Gaspar Morquecho
ALAI, América Latina en Movimiento
México, 2013-07-22
ALAI, América Latina en Movimiento
México, 2013-07-22
Hace días en Sancris de Las
Casuchas me topé con un agente de pastoral. Hacía rato que no nos veíamos y
pa’pronto empezó el güiri güiri. Hablamos sobre los
suicidios en la población indígena de Chiapas. El agente de pastoral asintió en
que las cosas están muy complicadas en las comunidades. Hable de la crisis por
la que pasa la “familia” y reviró con
las siguientes preguntas: “¿Cuál familia?
¿Caso hay? Además tenemos frente a nosotros a las parejas de
homosexuales y de lesbianas y la Iglesia no sabe que palabra dar. Es hora
que el señor obispo no responde a esta realidad. Así no podemos hacer nada”,
soltó sin más.
¡Anda cabrón! Me
dije.
Era la
primera vez que en los 34 años de estar en Los altos de Chiapas escuchaba
de un agente de pastoral un comentario del tema tabú. De la diversidad y
preferencias sexuales que se viven en las comunidades indígenas. Un tema
tabú en la Iglesia, en la Diócesis de San Cristóbal. Como recordarán, en el
encuentro de Catequistas de febrero pasado, los delegados tocaron los temas de
la migración, el abandono de los niños, las madres solteras; la modernidad y la
tecnología, la violencia en la familia, el alcoholismo. También aparecieron la
drogadicción, la prostitución de las mujeres, el suicidio, el incesto pero no
se mencionó el tema de la homosexualidad. Tema que había dejado en el
tintero.
Hace
uno dos o tres años, un grupo solidario con las Bases de Apoyo del EZLN hizo un
calendario en el que aparecían varios aspectos de las comunidades zapatistas y
personajes, entre otros: niñas y niños jugando, el Sub Marcos, la
comandante Ramona y un hombre vestido con el atuendo de la mujer Pedrana.
El ropaje era impecable y el rostro del tzotzil era de gozo. La imagen en ese
calendario sirvió al grupo solidario para ilustrar la diversidad y libertades
en las comunidades zapatistas. La fotografía fue tomada en el Municipio
Autónomo Rebelde Zapatista de Polhó.
En una
de tantas llegó Oscar a visitarme al difunto Mono de Papel.
Un base de apoyo que se nació y se creció en Polhó. Charlamos y en una de
esas, le mostré la foto del gay
tzotzil y sonrió. Le pregunté cómo los llamaban y me dijo: Es un antzilón.
Al parecer el antzilón vive con
suficiente libertad su identidad étnica y homosexual. Me comentó que no son
molestados y que “muchos hombres los
buscaban”. Al parecer, los homosexuales tienen un su lugar en
algunas comunidades indígenas.
A
principios de la década de 1970, conocí a Alux en el paraje
entonces conocido como Yalbá (Agua de tuza) del municipio de Huixtán. Como
estudiantes de Arquitectura levantábamos un poblado en la zona urbana del
Ejido. Cada semana, una familia era responsable de prepararnos los alimentos.
En una de esas le tocó a Alux, un adulto coqueto, amable,
dicharachero, bromista, juguetón, cantarín al hablar, que se contoneaba al
caminar y con mucha habilidad cargaba con un rebozo a un pequeño sobre su
espalda. Los alimentos que preparaba tenían rico sazón y nos presumió que en
las fincas trabajaba como cocinero. Como se imaginarán no faltaron los
comentarios machistas de los 3 chilangos. Claro, los hacíamos a
la sorda. De sus compañeros en la comunidad jamás vimos una actitud
excluyente, burlona o agresiva para Alux. Fue suficiente para que los chilangos
aprendiéramos a ver a Alux con menos prejuicio.
Con el
tiempo pude constatar que para buena parte de los urbanos el homosexualismo en
el campo es inexistente e impensable en las comunidades indígenas. He escuchado
de algunos activistas, con purismo radical y racista, que no hay campesinos ni
indígenas homosexuales. Visto así, el homosexualismo lo dejaban para el ámbito
urbano.
¡Nada qué!
Hace
unos 44 años que Roberto Laughlin, empezó su Molol Cholobil K’op ta
Totz’leb, El gran diccionario tzotzil de San Lorenzo Zinacantán.
En 1975 apareció en su versión tzotzil–inglés e inglés- tzotzil. En 2009
apareció en su versión tzotzil–español y español– tzotzil. Edición de Sna
Jtz’ibajom, Cultura de los indios mayas, A. C. 480 páginas tamaño carta.
Para la realización de su obra se apoyó en dos zinacantecos, sus compadres
Domingo de la Torre y Anselmo Pérez Pérez, en otros lingüistas y botánicos.
Para la edición en español se apoyó en (ojo) el chilango Francisco
Álvarez Quiñones. También ayudaron a la traducción el equipo de Sna
Jtz’ibajom.
En el
gran diccionario encontré cómo los hombres murciélagos, según Laughlin y
sus traductores, nombran a los homosexuales: Tutz (2), s. El homosexual,
el mampo, el maricón, p. 323. (Con toda seguridad lo de mampo y maricón
en la traducción tuvo que ver más con el chilango de
mi paisano). Tutzin, adj. Cobarde, homosexual. Tutz también se traduce
como:La oruga venenosa de Tierra Caliente y de Tierra Fría, p. 323. En tzotzil la
mujer es Antz, p. 12.
Como
vimos arriba, de acuerdo con Oscar, en San Pedro Chenalhó a los
homosexuales se le dice Antzilón. De
la misma forma les llaman en San Juan Chamula. Los tzeltales se refieran a los
homosexuales como Antzwinik (hombre
mujer) así me lo dijo una joven tzeltal de Chilón y un joven tzeltal de
Taniperla, en las cañadas del municipio de Ocosingo. Según el joven tzeltal a
las lesbianas les llaman Winikantz
(mujer hombre).
De
acuerdo a las versiones de los joven tzotzil de chamula y del tzeltal de
Ocosingo, en sus comunidades el antzilón
y el winikantz no son bien vistos,
son maltratados y se ocultan. Otros se casan para evitar el rechazo. Otros se
van. Sin embargo, comentó el joven tzeltal: “Me
invitaron a ser padrino de fin de cursos en una comunidad y pude ver a un grupo
de jóvenes (homosexuales) que se
mostraban. No sabría decir si se trata de jóvenes desafiantes o de un caso de
tolerancia en ese lugar”.
En el
libro Vidas vulnerables: hombres indígenas, diversidad sexual y VIH-SIDA,
Guillermo Núñez hizo una aportación de cómo se construyen los factores de
riesgo entre la población indígena homosexual. En su texto aparecen tres casos
de indios de Chiapas.
“Cha’an K’in es un indígena Chol de una
comunidad cercana a Palenque, Chiapas. Él nos describe particularmente la
sensación, constante en las cuatro historias de vida, de la discriminación
indígena, porque se les dice indios patarrajadas, con coraje, aunque hablen
bien español. Lo trágico es que este calificativo lo dice su primera maestra de
primaria, la figura de autoridad e introducción al mundo occidental.
Mariano, indígena tzeltal de
una ranchería cercana a Ocosingo, Chiapas, vive una infancia atroz de violencia
y rechazo con su padre, por lo que en la pubertad elige la guerrilla del
Ejército Zapatista, y en esta vida y su posterior desenlace en diferentes
ciudades de México va describiendo su vida sexual, erótica, amorosa, amistosa,
sensual y de riesgos con varios varones y, a la vez, con estudiantes
universitarias de la institución en la que es guardia de seguridad. Descubre
que la sexualidad no sólo son aventuras irresponsables, sino juegos eróticos
donde el placer del cuerpo se complementa con la amistad, los momentos
compartidos, el gusto de platicar, besarse, tocarse, con la viva alegría.
Este aspecto conviene
resaltarlo porque la epidemiología clásica concibe la sexualidad sólo como un
factor de riesgo. Las otras dos historias de vida, la de Humberto, indígena
zoque de un pueblo que desaparece por la erupción del Chichonal, y Alex,
indígena tzotzil, confluyen en similitudes de pobreza, rechazo paterno y
educación rígida, en discriminación a su idioma, su color de piel y su
condición económica.
Incluso desde el mundo
académico ya que, enfatiza el autor, dos supuestos ideológicos están detrás del
silencio sobre la diversidad sexual entre la población indígena:
1) la consideración de que los indígenas
están más cercanos a la naturaleza (supuesto racista), y
2) la consideración de que la sexualidad
“natural” es la heterosexualidad (supuesto sexista). De ello deriva el
prejuicio de que la homosexualidad entre los indígenas no existe o no es propia
de su sociedad, sino una expresión decadente producto de la influencia
‘exterior’.
(…) Así, el autor se pregunta
al inicio del texto: ¿por qué los varones jóvenes homosexuales indígenas
migrantes presentan un riesgo de presentar VIH-SIDA cien veces mayor que los
jóvenes urbanos de clase media con un nivel de escolaridad medio superior? Y lo
que se responde es que esta mayor vulnerabilidad, tanto subjetiva como
objetiva, es debida a la presencia –construida a lo largo de la vida– de estos
cuatro factores de riesgo: varón joven, homosexual, indígena y migrante”.
En otro
artículo, Núñez Noriega insiste en la invisibilidad de los indígenas en el tema
del VIH-SIDA y el papel del racismo y heterosexismo.
“Cuando
algunos activistas indígenas y académicos que trabajan con el tema del VIH–Sida
empezamos a demandar a algunos funcionarios del gobierno federal (del
sexenio anterior) atención y políticas
públicas en materia de VIH–Sida hacia pueblos indígenas nos enfrentamos, las
más de las veces, con una mirada perpleja que decía mucho sobre una relación no
pensada, ni siquiera imaginada, por ellos. (…)
Cuando les comentaba de mi
investigación sobre la vulnerabilidad de pueblos indígenas al VIH–Sida contestaban
con preguntas como: ‘¿A poco existe eso?’, ‘¿A poco el Sida también afecta a
los indígenas?’, ‘¿A poco también les llega hasta allá?’. O con la sincera
exclamación: ‘¡Fíjese, qué interesante, nunca me hubiera imaginado!’. Fue
durante esas primeras experiencias de investigación que me surgió la pregunta:
¿Qué elementos ideológicos dificultan imaginar la relación entre indígenas y
VIH–Sida?”
Esa invisibilización es visible en
el libro Sexualidad y religión en Los Altos de Chiapas, de las
académicas Walda Barrios y Leticia Pons. UNACH. 1995. Coordinadoras del Taller
de Investigación sobre la Situación de la Mujer, Antzetik. Y militantes feministas.
En los
cuestionarios aplicados a mujeres indígenas, tzotziles chamulas de San Juan y a
las mujeres indígenas, tzotziles chamulas expulsadas urbanas y
residentes en la ciudad de Las Casas se, les preguntó sobre la infancia, la
adolescencia, vida sexual, la maternidad, educación de los hijos y la vida
matrimonial. No hubo preguntas sobre las mujeres y hombres homosexuales y sus
relaciones. Sin embargo, a las mujeres mestizas urbanas del Barrio de
Guadalupe de la ciudad de San Cristóbal se les preguntó: 1. ¿Creé que sean
pecado las relaciones sexuales entre hombre y hombre? 84 mujeres contestaron
que sí, 16 que no y 3 que a veces. 2. ¿Creé usted que sean pecado las relacione
sexuales entre mujer y mujer? 86 mujeres contestaron que sí, 14 que no y 3 que
a veces.
Por lo
demás el estudio de las militantes feministas, Walda y Leticia, es interesante
y pionero.
Rodrigo
Parrini, para hablar de la Masculinidad, biografía y nomadismo se sirve
del caso de un indio zoque:
“Humberto es un indígena homosexual que
narró su vida al antropólogo Guillermo Núñez. En su vida encontramos trazos de
diversas determinaciones sociales que configuran su biografía. Es un indígena
zoque que vive su infancia en comunidades indígenas de Chiapas, signadas por la
pobreza y la diferencia cultural; luego, es un joven migrante en el mundo de
los mestizos. Es un hombre que reconstruye su propia masculinidad a partir de
los códigos culturales de su cultura y comunidad y de los que va conociendo y
experimentando a lo largo de su vida en otros contextos. Es un indígena
homosexual que intenta relacionarse con hombres gays blancos, que sienten por
él atracción sexual y desprecio. Es un albañil en Veracruz que comparte con sus
compañeros el acoso hacia las mujeres, un lenguaje erotizado y una sospecha
permanente sobre su sexualidad, dada su persistente soltería. Es un hombre que
vive tensionado subjetivamente por la raza, el género, la clase social y el
deseo. En su biografía, todas estas determinaciones se cruzan y se condensan de
maneras diversas, constituyendo un sujeto que no logra ubicarse claramente en
ningún lugar: nunca es completamente gay, porque no comparte el estilo ni el
nivel de vida que esa identidad supondría, tampoco es un hombre heterosexual
porque no se casa ni tiene hijos; es un indígena que vive la cultura mestiza;
es un pobre entre pobres que también dirimen políticas raciales y sexuales.
En este taller quisiera leer la
historia de Humberto como una biografía masculina que permite reconocer la
articulación de las determinaciones sociales mencionadas en la narración de una
historia de vida. Esta historia narra la formación de una subjetividad
masculina nómade, en muchos sentidos, que transita por mundos distintos sin que
ninguno sea habitable de manera definitiva. Humberto siempre está partiendo
desde sí mismo para regresar a sí. Su diferencia es motivo de un desarraigo
radical que lo vuelve un nómade en su propio deseo, en su identidad y en su
inscripción cultural”.
Un
indio homosexual con suerte
Jaime Velasco Estrada, joven de 23 años,
becario zoque del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC),
ganó el Premio Internacional de Narrativa de editorial Siglo XXI. Con el libro ¡Despierta
ya!, de aproximadamente 120 cuartillas. En él explora, desde la llamada
literatura homosexual, las diferentes facetas que afronta una pareja: el
encuentro, la fascinación y, sobre todo la separación, fase a la que dedica la
mayoría de sus párrafos. Jaime nació en Zacalapa,
municipio de Copainalá, Chiapas.
“Los cuentos confeccionados por
el estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL)
son una crónica de los acercamientos de
Clímaco con Santiago, Diego, Jacob y otros hombres, los cuales funcionan a
manera de muestrario de los diferentes tipos de encuentros y desencuentros que
se dan entre personas que en algún momento pensaron que podían llevar una vida
juntos, hasta que la realidad les demostró lo contrario.
(…)
para Jaime, no es fútil pensar en la
literatura; de hecho, ha sido una constante a lo largo de sus 23 años, pues
sabe que su pasión por las letras dio a su vida un rumbo que ni él mismo
anticipaba, pues las ganas de escribir lo hicieron dejar mucho, como su natal
Chiapas, la carrera de ingeniero en Mecatrónica e incluso un monasterio
salesiano, pues en algún momento consideró el sacerdocio”.
Homosexualidad
tabú.
“Quién hoy en día es Jaime
Velasco tiene mucho que ver con esto. Lejos de los estereotipos, afirma a la
vez sus raíces zoque y su homosexualidad. Una identidad compleja, moderna, que
todavía no está admitida completamente por su propia comunidad: ‘Es un tema muy complejo. Aquí
en la ciudad se ha hecho mucho más y yo parto desde ahí, pero todavía hay
muchas cosas por lograr. Cómo indígena es aún más difícil, es todavía tabú
casi. Cuando la gente lo sabe, a veces lo obvia, se buscan otros caminos. En mi
comunidad, cuando se enteraron del premio fueron muy contentos y muy alagados y
me han mostrado su apoyo pero del tema no me han hablado mucho’.
Entre tradición y
modernidad, el camino de la tolerancia y de la multiculturalidad es toda vía
largo. Ejemplos como el de Jaime o de los estudiantes del programa de becas
permiten reflexionar sobre una concepción de los pueblos indígenas que se
inscriba en la realidad contemporánea del México actual. Una tarea que sigue
pendiente”.
¿Qué sabemos de las mujeres indígenas
lesbianas? ¿Caso hay?
Apenas una mirada al Documento Central y
Demandas de la 5ª Marcha Lésbica de México 2011.
En sus demandas aparece lo siguiente:
“(...) La despenalización del aborto y su correcta aplicación por parte del
estado, así como el derecho al matrimonio entre parejas del mismo sexo en todo
el territorio mexicano, estos derechos no pueden ser el privilegio de una sola
ciudad”.
Vamos a ver que me más platican las
compañeras en Chiapas…
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