Por Dawn Paley
Traducido por Nicolás Olucha Sánchez.
Ver la versión original aquí.
15
mayo, 2013
Conozco unos cuantos periodistas que
confían en el trabajo de Insight Crime,
cuyo objetivo es, en sus propias palabras,
“elevar el nivel de investigación y
análisis sobre el crimen organizado en América Latina y el Caribe”.
El hecho de que Stratfor no
tenga credibilidad
(y no es que los medios de comunicación dominantes hayan publicado contenidos
sobre lo espantosa que resulta su “inteligencia”
ni nada por el estilo), ha permitido a Insight
erigirse como una fuente de consulta para quienes escriben sobre la guerra
contra el narcotráfico en México, Centroamérica y Sudamérica.
Creo que parte del trabajo
que realiza Insight puede ser
preciso y/o útil, que nadie me tome a mal. Pero no puedo tolerar
que una organización rellene páginas y páginas de noticias sin contrastar
para presentar en primicia una historia de dudosa credibilidad como es que, en
México, la violencia proviene de los enfrentamientos entre cárteles.
Desgraciadamente, es justo lo que Steven Dudley hace en su reciente
reportaje para Insight titulado “Juarez
después de la guerra”.
Estas líneas distan de ser
un análisis exhaustivo de dicho reportaje; son únicamente un cúmulo de
pensamientos que me asaltaron cuando reflexionaba sobre lo que Dudley escribió,
durante una serie de visitas a Juárez a finales de febrero y comienzos de
marzo.
El artículo comienza así:
“Según cuenta la historia, a
principios de 2008, el Cartel de Sinaloa acorraló al Cartel de Juárez en la
ciudad y luego utilizó una estrategia relámpago para atacar dentro de los
límites de la ciudad”. Las palabras clave en este texto son las
siguientes: Según cuenta la
historia. Al principio del artículo se habla de toda esta idea de
la rivalidad entre cárteles vendida por el gobierno como si se tratara de un
hecho, sin apenas citar fuentes de ningún tipo.
Veamos un claro ejemplo del
discurso de la guerra entre
cárteles mencionado más arriba.
En mi opinión, el discurso
de la guerra entre cárteles (pues ya es un tipo de discurso oficial) se puede
identificar fácilmente al poseer una serie de rasgos distintivos: una confianza
prácticamente exclusiva en las fuentes informativas estatales o
gubernamentales, una historia sobre un individuo declarado culpable que se vio
envuelto en una reyerta por drogas (hasta que se demuestre que es inocente o
una víctima) y una creencia ciega en que los policías inmersos en actividades
delictivas son la excepción y no la regla, y que cuanto más presencia policial
más seguridad.
Continuemos con el
reportaje, con MS Word en todo su esplendor. (Dios bendiga la Cambria 12).
“Cuando el Cártel de Sinaloa declaró la guerra al Cártel de Juárez en 2008,
lo hizo mediante la colocación de una ‘narco-manta’ en un monumento a los
policías caídos”, relata Dudley. ¡Extra, extra!:
Cualquiera puede preparar una “narco-manta”
y colgarla en medio de la calle. Se sabe que, en ocasiones, estas mantas se
cuelgan bajo supervisión
policial. En resumen: nada muy fiable. “Las narco-mantas son como los cadáveres: No se sabe quién es el
responsable”, me comentaba hace unas semanas el fotoperiodista Julián
Cardona en una entrevista.
Dudley
continúa proporcionando algunas cifras. Cito textualmente:
·
El año pasado fue el periodo de 12 meses menos violento desde 2007, con el
gobierno estatal registrando 740 asesinatos. Los niveles de homicidios
son una quinta parte de lo que eran a principios de 2011.
·
Naturalmente, algunos analistas y autoridades se han centrado en los grupos criminales
para explicar por qué los homicidios han disminuido tan rápidamente.
En este punto falta una
información fundamental. Y es que, a finales de 2011, los
cerca de 10.000 agentes de la Policía Federal y del Ejército que fueron
enviados a Juárez bajo el pretexto de luchar contra los cárteles abandonaron la
ciudad. La Policía y el Ejército llegan en 2008, la violencia y más
concretamente los asesinatos se disparan; se van, disminuye. No hay que ser muy
listo para captarlo.
De cualquier modo,
independientemente de una situación que describe como “caótica”, Dudley se las arregla para dar con un análisis basado en
el “sentir común” (no hay pistas
sobre la metodología empleada para dar con ese término) que indica que el
cártel de Sinaloa es quien domina en la actualidad.
¿Saben qué?
He hablado con docenas de
personas en Juárez en las últimas semanas. Aún tengo mis dudas sobre si
utilizar ese término casi carente de significado que es “sentir común”, pero diré que muchas de las personas con las que he
hablado, incluso supervivientes o familiares de víctimas, acusan directamente
de lo sucedido a Felipe Calderón y a los 10.000 soldados y policías que
llegaron a la ciudad. Exacto: El Estado. No el Cártel de Sinaloa.
La segunda parte del
reportaje es, en mi opinión, un intento de “mexicanizar” el discurso de la guerra entre cárteles. (Entiéndase
mexicanización del mismo modo que los legisladores
estadounidenses utilizan el término colombianización para describir
el proceso mediante el cual el gobierno colombiano, por ejemplo, se encarga del
entrenamiento de pilotos y del mantenimiento de helicópteros donados en el
marco del Plan Colombia).
Una vez acabada esta
vorágine caótica, Dudley apunta, con gran certeza, que la “pandilla Barrio Azteca está a punto de dar el salto al comercio
internacional de drogas”. Pero Dudley no necesita recurrir a la DEA o a una
agencia estadounidense para confirmarlo. En lugar de eso, cuenta con agentes
encubiertos del servicio de inteligencia mexicano para publicar “información” sobre Barrio Azteca. El
discurso de la guerra entre los cárteles de Sinaloa contra Juárez lo encabezó
la DEA a través de un proyecto de dos años de
duración que finalizó en diciembre. Ergo, la mexicanización del
discurso de la guerra contra los cárteles, mientras agentes del servicio
mexicano de inteligencia retoman la tarea de crear una historia coherente que
permita justificar los continuos ataques a los habitantes (sobre a todo a los
jóvenes) de Juárez. (Y, de todos modos, en la DEA están especialmente
ocupados ahora que también hacen el trabajo del Centro Nacional de
Inteligencia sobre Drogas).
Ninguno de los habitantes
de Juárez con los que hablé mencionó nada sobre la resurrección de Barrio
Azteca. Obviamente, no hablo con agentes mexicanos encubiertos, al menos no a
propósito.
Dicho esto, creo que la mejor forma de
explicar el trabajo de Dudley en este punto es simplemente cortar y pegar todas
sus referencias/ fuentes consultadas para las acusaciones sobre Barrio Azteca.
Fuentes
consultadas para la actividad de Barrio Azteca en Estados Unidos (las cifras entre paréntesis representan el número de veces que la fuente
ha sido citada):
-Acusaciones
federales de Estados Unidos (x3)
-Evaluación
de la Amenaza de las Pandillas 2011 del FBI
-Las
autoridades de Tejas (x2)
-Evaluación
de la Amenaza de las Pandillas en Tejas
Fuentes
consultadas para la obtención de información sobre Barrio Azteca en Juárez:
-Gustavo
de la Rosa, antiguo director de una prisión de Chihuahua
-Agentes
del servicio de inteligencia (no está claro si estadounidenses o mexicanos)
-Agentes
del servicio de inteligencia mexicano
-Agentes
del servicio de inteligencia mexicano
-Un
mapa de las agencias de inteligencia de México
-Agentes
del servicio de inteligencia
-Funcionario
del gobierno (x2)
De
nuevo, de todos los supervivientes, familiares afligidos, periodistas,
investigadores, activistas, artistas, estudiantes y demás que entrevisté en las
últimas semanas, ni uno solo mencionó a Barrio Azteca (o al cártel de Sinaloa)
como responsables de ataques.
En
la primera parte del reportaje de Dudley no se observan fuentes. La segunda
parte se basa casi al completo en el testimonio anónimo de agentes mexicanos.
No queda claro en el reportaje si cuando estuvo en
Juárez Dudley habló con alguien que no perteneciera a la policía, a
los servicios de inteligencia o las autoridades penitenciarias. Sí que menciona
vagamente las críticas a la militarización en la tercera y última parte del
reportaje, pero en general presenta al ex militar que dirige los efectivos
policiales de Juárez como el responsable de un “milagro en la seguridad”.
Dicho
esto, “Juárez después de la guerra”
ofrece a los lectores una versión particular de la situación que se vive en
Juárez, la versión que la policía y los servicios de inteligencia quieren que
tengamos. (Inserte aquí la cita “en la
guerra, la verdad es la primera víctima”).
Y,
de todas maneras, sólo a modo de información, la guerra en Juárez no se ha
acabado precisamente. Hace sólo un par meses, hubo un tiroteo
en las oficinas de un periódico y una televisión locales.
Al
final del reportaje, podemos observar una nota sobre la fuente económica que
colaboró para la elaboración de tan brillante material.
“La investigación para este artículo fue
financiada, en parte, por el National Institute for Justice y el Woodrow Wilson
Center for International Scholar”. En caso de que no estén al
corriente, el Woodrow Wilson Center (WWC) fue creado por el congreso y es,
básicamente, un centro de estudios financiado por el gobierno de Estados Unidos
(PDF con el
presupuesto de 2013). Los miembros del WWC han colaborado
recientemente con la Oficina
Internacional de Narcóticos y Asuntos de
Aplicación de la ley para promover
la guerra contra las drogas en África occidental.
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