zapatistas. Durante estos 7 años no publicó nada, pero siguió escribiendo y su
olfato periodístico no la abandonó. Claro que la periodista ya no lo era, o ya
no sólo era periodista. Gloria fue aprendiendo a tener otra mirada, la que está
alejada del deslumbramiento que producen los reflectores, del barullo de los
templetes, del atropellado andar detrás de la nota, de la lucha por la
exclusiva. La mirada que se aprende en las montañas del sureste mexicano. Con
paciencia digna de una bordadora, fue recopilando fragmentos de la realidad de
adentro y de afuera del zapatismo en estos, ahora, 10 años de vida pública del
EZLN.
Nosotros no lo sabíamos.
Fue hasta que se anunció el nacimiento de los Caracoles y la creación de las
Juntas de Buen Gobierno, que recibimos una carta de ella, presentando ese
bordado de palabras, fechas y memorias, y poniéndolo a disposición del EZLN.
Leímos el libro, bueno,
entonces no era un libro, sino un extenso y policromado tapiz cuya vista
ayudaba bastante a dibujar la complicada silueta del zapatismo de 1994 a 2003,
los 10 años de vida pública del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Nos
gustó pues. No conocemos ningún material publicado con esa minuciosidad y tan
completo.
Le respondimos a Gloria
como de por sí respondemos nosotros, es decir, con un ‘Mmhh, ¿y?’. Gloria
volvió a escribir y habló del doble aniversario (20 años del EZLN y 10 años del
inicio de la guerra contra el olvido), de la etapa que arrancaba con la
creación de los caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, algo de un plan de
festejos de la revista ‘Rebeldía’, y no recuerdo que tantas otras cosas más.
Entre tanta tarabilla, algo estaba claro: Gloria proponía publicar el libro
para que los jóvenes de ahora conocieran más sobre el zapatismo.
¿’Los Jóvenes de ahora’?,
pensé, y le pregunté al Mayor Moisés ‘¿Qué nosotros no somos los jóvenes de
ahora?’. ‘De por sí somos’, me respondió el Mayor Moisés sin dejar de ensillar
el caballo, mientras yo seguía aceitando mi silla de ruedas y maldecía que el
botiquín de campaña no incluyera Viagra…
¿En qué estaba? ¡Ah sí!,
en el libro que no era libro todavía. Gloria no esperó a que dijéramos que sí,
o que quién sabe, o que, con el más puro estilo zapatista, no respondiéramos.
Al contrario, al tapiz, o sea al borrador del libro que no era libro, Gloria
anexaba la solicitud de completar el material con sendas entrevistas.
Fui con el comité y,
sobre el suelo lodoso de septiembre, extendí el tapiz (o sea el borrador del
libro).
Se vieron. Quiero decir,
los compañeros se vieron a sí mismos. O sea que, aparte de ser tapiz, era un
espejo. No dijeron nada, pero yo entendí que había más gente, mucha más, que
tal vez también vería y se vería.
Le respondimos a Gloria
que ‘adelante’…”
Eso fue en agosto o septiembre de este año (o sea, 2003), no
muy me acuerdo, pero fue después de la fiesta de Los Caracoles. Me acuerdo, sí,
que llovía mucho, que yo iba subiendo una loma repitiendo en cada paso la
maldición de Sísifo, y que el Monarca estaba emperrado en que en Radio
Insurgente, “La voz de los sin voz”,
pasáramos un remix de “La del moño
colorado”. Cuando volteé a decirle al Monarca que tendría que pasar sobre
mí para hacer eso, me resbalé por enésima vez, pero ahora fui a caer sobre un
montón de piedras afiladas y me corté en la pierna. Mientras hacía un recuento
de los daños, el Monarca, como si tal, pasó sobre mí. Esa tarde transmitimos en
Radio Insurgente, “La voz de los sin voz”,
una versión de “La del Moño Colorado”
que, a juzgar por las llamadas de radio que recibimos, fue un éxito rotundo. Yo
suspiré, qué otra cosa podía hacer.
El libro que el lector o lectora tiene ahora en sus manos es
ese tapiz-espejo, pero disfrazado de libro. No se puede pegar en la pared o
colgar en la recámara, pero usted se puede asomar a él y buscarnos y buscarse.
Estoy seguro de que nos encontrará y se encontrará.
El libro EZLN: 20 y
10, El Fuego y La Palabra, escrito por Gloria Muñoz Ramírez se ha editado
por el empeño de dos esfuerzos, el de la revista “Rebeldía” y el del periódico mexicano “La Jornada”, que dirige Carmen Lira. Mmh. Otra mujer. El diseño
editorial es de Efraín Herrera y las ilustraciones son de Antonio Ramírez y
Domi. Mmh… más mujeres. Las fotos son de Adrián Meland, Ángeles Torrejón, Antonio
Turok, Araceli Herrera, Arturo Fuentes, Carlos Cisneros, Carlos Ramos Mamahua,
Eduardo Verdugo, Eniac Martínez, Francisco Olvera, Frida Hartz, Georges
Bartoli, Heriberto Rodríguez, Jesús Ramírez, José Carlo González, José Núñez,
Marco Antonio Cruz, Patricia Aridjis, Pedro Valtierra, Simona Granati, Víctor
Mendiola y Yuriria Pantoja. La edición fotográfica estuvo a cargo de Yuriria
Pantoja y el cuidado de la edición lo realizó Priscila Pacheco. Mmh… de nuevo
más mujeres. Si el lector ve que las féminas son mayoría, haga lo que yo:
rásquese la cabeza y diga “ni modos”.
Hasta donde tengo entendido (hago este escrito a la
distancia), el libro tiene tres partes. En una aparecen entrevistas a
compañeros bases de apoyo, comités y soldados insurgentes. En ellas los
compañeros y compañeras hablan algo de los 10 años previos al alzamiento. Debo
deciros que no se trata de una imagen global, sino de retazos de una memoria
que todavía debe esperar a unirse y presentarse.
Sin embargo, estos pedazos ayudan mucho a entender lo que
viene después, o sea la segunda parte. Ésta contiene una especie de bitácora de
las acciones públicas del zapatismo, desde el inicio de la guerra en la
madrugada del primero de enero de 1994, hasta el nacimiento de los Caracoles y
la creación de las Juntas de Buen Gobierno. Se trata, a mi manera de ver, del
más completo recorrido de lo que ha sido el accionar público del EZLN. En este
periplo, el lector podrá encontrar muchas cosas, pero una salta a la vista: el
ser consecuente de un movimiento. En la tercera parte aparece una entrevista a
yo. Me la mandaron por escrito y hube de contestar frente a una grabadorita. Yo
siempre he pensado que el “rewind” de
las grabadoras es “recordar”, así que
en esa parte trato de hacer un balance de los 10 años, además de reflexionar
sobre otras cosas. Cuando respondía, solo frente a la grabadora, afuera llovía
y una de las Juntas de Buen Gobierno daba “el
grito de independencia”. Fue la madrugada del 16 de septiembre del 2003.
Creo que las tres partes se ligan muy bien. No sólo porque
es la misma pluma la que las dibuja. También porque contienen una mirada que
ayuda a mirar, a mirarnos. Estoy seguro de que, como Gloria, muchos y muchas,
al mirarnos, se mirarán a sí mismos. Y también estoy seguro de que ella, y con ella
muchos y muchas, se sabrán mejores.
Y de eso se trata todo esto, de ser mejores.
Eso fue en la introducción, porque en el prólogo del libro
he escrito lo que sigue:
Hace 10 años, la madrugada del primero de enero de 1994, nos
alzamos en armas por democracia, libertad y justicia para todos los mexicanos.
En una acción simultánea, tomamos 7 cabeceras municipales del suroriental
estado mexicano de Chiapas y le declaramos la guerra al gobierno federal, a su
ejército y policías. Desde entonces el mundo nos conoce por “Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
Pero nosotros ya nos llamábamos así desde antes. El 17 de
noviembre del año 1983, hace 20 años, se fundó el EZLN, y como EZLN empezamos a
caminar las montañas del sureste mexicano, cargando una pequeña bandera de
fondo negro con una estrella roja de cinco puntas y las letras “EZLN”, también en rojo, al pie de la
estrella. Aún cargo esa bandera. Está llena de remiendos y maltratada, pero
todavía ondea airosa en la Comandancia General del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional.
También nosotros llevamos remiendos en el alma, heridas que
suponemos cicatrizadas, pero que se abren cuando menos lo esperamos.
Durante 10 años nos preparamos para esos primeros minutos
del año 1994. Allá se mira Enero del 2004. Pronto serán 10 años de guerra. 10
años de preparación y 10 años de guerra, 20 años.
Pero no voy a hablar ni de los primeros 10 años, ni de los
de después, ni de los 20 sumados. Es más, no voy a hablar de años, de fechas,
de calendarios. Voy a hablar de un hombre, un soldado insurgente, un zapatista.
No voy a hablar mucho. No puedo. No todavía. Se llamaba Pedro y murió
combatiendo. Tenía el grado de subcomandante y era, en el momento de su caída,
jefe del estado mayor del EZLN y mi segundo al mando. No voy a decir que no ha
muerto. Está muerto de por sí y yo no quisiera que estuviera muerto. Pero, como
todos nuestros muertos, Pedro camina por acá y cada tanto se aparece y habla y
bromea y se pone serio y pide más café y enciende el enésimo cigarrillo. Ahora
está aquí. Es 26 de octubre y es su cumpleaños. Le digo “salud al cumpleañero”. Él levanta su pocillo de café y dice “salud Sub”. Yo no sé por qué me puse “Marcos” si nadie me dice así, todos me
dicen “Sub” o sus equivalentes. Pedro me dice “Sub”. Platicamos con Pedro. Le cuento y me cuenta. Recordamos.
Reímos. Nos ponemos serios. A veces lo regaño. Lo regaño por indisciplinado,
porque yo no le ordené que se muriera y él se murió. No obedeció. Lo regaño
pues. Él sólo abre más los ojos y me dice “ni
modos”. Sí, ni modos. Entonces le enseño un mapa. De por sí le gusta ver
los mapas. Le señalo lo que hemos crecido. Sonríe.
Josué se acerca, saluda y felicita “felicidades compañero subcomandante insurgente Pedro”. Pedro se
ríe y dice “Úta madre, cuando acabas de
decir todo eso yo ya cumplí años de nuevo”. Pedro lo mira a Josué y me
mira. Yo asiento en silencio.
De pronto ya no estamos celebrando al cumpleañero. Estamos
los tres subiendo una loma. En un descanso Josué dice “ya va a salir 10 años del inicio de la guerra”. Pedro no dice
nada, sólo enciende el cigarro. Josué agrega “y 20 años de que nació el EZLN. Hay que hacer un gran baile”.
“20 y 10” repito despacio, y
agrego “y los que nos faltan…”.
Para esto ya llegamos a la punta de la loma. Josué baja su
mochila. Yo enciendo la pipa y con la mano señalo allá a los lejos. Pedro mira
a donde señalo, se levanta y dice, se dice, nos dice: “Sí, ya se mira el horizonte...”
Se va Pedro. Josué levanta de nuevo su mochila y me dice que
tenemos que seguir.
Y sí, de por sí así es: tenemos que seguir…
¿Qué les estaba diciendo? ¡Ah sí! Nosotros nacimos hace 20
años y hace 10 años nos alzamos en armas por democracia, libertad y justicia.
Nos conocen con el nombre de “Ejército
Zapatista de Liberación Nacional” y nuestra alma, aunque con remiendos y
cicatrices, sigue ondeando como esa vieja bandera que se ve allá arriba, ésa
con la estrella roja de cinco puntas sobre fondo negro y las letras “EZLN”.
Nosotros somos los zapatistas, los más pequeños, los que se
cubren el rostro para ser mirados, los muertos que mueren para vivir. Y todo
esto es porque hace 10 años, un primero de enero, y hace 20 años, un 17 de
noviembre, en las montañas del sureste mexicano…
Ahí termina el prólogo y empieza el escrito por Gloria Muños
Ramírez, así como hoy terminan mis palabras y empieza la campaña “EZLN: 20 y 10, el fuego y la palabra”
con la presentación de un libro que a veces es olla-botella cubierta de espejos
y cristales, que a veces es un tapiz, y que siempre es una historia que no hay
que olvidar, porque olvidándola, nos olvidamos a nosotros mismos.
Ahora sí, es oficial: felicitamos a todos y todas los que,
en estos 20 y 10, han puesto el fuego y la palabra.
Es toda mi palabra. Si se aburrieron, vayan mañana, 11 de
noviembre, a la exposición de arte gráfico que se (la) rifa en la Casa de
Cultura Jesús Reyes Heroles, y al baile el día 14 en el Salón Los Ángeles.
Si como quiera siguen aburridos, es que tienen madera de
diputados, para senadores o para precandidatos a la presidencia de México.
Bueno, ya me voy porque ya se escuchan los primeros acordes
de “Cartas Marcadas” y, seguro, me
van a madrugar con el pastel y las bolsitas de dulces.
Vale. Salud y que todos nos encuentren y se encuentren.
Desde las montañas del Sureste Mexicano e inflando vejigas
nomás pa’ que no digan que ya no soplo.
Subcomandante Insurgente Marcos
México, Noviembre del 2003. 20 y 10.
México, Noviembre del 2003. 20 y 10.
Fuente:
Enlaces relacionados:
Libro: 20 y 10 El fuego y la palabra.
Gloria Muñoz Ramírez. La Jornada Ediciones y Revista Rebeldía. 2003.
Revista Contrahistorias. La otra mirada de Clío N° 20 Historia del EZLN: Raíces de la Dignidad
Rebelde.
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