[México] El asalto al cuartel Madera: razones y objetivos del Grupo Popular Guerrillero de Arturo Gámiz
por Job Hernández
Partido Comunista de México
Martes, 01 de octubre de 2013
El asalto al cuartel Madera, realizado el 23 de
Septiembre de 1965 por el Grupo Popular Guerrillero, es el inicio de las luchas
armadas por el socialismo en México
y el resultado de pensar la actualidad de la revolución socialista en nuestro
país. Pero hasta ahora no se han explorado debidamente sus fundamentos teóricos
y el salto en la conciencia socialista que esto significó. La mayoría de los
estudios alrededor de este acontecimiento se han hecho desde una perspectiva
anecdótica, periodística o literaria, pero sin detenerse mayormente en sus
razones históricas y sus objetivos.[1]
Esto ha dejado en la
obscuridad que los guerrilleros de Madera tenían un conocimiento certero de la
realidad nacional y del lugar que ocupaba México en el mundo, y su acción armada estaba determinada
por su diagnóstico de la específica situación de la lucha de clases en ese
momento, a su parecer constreñida por la subordinación que los destacamentos
socialistas y comunistas más importantes mantenían con respecto del régimen
surgido de la Revolución Mexicana. Para romper con este impasse es
que se recurrió a las armas, buscando desatar un proceso destinado a conseguir
de manera efectiva la necesaria independencia ideológica y orgánica de la clase
proletaria mexicana, para que saliera de su sumisión y retomara su papel de
vanguardia.
Por eso, de manera explícita,
el documento titulado Segundo Encuentro en la Sierra «Heraclio Bernal»,
que sintetiza las razones del Grupo Popular Guerrillero, polemiza no sólo con
la clase dominante, sino también con el Partido Popular Socialista y con el
Partido Comunista Mexicano, representantes cabales de la ideología socialista
subordinada al régimen. Se trata de un ajuste de cuentas que mantiene -por
desgracia- tremenda actualidad, dada la persistencia de posiciones políticas que
nos invitan insistentemente a marchar a la zaga de del llamado nacionalismo
revolucionario.
Así, la acción armada de 1965
constituyó una fuerte desavenencia no sólo contra el régimen surgido de la
Revolución Mexicana sino, de pasada, contra los partidos políticos de
«izquierda» que habían endosado su suerte a éste. En el documento esclarecedor
de las razones de la lucha armada, titulado Segundo Encuentro en la
Sierra «Heraclio Bernal», el Grupo Popular Guerrillero pintaba su raya con
respecto de quienes «cerrando los ojos a la realidad, desconociendo la
experiencia histórica, embelleciendo el capitalismo atribuyen a la burguesía
nacional cualidades que no tiene y postulan una alianza abstracta e
incondicional en que el proletariado enajene su independencia y quede bajo la
tutela burguesa», basando su política en la colaboración de clase, e inventando
«que la burguesía nacional independizará
al país, resolverá los problemas fundamentales del pueblo y creará un nuevo
tipo de democracia», dejando a los revolucionarios en el papel de
coadyuvantes de esta tarea. Para los autores del texto, aparece con meridiana
claridad lo que hasta entonces era misterioso para una porción importante de la
oposición socialista y comunista: que «el
Estado es la burguesía y que el capitalismo de Estado obedece a los intereses
directos e inmediatos de la burguesía nacional y sólo servirá al proletariado
cuando éste tenga al Estado en sus manos».[2]
Por supuesto, estas críticas
van dirigidas al Partido Popular Socialista (PPS) y al Partido Comunista
Mexicano (PCM), que forman parte de los partidos pretendidamente proletarios
que «parecen haber olvidado su misión histórica y quiénes son sus enemigos»,
además de tener «poca influencia entre la
clase obrera», factores ambos que redundan en el hecho de que «el proletariado está a merced de sus
enemigos, está sumamente contagiado de la ideología burguesa, y sus capacidades
revolucionarias y sus habilidades se van perdiendo a consecuencia de la
prolongada calma en que ha vivido», sobre todo porque los partidos que
dicen representarles «han renunciado a la
revolución» y «no se atreven a hacer
más de lo que está en las listas de lo permitido, lo autorizado y lo registrado
por la Secretaría de Gobernación».[3]
En esta crítica, el Grupo
Popular Guerrillero acude con buenos pertrechos. Corre el año de 1965. Han
ocurrido una serie de eventos internacionales y nacionales que le permiten
eludir de mejor manera la férrea tenaza de la ideología de la Revolución
Mexicana. La Revolución Cubana es ya un hecho consolidado. Ha otorgado a la
izquierda latinoamericana la Segunda Declaración de La Habana, que
sirve de orientación a los autores del documento que estamos refiriendo. (Por
ejemplo, la citan con aprobación en la parte en que afirma que, en las actuales
condiciones de América Latina,
«la burguesía nacional no puede encabezar
la lucha antifeudal y antiimperialista»).
En el plano nacional también
ha corrido suficiente agua bajo el puente. Los resultados de la Revolución Mexicana
están más claramente a la vista. Esto permite, en primer lugar, una mejor
caracterización del movimiento antiporfirista. Se dice que fue una revolución
antifeudal, antiimperialista, democrática y burguesa. Para los autores
del Segundo Encuentro, no
cabe duda que es la burguesía quien «queda
en el poder y abre de par en par las puertas al desarrollo capitalista». Posteriormente,
lo que ocurre es consecuencia de este hecho primordial: se consolida la
burguesía en el poder y se van agotando «sus
rasgos progresistas hasta convertirse, en virtud de las leyes objetivas de su
desarrollo, en la burguesía poderosa, omnímoda y reaccionaria que hoy nos
agobia».[4]
Después de medio
siglo de dictadura burguesa, lo que ha ocurrido es el tránsito de México de «nación semiesclavista y feudal» a «país capitalista en acelerado desarrollo».
Se ha creado un mercado interno, por modesto que sea. Y, sin dejar de ser un
país agrícola, «México es también un país
industrializado». En ese sentido, «nadie
puede negar la industrialización que se observa en el D.F., en Monterrey, en el
Edo. de México y en
menor escala en San Luis Potosí, Puebla, Tamaulipas, Veracruz, Chihuahua y
otras regiones». De la misma forma, «se
ha desarrollado una importante industria petrolera y petroquímica, se está
consolidando la industria eléctrica, se impulsan las industrias pesadas» y «las industrias de transformación, de la
construcción, etc. han alcanzado un auge notable».
Pero esta industrialización se
desarrolla con dos rasgos centrales. En primer lugar, se trata de una economía
en que existen pequeñas empresas que ocupan unos cuantos obreros junto a «varios cientos de gigantescas empresas que
trabajan con los más modernos equipos, con la técnica más avanzada, que tienen
ingresos anuales de más de 25 millones de pesos». Ocurre, entonces, «la formación de monopolios que desplazan a
las empresas de menos capital y las arrojan a actividades menos importantes».
Y este proceso «ha alcanzado un alto
grado» en el momento que se escribe el documento. En segundo lugar, junto
al carácter monopolista de la economía, ocurre una acentuada dependencia
respecto del imperialismo. En este terreno, se desarrolla una lucha en que
intervienen el capital privado nacional, el sector estatal y el imperialismo,
por lo que el conjunto de la dinámica nacional aparece necesariamente marcado
por «las contradicciones entre el
imperialismo y la burguesía nacional», aunque ambos, «al unísono le chupan el sudor y la sangre a los trabajadores».[5]
Por eso, «el capitalismo de Estado en México
significa la integración o fusión de la maquinaria estatal con el capital
nacional, el uso del Estado para facilitar el desenvolvimiento de ese capital,
representarlo y protegerlo frente al imperialismo y sobre todo frente al
proletariado». Por supuesto, con el imperialismo la burguesía nacional
busca la componenda y la asociación. Eso marcará su trayectoria vital: la de
una independencia relativa que pronto se trocará en subordinación plena y que
significará un cambio en el papel que le toca desempeñar en el decurso
histórico de la nación. Una vez que madura en esa dirección, la burguesía «es incapaz de resolver los problemas
fundamentales del pueblo» (fundamentalmente no quiere más la reforma
agraria). Por eso, los autores del Segundo Encuentro se
sienten llamados a «mostrar el fracaso de
la burguesía y su impotencia y falta de voluntad para salir del atascadero».[6]
Con estos argumento bajo el
brazo, Arturo Gámiz y sus compañeros reprobaban el colaboracionismo del PPS y
del PCM, argumentando que «ya es hora de
iniciar la revolución» siguiendo la orientación de que es «una burda mentira que haya “caminos
nacionales” propios y distintos para cada pueblo» cuando, más bien, «lo fundamental no son las particularidades
de cada país sino los rasgos generales del capitalismo». Iban seguros de
que «no hay el grado de conciencia que se
quiere, es muy cierto, pero el proceso revolucionario es el que puede dar esa
conciencia a las masas». De esa manera, se podía romper con la
subordinación del movimiento obrero al régimen y con los extravíos de la conciencia
comunista y socialista, profundamente enredada con la ideología de la
Revolución Mexicana. Lo que se necesitaba, de acuerdo con este diagnóstico era
que se desarrollara una situación revolucionaria para que el proletariado
saliera de su estado de sumisión y asumiera su papel de vanguardia. Esa era la
intención del asalto al cuartel Madera.
Como podemos ver, todo esto está fuertemente condicionado
por la subordinación de la conciencia proletaria a la ideología de la
Revolución Mexicana. La necesidad de «iniciar
la acción donde sea, a la hora que sea» y el traslado del eje del eje de la
revolución al campesinado y los estudiantes, nace de este hecho ideológico. En
ese sentido, el grupo Popular Guerrillero definió una propuesta de salida a
esta triste situación, una especie de golpe contundente para despertar al
gigante proletario dormido, que sería, en última instancia, el que resolvería
definitivamente la lucha que el asalto al cuartel Madera se proponía tan sólo
iniciar.
23 de Septiembre de 2013
[1] Destacan: Carlos Montemayor, Las armas del alba, Ed. Joaquín
Mortiz, México, 2003; Raúl
Florencio Lugo, El asalto al cuartel Madera. Testimonio de un
sobreviviente, Ed. UACH, México,
2006; Fritz Glockner, Memoria Roja. Historia de la guerrilla en México (1943-1968), Ediciones B, México, 2007, Cap. III. «Madera, para alcanzar el cielo»; y
Laura Castellanos, México
armado. 1943-1981, Ed. Era, México,
2007, Cap. 2 «El Che en Chihuahua».
Una compilación de interpretaciones, documentos, artículos, editoriales y
textos conmemorativos se encuentra en http://www.madera1965.com.mx.
[2] Segundo Encuentro en la Sierra «Heraclio Bernal», Resolución 5. «El único
camino a seguir», Ediciones Línea Revolucionaria, Chihuahua, México, 1965, s/p, Disponible en http://www.madera1965.com.mx/resol.html
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