Publicado el 25-08-2013
Por Eugénie Moreau
Las
mujeres, mucho más antes, sufríamos por el maltrato y la discriminación, la
desigualdad en la casa, en la comunidad. Siempre sufríamos y nos decían que
éramos un objeto, que no servíamos para nada, así nos enseñaron. Nuestras
abuelas sólo nos ensenaron a trabajar en la casa, en el campo, a cuidar niños,
a los animales y servir al esposo. Nunca tuvimos la oportunidad de ir a la
escuela, por eso no sabemos leer ni escribir, mucho menos hablar en castilla. Nos
decían que una mujer no tiene derecho de participar ni reclamar. No sabíamos
defendernos, ni conocíamos qué es un derecho.
Claudia,
base de apoyo del Municipio Autónomo 17 de Noviembre, en el Caracol de Morelia.
Participación de las Mujeres en el Gobierno Autónomo. Cuaderno de texto
de primer grado del curso de «La Libertad
según l@s Zapatistas», p. 46.
En
diciembre de 1994, a casi un año del levantamiento armado del Ejercito
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), se formaron los nuevos Municipios
Autónomos en el Estado de Chiapas. Junto con ellos, nació también la Ley
Revolucionaria de Mujeres[1], que incorporó a las mujeres en la lucha
revolucionaria. Bajo el único requisito de hacer suyas las demandas del pueblo,
y con el compromiso de cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la
revolución. La experiencia de la Escuelita Zapatista ha sido una ocasión para
ver de más cerca el trabajo que ha llevado a cabo hasta la fecha, y que sigue
vigente para el futuro.
La Ley Revolucionaria de Mujeres, herramienta de
lucha para todo un pueblo:
PRIMERO.- Las mujeres, sin importar su raza, credo, color o filiación política,
tienen derecho a participar en la lucha revolucionaria en el lugar y grado que
su voluntad y capacidad determinen.
SEGUNDO.- Las mujeres tienen derecho a trabajar y recibir un salario justo.
TERCERO.- Las mujeres tienen derecho a decidir el número de hijos que pueden tener
y cuidar.
CUARTO.- Las mujeres tienen derecho a participar en los asuntos de la comunidad y
tener cargo si son elegidas libre y democráticamente.
QUINTO.- Las mujeres y sus hijos tienen derecho a ATENCIÓN PRIMARIA en su salud y
alimentación.
SEXTO.- Las mujeres tienen derecho a la educación.
SÉPTIMO.- Las mujeres tienen derecho a elegir su pareja y a no ser obligadas por
la fuerza a contraer matrimonio.
OCTAVO.- Ninguna mujer podrá ser golpeada o maltratada físicamente ni por
familiares ni por extraños. Los delitos de intento de violación o violación
serán castigados severamente.
NOVENO.- Las mujeres podrán ocupar cargos de dirección en la organización y tener
grados militares en las fuerzas armadas revolucionarias.
DÉCIMO.- Las mujeres tendrán todos los derechos y obligaciones que señala las
leyes y reglamentos revolucionarios.
Estas 10 normas concretas representan la base teórica del trabajo para la
promoción de la igualdad y de la justicia en las comunidades zapatistas. Con
ellas, las y los zapatistas no sólo lograron un reconocimiento de los derechos
de las mujeres, sino del carácter esencial e indispensable de su incorporación
en la resistencia, para lograr una verdadera lucha del pueblo en su conjunto,
tal como comentaron durante las videoconferencias que se transmitieron en la
Universidad de la Tierra (CIDECI-UNITIERRA): “Las Juntas de Buen Gobierno nunca hubieran sido sin las mujeres. Sin
la participación de las mujeres no sería la lucha del pueblo. Sería lucha de hombres,
pero no lucha del pueblo”.[2]
A partir de la ley, los esfuerzos para mejorar la condición de las mujeres
se multiplicaron dentro de la construcción de la autonomía de las comunidades
zapatistas. Uno de los métodos centrales que ha sido usado para promover la
participación de las mujeres zapatistas tiene que ver con un trabajo de
deconstrucción de los estereotipos sexistas presentes en las comunidades: las
mujeres, aunque no saben leer, ni escribir, ni hablar en castilla, sí son capaz
de participar y de luchar de la mano con sus compañeros. Es lo que revindicó
con fuerza la Comandanta Ramona cuando, al salir por primera vez de Chiapas hasta
la ciudad de México, declaró: “Nunca más un México sin Nosotras”.
Además de este gran ejemplo, las compañeras insurgentas también tomaron un
papel central en este proceso de reflexión y discusión, haciéndose responsables
de la organización de pláticas en cada pueblo, respecto al rol de las mujeres
en la lucha, el trabajo y la vida cotidiana.
Este trabajo fue complementado por la toma de medidas concretas, para la
promoción y el respeto de la Ley Revolucionaria. Un trabajo importante fue
dedicado al desarrollo del acceso de las mujeres zapatistas a varios servicios
esenciales. En términos de salud, se implementaron casas de salud y, en algunas
regiones, hasta clínicas, en donde se encuentran promotoras, yerberas, parteras
y hueseras. Respeto a la alimentación, la promoción de los trabajos colectivos
de hortalizas es un ejemplo de acción a favor del mejoramiento de las
condiciones nutritivas de l@s companer@s zapatistas en su conjunto. La
educación también debe de ser destacada como punto central de su trabajo: para
luchar en contra del analfabetismo y favorecer el aprendizaje de la lectura, la
escritura del el idioma español –el conocimiento de la castilla siendo un
requisito esencial para poder tener un cargo dentro de las comunidades zapatistas–
l@s padres de familia tienen ahora la obligación de proporcionarles educación a
sus hijas.
En paralelo, se trabajó también el tema de los derechos de las mujeres
dentro de sus familias, promoviendo su derecho a elegir libremente su pareja y
a decidir del número de hij@s que quieren tener. Aunque los cambios son lentos
–siguen siendo muy numerosos los matrimonios de jóvenes menores, y las familias
de más de 5 hij@s– las evoluciones son visibles. En este sentido, mi
Votán[2] me explicó en una plática: “yo tengo 20 años, y llevo 2 años con mi novio, pero todavía no nos
queremos casar. Veremos cómo le haremos, pero de todas formas, si uno no
quiere, nadie le puede obligar”. Además, me confió su voluntad de no tener más
de 3 hij@s.
Para garantizar el respeto de sus derechos, pero también para luchar en
contra de la violencia hacia las mujeres dentro y fuera de los matrimonios, un
trabajo importante ha sido impulsado en términos de justicia, la cual condena
fuertemente todos los casos de maltrato o violación. Además, nuestra atención
no debe de enfocarse únicamente en las leyes y los reglamentos, sino también
mirar hacia la forma en que han sido promovidos: los cargos dentro de la
comisión de honor y justicia son compartidos entre hombres y mujeres, con un
cuidado especifico atribuido al manejo de los casos de violencia de género. “En cuestión de honor y justicia, de
compañeras, como en el municipio nos turnamos, dos consejas, dos consejos,
dos honor y justicia hombre y mujer, y la compañera, por ejemplo si una
compañera tiene un problema lo que va a contar la compañera, por ejemplo si es
violación, tiene que platicar con la compañera honor y justicia. Ya es
ella, la de honor y justicia, se coordina con los honor y justicia hombres para
que la compañera no tenga pena con el compa. Es así como hace de honor y
justicia”. Podemos leer más en el comunicado intitulado “L@s Mas pequeñ@s 4.- Las Compañeras: tomar el cargo”, séptima parte de la serie “ELLOS Y NOSOTROS”.
Aunque no significa que todos los problemas ya estén arreglados dentro de
las comunidades, “también hay cosas que
no se están cumpliendo todavía. Existe el machismo, hay compañeras que reciben
maltrato por el compañero, todavía hay miedo de reclamar los derechos porque
hay debilidad”, expresa Amelia, ex-integrante de la Junta de Buen Gobierno
de Morelia[3], la iniciativa debe de ser subrayada: ¿cuántos son,
en nuestras sociedades, los casos de no denuncia por miedo al enfrentamiento
con agentes de policía machistas? Seguramente, tendríamos mucho que aprender de
ella.
La lucha zapatista, “un paso cotidiano”
El
papel de las mujeres y de su rol dentro de la construcción de la autonomía
zapatista no se limita a la promoción de su acceso a servicios, o del respeto
de sus derechos. Su participación efectiva también es considerada como
esencial. Esto se manifiesta primero en la repartición de los cargos y
responsabilidades dentro de los Caracoles y pueblos, “mitad y mitad”. Como lo podíamos leer en el comunicado “L@s Mas pequeñ@s 4.- Las Compañeras: tomar el cargo”:
“Dentro
de los 60 miembros, ¿están mitad compañeras y mitad compañeros?
Sí,
compañero, estamos en la mitad, nadie es más, nadie es menos.”
(…)
-*-
Esto
se puede verificar en cada uno de los cinco Caracoles. Así, dentro de las
Juntas de Buen Gobierno, las mujeres zapatistas son presentes en las distintas
áreas de trabajo, como comisión de educación, de salud, de producción, de
camarógraf@s y radioemisor@s, entre otras.
La lucha siendo “un paso cotidiano”,
como gustan decirles l@s compañer@s, la participación de las mujeres también es
promovida en toda la vida comunitaria, además de este acceso a las distintas
responsabilidades. En este sentido, su participación por medio del trabajo es
central, la cual ha sido fomentada mediante de la promoción de los trabajos
colectivos de mujeres, además de su trabajo personal. Estos trabajos colectivos
se inscriben en el proceso global de construcción y fortalecimiento de las comunidades
zapatistas y de su autonomía: a través de ellos, se fortalece la organización
comunitaria. Las ganancias son utilizadas de manera colectiva, para poder
desarrollar nuevos proyectos, o apoyar a cubrir los gastos de l@s que tienen un
cargo y a veces tienen que viajar para asistir a reuniones.
“Todos eso son trabajos que vamos haciendo a nivel zona, no con el
objetivo de repartirnos, o sea para acabar esos pequeños fondos que se van
generando, sino estar preparados para cualquier necesidad que podamos tener
como zona, para cosas que nos ayuden dentro de la lucha.”[4]
Pero, para las compañeras, van más allá. Como lo explica Andrea, de la
Comisión de zona del Municipio Lucio Cabañas, Morelia, “también sirven los trabajos colectivos para impulsar la participación
de las compañeras porque ahí trabajan juntas, ahí se ve que más o menos están
aprendiendo la participación, el colectivismo es muy bueno para las compañeras,
para que aprendan a intercambiar las ideas o los conocimientos que tienen cada
una de ellas”[5]. En el municipio 17 de Noviembre, Caracol de
Morelia, los colectivos de mujeres son particularmente desarrollados. En la
comunidad 10 de Abril, que me tocó conocer, existen varias áreas de trabajo,
particularmente de ganado, de producción de pan, y de mantenimiento de una
tienda colectiva dentro de la comunidad. Cuando se convoca a un trabajo
colectivo, todas las niñas, mujeres, ancianas, en fin, las compañeras, se
juntan para participar, enseñar, aprender, compartir y platicar.
En efecto, la cooperación y la enseñanza mutua toman un papel importante en
su organización, y, más allá, en su inscripción progresiva dentro de la
construcción de la autonomía de sus pueblos. “Hay algunas compañeras que no saben leer ni escribir, pero tenemos
apoyo de las compañeras que saben leer y escribir, nos apoyamos un poco para
cumplir nuestra participación en la Junta de Buen Gobierno y en las diferentes
áreas que ocupamos”, cuenta así Amelia, ex-integrante de la Junta de Buen
Gobierno de Morelia[6]. La cooperación no se hace únicamente entre
compañeras: los hombres también están listos a apoyarlas. Sigue explicando cómo,
en su Caracol, nombraron a unos compañeros para que fueran a dar clases a sus
compañeras. Esta colaboración entre hombres y mujeres puede también intervenir
el caso de los trabajos colectivos. Así, en la comunidad 10 de Abril, Morelia,
el cuidado del ganado está a cargo tanto de las compañeras como de los
campaneros.
“¿Cómo podemos cambiar esas
ideas, cómo podemos mejorar?”
Para
fortalecer el proceso de construcción de igualdad y justicia, un trabajo de
evaluación se está llevando a cabo, mediante, principalmente, el consejo de
vigilancia. Varios informes son producidos periódicamente, dando cuenta de los
avances que se encuentran en las comunidades. Si bien es cierto que los logros
han sido muy numerosos, todavía son varias las dificultades. El problema del
analfabetismo queda importante, sobre todo respecto a las mujeres más ancianas.
Sin embargo, lo que más se destaca concierne a la situación de las mujeres
dentro de sus familias y el clásico tema del cuidado del hogar y de l@s niñ@s,
lo cual queda principalmente en manos de ellas. Frente a esta situación, se les
hace más difícil salir de sus casas para poder cumplir con sus cargos y así
participar plenamente de la construcción de la autonomía de sus pueblos. “Pasan muchas cosas, pero cómo podemos
cambiar si los compañeros todavía no saben tortear, si los compañeros no saben
todavía poner su maíz, si los compañeros no saben todavía lavar su ropa”,
cuestiona una compañera de Morelia[7]. Para ella, la respuesta reside en el desarrollo
de una nueva educación.
“¿Cómo podemos cambiar esas ideas,
cómo podemos mejorar? Yo siempre he platicado en mi zona de que la educación
tiene que ser dentro de la casa, tenemos que enseñar a los niños a lavar su
ropa, los niños tienen que aprender a agarrar su comida y lavar su plato, los
niños tienen que aprender a trabajar en la cocina y las niñas que aprender en
el campo”. Las diferencias de capacidades
entre hombres y mujeres no son una fatalidad: no son naturales sino una
construcción social, producto de un sistema machista, patriarcal. Es lo que
venimos platicando con mi Votán, mientras estábamos paseando en la comunidad.
¿Por qué ella sabe cortar leña (lo que, desgraciadamente, no fue una tarea
fácil para mí y mis pocas habilidades para manejar el machete) pero no puede
tumbar arboles? No por incapacidad, sino porque nunca le ha enseñado su papá.
Al igual que los compañeros que no pueden hacer las tortillas. Las palabras de
la compañera de Morelia van en este mismo sentido: “Es otra educación que tenemos que meter en su cabeza de los niños, si
logramos a educar así a nuestros niños, vamos a lograr el cambio, los niños si
pueden aprender a hacer las cosas en la casa. Que los compañeros no dependan de
nosotras, pero que también nosotras no dependemos de los compañeros. Cuando
salen los compañeros nosotras hacemos el trabajo, llegamos a limpiar la milpa,
llegamos a traer la lena, todos los trabajos que quedan pendientes podemos
hacerlos, sólo rozar y tumbar no podemos, yo creo que porque nunca hemos
practicado, pero otros trabajos si podemos hacerlos”.
Así, frente a las dificultades que siguen existiendo, l@s compañer@s
zapatistas siguen mirando hacia el futuro. La construcción de su autonomía, la
liberación de su pueblo en su conjunto, o sea, tanto de los hombres como de las
mujeres, no es a corto plazo: es un proceso, un camino largo. Para todos los
problemas, se buscan soluciones. Así van construyendo, “aprendiendo haciendo”.
“Es como una construcción de
humanidad lo que se quiere, es lo que estamos tratando de cambiar, otro mundo
es lo que se quiere. Es como una lucha de todo lo que estamos haciendo,
hombres y mujeres, porque como ya escuchamos, no es una lucha de mujeres ni es
una lucha de hombres. Cuando se quiere hablar así con una revolución es
que van juntos, va para todos entre hombres y mujeres, que así se hace la
lucha.”
Comunicado del EZLN – ELLOS Y
NOSOTROS VII.
L@s más pequeñ@s 4.- Las
Compañeras: tomar el cargo.
Y también es una lucha de la
cual nosotr@s podemos aprender, como nos invitaron a hacerlo durante el cierre
de la Escuelita. “Este es nuestro compartir con ustedes,
nosotros no tuvimos quién nos dijera cómo organizarnos y cómo construir
nuestras autonomías, la vida nos fue enseñando (…). Lo compartimos porque
creemos que si en otros lugares las personas se organizan, pueden mejorar su
forma de vida por ellas mismas”, declararon simultáneamente en las 5 Juntas
de Buen Gobierno.
NOTAS:
[1]Participación
de las Mujeres en el Gobierno Autónomo,
Cuaderno de texto de primer grado del curso de « La Libertad según l@s Zapatistas », p. 46. Ver también:
http://palabra.ezln.org.mx/comunicados/1994/1993_12_g.htm http://www.youtube.com/watch?v=W1UPCZh5eaM
[2] “guardián/a y corazón del pueblo”, “guardián/a y corazón de la tierra” o
“guardián/a y corazón del mundo”, los votanes fueron centrales dentro de la
escuelita. Eran encargad@s de cuidar y apoyar a cad@ alumn@ a lo largo de su
estancia dentro de las comunidades. Cabe precisar que a los hombres se les
asignó un votán hombre y a las mujeres, una mujer.
[3] “Participación
de las Mujeres en el Gobierno Autónomo”, Cuaderno de texto de primer
grado del curso de «La Libertad según l@s
Zapatistas», p. 54.
[5] “Participación
de las Mujeres en el Gobierno Autónomo”, Cuaderno de texto de primer
grado del curso de «La Libertad según l@s
Zapatistas», p. 50.
[6] “Participación
de las Mujeres en el Gobierno Autónomo”, Cuaderno de texto de primer
grado del curso de «La Libertad según l@s
Zapatistas», p. 48.
[7] “Participación
de las Mujeres en el Gobierno Autónomo2, Cuaderno de texto de primer
grado del curso de «La Libertad según l@s
Zapatistas», p. 58-9.
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