El silencio: signo de estos tiempos (¿proceso de acumulación de fuerzas en silencio de largo aliento?)
por Jorge Lofredo
Jueves,
27 de junio de 2013
En un lapso de poco más
de treinta días y en un ámbito geográfico perfectamente delimitado, en mayo y
junio se conmemoran fechas que mucho tienen que ver con la actual generación de
organizaciones político-militares clandestinas mexicanas. Un 25 de mayo, en
Oaxaca, se produjo la desaparición de los dos eperristas, hecho que preludió el
accionar militar del actual Ejército Popular Revolucionario (EPR) contra los
ductos de Petróleos Mexicanos entre otros, durante aquel convulsionado 2007. El
7 de junio de 1998 una nueva masacre inaugura la existencia del Ejército
Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), sucedida en El Charco, en el
estado de Guerrero. Y el 28 de junio tuvo lugar el suceso que ha permitido la presentación
de esta nueva generación de grupos, en 1995 ocurrió la masacre de Aguas Blancas
y, al año siguiente, la presentación pública del EPR.
Si bien la represión suele ser un factor preponderante para unificar a
partes que previamente se presentan irreconciliables, la desatada durante la
administración anterior, por la guerra contra el narco, no parece haber
alcanzado para lograr tal fin, aunque pudo afianzarse la coordinación,
existente con anterioridad, entre algunas de ellas: la Coordinación Revolucionaria
Libertad integrada por Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del
Pueblo, Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos y otras
organizaciones por una parte; y entre Fuerzas Armadas Revolucionarias del
Pueblo, el Comité Clandestino Revolucionario de los Pobres-Comando Justiciero
28 de Junio y una organización más por la otra. (Como dato, estas
organizaciones ya habían intentado un esfuerzo de coordinación durante el 2001
junto al Ejército Villista Revolucionario del Pueblo –del cual nada ha vuelto a
saberse en mucho tiempo– bajo la denominación Coordinadora Guerrillera Nacional
José María Morelos y Pavón.) Vale aclarar que según la historia reciente no
será posible unificar estos esfuerzos de coordinación debido a que conforman
sectores antagónicos desde la ejecución de Miguel Ángel Mesino en septiembre de
2005.
Por otra parte, no es posible visibilizar el punto exacto en que se
encuentran tanto el EPR como el ERPI. Ambas, eso sí, aparecen ensimismadas en
un proceso de acumulación de fuerzas en silencio de largo aliento, propio de la
guerra popular prolongada o por contacto con sectores que podrían incorporarse
aunque muy lentamente a su desarrollo organizativo en espacios rurales. El
hecho más significativo es que la lógica y los tiempos entre las zonas urbanas
y las rurales son distintas por completo. En este caso particular de los
tiempos y su incidencia en ambas organizaciones disintieron profundamente sobre
la cuestión. La guerrilla, para uno, no puede ser una organización justiciera sino
revolucionaria; el otro, en cambio, debe acompañar a las comunidades para
ejecutar actos de rebelión que no deje afrenta sin cobrar. Por tanto, para unos
los tiempos son políticos mientras que para los otros prima lo social. Y la
diferencia no es menor ya que, de hecho, aún perdura. Si bien ambas son
respuestas a los agravios, lo de fondo que varía entre ambas posturas son
nuevamente los tiempos, respecto al objetivo que lo condiciona y a la situación
que responde.
A la vez, otro condicionante es que tanto una como la otra provienen de un
proceso de reestructuración interna: una por enfrentar dos veces el
descabezamiento de la organización en mientras que la otra por la desaparición
de dos de sus miembros de los cuales al menos uno de ellos ocupaba un puesto de
jerarquía en el interior del grupo. Estas organizaciones también sopesaron de
un proceso de ruptura, aunque en distinto sentido, pero que también lleva
consigo la necesidad de una reorganización interna; sin embargo no fueron
diezmadas por los golpes sufridos ni por las disputas internas.
En sentido contrario, continúan renunciando a la estrategia de control
territorial lo que lleva a considerar que tampoco está entre sus necesidades la
administración de corredores. Por lo tanto es posible atender a la idea de
articulación política-militar a través de pequeñas unidades móviles, algunas
células urbanas diseminadas y la renuncia expresa al desarrollo de unidades que
impliquen mayor cantidad de miembros que las imperceptibles. Evitar, en
definitiva, la sobredimensión.
Más aún, puede notarse la ausencia explícita en movilizaciones sociales y
populares, en tanto organización. La reciente reivindicación del encapuchado
por el EPR (comunicado del 29 de abril) apunta a esa misma dirección: el
llamado a una mayor invisibilización de sus miembros. Contrario a la
ausencia en causas sociales y políticas, la idea es la mimetización ahora más
que nunca. La forma de enmascaramiento urbano es confundirse en la multitud,
aclarado desde los tiempos del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión
del Pueblo y del Partido de los Pobres, cuando se especificó claramente que
anonimato y aislamiento no son sinónimos para este caso.
Sin embargo, la capucha juega diferentes papeles para ambos casos: la
máscara es una de las caras de la doble condición de clandestinidad que
caracteriza a las organizaciones de este tipo: una, cuando los guerrilleros se
embozan, para no ser reconocidos y evitar así alguna represalia contra ellos y
sus familias; pero por otra refiere a todo lo contrario. Se descubren
camuflándose en la masa y jamás se embozan para invisibilizarse en las
comunidades y en las ciudades. En ambos casos debe contarse, indudablemente,
con el secreto como aliado íntimo. La capucha es la teatralidad, la puesta en
escena, de la rebelión clandestina.
La notoria baja en la producción de textos por parte de todas las
organizaciones conocidas también puede resultar un indicador del mismo sentido
y estrategia. Lo particular de una de ellas, el ERPI, es que ya lleva tiempo de
una baja producción de sus comunicaciones, muy espaciadas entre sí y acotadas
de un tiempo a esta parte. Al respecto vale la acotación de Jacobo Silva
Nogales, el comandante Antonio del ERPI (en una imprescindible
entrevista que realizó Zósimo Camacho para Contralínea), cuando aclara
que no es necesario priorizar las efemérides cuando lo fundamental es el
crecimiento al interior de la organización, obviando cualquier necesidad de
expresión para privilegiar el silencio necesario para el desarrollo
organizativo. En idénticos términos también lo hizo el Comando 28 de Junio hace
unos años atrás.
Tras el silencio también crece la incertidumbre y los próximos pasos de
este sector resultan, hasta este momento, un enigma a descifrar. Lejos de la
especulación será necesario aguardar a sus movimientos y considerar los
distintos contextos que las condicionan y que hacen posible a que distintos
proyectos armados sean viables en el México
actual. En este repaso, silencio no es sinónimo de no decir, pero se ha
convertido en un elemento esencial, un signo de estos tiempos.
jorgelofredo@gmail.com
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