HAITÍ
Y LA NECESIDAD DE OTRO MUNDO
Pobreza
extrema, desigualdad, violencia estructural, sobre-explotación y racismo
definen la realidad de Haití
La Jornada
de Oriente:
18 de noviembre
de 2019.
Durante todo el año de 2019, una cadena de manifestaciones se ha
registrado, teniendo en común con las de otros países latinoamericanos, el
rechazo tajante a las medidas económicas ordenadas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y el imperialismo estadounidense. Pero en Haití los cauces
se desbordan porque a diferencia de otros países, este no ha tenido en décadas
un periodo intermedio de estabilidad, aunque en muchos países (como Chile) ese
periodo de estabilidad resultó ser más farsa que verdad.
La pobreza
extrema, la desigualdad, la violencia estructural, la sobre-explotación y el
racismo definen la realidad de la nación caribeña, que además, carga sobre su
espalda, una permanente campaña de ocultamiento por los grandes medios de
comunicación. Haití es la evocación de la necesidad de construir otro mundo.
Ya son siete
semanas de protestas por la escasez de combustible y el aumento de su precio,
la falta de comida, medicamentos, gas, agua potable y por la devaluación de la
moneda, esto agudiza la crisis económica en el país más pobre de Latinoamérica,
donde la mayoría de la población sobrevive con dos dólares al día.
El pueblo ha
tomado las calles para enfrentar al neoliberalismo, trabajadores y trabajadoras
resisten la represión brutal que deja muchos asesinados y encarcelados.
Mantienen la fuerza varios sindicatos,
el movimiento feminista y diversos partidos políticos que se agregan, la organización de base permite la
solidaridad entre los desposeídos, el magisterio y los estudiantes se sumaron
al paro general, el pueblo se agrupa en el Foro Patriótico que propone la renuncia del presidente y “un gobierno de transición por un período de
tres años para atajar los problemas de hambre, miseria y desempleo que afecta a
más del 80% de la población, y la reforma de las instituciones estatales según
las necesidades de la población”.
El
presidente haitiano, Jovenal Moïse, ha declarado que “no se encuentra aferrado al poder sino a las reformas que pretende
implementar”, pero sus reformas son modificaciones constitucionales,
modificaciones a la ley aduanera y del sector energético, todo, para seguir
beneficiando a las saqueadores y explotadores. Moïse, es acusado de corrupción
y se ha exigido su renuncia.
Haití
muestra la soberbia y la venganza: la primera colonia liberada de América es
hoy el país más lastimado por todas las viejas potencias nostálgicas de su
hegemonía. Haití vive una ocupación desde principios del siglo XXI, con el
pretexto del envío de “ayuda humanitaria”,
una coalición de naciones la tienen asediada, el aval de la ONU a esta
condición es otra de sus muchas incongruencias. El pasado 17 de octubre la ONU
anunció la continuación de su política intervencionista con el programa BITUH,
que sigue al MINUJUSTH que precedió a los Cascos Azules, quienes cometieron
múltiples vejaciones contra el pueblo haitiano.
Por ello,
los manifestantes se dirigieron al cuartel general de la ONU en Puerto
Príncipe, ahí expresaron su repudio al apoyo del Grupo Central al gobierno de
Jovenal Moïse. Este grupo lo conforman un representante especial de la
Secretaría General de la ONU, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá,
Francia, EEUU y los representantes de España, la OEA y la UE. Estos países y
organizaciones guardan silencio sobre la real situación en Haití, todos son
cómplices de la opresión de larga duración que ha padecido, todos se benefician
y extraen grandes riquezas, el neocolonialismo es tan real como la bota
imperialista en el mundo. Ya es tiempo de dar luz a la verdad en Haití y
extremar las manifestaciones de apoyo, la liberación haitiana es también la
emancipación de los pueblos latinoamericanos. La resistencia contra el
neoliberalismo ha de conducir a los pueblos a la crítica de todo el sistema
capitalista y a la formulación de un proyecto emancipador global, el socialismo
tiene que levantar la mano para dar cauce a las demandas sociales, reformularse
para concretar el anhelo de un mundo realmente justo, libre y humano.
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