Rebelión, 26-06-2013
Hoy, en México, los partidos políticos son,
para las grandes mayorías, sinónimo de corrupción, de simulación, de traición.
Son las cabezas más visibles de los enemigos del proletariado y de los pueblos,
culpables directos, junto con empresaurios y demás lacras, de las tragedias que
vivimos los de abajo.
La sola
palabra “partido” suscita de
inmediato la desconfianza justificada de la gente, pues actualmente todos los
partidos políticos nacionales y estatales con registro electoral y que aspiran
a tenerlo, son los pilares del orden estatal-capitalista en México, compuestos
en sus estructuras y cuadros y dirigidos por burócratas y funcionarios
despreciables y millonarios, encargados de facilitar el control, la explotación
y el saqueo por parte de la clase dominante de burgueses y oligarcas.
Los
partidos políticos burgueses y aspirantes (como el caso de MORENA), son en la
división moderna del trabajo, los profesionales de la política supuestamente
encargados de gobernar y engañar al proletariado y los pueblos, que en gran
parte engrosan las filas de los mismos, incluidas las del PRI. El carácter
burgués de estos partidos no reside en sí hay o no militantes de la clase de
abajo en sus filas, sino en las políticas que implementan, y la política no es
el discurso, pues el discurso sirve para engañar, sino que la política son los
hechos, las acciones y las decisiones que objetivamente siempre son en interés
de la dominación de la clase burguesa, aunque parezcan lo contrario.
A
partir de las pasadas elecciones, y la posterior formación del llamado “pacto por México”, la legitimidad de
los tres principales partidos, el PRI, el PRD y el PAN, ha decaído aún más,
haciendo que quienes antes creyeron en la supuesta oposición, sobre todo en la
falsa izquierda del PRD, quedarán
decepcionados y convencidos de que no importa el color, los partidos políticos
representan únicamente a los ricos y poderosos. Es así que el sistema político “representativo” en México ha entrado en
una profunda crisis, en la cual, aunque pretendan salir con más partidos,
reforzando el papel de las televisoras en el lavado de cerebros, e imponiendo
en amplias regiones la dominación violenta de las narco-organizadciones
político-militares conocidas como “cárteles”,
solo consiguen hundirse más y más, mientras se llevan a la población de abajo
entre las patas.
Sin
embargo, es preciso señalar que durante la historia de México, han existido
diversos ejemplos de partidos verdaderamente revolucionarios, que lejos de
servir los intereses de los de arriba, fueron organizaciones de los de abajo
que lucharon por la revolución. Por mencionar dos, de los más sobresalientes,
el Partido Liberal Mexicano, de
ideales anarquistas y comunistas, organizador del ala radical de la revolución
mexicana de 1910, y el Partido de los Pobres,
una organización armada dirigida por el comandante Lucio Cabañas, que
desarrolló el poder popular y la guerrilla socialista en la montaña de
Guerrero. Ambos fueron derrotados, pero a pesar de las balas y el olvido
impuesto por el poder, lograron resistir en la memoria y en la tradición de
lucha de los pueblos, pues marcaron, cada uno a su modo, la historia del
proletariado.
Actualmente,
no son pocos los grupos que buscan construir o que se reivindican como un
partido revolucionario, comunista, socialista, obrero y muchas otras cosas más,
y que proclaman que un partido revolucionario vendría a ser la (única) solución. La mayoría de estos
grupos toman sus ideas del estudio de la revolución rusa y de distintas
experiencias, sobre todo europeas, en la que partidos comunistas tomaron el
poder del estado e impusieron una serie de medidas políticas y sociales para la
destrucción de la clase burguesa y su dominio. Son muchos los logros que se
pueden adjudicar tales partidos, pero también muchos los errores y las
consecuencias adversas que generaron, sobre todo, el hecho de que a pesar de
que la clase dominante de ricos capitalistas desapareció, surgió una nueva
clase o casta de dominantes y ricos burócratas que se mantuvieron arriba del
proletariado y de los pueblos a través de la represión, la explotación, el
desprecio, la opresión, el despojo, la destrucción de la naturaleza y demás
prácticas que terminaron por reproducir las relaciones estatales-capitalistas
dentro de los países gobernados por los partidos “comunistas”.
Los “partidos comunistas” se organizan desde
el centro hacia fuera, y desde arriba hacia abajo, debido a que su objetivo
político máximo es la toma del poder,
la construcción de un nuevo estado,
que ellos dirigirán, sin el cual, dicen, no será posible realizar las
transformaciones y reformas necesarias que nos lleven a terminar con el
capitalismo. El fracaso de construir una vida distinta, sin opresores ni
oprimidos, la desaparición de estos estados supuestamente socialistas, y la
transformación de la burocracia “comunista”
en empresarios y oligarcas del viejo estilo burgués y capitalista, junto con
una gran campaña mediática de mentiras y odio, sembraron una profunda decepción
y desconfianza por parte del proletariado y los pueblos en los partidos
comunistas y en sus métodos.
Sin
embargo, ni afirmar ni negar que el partido sea la solución soluciona nada.
Algunos partidos y organizaciones populares que aspiran a serlo, contribuyen
con su solidaridad y su trabajo a la lucha del proletariado y los pueblos, y
algunos otros, más que contribuir, estorban, se separan de la clase a la que
dicen representar, y al tratar de buscar sus intereses sectarios, terminando
trabajando en contra de los intereses de los de abajo. El partido no es
garantía de victoria, pero tampoco es garantía de derrota. El desarrollo de la
lucha depende de lxs seres humanos reales y concretos, de sus decisiones, de su
capacidad, no de estructuras políticas ni de fórmulas mágicas que pretenden
predeterminar la historia. El partido encierra el peligro del autoritarismo y
de la burocracia, sin duda, pero no significa que los partidos que surjan estén
condenados a repetir y reproducir estos males. Los ejércitos, por ejemplo, son
organizaciones que en casi cualquier otro lugar se consideran como
necesariamente verticales, pero que en Chiapas, el Ejército Zapatista de
Liberación Nacional, hace posible la horizontalidad y la autonomía libertaria.
Con
todo, nuestros enemigos no discriminan entre quienes quieren partidos y quiénes
no. En contra de la población de abajo y de la vida natural, el estado-capital
ha reforzado sus tácticas y estrategias, y aunque los pueblos han desarrollado
diversas formas de organización, como lo son el EZLN, las Policías
Comunitarias, Ciudadanas y Populares, la Asamblea Popular de los Pueblos de
Oaxaca, el Movimiento Popular de Guerrero y otros más, que expresan una gran
capacidad y voluntad de lucha, las grandes mayorías en todo el país siguen a
merced de los partidos políticos burgueses, de las televisoras, de los
cárteles, de los paramilitares, y de toda institución y agresión del
estado-capital, recibiendo los golpes que imponen las reformas estructurales,
la explotación cotidiana, el desprecio, el despojo y la represión.
A pesar
de que a nivel local, en diversas regiones, la construcción de la autonomía, la
autogestión y el poder popular avanza, lenta pero segura, a nivel nacional, nos
encontramos al borde del precipicio. La situación es de vida o muerte, y para
quienes luchamos por la revolución, se nos plantea de forma urgente la
necesidad política, independientemente de nuestra ideología y de nuestras
formas de organizarnos, de responder dos preguntas fundamentales: ¿cómo le
hacemos para defendernos y resistir entre todos? y ¿cómo le hacemos para
avanzar entre todos y vencer finalmente a nuestro enemigo, el estado-capital?
No
tengo las respuestas, ni creo que sean preguntas que se contesten de forma
teórica, por algún argumento intelectual o algo así. Considero necesario que
estas preguntas se respondan en la acción, en la realidad concreta. Que nos
organicemos para que la fuerza de unos sea la fuerza de todos, y cada paso
adelante que den en cualquier lugar, sea un paso adelante que demos todos
juntos, de la misma manera que la fuerza de todos apoye a los unos cuando les
haga falta. Que seamos capaces de coordinarnos para llevar a cabo acciones que
desarticulen el poder de la clase burguesa, como huelgas generales, tomas de
plazas, edificios y ciudades, bloqueos de carreteras, puertos y aeropuertos, y
la generalización de la autogestión en todos los ámbitos (salud, trabajo,
educación, cultura, vivienda, etcétera, etc.). Que seamos capaces de
derrotarlos en plano político y militar, en cada batalla, y de esa manera ganar
la guerra. Que seamos capaces de liberar a los presos políticos, de conquistar
la justicia y arrancar de raíz las “reformas
estructurales” que nos despojan de nuestros derechos y bienes comunes.
Considero que por ahí es posible empezar a resolver la cuestión de la táctica y
de la estrategia.
Por eso,
para finalizar estas líneas, considero valioso suscribir el llamado que hacen
los presos políticos David Venegas y Efrén Hernández, conformados como el Club
Liberal Ricardo Flores Magón, “a todos
quienes compartan nuestra preocupación, nuestros sueños de una patria digna,
fuerte y libre donde todos los trabajadores disfruten los frutos de su trabajo
a conformarse en clubs liberales en todo el país, siguiendo la tradición
magonista liberal y revolucionaria con miras a la conformación de un partido u
organización nacional que nos de rumbo y objetivos claros en este mar de
confusión que hoy es México”. Me sumo, junto con nuestro equipo de
liberación, a este esfuerzo.
No sé
si termine por llamarse “partido”, el
nombre es realmente lo de menos, lo importa la es la organización. Una
organización nacional cuyo poder resida en la base, no en la cúpula, que
respete la diversidad de sus integrantes sin buscar la homogeneidad y la
obediencia, que es lo que buscan nuestros enemigos, una organización que se
plantee como una alternativa, con una táctica y con una estrategia claras. No
sé si vaya a ser la solución, pero será más fácil encontrar la solución si
estamos organizados y unidos, no en una suma mecánica y cuantitativa de
organizaciones, sino en base a una coordinación real y concreta. No es tiempo
para tener miedo a equivocarnos, si no intentamos nada, si no hacemos nada, por
tener miedo a equivocarnos, y seguimos en la misma línea de división, de
separación entre nosotros mismos, y de las masas, terminaremos por fracasar,
sin duda alguna. Es tiempo de organizarnos y luchar. Es tiempo de vencer.
Rebelión ha publicado
este artículo con el permiso del autor mediante una licencia
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