Los pueblos de América Latina, desarmados, a pura sangre y coraje, están enfrentando las fuerzas genocidas
Tiempos
violentos
Jorge Pedro
Zabalza <zurdatupa@gmail.com>
Semanario
Voces 28.11.2019
Fuente:
Semanario Voces 677 28 Noviembre 2019 página 11
Descargar PDF:
28 de
noviembre de 2019.
¡Haití, Venezuela, Honduras, la vergüenza de Nicaragua,
Brasil, Perú, Argentina, Ecuador, cientos de miles por todo Chile, millones de Tupaj Katari en Bolivia
y, último momento, Colombia también resiste!
Diferentes realidades, cada una con sus particularidades sociales y políticas,
pero que, entre todas, componen un panorama cruzado por la violencia que viene
de arriba, desde las clases dominantes. Descartaron el modo pacífico de
dominación que venían utilizando y dieron rienda suelta a la represión más
salvaje, la verdadera razón de ser del Estado. Se quitaron el traje de liberales y dejaron al desnudo el lobo
feroz. ¡Insoportable tufillo a ’68, compañeres!
Parece
mentira, pero los progresismos latinoamericanos
pulieron y afinaron los instrumentos represivos que les prestaron los dueños
del poder. El muy moderado impulso de cambio se detuvo en las puertas de los
cuarteles. Nadie tocó la esencia de la institución criminal. Los progresismos engordaron a sus
sepultureros… les compraron armas, aviones y barquitos nuevos, radares,
sistemas Guardian, cámaras de vigilancia y de identificación facial, los
entrenaron y los prepararon para comerte mejor. ¿En qué cabeza cabe alimentar
los cuervos que te arrancarán los ojos?
Viejos
ilusionistas indujeron un mundo imaginario de “oficialidades jóvenes” y “nuevas
policías”, pero luego, se miraban sorprendidos al verlos asesinar, violar y
torturar con la misma saña sádica que en los ´70. Los pueblos de América
Latina, desarmados, a pura sangre y coraje, están enfrentando las fuerzas
genocidas. Las horas de los hornos debieran ser horas para cuestionar el
monopolio estatal de la violencia, para pensar otras formas de defender
territorio, derechos y libertades. La filosofía de la otra mejilla frena la
imaginación, nadie piensa ya en pueblos reunidos y armados como los pensó el
artiguismo.
Como no
somos ninguna excepción, los tiempos violentos ingresaron al país, pero lo
hicieron lateralmente, “a la uruguaya”, video de Manini
mediante. De cierta manera, el estado de violencia latinoamericano hizo de
trasfondo ideológico en el ballotage y multiplicó el rechazo a Manini, más que
sus palabras, su impronta miliquera genera rechazo. De todos modos, provocó la
avalancha de votos que echó por tierra las profecías de opinión pública. Miles
de mujeres y hombres salieron defenderse de la coalición multi reaccionaria
mediante el voto. Otra proeza de movilización popular.
En la
batalla electoral del 2019 no estuvieron en juego las transformaciones
profundas que el Congreso del Pueblo reclamaba medio siglo atrás y que parecen
cosa del pasado. Sin embargo, la avalancha popular fue suficiente para dejar
dividido en dos el padrón electoral. En una vereda, la mitad que aceptó
encubrir con su voto a los futuros posibles golpistas, portadores de los más
reaccionarios sentimientos, esos que sobreviven en los casinos cuarteleros y
los salones de las cámaras empresariales. En la vereda de enfrente, un poco más
a la izquierda, la otra mitad coreaban “milicos
nunca más”, un mensaje antimilitarista aún más expresivo que el enviado en
octubre, cuando se frenó la tentativa de sacar el ejército a la calle con fines
represivos.
Probablemente
parte de esas energías antiautoritarias sean utilizadas como respaldo para
acordar y pactar con los partidos de derecha, para hacer una “oposición responsable” en esta
democracia plena con un millón de pobres. En un primer momento, los votantes
progresistas se indignarán y se sentirán utilizados, pero, con el paso del
tiempo, las urgencias por recuperar el gobierno los harán olvidar sus sentimientos
negativos. Después de todo, ese es el sentido último de la democracia
representativa y liberal y su sistema de partidos.
Siempre
tienen otra opción los indignados. La lucha de los movimientos sociales ha
logrado conmover la consciencia popular, volviéndola sensible a los grandes
problemas sociales y culturales, aquellos que los partidos políticos evitaron
tocar en la campaña electoral: Verdad y
Justicia, la igualdad de géneros,
la libertad de opción sexual, la contaminación de la tierra, el agua y el aire. Tal vez buena
cantidad de votantes antiautoritarios se vuelquen a la lucha por transformar la
llamada “fiesta cívica” en una
manifestación por Nunca Más terrorismo
de Estado, no queremos más milicos,
no queremos más ejércitos.
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