Escrito por Valentina
Valle
Lunes, 27 Mayo 2013
Integrantes de la Asamblea Popular del Pueblo Juchiteco
interrumpieron los trabajos que la empresa Unión Fenosa mantiene en Juchitán,
exigiéndole los permisos y autorizaciones para los proyectos eólicos.
Juchitán de Zaragoza, Istmo de Tehuantepec. Los acontecimientos de los
últimos días demuestran claramente que el conflicto entre los integrantes de la
Asamblea Popular del Pueblo Juchiteco (APPJ) y las empresas eólicas
transnacionales Gas Natural Fenosa y Zapoteca Energía se han radicalizado.
Por la mañana del sábado 18 de
mayo algunos integrantes de la APPJ se dirigieron a los accesos a los campos de
trabajo que la empresa Unión Fenosa mantiene establecidos a la altura de Pozo
Peralta para interrumpir los trabajos y exigir a la empresa permisos y
autorizaciones. La acción concluyó con el atropello de dos obreros de la
empresa Elektra por parte de los mismos trabajadores de Fenosa que huyeron en
carro a gran velocidad.
El hecho tuvo una gran
resonancia en la prensa local y el temor de los integrantes de la Asamblea de
ver sus razones desaparecer en un relato sólo parcialmente verdadero, se confirmó:
los protagonistas de la acción fueron descritos como peligrosos y armados y el
mensaje de resistencia a los proyectos eólicos contenido en esta acción de
protesta se perdió en el énfasis puesto en las lesiones de los dos
trabajadores.
A lo largo de los últimos tres
días la prensa local relató la acción con detalles y fotografías, describiendo
una situación de inseguridad y desorden también en las dos áreas del bloqueo de
la carretera que va de Juchitán a Unión Hidalgo y del campamento instalado rumbo
a Playa Vicente, conocido como barricada de la Séptima Sección, con cientos de
personas afectadas por los bloqueos y gente armada y peligrosa.
Habiendo pasado los últimos
tres días en estos dos lugares, nuestra primera pregunta es si la prensa local
estaba en el mismo lugar que nosotros. Y si la respuesta es afirmativa, la
segunda pregunta es dónde estaba esta multitud de afectados por los bloqueos y
esta gente armada, porque nosotros no los vimos. Como tampoco vimos a los
colegas de la prensa local colectar las informaciones que luego relataron.
Pero a lo mejor estábamos
distraídos, escuchando el relato del integrante de la APPJ, Celestino Bartolo
Terán, que fue agredido a balazos mientras pastoreaba su ganado cerca de los
terrenos donde la empresa Fenosa Gas Natural pretende establecer el parque
Bii-Hioxo o quizás estábamos atendiendo a las preocupaciones de las mujeres, o
preocupándonos nosotros mismos por la suerte de Carmen, víctima de un intento
de secuestro con el objetivo de convencer la APPJ a entregar Carlos Sánchez,
fundador de Radio Totopo y presunto líder del movimiento.
Nos consuela pensar que
nuestros colegas, si estaban, estaban distraídos ellos también, porque ni una
palabra salió en la prensa de la historia de los individuos no identificados
que balacearon al comunero Terán ni de las amenazas sufridas por Carmen.
En cambio salieron muchas
invitaciones a los políticos locales y estatales a que no sean indiferentes a
la problemática antes que la violencia aparezca, así que valdría la pena preguntarse
si el desprecio de las leyes y de los derechos humanos y constitucionales de
los pueblos indígenas en favor de intereses comerciales transnacionales no es
ya una violencia.
Valdría la pena preguntarse
qué tipo de “orden” desea el colega Armando López Gómez cuando invita al
gobernador Gabino Cué Monteagudo y al presidente municipal Daniel Gurrión
Matías desde las columnas del Enfoque Diario, del lunes 20 de
mayo, a “poner orden” haciendo abierta referencia a lo que pasó en 2006 en la
capital de Oaxaca.
¿Si ninguna de las medidas
utilizadas hasta ahora por los pueblos originarios del Istmo parece servir, si
no sirve la denuncia y tampoco la propuesta de instaurar una mesa de diálogo
con el gobernador del Estado, que queda a esta gente que desde hace años está
manifestando sus derechos de una manera pacífica y sólo pide que se respete la
ley? ¿Hasta cuándo esta población aguantará injusticias y amenazas, omisiones y
mentiras acerca de su lucha y sus personas?
Una vez más dejamos Juchitán
con muchas preguntas y casi ninguna respuesta, con la convicción que quien
pretende no entender esta resistencia en realidad no quiere entenderla y,
frente a los últimos acontecimientos, también con la inquietud de no saber
quién de los comuneros volveremos a encontrar en nuestra próxima visita.
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