Las redes del planeta Monsanto (ante la resistencia generalizada redoblan sus campañas de desinformación)
Escrito por Silvia Ribeiro
Martes, 27 Agosto 2013
En días pasados circuló un
comunicado falso donde Monsanto agradece al gobierno mexicano haber aprobado la
siembra comercial de 250 mil hectáreas de maíz transgénico en Coahuila,
Chihuahua y Durango. La nota circuló rápidamente en redes sociales y algunos medios
informativos. Monsanto se deslindó, acusando a "activistas". Muchos creyeron que era auténtico, porque
podría haber sido así, ya que Monsanto está esperando que el gobierno apruebe
sus solicitudes para sembrar cientos de miles (y hasta millones) de hectáreas
de maíz transgénico, desechando la enorme y argumentada oposición social,
nacional e internacional de científicos, campesinos, artistas, intelectuales,
trabajadores, activistas, consumidores, maestros y muchos más.
Quizá el comunicado falso haya sido una tentativa de empresas o
protransgénicos para medir qué reacción habrá. Porque aunque dicen estar
seguros de que el gobierno les aprobará sus solicitudes para contaminar
transgénicamente el centro de origen del maíz (incluso DuPont-Pioneer presentó
dos nuevas para Sonora y Sinaloa, cada una por 442 mil 706 hectáreas), las
empresas están nerviosas por la resistencia generalizada y redoblan sus
campañas de desinformación, tratando de revertir la opinión pública.
Por ello, están pagando cápsulas radiofónicas en favor de los
transgénicos en los noticiarios de mayor audiencia, que a su vez dirigen a un
sitio electrónico. Tanto ese sitio como las cápsulas son producidas por Agrobio
México, que se presenta como organización civil "sin fines de lucro", aunque sus únicos miembros son
Monsanto, DuPont, Syngenta, Bayer y Dow, cuyo único fin es el lucro. Son las
transnacionales que controlan las semillas genéticamente modificadas y las
mayores del mundo en venta de agrotóxicos. Claramente, su información no es objetiva.
Su larga historia de engañar al público y a los afectados por sus productos,
pese a afrontar juicios por ello, muestra que son capaces de propagar cualquier
mentira si sirve a sus ganancias.
Su campaña actual no es excepción. Casi cada cosa que afirman en radio y
sitio electrónico es falsa. Por ejemplo, que los transgénicos aumentan la
producción y que son necesarios para enfrentar el hambre, porque se requiere
duplicar la producción de alimentos para 2050. O que es una forma de producción
"sustentable" y que los
transgénicos no tendrán impactos en la biodiversidad o los productores.
La realidad es que ya se producen suficientes alimentos para todo el
planeta y con el mismo nivel de generación, también para 2050. Pese a ello, la
mitad de la población mundial sufre hambre, desnutrición u obesidad, a
consecuencia, justamente, de que las trasnacionales se han apoderado del
sistema alimentario agroindustrial, produciendo comida de cada vez peor
calidad, con enormes costos y grandes desperdicios (más de la mitad de lo que
producen). Con sus monocultivos y control de la cadena agroalimentaria –que
aumenta con los transgénicos– han desplazado a millones de campesinos y
mercados locales, que son los que alimentan a la mayoría y los que proveen
comida a quienes no tienen dinero para comprarla.
Está probado por diversas fuentes, incluyendo estadísticas oficiales de
Estados Unidos, que los transgénicos rinden menos que otros cultivos híbridos y
usan mucho más agroquímicos. Por la resistencia en malezas que provocan, están
haciendo transgénicos resistentes a químicos cada vez más tóxicos, aumentando
el impacto brutal en suelos, agua, biodiversidad y sobre quienes viven cerca de
sus plantaciones, que sufren porcentajes elevadísimos de cáncer, abortos y
deformaciones congénitas, además de terminar con la apicultura. Condenan a
todos los consumidores a comer más tóxicos, ya que los transgénicos dejan
porcentajes mucho más altos de residuos químicos en los alimentos.
Sólo ese hecho –pero hay muchos más– significa importantes daños a la
salud. Es cínico que Agrobio afirme que los alimentos transgénicos "son sanos", ya que hay muchas
evidencias de que son dañinos y que la regulación existente no lo considera.
Ninguna agencia oficial (salvo limitadamente en Europa, donde 8 países han
prohibido los transgénicos) pide pruebas en animales para ver impactos en
salud. Las demás se limitan a aceptar los datos que les dan las propias
empresas, para aprobarlos para consumo. No existen estudios epidemiológicos ni
de largo plazo sobre impactos en salud de los transgénicos, y cuando algún
estudio independiente los señala –como el estudio científico que en 2012 mostró
que el maíz genéticamente modificado puede causar cáncer en ratas si se consume
a largo plazo y cotidianamente, como sucedería en México– las empresas compran
directa o indirectamente a seudocientíficos e instituciones oficiales para
atacarlos.
En lugar de enfrentar el hambre, los transgénicos la aumentan. Casi la
totalidad se produce para alimentar autos (agrocombustibles) o para forraje de
ganado en cría industrial, a manos de transnacionales, desplazando la cría
descentralizada y de pequeña escala (que usa diversidad de alimentos),
inundando los mercados con cerdos, pollos y vacas de dudosa calidad,
atiborrados de grasa, químicos y antibióticos, cuya forma de cría es también un
emisor principal de gases que producen cambio climático. Para eso mismo se
importa maíz a México, no por necesidad del país, sino para sostener el negocio
de trasnacionales de cría animal, a costa de productores chicos.
Mientras tanto, el gobierno guarda silencio sobre las demandas de
siembra masiva de las trasnacionales, aunque hay abundancia de datos
independientes, científicos, sociales, históricos, culturales, de defensa de la
soberanía y muchos otros, contra la siembra de maíz genéticamente modificado en
México. Si se lo preguntaban, pueden estar seguros de que la resistencia sigue
y crece.
* Investigadora del Grupo ETC
Comentarios